No es mi estilo limitarme a copiar lo que otros escriben, pero hoy voy a hacer una excepción en esta entrada. Voy a continuación a transcribir un artículo (que me parece bastante bueno) de Santiago Sánchez-Migallón Jiménez, escrito para su blog "La Máquina de Von Neumann".
El artículo en concreto es este, y el contenido del mismo es el siguiente:
Cuando al biólogo de la Universidad de Minnesota Paul Z. Myers, le propusieron la pregunta Edge 2011 ¿Qué concepto científico podría venir a mejorar el instrumental cognitivo de las personas? respondió: el principio de mediocridad. Me sorprendió que Myers lo considerara tan importante pero, pensándolo bien, tiene mucha razón. La mayoría de la gente pensaría muchísimo mejor si tuviese más claro qué significa. Aquí voy a desarrollarlo en ocho puntos:
- Tu nacimiento no viene marcado por ningún designio ni propósito trascendental. No has nacido con ninguna misión encomendada previamente ni has sido elegido para nada. Siempre me ha parecido de una arrogancia pasmosa el hecho de que alguien se crea especial sin todavía haber hecho absolutamente nada para merecerlo. O, peor aún, que se considere pecador, manchado por el pecado original, y que tenga que redimir un mal que nunca cometió. Es enfermizo que pensemos que un bebé está dañado por el pecado.
- Eso no quiere decir que tu vida sea absurda, solo que tendrás que conformarte con un sentido algo menos pretencioso. Tu genética y la cultura en la que vivas conformarán en ti una serie de valores y objetivos vitales. Éstos marcarán el sentido de tu vida. Podrás buscar el dinero, la fama, el éxito, amor, comodidad, tranquilidad o nada de eso, lo cual llenará con más o menos plenitud el sentido de tu existencia, pero no busques nada más pues no lo hay.
- Es muy probable que no vayas a ser un genio universal, un famoso deportista de élite o un influyente líder político. Lo más probable es que te acerques al promedio humano. En algunas facetas estarás por encima de la media y en otras por debajo, pero será muy difícil que representes esos rarísimos casos de personas absolutamente sobresalientes. Lo más probable es que seas un mediocre. Acéptalo, pero eso no quiere decir que te quedes deprimido lamentándote de tu mediocridad. Schopenhauer decía que Dios repartía las cartas, pero que tú elegías la jugada. Puede ser que hayas nacido con escasas virtudes y en pésimas circunstancias (malas cartas), pero en ti queda hacer la mejor jugada posible dado lo que tienes. Inténtala.
- El universo, sea una gran maquinaria determinista o un proceso azaroso, funciona sin ningún propósito. No hay ninguna intencionalidad en lo que sucede a nuestro alrededor. Los organismos vivos y las máquinas artificiales son los únicos seres que funcionan siguiendo un objetivo, pero el resto del universo funciona sin más. Los sucesos importantes de tu vida no estaban premeditados. El día que, casualmente, conociste a la mujer de tu vida no estaba marcado con antelación en el calendario de un Dios bondadoso. A mí, en concreto, me parece mucho más reconfortante sentirme el dueño de mi propia vida, pensar que el futuro es algo que creo yo a cada paso que doy, y no algo que otros “seres mágicos” han decidido por mí.
- Las leyes que rigen el universo son absolutamente amorales. La ley de la gravedad funciona inquebrantable nos venga bien o no. Levanta aviones y los estrella por igual. No hay ninguna fuerza, energía, magia que, de algún modo, busque nuestro bien o nuestra maldición. Lo inteligente de la cultura occidental ha sido saber aprovechar esas leyes en nuestro beneficio utilizando la ciencia y la tecnología. Sigamos en ese camino.
- Estás solo en el universo. No tienes un ángel de la guarda ni un Dios amoroso que vela por que no te pase nada malo. Puedes ser la persona más bondadosa del mundo y que tu vida sea un penoso trasiego lleno de desgracias, y puedes ser un malvado al que la suerte le llueve del cielo. No hay ninguna justicia cósmica que castigue a los malos y premie a los buenos más que la justicia terrenal que nosotros erijamos aquí. Por eso nos conviene mucho hacer un mundo más justo.
- No hay vida después de la muerte. No hay misterio alguno en la muerte por mucho que hayan querido vendernos lo contrario. Cuando mueras, todas tus funciones cerebrales serán pasto de los gusanos y todas tus emociones, pensamientos, recuerdos… se perderán para siempre. No irás a un sitio mejor ni volverás a ver a tus seres queridos. La muerte será como cuando no habías nacido: nada. Aprovecha el tiempo que tienes porque no hay otro.
- No conocemos prácticamente nada del funcionamiento del universo. Newton decía que todo nuestro conocimiento equivalía a una gota de agua en el océano y Descartes decía, siendo algo optimista, que cambiaría todo lo que sabía por la mitad de lo que ignoraba. Hemos de aceptar entonces vivir rodeados del error y de la incertidumbre. No tenemos certezas absolutas de nada, pero eso no quiere decir que no podamos mejorar nuestro conocimiento e intentar acercarnos con todas nuestras fuerzas a esa lejana utopía que es la verdad. Yo tengo muy claro que cualquier proyecto filosófico que emprenda será, de antemano, un fracaso; que por cada respuesta que crea tener, surgirán miles de nuevos interrogantes. Pero no es tan grave. El hombre se dio cuenta de que conocer la realidad es más difícil de lo que parecía, pero eso no hace que el propósito de conseguirlo sea un noble, loable y, sobre todo, apasionante camino. Creo que tengo muchas menos certezas que cuando tenía dieciséis años, pero curiosamente, eso no me hace más ignorante, sino mucho más sabio.
En el punto 4, dice Santiago: “El universo, sea una gran maquinaria determinista o un proceso azaroso, funciona sin ningún propósito.”
Sin embargo, para ser justos, no podemos afirmar eso de manera tan tajante. Conocer el propósito del Universo creo que requiere conocer su causa trascendente (si es que la tiene). Y aún si no tiene causa trascendente, o si dicha causa es no es racional, el hecho es que no podemos decir nada al respecto con la certeza con la que lo expresa en dicho punto.
Porque, a ver, los fenómenos del mundo parecen ocurrir porque sí, sin ningún propósito aparente, pero el Universo, como un todo, sí podría tener a pesar de todo un propósito trascendente a su contenido fenoménico. No sé si me explico. En el caso de que una supuesta trascendencia “racional” hubiese creado el Universo para algo concreto (sea lo que sea), esa “intención” trascendente conformaría inmediatamente un propósito para nuestro Universo y todo lo que hay en él (incluidos nosotros).
Edito 24/07/2015
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Edito para incluir parte del debate que he mantenido en el propio blog de Santiago, respecto del comentario donde vengo a expresar lo mismo que he dicho aquí anteriormente sobre la posibilidad trascendente:
1) ¿Tenemos alguna prueba de que sea más probable la tesis de que la existencia del universo es el tipo de cosa que necesita de una causa para existir, que la tesis contraria?
2) ¿Tenemos alguna razón para sospechar que, en caso de que haya una respuesta afirmativa a la primera pregunta, una causa que podamos considerar parecida a una “intención voluntaria e inteligente” sea más probable que alguno de los posiblemente infinitos tipos de otras causas que no se nos han ocurrido?
Pues claro que hay que aplicar el principio de Laplace. Precisamente por eso, la elección primero es en si el universo necesita una causa o no, y como no tenemos ni idea, pues la probabilidad es 50% para cada opción. Ahora bien, supuesto que sí necesite una causa, ¿CUÁNTOS TIPOS de causas puede tener el universo? A priori, no podemos descartar ningún número de tipos de causas, así que tenemos que tomarlos por INFINITOS. Por lo tanto, la probabilidad de que, si el universo necesite una causa, el TIPO de causa que necesita es el tipo “un designio voluntario y consciente” es sólo UN tipo entre infinitos tipos posibles, así que su probabilidad es uno dividido por infinito.