"¿Así que me pregunta si elegiría no haber nacido? Uno debe haber nacido para poder elegir, y la elección implica destrucción. Pero pregunte a mi hermano en esa silla de ahí. En realidad está vacía; mi hermano no llegó tan lejos. Aun así pregúntele, mientras viaja como el viento bajo el cielo, estrellándose contra la playa, olfateando la hierba, disfrutando de su fuerza mientras persigue su alimento vivo. [...] ¿Alguna vez le ha echado usted en falta? Mire a su alrededor una tarde en un tranvía atestado y pregúntese si permitiría que una lotería seleccionara a uno de los pasajeros agotados como el que usted traería a este mundo. Ellos no prestan atención cuando una persona se apea y dos suben. El tranvía sigue rodando" (Zapffe: “Fragmentos de una entrevista”, Aftenposten, 1959)
"[...] A esta selecta bibliografía de estudios arcanos deberían añadirse las curiosidades del «transhumanismo», un tipo fervoroso de pensamiento utópico que se apoya en la creencia de que día tras día estamos cada vez más cerca de construir un ser humano mejor. Como los creyentes en el libre albedrío libertario, los transhumanistas creen que podemos hacernos a nosotros mismos. Pero eso es imposible. Debido a la evolución, fuimos hechos. Nosotros no nos extrajimos del lodo primigenio. Y todo lo que hemos hecho desde que llegamos a ser una especie ha sido consecuencia de haber sido hechos. Hagamos lo que hagamos, será aquello para lo que fuimos hechos, y nada más. Podemos intentar hacer algo de nosotros, pero no podemos dirigir nuestra propia evolución. Hacemos antibióticos porque fuimos hechos para ser el tipo de seres que hacen cosas como antibióticos. Eso cambió nuestra condición sin cambiarnos, siendo como somos el tipo de entes que hacen cosas y fabrican cosas, pero no se ocupan de hacerse a sí mismos. La naturaleza tenía planes para nosotros y sigue teniéndolos. Uno de esos planes parece ser el sueño del transhumanismo, que podría ser sólo un plan para deshacernos. Si es así, no vamos a alterar ese plan simplemente porque imaginemos que podemos hacer una nueva persona con nuevos programas evolutivos que escribiremos nosotros. Sabemos cómo sobrevivir y sabemos cómo reproducirnos. Sabemos cómo hacer muchas cosas, pero no sabemos qué hacer de nosotros que esté al margen y por encima de nuestras pautas presentes. Algunos de nosotros sólo creen saberlo. No somos ni siquiera parte del proceso de ser rehechos. Estamos cumpliendo órdenes, como siempre hemos hecho, que la naturaleza está constantemente ladrándonos.
Del mismo modo que los humanos concibieron el transhumanismo, los transhumanistas han concebido el poshumanismo, una remota condición en la que nadie vivirá como hemos vivido durante todos estos años, sino que habremos evolucionado hasta convertirnos en algo más allá de nuestro ser presente. ¿Y entonces qué? ¿Se han pensado esto realmente a fondo los transhumanistas? ¿Y cómo podrían? No tenemos ni idea de dónde va a venir nuestro próximo pensamiento, ni siquiera los pensamientos de los transhumanistas. Tenemos pensamientos, pero no sabemos lo que vamos a hacer con ellos. ¿Cómo vamos a saber entonces qué hacer con nosotros? Quizá podríamos superar a la poshumanidad, o al menos hacer algo que no llevara tanto tiempo y que fuera no menos útil. Pero no es que el ser poshumano sea una idea concebida por primera vez a finales del siglo XX. En su búsqueda del «bien», o al menos del mejor que, esta idea recapitula nuestras fantasías más antiguas. Como una canción que nos parece haber oído ya aunque la estemos oyendo por primera vez, las maquinaciones de los transhumanistas nos llaman desde el pasado, o incluso desde un prehistórico edén de existencia perfecta, dependiendo de si a uno le gusta o no su canción o le apetece volver a casa en el edén. Pero estas maquinaciones suenan también a algo que terminó nada más empezar: algo viejo, rancio, nada. Por definición, los transhumanistas están insatisfechos con lo que son como especie. Naturalmente, piensan que estar vivo está bien: tanto es así que no pueden soportar la idea de no estar vivos y han imaginado estrategias para mantenerse vivos para siempre. Su problema es que necesitan que estar vivo esté muchísimo mejor de lo que está. Y el poder del pensamiento positivo no es suficiente para llevarlos adonde quieren ir. Todo eso lo han superado, o les gustaría haberlo superado. También han superado la creencia en Dios o en un más allá de eterna beatitud. Para un creyente, el transhumanismo sería un apéndice inútil de lo que ya cree, además de una ofensa contra Aquel que nos hizo como nos hizo, con la naturaleza como intermediaria, y que hace mucho estableció las vías por las que podemos hacernos cada vez mejores. Esas vías pueden ser difíciles de seguir, pero la alternativa es la desesperación de vivir sin la esperanza de un inimaginable futuro mejor. Los transhumanistas han sustituido esta alternativa del creyente a la desesperación por la suya propia. Pero aunque los transhumanistas se basan en el supuesto de que codos nos beneficiaremos masivamente cuando mutemos por nosotros mismos en poshumanos, el resultado de su programa es aún una incógnita. Podría dar inicio a un nuevo capítulo dinámico en la historia de nuestra especie, o podría anunciar nuestro fin a son de trompeta. En cualquier caso, el salto profetizado arrancará impulsado por todo tipo de aparatos e implicará de algún modo a la inteligencia artificial, la nanotecnología, la ingeniería genética y otros ornamentos de la alta tecnología. Estos serán los instrumentos del Nuevo Génesis, el Logos del mañana. O eso dice un grupo desesperado de pensadores científicos."
("La conspiración contra la especie humana", Thomas Ligotti)
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