domingo, 29 de abril de 2018

La futura renta básica universal

"La renta básica es la alternativa a una situación social insostenible"
(Santiago Niño-Becerra - catedrático de Estructura Económica)


Ayer salió publicada en la portada del diario El País este artículo: https://elpais.com/economia/2018/04/28/actualidad/1524911412_619791.html

En el artículo se habla abiertamente de cómo el gobierno actual quiere que la ‘tasa Google’ pase a financiar las pensiones ya este año. Y aunque poca gente se ha dado cuenta o lo ha relacionado directamente, esta noticia es la primera señal clara que demuestra que la necesidad social de eso que se llama renta básica universal está más cerca de lo que parece. Se trata de uno de los primeros signos históricos que evidencia que el trabajo perdido a mano de la tecnología lo tendrán en teoría que sufragar las propias compañías y sus accionistas. Evidentemente esto es algo que las compañías no harán por voluntad propia (dada la naturaleza humana), por lo que ahora posiblemente vendrá la reacción legal de estas compañías en contra de tales tasas, y finalmente llegará la necesidad de una revolución en toda regla (del estilo de las del pasado siglo XX) para lograr instaurar esa obligación fiscal en las grandes compañías. No cabe duda de que queda un largo trecho que pelear por la RBU y la "guerra", aunque pocos se hayan dado cuenta, acaba de empezar.

Y no nos refugiemos por cierto en la excusa de que las empresas necesitan que la gran masa de personas compren sus productos y que por lo tanto necesitan pagar dicha renta básica:

Porque, ¡ojo! La automatización supone para las empresas un aumento enorme de rentabilidad: es decir, que con vender la mitad o menos les vale para ganar igual incluso más que antes (el coste más grande de lejos en cualquier empresa es el coste humano). Por lo tanto a las grandes compañías les valdrá con vender menos y ganar más, en lugar de pagar muchos impuestos para poder "autocomprarse". Se trata de matemática pura. La renta básica universal es absurda desde el punto de vista empresarial en cuanto supone que las empresas irían a financiar a coste cero la compra de sus propios productos, y eso mucho me temo que no es rentable (ni tiene sentido económico).

La historia es imposible de prever, pero lo que posiblemente pase es que el aumento de eficiencia en la producción (disminución bestial de costes), suplirá en el tiempo la disminución en la demanda (debido a la precariedad de la clase media y baja que pasarán a ser baja y muy baja). Finalmente una élite (pequeña clase alta dueña y/o diseñadora de las máquinas de un modo directo o indirecto) vivirá muy holgadamente en favor de los demás. Y resulta además que esta clase alta será dueña también de grandes armas autónomas y constituirán un lobby enorme capaz de comprar cualquier gobierno.

Si algún día, por tanto, llega esta RBU, habrá que pelear por ella y muy posiblemente de manera violenta (como ocurrió en las revoluciones del pasado).

jueves, 26 de abril de 2018

Los problemas del realismo científico

“La Matemática no es real, pero «parece real». ¿Dónde está ese lugar?”
(Richard Feynman)


Desde luego el realismo científico puramente materialista tiene un gran problema con el tema de describir qué son las partículas. En este interesante artículo, por ejemplo; se resume la cosa así: "O sea, que las partículas fundamentales pueden tener dos “aspectos”, según cómo se interpreten: o son puntos infinitesimales rodeados de una nube que manifiesta algunas propiedades de la partícula (que es el consenso actual) o son pequeñas perturbaciones de los diferentes campos que permean el universo."

Pero ambas "interpretaciones" tienen sus problemas:  la primera nos fuerza a creer que la materia que nos forma está constituida por ¡puntos adimensionales infinitamente pequeños!, la segunda nos dice que la materia no es más que una perturbación ondulatoria de probabilidad en un campo cuántico lo cual significa que la materia...en fin, que es algo así como una onda matemática que se expande por un campo cuántico esencial inefable.

Las partículas de materia observadas desde el prisma de la física moderna bien parece que no son NADA más que construcciones matemáticas instrumentalistas. La cuestión es: ¿qué concepto de realidad física se le puede dar a un punto sin dimensión infinitamente pequeño (constructo matemático físicamente indecible donde los haya), o a una perturbación en forma de onda de probabilidad matemática "vibrando" dentro de un campo cuántico?

¿Podemos visto lo visto seguir tratando la materia más fundamental que nos conforma como algo con realidad física independiente? ¿O no será más bien que todo no es más que una ilusión cognitiva fruto de un devenir puramente (y esencialmente) matemático? Si este fuera el caso bien podría decirse que la realidad física como tal no existe, sino que lo que verdaderamente (esencialmente) "existiría" es toda esa "sustancia" matemática de fondo.

jueves, 12 de abril de 2018

"Razón Biológica, la base evolucionista del pensamiento", por Carlos Castrodeza

"Esto es lo que conviene analizar. ¿Por qué al hombre le duele su ignorancia, como podría dolerle un miembro que nunca ha tenido?" 
(Carlos Castrodeza)


Hoy acabo de releer por segunda vez el magnífico libro de Carlos Castrodeza: "Razón Biológica, la base evolucionista del pensamiento". Es una lástima que este buen filósofo español no tenga más reconocimiento, y es una mayor pena que falleciese antes de poder terminar de germinar toda su línea de trabajo.

Como muestra de su talento me gustaría compartir con vosotros la manera en que este autor, un fenomenal biólogo reconvertido en filósofo, termina el libro arriba mencionado con este memorable epílogo (como él diría, para flemáticos):

"Leslie Stevenson publicó una pequeña obra maestra, Siete Teorías de la Naturaleza Humana. En este escrito Stevenson simplificó, sin trivializar, la contemplación de las cuestiones sempiternas epistemológicas y éticas de la filosofía. Stevenson proponía que todo ser humano siempre se formula, de un modo tácito al menos, las siguientes preguntas, y en este orden: ¿Dónde estoy? ¿Quién soy? ¿Por qué no acepto mi situación? ¿Hay solución? (en realidad, estas son las preguntas kantianas por excelencia). Las dos primeras preguntas (cosmológica y antropológica) plantearían en sus respuestas la propia epistemología, y las dos segundas un principio ético, tanto en su fase pre-ética (sintomatología) como en la práctica ética propiamente dicha.
Stevenson explicitaba entonces siete cosmovisiones típicas. Según la terminología aquí empleada, una sería típicamente racionalista, la platónica, dos instintivistas de signos opuestos, la cristiana y la existencialista de Sartre, dos instrumentalistas, la freudiana y la marxiana, una positivista, la conductista de Skinner y otra refutacionista, la etológica de Loren.
La idea de Stevenson era que todos los seres humanos participamos en mayor o menor grado de las cosmovisiones de estos creadores.
Lo cierto es que el modelo de Stevenson se puede generalizar aún más, e incluir una serie adicional de cosmovisiones que cubran de un modo mucho más completo las pretensiones humanas. De hecho, y de acuerdo con las ideas expuestas, a lo largo páginas, habría una cosmovisión de la que derivarían as las demás. Esta sería una cosmovisión de corte biológicoevolucionista, basada específicamente en un esquema darwiniano, que iría más allá de la ortodoxia vigente y sería, desde luego, más amplia que el que propugna Lorenz y, sobre todo, Skinner.
La raíz de esta cosmovisión generalizadora [biológicoevolucionista] estaría en el sufrimiento animal, y específicamente en el humano, lo que reflejaba muy exactamente la sensibilidad del propio Darwin al respecto. Procede pues, para cerrar estas disquisiciones naturalistas, contestar a las preguntas Stevensonianas desde esta perspectiva biológica general y a un nivel 'macroscópico', es decir, tomando como referencia lo que se estima que el hombre siente 'a flor de piel'. Sensación que, no es otra cosa, sino la materia prima para el estudio de una supuesta naturaleza humana por parte tanto de racionalistas como de intuicionistas, en los extremos, así como de cualquier otro estudioso al respecto.
¿Dónde ve el hombre que está cuando su autoconciencia se va despertando? Ve que el mundo es un lugar amenazador. Siente, contemplándolas, las amenazas del frío, del hambre, de enfermedad, del tedio, de los depredadores, de la hostilidad de sus congéneres, del fracaso vital en sus distintas dimensiones. Intenta contrarrestar estas amenazas a costa prácticamente de lo que sea y de quien sea, aunque teóricamente manifieste cierta contención. Pero siempre constata que la inseguridad persiste, y que hay que seguir viviendo hasta que, quizá en el mejor de los casos, se sucumba gradualmente por el deterioro orgánico [vejez] que se impone hasta la muerte.
Una vez ubicado su medio, ¿cómo se ve el hombre? Se vislumbra como un ser forzado a (deseoso de) sobrevivir sobre todas las cosas. No importa cuál sea su sufrimiento, su miseria, su menosprecio a la vida, su desesperación. Se ve arrastrando su existencia, a menudo, de una manera tan tragicómica como amarga, hasta que alguna vez, rara vez, se 'rompe' y acaba él mismo con esa existencia.
Su rechazo a su situación está clara, pero insiste en llegar fondo de las cosas. Y asume que el hombre sufre sobre todo porque en realidad no sabe qué hacer, no sabe a qué atenerse para remediar su condición existencial. Concretamente, su verse forzado a (deseo de) sobrevivir por encima de todo, resulta truncado por la inevitabilidad de su propia muerte. Algunas veces piensa que existe un Ser Superior (un Algo) y que si confía en Él (en Ello), viviendo en el mundo como si estuviera al margen de todo (o fuera parte de un Todo), su doliente estado al menos se mitigaría. Pero esa confianza que exige una fe inexplicable, tiene su precio. El precio de la fe. Éste es normalmente la renuncia a supuestas compensaciones que puede conseguir y que supone en ocasiones, fugazmente, casi olvidar su situación. En cualquier caso, la duda insuperable hace que esta actitud parezca frecuentemente insostenible.
Otras veces decide que lo mejor es no pensar, que es necesario distraerse con algo que aparte la atención del problema existencial, un problema que, insiste, no sabe cómo resolver. De nuevo, esta escapatoria funciona parcialmente, especialmente si no se tiene tiempo para pensar, aunque el mal de fondo subsiste y va horadando la conciencia incesantemente.
¿Qué solución? Desde la mejor de las situaciones intuye que la manera óptima de diluir esa desesperanza está en inmiscuirse -del modo más directo al más indirecto- en actividades tecnológicas, científicas, artísticas y filosóficas:
- La tecnología, con la pretensión de remediar, con la menor dilación posible, las necesidades más perentorias (no pasar hambre, ni frío, no sufrir por causas de dolencias orgánicas).
- La ciencia, con la pretensión de dilucidar hasta qué punto puede ser posible resolver todas, y cada una, de las necesidades que surgen, ya a más largo plazo. Porque la satisfacción de las necesidades más inmediatas parece ceder el paso a otras que aguardan su turno, como soterradamente, y que cuando toca actualizarse son tan exigentes como las que fueron en su día las más apremiantes.
- El arte, porque le traslada al hombre a un mundo de bienestar sosegado, que no parece producir resaca, y ayuda a no perder la calma, e, incluso, resuelve la angustia existencial en ciertos casos.
- Por fin, la filosofía, actividad crítica de todo lo anterior, con objeto de cotejar hasta qué extremo no existe una ilusión indebida y se sigue 'con los pies en el suelo', porque si dura es la realidad cotidiana -se experimente o se piense (en 'propia carne' o en la de otros)-, peor es estar en Babia y despertarse en una pesadilla más horrenda que la que se haya podido soñar.
Estas aproximaciones atañerían a todos los seres humanos, en sus distintas variantes, especialmente en sus dos extremos: el hombre racional y el hombre instintivo.
[...] Estas tipologías [de personas], se insiste, más que ser en cierta medida genéticas (como afirma Eysenck), serían el resultado de la interacción del genotipo y el ambiente percibido, es decir, dichas tipologías serían, en general, estrategias de supervivencia. En todo caso se 'genetizarían', valga el término, aquellas que facilitaran más la supervivencia a través de los tiempos (quizá según un proceso de asimilación genética como, en su día, preconizara Conrad Waddington)."