viernes, 26 de abril de 2019

El universo vuela hacia su desgarramiento final (Big Rip) más rápido de lo esperado

La propuesta del Big Rip gana fuerza. A nuestro universo podría quedarle menos de 20.000 millones de años de "vida" antes de desgarrarse por completo y desaparecer en la "nada" (¿matemática?) de la que emergió. Y quizás parezca mucho tiempo pero es poco más del tiempo transcurrido desde el Big Bang. Nuestro mundo podría estar a medio camino de despedazarse y de hecho, lo haría no mucho después de que nuestro Sol agote todo su combustible haciendo inviable la continuación de cualquier tipo de vida en el sistema solar.
Todo esto viene de hecho a indicar que, desde un punto de vista temporal cosmológico, la vida en la Tierra apareció aproximadamente transcurrido 1/3 de tiempo tras el origen del universo (hace 5.000 millones de años) y desaparecerá junto con todo lo demás transcurrido un periodo de tiempo de orden muy similar. Y no es solo que la vida desaparecerá en nuestro sistema solar, sino que en un tiempo similar lo hará de cualquier otro rincón del universo donde haya tenido la fortuna de germinar, puesto que todo el universo se expande aceleradamente del modo descrito en el artículo.
Esto también da a entender a modo de corolario que, dadas las enormes distancias espaciales existentes entre los sistemas estelares y entre las galaxias (variando entre billones y cientos de miles de billones de kilómetros), jamás la vida ni nada artificial surgido de la vida podrá (en ningún lugar o momento) podrá expandirse por el universo (ni siquiera a la máxima velocidad de la luz) a un ritmo suficiente (dado lo "poco" que queda antes del Big Rip) como para poder colonizar y crear "imperios" galácticos al estilo de las películas de Hollywood.
Realmente las distancias cósmicas, la máxima velocidad física permitida (la de la luz), el periodo de tiempo en que puede surgir de media la vida tras el Big Bang (que requiere primero la formación de estrellas y sistemas planetarios) y el tiempo de vida máximo que acota el período de existencia para toda la realidad (debido a la energía oscura y la expansión acelerada), parecen "ajustadas" de algún modo precisamente para que esta colonización masiva no llegue a ocurrir.
Es decir, que las leyes físicas pudieron ser de muy diferentes (con una expansión más lenta, o una mayor velocidad permitida, o con espacios intergalácticos más pequeños, etc.), pero todo parece ser del modo justo y necesario como para que la vida surja de media más o menos transcurridos 10.000 millones de años tras el inicio de todo, y que esté condenada de desaparecer de cualquier lugar donde surja transcurrido aproximadamente un número similar de años. Y además, este periodo de existencia medio para la vida es justo el necesario como para que sea prácticamente imposible (dadas las distancias estelares y los requisitos de habitabilidad requeridos para un planeta) que dos civilizaciones lleguen a contactar ni siquiera enviándose mensajes a la máxima velocidad de la luz entre sí (mucho menos entablar "conversaciones" o contacto físico).
No sé, es como poco curioso, o quizás es mejor decir "sospechoso", que pudiendo haber sido todo de un modo tan diferente en ese supuesto punto que ocupamos dentro del infinito multiverso (en ese subconjunto que permite la vida tal y como nosotros la conocemos sin perturbar el principio antrópico), el mundo tenga unas leyes tan rígidas y bien ¿"calculadas"? como las que observamos a nuestro alrededor. ¿No os parece que algo chirría en todo esto? Joder, si parece que toda la realidad no es más que un "juego" programado por un pajillero trascendental. Una broma de mal gusto "simulada" de algún modo (computacionalmente, quizás) con algún oscuro "fin" experimental o quizás para ocio y disfrute de los que pudieran estar "meta-observando" el cacao que han creado ve tú a saber para qué.
En fin.

martes, 23 de abril de 2019

¿Por qué se suicida la gente? (II)


Hoy ha salido en los diarios el siguiente (e interesante) artículo: "Un suicidio cada cuatro días: por qué los policías franceses se están matando". Además, es fácil encontrar en internet mucha información (preocupante) sobre la tasa de suicidios e intentos de suicidios. Por ejemplo aquí: www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/suicide, donde se indican que cerca de 800.000 personas se suicidan cada año. En este sentido es sabido que el suicidio es la principal causa de muerte no natural (es decir; por causas externas) desde hace décadas, superando por ejemplo a los fallecidos en accidente de tráfico. Así pues, y visto lo visto, una pregunta crucial que debería probablemente ser foco de atención científica es: ¿por qué se suicida la gente? De hecho, teniendo en cuenta las estadísticas, quizás habría que destinar más fondos públicos a estudiar este asunto que a las campañas contra la prevención de accidentes de tráfico (desconozco si esto es o no así, aunque lo dudo).
El suicidio es un tema muy delicado y controvertido (casi tabú), y que por desgracia poca solución "práctica" tiene en estos momentos. Es complicado predecir quién va a cometer este acto de autolesión e incluso hay muchos estudios que indican que el proceso (el acto en sí) en la mayoría de los casos es bastante espontáneo y menos premeditado o reflexivo de lo que se suele pensar. Y es que, si se quiere mejorar en la prevención, diagnóstico, y sobretodo en el tratamiento, el primera paso fundamental es lograr una teoría capaz de entender en primer lugar el propio fenómeno a tratar (y eso es algo que desgraciadamente está lejos de ocurrir).
Pero aunque la mala "fama" del asunto complica la investigación, no se puede negar que se realizan intentos por comprender objetivamente la causa que puede llevar a la gente a su autoaniquilación.

Una posible explicación evolutiva sobre el suicidio.

A continuación voy a comentar brevemente una posible explicación que ha tomado cierta fuerza y consenso en el terreno de la psicología evolucionista.
En este sentido os recomiendo esta entrada de un veterano psiquiatra y psicólogo evolucionista que escribe hace años en un interesante blog. En esta entrada en concreto trató el tema de las causas últimas del suicidio: evolucionyneurociencias.blogspot.com/2015/12/por-que-se-suicida-la-gen
La perspectiva evolucionista tratada en esta entrada sobre el suicidio se basa en dos trabajos en concreto (por supuesto hay mucha más literatura que estudiar): uno de ellos es la investigación de Denys de Catanzaro (www.sciencedirect.com/science/article/pii/016230959190010N), un investigador de la Universidad McMaster (Canadá), y el libro de Thomas Joiner"Why People Die By Suicide"(Harvard University Press). En esta misma línea otro equipo de investigadores de la Universidad Florida State en EEUU escribió de manera similar al respecto: www.apa.org/pubs/journals/features/rev-0000020.pdf.
Estos tres trabajos no concuerdan por completo en todos los detalles pero sí comparten mucha base explicativa en común.

Breve disertación sobre estas propuestas evolucionistas.

Evidentemente y como siempre, lo ideal es que cada cual leyera todas las referencias indicadas y sacara su propia conclusión, pero como no siempre tenemos tiempo (ganas o capacidad) para hacerlo, os dejo a continuación una interpretación (personal) divulgativa sobre la base evolutiva que todos estos trabajos descritos parecen tener en común.
La cuestión es que, grosso modo, a la vista de los datos empíricos con los que se trabaja es legítimo partir de la siguiente hipótesis: ¿Podría ser el suicidio un acto programado evolutivamente al estilo de la apoptosis celular? Es decir; ¿podría ser que el suicidio fuese un mecanismo pre-instalado (instintivamente o a priori) en el cerebro (por el proceso evolutivo) el cual se "active" de modo autónomo cuando un organismo (en este caso un hombre) se "siente" (no necesariamente de modo racional) perjudicial para los propios "fines" evolutivos de su especie, grupo o genoma (según la perspectiva evolutiva desde la que se quiera ver el asunto)?
Y precisamente tomando una perspectiva distinta sobre la unidad fundamental de selección sobre la que actuaría este acto autónomo (especie, grupo social, o genoma) aparecen los tres trabajos anteriormente señalados. Así por ejemplo la tesis del equipo de la Universidad de Florida se basa más en el "beneficio" social que tendría esta "apoptosis" del organismo completo, mientras que Denys de Catanzaro se basa más a nivel genómico (siguiendo la propuesta básica del gen egoísta de Richard Dawkins).

Breve divulgación de la propuesta de Denys de Catanzaro.

La propuesta de Thomas Joiner está ya perfectamente explicada en la entrada: evolucionyneurociencias.blogspot.com/2015/12/por-que-se-suicida-la-gen, y no voy a repetirme aquí (y además tampoco sabría divulgarla mejor que el autor de dicho blog, el psiquiatra y psicólogo evolucionista @pitiklinov). El estudio de la Universidad de Florida en realidad es bastante claro y concreto y se puede entender bien directamente leyendo el paper publicado por Joiner, T. E., Hom, M. A., Hagan, C. R., Silva, C. titulado: "Suicide as a Derangement of the Self-Sacrificial Aspect of Eusociality" y publicado en la Psychological Review (2016). Podéis buscar más información en internet pero muy grosso modo lo que este grupo de investigadores vienen a decir es que las muertes por suicidio podrían compartir, en parte, su origen en la práctica del autosacrificio observado en todos los animales eusociales (entre los que se encuentran varias especies de mamíferos y donde muchos biólogos también categorizan al ser humano). Me voy a centrar por lo tanto en divulgar brevemente la tercera alternativa, la propuesta de De Catanzaro.
Pues bien. Desde una perspectiva evolucionista este señor define el suicidio como un acto natural pre-programado en nuestro cerebro, cuya rutina estaría a la espera de ciertas señales externas (e internas) para "saltar". Se trataría de un equivalente de la apoptosis celular pero llevado al caso del organismo completo, y donde las circunstancias evolutivas que habrían llevado a instaurar esta autodestrucción del individuo completo (un conjunto de células) habrían sido exactamente las mismas que llevaron a instaurar la autodestrucción de la célula individual: el "sentimiento" de que la continuación existencial podría perjudicar al conjunto. Donde dicho "conjunto" sería el resto del organismo en el caso de la apoptosis celular, y el resto del grupo y la sociedad en el caso de la "apoptosis" (suicidio) del organismo completo.
En pocas palabras, el acervo génico humano durante generaciones habría ido almacenando espontáneamente los genes que facilitan esta "apoptosis" general (suicidio), puesto que de ese modo los primitivos grupos de homínidos se habrían visto libre de la "carga" de supondría "mantener" a aquellos individuos menos adaptados a las extremas condiciones competitivas del medio y las circunstancias que durante millones de años padecieron. En este sentido, los genes que facilitan esta pre-programación para la autodestrucción personal habrían sobrevivido en el acervo génico puesto que sus portadores de media tendrían más descendencia ya que los grupos sociales donde se moverían (estos individuos) serían más "eficientes" y menos dependientes de personas con problemas psicológicos y/o neurológicos que podrían constituir un innecesario "lastre" social en unas circunstancias ambientales muy duras y exigentes.
No es una perspectiva ésta muy agradable para nuestra percepción como personas, pero es una propuesta científica después de todo que no tiene (o no debería) en principio preocuparse por las consecuencias emocionales que puedan despertar en nosotros. Si algo es cierto, es cierto, nos guste o no.

El "instinto" suicida.

El modo en que es posible imaginar cómo estos genes pudieron adherirse gradualmente con éxito al acervo génico sería más o menos sencillo de explicar desde esta perspectiva evolucionista. De hecho "sólo" se precisa de unos pocos circuitos neuronales (instintivos) que hayan aparecido para favorecer esta función natural en la detección instintiva de que uno "sobra" y de que "debe" desaparecer (algo muy similar a lo que le ocurre a una célula durante el proceso de apoptosis). Los procesos cognitivos necesarios serían: primero adquirir la capacidad de auto-interpretar (algo similar a la autoestima) nuestro "valor" o "calidad" (a partir de diversos inputs sensoriales externos e internos) para favorecer la perpetuación de nuestra línea germinal. Segundo: adquirir la capacidad para actuar espontáneamente (de manera interna mediante neurotransmisores) cuando esta autointerpretación inconsciente (representada a posteriori conscientemente por una baja autoestima, frustración, sensación de falta de pertenencia, culpa, vergüenza, etc.) sea muy "negativa", de modo que se inhiba automáticamente por un lado el instinto de autoconservación, y por otro se incremente la capacidad de autolesión (o autodestrucción). Todo esto, que así dicho de prisa puede sonar complejo, es tratado extensamente en el paper original de Denys de Catanzaro que recomiendo leer a todos aquellos que sientan poca simpatía por la propuesta aquí tratada.

En resumen.

No voy a entrar a explicar aquí más fondo este modelo porque para eso os enlazo el trabajo original ;), pero sí quiero indicar brevemente que todo el modelo se basa en el hecho de que es perfectamente factible que ciertos organismos multicelulares dispongan de circuitos (heurísticos) neuronales capaces de estar atentos a lo óptimo que es el soma del individuo para favorecer los fines evolutivos de perpetuación y que, en caso de que el individuo en cuestión no aporte nada directamente (capacidad residual de procreación casi nula) y de que tampoco lo haga indirectamente (mediante el cuidado y ayuda efectivo de seres con un parentesco lo suficientemente cercano), este heurístico natural "salte" y modifique ("intencionadamente") los niveles de ciertos neurotransmisores de modo que se facilite bastante la capacidad de auto-destrucción del organismo en cuestión (llegando incluso al suicidio).
Y es de destacar, por otra parte, la evidente equivalencia entre el modelo de De Catanzaro (que se basa en una ecuación fácilmente implementable, por cierto, en una red neuronal) y el modo en que ciertas células de un organismo multicelular realizan el proceso natural de apoptosis. Cuando una célula perjudica más que favorece al conjunto del cuerpo (que se puede entender como una sociedad cooperativa de células), este mecanismo automático de apoptosis se pone en marcha favoreciendo la auto-destrucción de la misma, y del mismo modo, es muy posible que cuando un soma completo "interprete" (instintiva e inconscientemente) que perjudica más que favorece (resultado negativo en la ecuación del modelo de De Catanzaro) es lógico pensar que la evolución haya preparado un mecanismo similar que favorezca que ese soma completo (y no sólo ya una pequeña parte de él) también desaparezca cuanto antes. El modo en que tales heurísticos podrían evolucionar sería muy parecido al modo en que ciertos mecanismos reflejos lo hacen (como, por ejemplo; las "pequeñas" redes neuronales encargadas del movimiento reflejo que nos hacen apartar la mano de objetos muy calientes). Por lo tanto, este trabajo correlaciona bastante bien con la hipótesis de que el suicidio (los actos de auto-destrucción personal, en general) pueden tener una base fisiológica (evolutiva) muy fuerte y directa.
Es esta una perspectiva poco agradable para nosotros como personas, pero es una teoría muy interesante y viable biológicamente, la cual no es para nada descartable sin más: insistamos una vez más en lo "sencillo" que sería que una pequeña red neuronal se encargara (instintivamente) en nuestro cerebro de calcular una ecuación de "autovaloración" similar a la del modelo propuesto por De Catanzaro, y que cuando el resultado de su procesado fuese muy "negativo", se favoreciera una modificación automática en ciertas sinapsis capaces de desencadenar un proceso de depresión y tendencia a la autodestrucción.
Es más, quizás algún día (no necesariamente muy lejano) lleguemos a descubrir cuáles podrían ser estos circuitos impulsores de los comportamientos de autolesión conforme conozcamos mejor la tarea de todas esas pequeñas redes neuronales que sabemos que poseen funciones propias y bien diferenciadas de las demás. Por lo tanto, es bastante plausible que en algún momento comprendamos fisiológicamente el modo en que se desencadena un acto tan contraintuitivo como el del suicidio (al menos, tan bien como comprendemos el modo en que se desencadena la apoptosis celular) e incluso podamos actuar inhibiendo químicamente estos procesos pre-programados. Quizás así podamos algún día por fin terminar con esta lacra tapada tras el velo de la vergüenza de la que tan poco se habla siendo como es tan relevante.

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Edito (15/05/2019):

Acaba de salir publicado un trabajo que apoya fuertemente la tesis defendida en este artículo: "Descubren un biomarcador en el cerebro relacionado con el suicidio" (paper original: https://www.pnas.org/content/early/2019/05/07/1818871116)

viernes, 19 de abril de 2019

Reflexiones de un realista

I.

Algunos hablan sobre valor de nuestras vidas. ¿Acaso lo efímero puede tener algún valor? ¿Lo que existe brevemente y luego no deja ni rastro qué razón de ser puede tener? Y si además en esa precaria existencia nos vemos obligados evolutivamente a luchar supliendo incontables necesidades objetivamente inútiles pues todavía peor. ¿Cómo podemos estimar los breves destellos fenoménicos que somos cuando estamos equipados con una consciencia que racionalmente nos enseña cada segundo que toda la realidad es un disparate y que estamos además condenados a sufrir, luchar, padecer y finalmente enfermar y morir? Nuestra especie es una amalgama de generaciones de máquinas de consumir gradientes energéticos con fecha de caducidad. Un soma desechable que es usado por la naturaleza ciegamente con este fin termodinámico: sobrevivir y replicar largas moléculas de ADN capaces de construir nuevas máquinas entrópicas.


Realmente no puedo estimar algo así como valioso. Quizás un mundo sin consciencia sería tolerable, o al menos, no sería tan cruel. Pero la autoreflexión natural que se da en nosotros sobre la realidad es simplemente un "error" evolutivo. Algo que nunca debió ocurrir pero ha ocurrido porque las leyes físicas fundamentales así lo permiten. De hecho las ideas neoplatonistas del multiverso tan de moda hoy día entre los científicos garantizan que en el basto (algunos hablan de infinito y eterno) potencial de posibles universos es inevitable que se dé el proceso de la consciencia. Esos universos son sin duda los peores mundos imaginables y nos ha tocado estar en uno de ellos.

Peor aún es la idea del eterno retorno que revolotea sobre la teoría del multiverso sin que ningún físico parezca inquietarse cuando es quizás el corolario más importante y aterrador que se puede sacar de esta propuesta científica.

Pero bueno, sé que este debate es inútil porque es también algo sabido desde la psicología evolucionista que estamos sesgados hacia el optimismo cognitivamente para ver el mundo tras un velo color de rosa, aunque realmente el mundo sea una negra y fría inmensidad de nada.



II.

El otro día me afeaban el tono pesimista del libro "La conspiración contra la especie humana", de Thomas Ligotti. En realidad no niego que es un texto "pesimista" (o quizás habría que decir realista), pero está muy bien escrito literariamente y además argumenta toda su tesis con muy buena mano desde un punto de vista humanista (filosósifo, ético, moral) pero también científico (neurológico, visto desde la psicología evolucionista, la evolución, la física, etc).

Es un libro que no tiene desperdicio y como indica la reseña: "no dejará indiferente a ningún lector".


Además, ¿acaso no es cierto que todos nosotros, todas las personas estamos en nuestro día a día bajo «el chantaje intelectual por el que quieren obligarnos a estar eternamente agradecidos por un “don” que nunca solicitamos: la vida»? En cuanto habla el "pesimista" todos lo miran de reojo como si estuviese desvelando un secreto que todos conocen pero nadie quiere oír de viva voz. ¡Pues lo que hay es lo que hay!


La consciencia no es un don, es una abominación. Un fortuito "error" evolutivo de la naturaleza la cual se vio obligada a acompañar dicha capacidad racional "superior" de distintos métodos cognitivos que sesgan y limitan nuestra visión del mundo de manera que no veamos claramente la realidad. La propia naturaleza se encargó de esclavizarnos de este modo con un instintivo sesgo optimista que hace que todos vivamos nuestras vidas como si no fuera cierto que sólo somos indiferentes «biorobots copiadores de genes que viven a la intemperie en un planeta solitario en un universo físico frío y vacío». Puros somas desechables que viven sus vidas revolcados en la mierda cuales cerdos con el único propósito de sobrevivir y reproducirnos. Nos creemos libres y felices a pesar de nuestro destino, pero en el fondo somos marionetas movidas por hilos evolutivos. El propio mundo, a la vista del incontrolable horror que supuso la consciencia, ató cruelmente a su creación bajo un halo de "esperanza" y deseos absurdos.


Y no será hasta poco antes de morir cuando a la mayoría de nosotros se le caiga el velo de la falsa ilusión y el sesgo cognitivo del instinto. En ese momento, cuando ya no sea necesario mantener la farsa optimista será justo cuando la naturaleza nos permitirá echar un demencial y leve vistazo a la horrenda realidad. Como nos cuenta Thomas Ligotti:


"El secreto que nunca quisiste saber se revela ahora en tu cabeza: que te hicieron como te hicieron y te manipularon para que te comportaras como te comportabas. Y a medida que el secreto se abre paso en tu cabeza, la sonrisa de esa cara del espejo se estira por las comisuras. Lo mismo hace la tuya, haciendo lo que le ordenan. Las dos caras sonríen a la vez con la misma sonrisa. Se ensancha hasta alcanzar proporciones demenciales. Al fin una voz largamente contenida grita: ¡Qué es esta vida! Pero sólo responde el silencio, burlándose de todas las esperanzas absurdas que alguna vez tuviste.


¿Y ahora qué? Ahora sólo queda esa sonrisa que se ensancha de modo antinatural: un gran abismo donde la negrura se funde con la negrura, nada. Luego la sensación de ser tragado. La historia ha terminado, el argumento está completo."



III.

Estos días no pude evitar repasar una de las propuestas más interesantes que he estudiado: el hecho de que muy probablemente poseemos un instintivo sesgo cognitivo hacia el optimismo. Y que ese sesgo nos impide ver el mundo de manera realista tal y como es. Os dejo en este sentido enlace a esta interesante charla TED donde la neurocientífica Tali Sharot nos habla precisamente de cómo estamos evolutivamente sesgados bajo este velo de optimismo. También podéis seguir sus ideas en su libro "The Optimism Bias: A Tour of the Irrationally Positive Brain"Un fragmento de su libro dice así:

"While the capacity for both awareness and prospection has clear survival advantages, conscious foresight also came at an enormous price—an understanding that somewhere in the future, death awaits us. This knowledge—that old age, sickness, decline of mental power, and oblivion are around the corner—is less than optimistic. It causes a great amount of anguish and fear. Ajit Varkil, a biologist at the University of California at San Diego, argues that the awareness of mortality on its own would have led evolution to a dead end. The despair would have interfered with daily function, bringing the activities and cognitive functions needed for survival to a stop. Humans possess this awareness, and yet we survive. How? The only way conscious mental time travel could have been selected for over the course of evolution is if it had emerged at the same time as false beliefs. In other words, an ability to imagine the future had to develop side by side with positive biases. The knowledge of death had to emerge at the same time as its irrational denial. A brain that could consciously voyage through time would be an evolutionary barrier unless it had an optimism bias. It is this coupling—conscious prospection and optimism—that underlies the extraordinary achievements of the human species, from culture and art to medicine and technology. One could not have persisted without the other. Optimism does not exist without at least an elementary ability to consider the future, as optimism is by definition a positive belief about what is yet to come, and without optimism, prospection would be devastating".¡Qué bien cuadra esta teoría con las palabras del ensayo de Thomas Ligotti!


IV.
Algunos tienen una idea equivocada de lo que representa un nihilista moderno. Creen erróneamente que este tipo de personas la conforman miserables y temerosos personajes que lloriquean por las esquinas buscando el momento de morir. Pero nada más lejos de la realidad.

El verdadero ideal neo-nihilista (neo-pesimista, realista, o como se quiera llamar) no es el de vivir con absurdas esperanzas de "salvación" pero tampoco el de vivir de manera depresiva y aislada. La verdadera meta de las personas que filosofan de la manera descrita por ejemplo en el ensayo: "La conspiración contra la especie humana" de Thomas Ligotti, o en el libro de David Benatar: "Better Never to Have Been", por poner dos ejemplos; es la de evitar la natalidad. El antinatalismo como único método viable para acabar de una vez por todas con el abominable dolor intrínseco a toda vida consciente que debe hace frente a la insoportable levedad de su ser y a su fatal destino sin sentido.

Una vez que la biología, la neurología, la física y la ciencia en general nos han abierto los ojos sobre lo que realmente somos: marionetas desechables y bioinspiradas encargadas de replicar largas moléculas de ADN; y que nos ha hablado sobre el destino del Universo: la comunidad científica se debate ya exclusivamente entre dos posibles escenarios, su "muerte" térmica (Big Freeze) o su desgarramiento (Big Rip), descubrimos que en realidad no somos nada a parte de un medio más mediante el cual nuestro universo moribundo se encarga de devorar gradientes energéticos (en este caso el que produce el Sol). Seamos realistas por una vez, ni el destino de este mundo que "vuela" hacia su autodestrucción térmica ni la esencia humana como máquina dispuesta a las órdenes de mandamientos naturales termodinámicos merecen la pena ser continuadas con nuevas generaciones de "personitas" que abran los ojos horrorizadas ante este panorama.

En este sentido, el ideal del hombre realista es sencillamente el de acabar con la natalidad. Convencer al pueblo llano de que sabemos que no hay Dios (o que si lo hay trasciende nuestra realidad y es indiferente hacia ella) y que ya comprendemos racionalmente por fin lo que realmente somos (marionetas a las órdenes termodinámicas que se esconden tras la evolución que nos dio forma y que nos ladra en cada instante qué debemos hacer). Explicarles que también podemos predecir el futuro físico de nuestro universo, y que se asemeja al de una goma de borrar térmica que acabará erosionando y eliminando cualquier logro que el esfuerzo de todo fenómeno que haya existido o esté por existir (consciente o no) vaya a conseguir realizar jamás. 

No es una tarea fácil, quizás sea imposible de base, o imposible al corto-medio plazo; pero la moderna filosofía nihilista es quizás ese pequeño paso que le faltó dar al budismo más milenario. La verdadera "iluminación" la alcanzará no el que descubre que la vida es sufrimiento y medita toda su vida sobre ello temeroso de nuevas reencarnaciones, sino aquel que descubre que no merece traer nuevos individuos a sufrir y padecer estas absurdas necesidades naturales...¡y que consigue vencer al instinto reproductor que llevamos instalado de serie en el cerebro (junto con otros sesgos cognitivos como el del optimismo)!

Pero insisto para que conste que a un verdadero nihilista no lo verás lloriqueando ni abandonado en un cuartucho aislado. Estos realistas renovados de los que cada vez hay más, simplemente viven sus vidas de la manera más natural posible dada cada circunstancia particular, pero con la excepción de que en lo posible se abstendrán de tener progenie, e intentarán fomentar que los demás hagan como él.

Y para aquel que tenga reparos (normalmente instintivos e inefables) ante esta idea antinatalista os dejo una cita de Zapffe que viene al caso:

"¿Así que me pregunta si elegiría no haber nacido? Uno debe haber nacido para poder elegir, y la elección implica destrucción. Pero pregunte a mi hermano en esa silla de ahí. En realidad está vacía; mi hermano no llegó tan lejos. Aun así pregúntele, mientras viaja como el viento bajo el cielo, estrellándose contra la playa, olfateando la hierba, disfrutando de su fuerza mientras persigue su alimento vivo. [...] ¿Alguna vez le ha echado usted en falta? Mire a su alrededor una tarde en un tranvía atestado y pregúntese si permitiría que una lotería seleccionara a uno de los pasajeros agotados como el que usted traería a este mundo. Ellos no prestan atención cuando una persona se apea y dos suben. El tranvía sigue rodando"


Nadie va a echar jamás en falta a un nonato, y tampoco jamás un nonato (en ese "limbo" sin cerebro) va a poder echar en falta en modo alguno la existencia. Sin embargo, el que nace si que viene con boletos (genéticos y circunstanciales) que determinan ya a priori la cantidad de sufrimiento que va a padecer antes de desaparecer desechado por la propia naturaleza, la cual continuará siempre indiferente ante esos pobres desgraciados que van apareciendo y desapareciendo como destellos en la oscuridad.


v.
Grandes palabras de Thomas Ligotti"Rebatir la filosofía de Zapffe, o cualquier filosofía semejante [pesimista o realista], es tan fácil como rebatir la de cualquier otro filósofo cuyos razonamientos no se ajusten a TUS predilecciones. Aunque su análisis de la existencia humana parezca sólido bajo determinada luz, podrá demolerlo sin gran esfuerzo quienquiera que tenga esa motivación.[...]

Ser alguien es muy duro, pero ser nadie está fuera de la cuestión. Debemos ser felices, DEBEMOS imaginar que Sísifo era feliz, debemos creer porque creer es absurdo. Día tras día, en todos los aspectos, nos va mejor y mejor. Ilusiones positivas para personas positivas.[...]

Respaldados por nuestros progenitores y el mundo, nunca juzgaremos que esta vida es MALIGNAMENTE INÚTIL. Casi nadie declara que una maldición ancestral nos contamina en el útero y envenena nuestra existencia. Los médicos no lloran en las salas de partos, o no suelen. No agachan la cabeza y dicen: «El cronómetro se ha puesto en marcha». El recién nacido puede llorar, si las cosas van bien. Pero el tiempo secará sus ojos; el tiempo se ocupará de ello. El tiempo se ocupará de todos hasta que no quede ninguno de nosotros del que ocuparse. Entonces todo volverá a ser como era antes de que echáramos raíces en un lugar que no es el nuestro.  

Llegará un día para cada uno de nosotros —y luego para todos nosotros— en que el futuro habrá terminado. Hasta entonces, la humanidad se aclimatará a cada nuevo horror que venga a llamar a la puerta, como ha hecho desde el principio. Seguirá adelante y adelante hasta detenerse. Y el horror seguirá adelante, con las generaciones cayendo en el fututo como muertos en tumbas abiertas. El horror que nos transmitieron se transmitirá a otros como un legado escandaloso. 

Estar vivo: décadas de levantarse a la hora, luego recorrer penosamente otra ronda de emociones, sensaciones, pensamientos, deseos —la gama completa de agitaciones—, para desplomarse finalmente en la cama a sudar en el pozo negro del sueño profundo o hervir a fuego lento en las fantasmagorías que importunan nuestras mentes cuando sueñan. ¿Por qué aceptan tantos de nosotros una cadena perpetua en vez del extremo de una soga o la boca de una pistola? ¿Acaso no merecemos morir? Pero no estamos obsesionados por este tipo de preguntas. No nos interesa hacerlas, ni responder a ellas con la mano en el corazón. ¿No podríamos acabar así con la conspiración contra la especie humana? Parece que esta sería la decisión adecuada: la muerte de la tragedia en brazos de la no existencia. Mundos sobrepoblados de nonatos no tendrían que sufrir si deshiciéramos lo que hemos hecho para poder seguir adelante durante todos estos años. Dicho esto, nada que sepamos nos hará dar ese paso. ¿Qué podría ser más impensable? Sólo somos seres humanos. Preguntad a cualquiera."

VI.
Pedir a la gente que no tenga hijos es ingenuo precisamente porque somos marionetas sin libertad para actuar fuera (o en contra) del instinto evolutivo. Son reflexiones que se lanzan al aire con la certidumbre de que no es posible que tengan éxito. Pero esa es la tarea del filósofo. Describir las cosas como son o como deberían ser, aún a pesar de que sepa de antemano que no hay manera de lograr dicho ideal. 

Por desgracia deberemos esperar a que la propia madre naturaleza se deshaga de nosotros accidente mediante (meteorito) o por falta de capacidad adaptativa a futuros cambios ambientales (como le ha ocurrido ya a tantos millones de especies). La pena es la cantidad de generaciones de personas (marionetas) que van a venir a trabajar a este mundo para nada en esta (malignamente) inútil existencia condenada a la nada desde el mismo principio.

De hecho, este es precisamente el corolario (el Argumento) del final del libro "La conspiración contra la especie humana", de Thomas Ligotti. Una de las obras más actuales e inspiradas del neo-pesimismo que va tomando forma en los últimos años.


VII.

Muchos defienden que el ser humano es algo más que "nada" y que ese simple hecho ya es maravilloso.

Y somos un poquito más que "nada", eso es cierto. Pero, ¿exáctamente por qué es eso maravilloso? ¿No sería más maravilloso ser una nada completa? ¿O ser mucho más que "nada"? 

El género homo apareció hace millones de años en medio de un mundo hostil del que no sabe nada y, peor aún, no tiene ni tendrá jamás la capacidad cognitiva necesaria para conocer casi nada de la Verdadera realidad (por mucho que la física moderna aparente que avanzamos a buen ritmo).

Como bien nos enseñó David Hume nos tendremos que contentar con la contemplación inmanente y con nuestras ideas y creencias subjetivas. Con esos instintos evolutivos que nos guían hacia un "fin" termodinámico que bien poco parece que tiene que ver con los somas desechables que cada uno de nosotros conformamos.

Nacemos, sufrimos, luchamos, padecemos, comemos, nos replicamos, criamos, envejecemos y morimos. Nuestro destino es el mismo que el de un gusano, y nuestra capacidad cognitiva no es tan distinta como nuestra arrogancia quiere hacernos pensar.

Sabemos desde Kant que la metafísica, si es que hay algo de eso, escapa y escapará por siempre de nuestro poder de conocimiento: todo empieza y acaba en la pura especulación en este campo. Así que debemos contentarnos con acatar las órdenes evolutivas cuales marionetas tiradas por hilos sin esperar comprender mucho de esta tarea nuestra (todos debemos entonar el "sí, bwana" del esclavo como mandamiento natural). Nuestro cerebro está todo lleno de sesgos e ilusiones cognitivas programadas por eones de evolución que nos obligan a criar y a continuar con el "eterno" ciclo de traer nuevas generaciones de "personitas" a este irracional universo...nadie sabe para qué narices.




lunes, 15 de abril de 2019

Sobre la imbecilidad de la consciencia cósmica

Tonterías del estilo de la hipótesis del Punto omega son necesarias para que la humanidad duerma tranquila pensando que hay algún modo de escapar ("salvarlse") del nihilismo inherente a la naturaleza del ser. Son propuestas sin fundamento alguno. Somos lo que somos y tarde o temprano todos nuestros "yoes" desaparecerán en la nada del frío cósmico. Ya sea de manera fortuita estilo meteorito, de manera adaptativa desapareciendo como tantos otros millones de especies ya lo hicieron antes de nosotros, o en el mejor (e improbable) de los casos cuando el Sol se convierta en una gigante roja o la expansión acelerada del Universo separe y enfríe el Universo hasta que el concepto de movimiento no tenga sentido ("muerte" termodinámica). El momento da igual, lo que importa es que nos pongamos como nos pongamos nuestro destino está sellado. Nuestro esfuerzo diario es inútil y nuestros ciclos vitales no van a construir nada que perdure para siempre. Llegarán y pasarán las generaciones hasta que el último ser consciente de su último aliento.Y luego, de nuevo la nada. Todo pasado será erosionado y erradicado. El olvido espera tras la esquina mientras nosotros nos peleamos cada día por mejorar algo condenado a la destrucción absoluta: da risa, por no decir lástima, la vehemencia con la que algunos luchan por cosas como la "República Catalana", el Brexit, y cosas por el estilo. Como si esos logros tuviesen alguna oportunidad de durar por siempre. Qué absurdo. La vida en general es un absurdo...que se convirtió en abominación cuando aparecieron evolutivamente por "error" fenómenos capaces de tomar "consciencia" de la propia "absurdidad" esencial (su maligna inutilidad).
Evidentemente, y visto lo visto, no nos queda más remedio que buscar una "salvación" racional para esta tragedia existencial que se abre ante nuestros ojos. Instintivamente obligados como marionetas a luchar por un mundo que la reflexión nos indica que no parece tener sentido objetivo y que, peor aún, "vuela" exponencialmente hacia su auto-aniquilación termodinámica. Así que imaginamos futuros de esperanza donde "algo" salva el fruto de nuestro dolor y sufrimiento. Queremos que la vida sea otra cosa más que vivir por vivir, y que el duro trabajo realizado durante cientos de generaciones de personas pasadas, presentes y futuras permanezcan de alguna manera.
Los menos imaginativos se dejan llevar por las promesas religiosas, mientras que los más exigentes deben buscar especulaciones pseudocientíficas del estilo de "conciencias" sobrehumanas con capacidades para doblegar las propias leyes naturales. Pero no es así como funciona la realidad. Simplemente no hay salvación. Hoy estamos aquí y mañana no quedará ni rastro de lo que somos, ni personalmente ni como especie. Adiós. Asumámoslo de una vez. Miremos por encima de ese velo de sesgo optimista que la evolución nos ha inscrito en el cerebro. Hace tiempo que los mejores pensadores ya nos lo adelantaron: "El destino del hombre no se distingue del destino del más vil gusano". Somos marionetas cuyos hilo mueve la esencia natural evolutiva del mundo: nuestro deber es consumir energía y degradar potenciales energéticos, o lo que es lo mismo: sobrevivir y reproducirnos lo máximo posible. Y así lo haremos probablemente durante varios milenios más. Y luego todo cambiará de un modo u otro hasta que el ser humano deje de ser humano. Y no hay nada más: el resto son cuentos.

sábado, 13 de abril de 2019

El argumento (Thomas Ligotti)

Imagínatelo: puedes ir conduciendo por una carretera resbaladiza cuando, sin previo aviso, tu coche empieza a dar bandazos e invade varios carriles del tráfico que viene en sentido contrario. Sabes que estas cosas ocurren. Puede incluso que te hayan ocurrido a ti en alguna ocasión. Sabes que le ocurren a otra gente todo el tiempo. Sin embargo, este accidente no estaba en tus planes, que es por lo que se le llama accidente. En principio, podría entenderse como el resultado de una confluencia de circunstancias de causa y efecto, aunque nunca serías capaz de rastrearlas hasta su fuente original, ni siquiera remontándote hasta el principio de los tiempos. Sin embargo, se te podría ocurrir que la responsabilidad de tu accidente inminente recae en un amigo o pariente que te llamó para pedirte que fueras a su casa para echarle una mano en algo que tenía que arreglar, porque sin esta inoportuna petición ni siquiera habrías salido de casa. Pero podrías considerar con razón que hay otros factores responsables: la calzada resbaladiza por la que ibas conduciendo, el tiempo que volvía resbaladiza la calzada, todas las cosas que habían determinado el tiempo, el rato que pasaste buscando en tu armario los zapatos que serían más adecuados para el arreglo en cuestión —ese intervalo de perfecta duración que determinó que estuvieras justo donde tenías que estar para no llegar demasiado pronto ni demasiado tarde a tu accidente de tráfico.
Pero al margen de cuáles hubieran podido ser las causas cercanas o remotas de tu accidente de tráfico, tenías una idea de cómo iban a ocurrir las cosas ese día, como la tienes cada día, e ir en tu coche haciendo trompos sin control mientras otros vehículos intentan evitar chocar contigo no estaba en tu programa. Hace un segundo tenías las cosas firmemente controladas, pero ahora derrapas rápidamente hacia quién sabe qué. No estás horrorizado, todavía no, mientras te deslizas por el asfalto escurridizo por la lluvia o la nieve que brilla a la luz de la luna, bajo el aullido del viento y las sombras huidizas. En ese momento todo es aún extrañeza. Has sido transportado a un lugar diferente del que estabas hace un momento. Y entonces empieza. Esto no puede estar ocurriendo, piensas —si es que puedes pensar algo, si eres algo más que un torbellino de pánico. Pero, en realidad, ahora puede ocurrir cualquier cosa. Éste es el mensaje susurrante que se desliza en tus pensamientos: nada es seguro y nada es imposible. De repente se ha puesto en movimiento algo que lo ha cambiado todo. Ha descendido sobre ti algo que llevaba planeando en círculos sobre tu vida desde el día en que naciste. Y por primera vez sientes lo que nunca habías sentido: la inminencia de tu muerte. Ahora ya no hay ninguna posibilidad de autoengaño. La paradoja que surgió con la consciencia se ha esfumado. Sólo queda el horror. Eso es lo que es real. Eso es lo único que siempre fue real, por muy irreal que pudiera parecer. Por supuesto, ocurren cosas malas, como todo el mundo sabe. Siempre han ocurrido y siempre ocurrirán. Forman parte del orden natural de las cosas. Pero no es así como lo entendemos. No es así como creemos que deberían ser las cosas para nosotros. Así es como creemos que las cosas no deberían ser.
¿Pero hubiéramos podido evitar este horror rechazando nuestra creencia en lo que debería ser y no debería ser, creyendo sólo en lo que es? No, no hubiéramos podido. Estábamos condenados a mantener esa creencia y a sufrir todo lo que nos amenaza fuera de ella. Lo que nos condenó (si se nos permite otra imperiosa repetición de este tema) fue la consciencia, madre de todos los horrores y autora de todo lo que creemos que debería ser y no debería ser. Aunque la consciencia nos sacó de nuestro coma en lo natural, todavía nos gusta pensar que, por muy alejados que estemos de las otras cosas vivientes, en esencia no estamos enteramente alienados de ellas. Intentamos encajar en el resto de la creación, viviendo y reproduciéndonos como cualquier otro animal o vegetal. No es culpa nuestra que nos hicieran como nos hicieron: experimentos de seres paralelos. No lo elegimos nosotros. No nos ofrecimos voluntarios para ser como somos. Podemos pensar que estar vivo está bien, sobre todo si se piensa en la alternativa, pero pensamos en ella lo menos posible, porque este simple pensamiento hace levantarse los espíritus de los muertos y todos los demás monstruos de la naturaleza.
Ninguna otra forma de vida sabe que está viva, ni sabe que morirá. Ésta es nuestra maldición exclusiva. Sin este maleficio sobre nuestras cabezas, nunca nos hubiéramos alejado de lo natural tanto como lo hemos hecho: tanto y durante tanto tiempo que es un alivio decir lo que hemos estado intentando con todas nuestras fuerzas no decir: hace mucho tiempo que no somos habitantes del mundo natural. Por todas partes nos rodean hábitats naturales, pero en nuestro interior anida el escalofrío de cosas alarmantes y horrendas. Para decirlo simplemente: no somos de aquí. Si desapareciéramos mañana, ningún organismo de este planeta nos echaría de menos. Nada en la naturaleza nos necesita. Somos como el Dios suicida de Mainländer. Nada le necesitaba tampoco a Él, y su inutilidad se transfirió a nosotros cuando reventó excluyéndose de la existencia. No tenemos nada que hacer en este mundo. Nos movemos entre cosas vivientes, todas esas marionetas naturales que no tienen nada en la cabeza. Pero nuestras cabezas están en otro lugar, un mundo aparte donde todas las marionetas existen no en medio de la vida sino fuera de ella. Somos esas marionetas, esas marionetas humanas. Las desviaciones de lo natural han girado a nuestro alrededor durante todos nuestros días. Las manteníamos a distancia, anormalidades que negábamos como elementos de nuestro ser. Pero fuera de nosotros no hay nada sobrenatural en el universo. Somos aberraciones: seres que nacen como muertos vivientes, ni una cosa ni la otra, o ambas cosas a la vez… cosas siniestras que no tienen nada que ver con el resto de la creación, horrores que envenenan el mundo sembrando nuestra locura por dondequiera que vamos, saturando la luz diurna y la oscuridad con obscenidades incorpóreas. Desde el otro lado de un abismo insondable, insuflamos lo sobrenatural en todo lo que es manifiesto. Flota como una bruma ligera a nuestro alrededor. Vivimos en compañía de fantasmas. Sus tumbas están marcadas en nuestras mentes, y nunca serán exhumados de los cementerios de nuestra memoria. Nuestros latidos están numerados, nuestros pasos contados. Mientras sobrevivimos y nos reproducimos sabemos que estamos muriendo en un rincón oscuro del infinito. Vayamos donde vayamos no sabemos lo que aguarda nuestra llegada, sino sólo que está ahí.
Con ojos que ven a través de un velo translúcido que reluce ante nosotros, miramos la vida desde el otro lado. Allí, algo nos acompaña a lo largo de nuestros días y noches como una segunda sombra que se proyecta en otro mundo y nos ata a él. Encadenados a lo sobrenatural, conocemos sus signos e intentamos amansarlos mediante la desensibilización y la ridiculización. Los estudiamos como símbolos, jugamos con ellos. Entonces los baña una luz extrañamente coloreada, y vuelven a ser reales: la calavera sonriente, la curva guadaña, la lápida mohosa, todas las criaturas oscuras de la tierra y el aire, todos los memento mori que hemos escondido en nuestro interior. Estos esqueletos nuestros, ¿cuándo saldrán y se mostrarán? Gimen cada vez más alto cada año que pasa. El tiempo pasa volando con prisa heladora. El niño que aparece en esa vieja foto, ¿es realmente una versión anterior de ti mismo, diciendo adiós con tu manita? La cara de ese niño no se parece nada a la cara que tienes ahora. Esa cara de niño se funde ahora en la negrura que hay detrás de ti, delante de ti, alrededor de ti. El niño agita la mano y sonríe y se desvanece mientras tu coche sigue derrapando hacia tu futuro bruscamente truncado. Adiós. Entonces aparece otra cara. Ha desplazado a la que estás acostumbrado a ver cuando tu retrovisor está torcido, como lo está ahora, y te encara. No puedes apartar la vista, porque la otra cara está iluminada como una luna llena, lo que te aterra y te fascina al mismo tiempo. Y nada en ella parece natural. Tiene un aire rígido, la cara de algo que asoma en una caja de juguetes. La cara sonríe, pero demasiado y durante demasiado tiempo para ser real. Y sus ojos no parpadean. La escena cambia a cada momento. Personas, lugares y cosas aparecen y desaparecen. Tú apareciste como esperaban otros pero no como elegiste tú. Y desaparecerás como si nunca hubieras existido, tras cumplir tu turno en este mundo. Siempre te dijiste que esta era la manera natural de las cosas y que podías acatarla porque pertenecías a la naturaleza… a la naturaleza MALIGNAMENTE INÚTIL, que te escupió como un pequeño gargajo de sus grandes pulmones.
Pero lo sobrenatural se adhirió a ti desde el principio, enquistando sus rarezas en tu vida mientras esperabas a que la muerte empezara a aporrear tu puerta. No ha venido a salvarte, sino a precipitarte en su horror. Quizá esperabas evitar este horror que presidía tu vida como una gárgola. Ahora descubres que no hay forma de evitarlo. Sólo te quedan segundos, cada uno de los cuales te estrangula un poco más. A tu alrededor se dicen ensalmos por todas partes. Han perdido su poder. Los vivos y los muertos farfullan dentro de ti. No les entiendes. Los sueños se vuelven más brillantes que los recuerdos. La oscuridad cae a paladas sobre los sueños.Esos ojos que no parpadean siguen brillando en el espejo, los ojos de esa cara que sonríe demasiado y durante demasiado tiempo. Y sientes que tu cara también sonríe, que tus ojos tampoco parpadean. El secreto que nunca quisiste saber se revela ahora en tu cabeza: que te hicieron como te hicieron y te manipularon para que te comportaras como te comportabas. Y a medida que el secreto se abre paso en tu cabeza, la sonrisa de esa cara del espejo se estira por las comisuras. Lo mismo hace la tuya, haciendo lo que le ordenan. Las dos caras sonríen a la vez con la misma sonrisa. Se ensancha hasta alcanzar proporciones demenciales. Al fin una voz largamente contenida grita: ¡Qué es esta vida! Pero sólo responde el silencio, burlándose de todas las esperanzas absurdas que alguna vez tuviste.
¿Y ahora qué? Ahora sólo queda esa sonrisa que se ensancha de modo antinatural: un gran abismo donde la negrura se funde con la negrura, nada. Luego la sensación de ser tragado. La historia ha terminado, el argumento está completo.
("La conspiración contra la especie humana", Thomas Ligotti)

miércoles, 10 de abril de 2019

Sobre la vida (Thomas Ligotti)

"¿Así que me pregunta si elegiría no haber nacido? Uno debe haber nacido para poder elegir, y la elección implica destrucción. Pero pregunte a mi hermano en esa silla de ahí. En realidad está vacía; mi hermano no llegó tan lejos. Aun así pregúntele, mientras viaja como el viento bajo el cielo, estrellándose contra la playa, olfateando la hierba, disfrutando de su fuerza mientras persigue su alimento vivo. [...] ¿Alguna vez le ha echado usted en falta? Mire a su alrededor una tarde en un tranvía atestado y pregúntese si permitiría que una lotería seleccionara a uno de los pasajeros agotados como el que usted traería a este mundo. Ellos no prestan atención cuando una persona se apea y dos suben. El tranvía sigue rodando" (Zapffe: “Fragmentos de una entrevista”, Aftenposten, 1959)

"La longevidad es sin duda un valor supremo en nuestras vidas, y encontrar un correctivo para la mortalidad es nuestro proyecto compulsivo. Todo vale con tal de alargar nuestra residencia terrenal. Y cómo se han visto recompensados nuestros esfuerzos. Ninguna necesidad de embutir nuestras vidas en dos o tres décadas ahora que podemos embutirlas en siete, ocho, nueve o más. La esperanza de vida de los mamíferos no domesticados no ha cambiado nunca, mientras que la nuestra ha aumentado a pasos agigantados. Qué golpe para la especie humana. Inconscientes de cuánto tiempo vivirán, otras formas de vida de sangre caliente son comparativamente unos haraganes. Es verdad que el tiempo se nos acabará como se les acaba a todas las criaturas, pero al menos podemos soñar que algún día podremos elegir nuestra fecha límite. Entonces quizá podremos todos morir de lo mismo: una hartura asesina de nuestra durabilidad en un mundo que es MALIGNAMENTE INÚTIL. [...]

La pregunta «¿Vale la pena vivir?» se ha formulado demasiadas veces. Este uso de «valer» suscita impresiones de un buen surtido de experiencias que son posiblemente deseables y valiosas dentro de unos límites y que pueden sucederse unas a otras de tal modo que sugiera que la vida no carece totalmente de valor. Con «inútil», los tenues espíritus de la deseabilidad y el valor no levantan la cabeza con la misma prontitud.

Naturalmente, la inutilidad todo lo que es o podría ser alguna vez está sujeta a los mismos repudios que la falta de valor de todo lo que es o podría ser alguna vez. Por esta razón se ha adjuntado a «inútil» el adverbio «malignamente» para darle un poco más de elasticidad semántica y una dosis de toxicidad. Pero para expresar de forma mínimamente adecuada el sentido de la inutilidad de todo haría falta una modalidad no lingüística, algún tipo de efusión surgida de un sueño que amalgamara toda la gradación de lo inútil y nos transmitiera sin palabras la inanidad de la existencia en cualquier circunstancia posible. Desprovistos como estamos de tales medios de comunicación, la inutilidad de todo lo que existe o podría posiblemente existir debe declararse con escasa potencia."

("La conspiracion contra la especie humana", Thomas Ligotti)

Sobre el "transhumanismo" (Thomas Ligotti)

"¿Así que me pregunta si elegiría no haber nacido? Uno debe haber nacido para poder elegir, y la elección implica destrucción. Pero pregunte a mi hermano en esa silla de ahí. En realidad está vacía; mi hermano no llegó tan lejos. Aun así pregúntele, mientras viaja como el viento bajo el cielo, estrellándose contra la playa, olfateando la hierba, disfrutando de su fuerza mientras persigue su alimento vivo. [...] ¿Alguna vez le ha echado usted en falta? Mire a su alrededor una tarde en un tranvía atestado y pregúntese si permitiría que una lotería seleccionara a uno de los pasajeros agotados como el que usted traería a este mundo. Ellos no prestan atención cuando una persona se apea y dos suben. El tranvía sigue rodando" (Zapffe: “Fragmentos de una entrevista”, Aftenposten, 1959)


"[...] A esta selecta bibliografía de estudios arcanos deberían añadirse las curiosidades del «transhumanismo», un tipo fervoroso de pensamiento utópico que se apoya en la creencia de que día tras día estamos cada vez más cerca de construir un ser humano mejor. Como los creyentes en el libre albedrío libertario, los transhumanistas creen que podemos hacernos a nosotros mismos. Pero eso es imposible. Debido a la evolución, fuimos hechos. Nosotros no nos extrajimos del lodo primigenio. Y todo lo que hemos hecho desde que llegamos a ser una especie ha sido consecuencia de haber sido hechos. Hagamos lo que hagamos, será aquello para lo que fuimos hechos, y nada más. Podemos intentar hacer algo de nosotros, pero no podemos dirigir nuestra propia evolución. Hacemos antibióticos porque fuimos hechos para ser el tipo de seres que hacen cosas como antibióticos. Eso cambió nuestra condición sin cambiarnos, siendo como somos el tipo de entes que hacen cosas y fabrican cosas, pero no se ocupan de hacerse a sí mismos. La naturaleza tenía planes para nosotros y sigue teniéndolos. Uno de esos planes parece ser el sueño del transhumanismo, que podría ser sólo un plan para deshacernos. Si es así, no vamos a alterar ese plan simplemente porque imaginemos que podemos hacer una nueva persona con nuevos programas evolutivos que escribiremos nosotros. Sabemos cómo sobrevivir y sabemos cómo reproducirnos. Sabemos cómo hacer muchas cosas, pero no sabemos qué hacer de nosotros que esté al margen y por encima de nuestras pautas presentes. Algunos de nosotros sólo creen saberlo. No somos ni siquiera parte del proceso de ser rehechos. Estamos cumpliendo órdenes, como siempre hemos hecho, que la naturaleza está constantemente ladrándonos. 

 Del mismo modo que los humanos concibieron el transhumanismo, los transhumanistas han concebido el poshumanismo, una remota condición en la que nadie vivirá como hemos vivido durante todos estos años, sino que habremos evolucionado hasta convertirnos en algo más allá de nuestro ser presente. ¿Y entonces qué? ¿Se han pensado esto realmente a fondo los transhumanistas? ¿Y cómo podrían? No tenemos ni idea de dónde va a venir nuestro próximo pensamiento, ni siquiera los pensamientos de los transhumanistas. Tenemos pensamientos, pero no sabemos lo que vamos a hacer con ellos. ¿Cómo vamos a saber entonces qué hacer con nosotros? Quizá podríamos superar a la poshumanidad, o al menos hacer algo que no llevara tanto tiempo y que fuera no menos útil. Pero no es que el ser poshumano sea una idea concebida por primera vez a finales del siglo XX. En su búsqueda del «bien», o al menos del mejor que, esta idea recapitula nuestras fantasías más antiguas. Como una canción que nos parece haber oído ya aunque la estemos oyendo por primera vez, las maquinaciones de los transhumanistas nos llaman desde el pasado, o incluso desde un prehistórico edén de existencia perfecta, dependiendo de si a uno le gusta o no su canción o le apetece volver a casa en el edén. Pero estas maquinaciones suenan también a algo que terminó nada más empezar: algo viejo, rancio, nada. Por definición, los transhumanistas están insatisfechos con lo que son como especie. Naturalmente, piensan que estar vivo está bien: tanto es así que no pueden soportar la idea de no estar vivos y han imaginado estrategias para mantenerse vivos para siempre. Su problema es que necesitan que estar vivo esté muchísimo mejor de lo que está. Y el poder del pensamiento positivo no es suficiente para llevarlos adonde quieren ir. Todo eso lo han superado, o les gustaría haberlo superado. También han superado la creencia en Dios o en un más allá de eterna beatitud. Para un creyente, el transhumanismo sería un apéndice inútil de lo que ya cree, además de una ofensa contra Aquel que nos hizo como nos hizo, con la naturaleza como intermediaria, y que hace mucho estableció las vías por las que podemos hacernos cada vez mejores. Esas vías pueden ser difíciles de seguir, pero la alternativa es la desesperación de vivir sin la esperanza de un inimaginable futuro mejor. Los transhumanistas han sustituido esta alternativa del creyente a la desesperación por la suya propia. Pero aunque los transhumanistas se basan en el supuesto de que codos nos beneficiaremos masivamente cuando mutemos por nosotros mismos en poshumanos, el resultado de su programa es aún una incógnita. Podría dar inicio a un nuevo capítulo dinámico en la historia de nuestra especie, o podría anunciar nuestro fin a son de trompeta. En cualquier caso, el salto profetizado arrancará impulsado por todo tipo de aparatos e implicará de algún modo a la inteligencia artificial, la nanotecnología, la ingeniería genética y otros ornamentos de la alta tecnología. Estos serán los instrumentos del Nuevo Génesis, el Logos del mañana. O eso dice un grupo desesperado de pensadores científicos."

 ("La conspiración contra la especie humana", Thomas Ligotti)