viernes, 1 de diciembre de 2023

Shadows of the Dying Sun (Insomnium)

 


We're nothing more than shadows
Light scatter of the dying sun
Just particle beams in passing
Waves riding the eternal dark
We're nothing more than shadows
Mere remnants of the distant past
Animated sparks of energy
Bursting flames of the end

And far upon the skies
Lies the truth within
We are shadows of the dying sun
Children of infinity
Always gazing to our past
We are the dust of the stars

And I feel it in my heart
And I know it in my mind
That's all ever will be
And I feel it in my heart
And I know it in my mind
That's all ever will be

We're nothing more than shadows
We grow tall then fade away
We're vessels for a surging power
With solar fire in our veins
We're nothing more than shadows
Flares blazing in a blink of an eye
We're nothing more than shadows
Glimmers of hope against the black sky

And far upon the skies
Lies the truth within
We are shadows of the dying sun
Children of infinity
Always gazing to our past
We are the dust of the stars

And I feel it in my heart
And I know it in my mind
That's all ever will be
And I feel it in my heart
And I know it in my mind
That's all ever will be

And I feel it in my heart
And I know it in my mind
That's all ever will be
And I feel it in my heart
And I know it in my mind
That's all ever will be
We are the dust of the stars

Tradución (no literal):


No somos más que sombras,
Una luz dispersa de un moribundo sol,
Partículas danzantes en un efímero encuentro,
Navegando las olas del oscuro infinito.
No somos más que sombras,
Ecos de un pasado distante, 
Chispas de vida en el iluso resplandor del tiempo,
Llamaradas que anuncian el final

Y bajo los cielos insondables se oculta la verdad más profunda,
Somos sombras de un sol moribundo
Hijos de lo infinito,
Siempre mirando hacia atrás, 
¡Somos polvo de estrellas!

Y resuena en mi corazón, y en mi pensamiento lo comprendo,
Esta es la única verdad.
Y resuena en mi corazón, y en mi pensamiento lo comprendo,
Esta es la única verdad.

No somos más que sombras,
Creciendo en la luz, desvaneciéndonos en la oscuridad,
Almas navegando el fantasmal flujo cósmico,
Portadores del fuego estelar.
No somos más que sombras,
Destellos que arden en un abrir y cerrar de ojos.
No somos más que sombras,
Buscando consuelo en el oscuro cielo

Y bajo los cielos insondables se oculta la verdad más profunda,
Somos sombras de un sol moribundo
Hijos de lo infinito,
Siempre mirando hacia atrás, 
¡Somos polvo de estrellas!

Y resuena en mi corazón, y en mi pensamiento lo comprendo,
Esta es la única verdad.
Y resuena en mi corazón, y en mi pensamiento lo comprendo,
Esta es la única verdad.

Y resuena en mi corazón, y en mi pensamiento lo comprendo,
Esta es la única verdad.
Y resuena en mi corazón, y en mi pensamiento lo comprendo,
Esta es la única verdad.
¡Somos polvo de estrellas!





lunes, 6 de noviembre de 2023

Diálogo Sobre la Ilusión Existencial: Un Encuentro Socrático

"[...] or perhaps our existence is little more than a quantum dream against a backdrop of unending nothingness" (@HistoryoftheUniverse)



Proemio: El Encuentro


En la ágora, bajo la sombra proyectada por la estatua de Atenea, se reúnen Sócrates, Teodoro, Filipo, Eutidemo y Aristarco. La fresca brisa de la mañana no solo trae alivio del calor del sol naciente, sino también el entusiasmo por el intercambio de ideas. Sócrates, con su mirada inquisitiva y gesto tranquilo, es el primero en hablar, invitando a sus compañeros a explorar una de las preguntas más profundas que la humanidad ha considerado: ¿Por qué existe algo en lugar de nada? Los interlocutores, cada uno aportando su propia perspectiva, se preparan para un debate que esperan sea tan revelador como desafiante. La plaza, llena de los sonidos de la vida cotidiana, se convierte en un escenario donde se examinarán los misterios más profundos del ser y la nada.

Protágoras: El Problema de la Existencia


Sócrates: Amigos, nos reunimos hoy para debatir un problema que ha confundido a las mentes más astutas desde la aurora de la razón: la naturaleza misma de la existencia. Observamos la majestuosidad del cosmos y nos preguntamos, ¿por qué hay algo en lugar de nada?

Teodoro: Sócrates, ¿podría ser este un problema sin solución, una cuestión eterna que se escapa al abrazo de la lógica y la razón?

Sócrates: Teodoro, un problema sin solución no es un problema, sino un misterio. Pero nosotros, como filósofos, buscamos comprender los misterios. Veamos las respuestas que nos han ofrecido: el teísmo, el deísmo, el panteísmo y, más recientemente, la ciencia. Cada uno ofrece una narrativa, pero al final, todos parecen caer en una regresión infinita, un abismo sin fin de causas y efectos.

Filipo: Entonces, ¿qué podemos hacer? ¿Estamos atrapados en este ciclo sin fin de causas y efectos, sin poder encontrar un principio que satisfaga nuestra sed de conocimiento?

Sócrates: Considera, Filipo, que quizás estamos haciendo las preguntas equivocadas o buscando en los lugares incorrectos. La ciencia, por ejemplo, nos ofrece el Big Bang como un comienzo, pero ¿qué provocó este comienzo?

Eutidemo: Y si los dioses son la respuesta, ¿quién o qué creó a los dioses?

Sócrates: Exactamente, Eutidemo. Nos enfrentamos al eterno dilema de la causa primera. El problema no es solo encontrar una causa, sino explicar la razón de esa causa y por qué esa causa en lugar de otra, o ninguna en absoluto.

Aristarco: ¿Y si no hay una causa primera, Sócrates? ¿Y si todo es un caleidoscopio infinito de sucesos sin principio ni fin?

Sócrates: Aristarco plantea una posibilidad intrigante. Pero incluso si nos inclinamos hacia esa perspectiva, ¿cómo reconciliamos nuestra experiencia del tiempo, del inicio y del fin, con la idea de un universo sin origen? Es un problema que desafía la propia estructura de nuestra lógica y nuestro entendimiento.

En este diálogo, Sócrates y sus interlocutores articularon el dilema central que enfrenta cualquier búsqueda de la verdad fundamental sobre la existencia. Cada respuesta propuesta, ya sea de origen divino o científico, parece solo llevar a más preguntas. El grupo reconoció que quizás el problema radica en la naturaleza misma de la pregunta y que la verdadera solución podría requerir una reevaluación de sus supuestos más básicos.

Dianoia: La Exploración Lógica


Sócrates se vuelve hacia sus compañeros con una mirada penetrante que invita a la reflexión.

Sócrates: Contemplad las explicaciones tradicionales sobre el origen y la sustancia del cosmos. El teísmo nos habla de un creador eterno, omnipotente. Sin embargo, ¿cómo puede el principio de razón suficiente aplicarse a un ser que por definición está más allá de toda causa?

Teodoro asiente, sumido en sus pensamientos.

Teodoro: Y el deísmo, ¿no nos deja con un dios que enciende la chispa y se retira, evadiendo la pregunta de su propio sustento?

Sócrates: Correcto. Y el panteísmo, que ve divinidad en todo el universo, no resuelve la paradoja, simplemente la disfraza en la totalidad.

Filipo interviene con una inquietud creciente.

Filipo: Entonces, ¿están estas visiones condenadas por su propia lógica a un callejón sin salida?

Sócrates: Así parece, Filipo. Y aún si volvemos nuestros ojos a la ciencia, ¿no nos encontramos con un inicio marcado por el Big Bang que a su vez demanda una explicación?

Eutidemo, con el ceño fruncido, busca una salida.

Eutidemo: Pero Sócrates, la ciencia busca respuestas en la ley y el orden del cosmos, ¿no es eso un camino hacia la comprensión?

Sócrates: Sí, pero la ley y el orden también exigen ser comprendidos, y así, como una muñeca rusa, cada explicación contiene otra pregunta.

Aristarco, reflexivo, concluye.

Aristarco: Entonces, nos enfrentamos a un problema que desborda los límites de la explicación tradicional. ¿Es posible que la existencia misma no sea más que un reflejo de una verdad más profunda y esquiva?

Sócrates, con una mirada que invita a la aventura del pensamiento más allá de lo conocido, abre el camino para la siguiente etapa de su diálogo.

Apóreima: La Confusión


Sócrates observa a sus compañeros, cuyos rostros reflejan la inmensidad del problema que enfrentan.

Sócrates: Veo que la mente de cada uno de ustedes lucha con la carga de este enigma. Las respuestas que hemos considerado, ¿no han hecho más que tejer una tela de confusión?

Filipo, cuyo semblante refleja la turbulencia de sus pensamientos, responde:

Filipo: Es cierto, Sócrates. Cada respuesta parece solo invocar más preguntas, y la sabiduría que buscamos permanece tan elusiva como siempre.

Teodoro, con una sensación de desasosiego, se une a la conversación:

Teodoro: La cuestión parece ser una hidra; por cada cabeza de duda que cortamos, dos más surgen en su lugar.

Eutidemo, inquieto, agrega:

Eutidemo: ¿Podría ser que nuestra propia naturaleza racional esté limitada? ¿Que nuestra búsqueda de causalidad y origen sea un viaje sin destino?

Aristarco, contemplativo, propone:

Aristarco: ¿Y si la existencia misma es la ilusión? ¿Y si el principio de razón suficiente no se aplica porque buscamos una solución en un mar de apariencias?

Sócrates, con un gesto calmado, busca guiar la inquietud de sus compañeros hacia una revelación más profunda:

Sócrates: Este es el corazón del apóreima, amigos míos. La confusión que sentimos puede ser el preludio a la claridad. Solo a través del reconocimiento de nuestra perplejidad podemos esperar desentrañar los nudos de este misterio.

Los interlocutores se quedan en silencio, reflexionando sobre las palabras de Sócrates, sabiendo que deben abandonar los caminos conocidos para adentrarse en un terreno de incertidumbre, donde las respuestas tradicionales ya no sirven. La confusión que enfrentan es tanto un obstáculo como una oportunidad para una comprensión más profunda.

Análisis: La Investigación Matemática de la Realidad


Sócrates se pasea entre sus compañeros, cada paso un latido en la búsqueda del conocimiento.

Sócrates: Reflexionemos, pues, sobre una senda diferente. Si nuestras percepciones de la realidad son falibles, ¿podrían las matemáticas ofrecernos una lente más clara?

Teodoro: ¿Las matemáticas, Sócrates? Pero ellas son meros números y figuras, ¿cómo podrían revelarnos la naturaleza de la existencia?

Sócrates: Considera, Teodoro, que las matemáticas no son meras cifras sino la expresión de la regularidad y el orden. Y si el cosmos se rige por esta regularidad, ¿no podrían ser las matemáticas el espejo de la realidad?

Filipo: Pero incluso las matemáticas requieren de un sustrato en la realidad, ¿no es así?

Sócrates: Aquí yace la cuestión crucial. ¿Qué si las matemáticas no son sino la estructura de una realidad que no posee sustancia? ¿Qué si son la sintaxis de un lenguaje que describe una realidad que, al final, es inmaterial?

Eutidemo: Entonces, ¿estás sugiriendo que la existencia es... una construcción matemática?

Sócrates: Precisamente. Una construcción que no depende de una sustancia ontológica, sino de una coherencia lógica. El ser, el universo, todo lo que percibimos podría ser una manifestación de principios matemáticos abstractos.

Aristarco: ¡Una idea audaz! Pero ¿cómo sostenemos esto frente a la evidencia tangible de nuestra experiencia?

Sócrates: La experiencia, querido Aristarco, es la interpretación que nuestro cerebro hace de los estímulos. Y si este cerebro mismo es una compleja interacción de partículas regidas por leyes matemáticas, ¿no es plausible que nuestra percepción de la existencia sea una interpretación subjetiva de una realidad que, en esencia, es matemática?

Los interlocutores contemplan en silencio, la idea de que la realidad como la conocen puede ser una construcción sin sustancia ontológica, una noción que desafía su comprensión del mundo pero que ofrece un nuevo camino a explorar en la búsqueda de la verdad.

Diánoia: La Iluminación Matemática de la Existencia


Sócrates se detiene y, con una mirada que parece trascender el horizonte material, se dirige a sus atentos compañeros.

Sócrates: Amigos, ha llegado el momento de una revelación, una luz que podría disipar las sombras de nuestra perplejidad. Considerad esta hipótesis: la existencia tal como la conocemos es una ilusión, una proyección de una realidad matemática subyacente que no tiene sustancia en sí misma.

Filipo, con la mente agitada por la turbulencia de la nueva idea, busca aclaraciones.

Filipo: ¿Una ilusión, dices? ¿Cómo puede ser que todo lo que experimentamos y vivimos sea una ilusión?

Sócrates: No una ilusión en el sentido trivial, sino una interpretación subjetiva y colectiva de patrones matemáticos que nuestra consciencia traduce en la experiencia sensorial del mundo. La física cuántica nos ha mostrado que la realidad a escalas fundamentales es una de probabilidades e indeterminación, no de certezas concretas.

Eutidemo, cuya frente se frunce en el esfuerzo de comprender, plantea una objeción.

Eutidemo: Pero si nuestra existencia es una ilusión, ¿qué es entonces la realidad? ¿Cómo definimos la realidad si no es por la existencia?

Sócrates: La realidad, Eutidemo, podría ser entendida como un conjunto infinito de posibilidades matemáticas, de las cuales solo experimentamos una fracción a través de la lente de nuestra percepción limitada y local. Este enfoque resuelve el dilema de la existencia y la regresión causal al sugerir que lo que consideramos causalidad no es más que la manifestación de una consistencia matemática en este mar de posibilidades.

Aristarco, siempre buscando la síntesis del pensamiento, se suma al diálogo.

Aristarco: Entonces, lo que percibimos como el universo y sus leyes no son más que las ecuaciones que describen un aspecto de esta realidad matemática sin sustancia. Y la ilusión de existencia es, por así decirlo, un sueño cuántico, un reflejo de la nada infinita que es la verdadera esencia.

Sócrates asiente, satisfecho con la penetración de Aristarco.

Sócrates: Exactamente, Aristarco. Al aceptar que la existencia es una ilusión, eliminamos la necesidad de una causa primera incausada. No hay necesidad de explicar la existencia de algo en lugar de nada, porque en el fondo más fundamental, no hay "algo", solo una nada absoluta llena de potencial lógico-matemático.

Los interlocutores se sumergen en un silencio reflexivo, considerando la magnitud de la revelación. La idea de que su percepción del universo no es más que una interpretación matemática de la nada absoluta es perturbadora y, a la vez, extrañamente liberadora. La iluminación que Sócrates ha compartido promete ser el inicio de una profunda transformación en su comprensión de la realidad.

Epílogo: La Síntesis de la Nada


Al concluir la revelación, Sócrates y sus compañeros se sumergen en la contemplación de la vasta y silenciosa ágora, ahora bañada en la luz dorada del atardecer. Sócrates retoma la palabra, su tono es ahora más suave, casi solemne.

Sócrates: Consideremos la odisea de nuestro diálogo, amigos. Hemos atravesado los dominios de la razón y hemos emergido en un paisaje inesperado. La realidad, como una tela tejida con hilos matemáticos, se revela ante nosotros no como una sustancia, sino como un eterno vacío existencial lleno de potencial.

Filipo, aún cautivo de la idea, busca consolidar su comprensión.

Filipo: Entonces, Sócrates, ¿hemos de aceptar que nuestra existencia, todo lo que conocemos, es en efecto nada?

Sócrates: No una nada vacía, Filipo, sino una nada llena de posibilidades lógico-matemáticas, donde la existencia y la inexistencia se entretejen. Hemos explorado los límites de nuestras preguntas y encontrado que la respuesta yace en la ausencia de necesidad de una.

Eutidemo, con una mirada que refleja un nuevo entendimiento, asiente.

Eutidemo: Hemos buscado en los dioses y en las estrellas, y al final, encontramos que la verdad más grande es la simplicidad de la nada. La grandeza de nuestra búsqueda no se encuentra en una respuesta compleja, sino en la aceptación de la simplicidad fundamental de todo.

Aristarco, el sintetizador de visiones, encapsula la esencia del viaje.

Aristarco: Lo que percibimos como la complejidad del cosmos es simplemente la expresión de un principio fundamental, un principio que no requiere una base material para existir, porque su existencia es puramente conceptual, como los números en la mente de un matemático.

Sócrates: Así es, y nuestra fe no reside en lo tangible, sino en la certeza de que la ilusión de la existencia es un reflejo de la inmutable y eterna nada. Este es el credo que podemos sostener con convicción: Todo lo que es, es nada.

Los compañeros, cada uno en su propio silencio, contemplan el crepúsculo. La conversación ha terminado, pero el diálogo continúa en el teatro de sus mentes. La hipótesis de Sócrates, aunque inquietante, se erige como un faro de claridad en un mar de incertidumbres.

Sócrates, con una última mirada a sus amigos, concluye.

Sócrates: Dejemos que este entendimiento se asiente en nosotros. La ágora está quieta, pero nuestra mente es ahora un hervidero de actividad. Lo que hemos explorado hoy resonará en nuestra filosofía, en nuestra ciencia, en nuestra poesía. No desesperéis ante la vastedad de la nada, pues es el lienzo sobre el cual se pinta la ilusión de nuestra existencia. Y en esa ilusión, encontramos el significado y la belleza de vivir, aunque sepamos que es solo eso, una ilusión.

Con una última inclinación de cabeza, Sócrates se retira, dejando a sus compañeros en un silencio reflexivo. El conocimiento de que en su finitud, han tocado la orilla de la infinitud, les llena de un asombro humilde. El epílogo de su conversación no es un final, sino el comienzo de una contemplación eterna.

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Nota final: este texto (y la ilustración inicial) han sido escritos íntegramente por ChatGPT Plus (en su última versión que integra la búsqueda en internet, el estudio de imágenes y la generación de imágenes con DALLE-3). No he realizado ningún cherry picking y simplemente le he pedido que genere un escrito siguiendo el estilo de los diálogos de Platón a partir del contenido de este artículo de blog: https://quevidaesta2010.blogspot.com/2023/03/el-mundo-no-existe.html.El prompt para la ilustración fue simplemente: "por favor me podrias crear una ilustración para el artículo? que reflejen bien la introducción". El modelo de IA, tras leer el artículo, me generó el esquema general de capítulos que iba a seguir. Posteriormente le pedí que me generase cada capítulo uno a uno de manera independiente (porque la ventana de contexto aún no le permite generarlo todo de una vez). Y fui copiando el resultado de cada capítulo a la primera sin modificar ni una coma.

domingo, 28 de mayo de 2023

El mundo no existe

"The universe can and could create itself from nothing" (Stephen Hawking)

"[...] or perhaps our existence is little more than a quantum dream against a backdrop of unending nothingness" (@HistoryoftheUniverse)


Introducción.

De un modo u otro, todas las personas tienen algún tipo de credo en lo referente a la realidad existencial. Algunas personas; teólogos, filósofos, y científicos en general, le dan más vueltas al asunto, y otras lo dejan todo en un nebuloso "no sé qué es lo que hay pero algo habrá". Yo, desde que era un chaval de 13 años, tengo grandes inquietudes existenciales.  Pero nunca me di el lujo de creer abiertamente nada en el terreno metafísico. Durante años estudié e investigué, y busqué una propuesta ontológica que pudiera tragarme. Y hasta hace bien poco no lo había logrado. En esta entrada, os voy a exponer brevemente el que, en estos momentos, me parece la respuesta racional más plausible sobre la esencia ontológica del mundo que nos rodea.

Prefacio.

1) Empecemos por el principio; por lo evidente: mi propuesta es un discurso racional esputado por el cerebro de una especie de "simio" venido a más. Es el resultado de un proceso electroquímico que ha reaccionado espontáneamente de acuerdo a unos estímulos externos (sensaciones objetivas) tras realizar un proceso mecánico natural (proceso cognitivo) dando como resultado unas ideas internas que finalmente han sido expresadas de nuevo hacia el exterior en una comunicación mediada por un lenguaje que a su vez vosotros, también "simios" con un gran cerebro, sois capaces de decodificar e interpretar (mediante procesos cognitivos internos iguales a los míos). ¿Qué quiero decir con ésto? Pues que toda mi tesis está restringida a lo que soy como sujeto, y que no puede ir más allá de eso. Es por tanto un razonamiento lógico y racional en el sentido antrópico. Hablo como "mono" para "monos", y la limitación de lo que somos es insoslayable, lo mismo que el modo en que desarrollo el discurso: afianzado en la razón y la lógica humana; en lo que nuestro cerebro evolutivo está preparado para entender y discutir, pero sin garantías de que esa razón sea capaz de abarcar la Verdad, siquiera de acercarse a ella. Y por supuesto no podemos conocer nuestros límites cognoscibles, pero podemos sospechar que el origen evolutivo de nuestro razonar contiene grandes sesgos y acotaciones importantes. 

Mi credo presupone así que hay un sentido racional y lógico (en el sentido humano) a la existencia del mundo, y que somos capaces de entender o atisbar el mismo usando nuestro cerebro de "chimpancé vitaminado". Porque si abandonamos esta premisa, debemos quedarnos sin escapatoria en el escepticismo, el agnosticismo o en lo inefable, que es otro modo de decir: "no tengo ni idea ni la puedo siquiera tener". Y ciertamente mi postura fue desde niño la del agnosticismo; y aunque tuviese una instintiva tendencia nihilista y atea,  sabía que estas posturas no eran congruentes ni completas en un sentido racional. Pero nunca me rendí, y seguí buscando una propuesta capaz de llenarme, de convencerme; de encontrar un discurso que pudiera creer de verdad.

2) Como segundo punto a destacar, reconocer que mi credo se basa en un axioma que defiende la veracidad de la inferencia causal. Es decir, rechazar sin pruebas (porque no las hay, por mucho que se ofuscara Kant), el insoslayable discurso de David Hume cuando nos dice que no hay ningún tipo de inferencia que nos permita sostener la verdad en disertaciones causales: que cualquier descripción y juicio que hagamos sobre el mundo sensible, su funcionamiento y su existencia es pura confusión injustificada, a la que nos lleva tan sólo el hábito (la costumbre de la repetición sensible) y no la razón per se. Yo creo que Hume se equivoca, pero no puedo probarlo. Así pues, mi credo se basa en sostener como acto de fe, que la regularidad fenoménica que llega a mis sentidos sí que permiten deducir verdades racionales y lógicas basadas en la razón; sobre el mundo, sus leyes, y su existencia.

Sobre la física.

Pues bien, ahora que ya hemos establecido que todo lo que pueda decir sobre mi credo navega débilmente sobre estos dos andamios que tomo arbitrariamente por axiomas. A saber: 1) que aunque sólo soy un "monito" con un cerebro grande (un animal más sin especiales dotes esenciales) puedo no obstante abarcar y entender, aunque sea parcialmente, el sentido del ser y del existir del mundo; y 2) que doy, sin pruebas, por buenas y legítimas las deducciones causales basadas en la repetición de fenómenos sensibles (impresiones) y al conglomerado de ideas que aparecen en mi consciencia. 

La creencia en estos dos puntos llevan antes de nada a la posibilidad de tomar a la física como una ciencia fiable; y también a intentar vislumbrar aunque sea someramente el origen ontológico de la realidad que nos rodea. Es decir, que si otorgamos todo ese injustificado valor del que ya hemos hablado a nuestra razón animal y a la inferencia causal, podemos creer con firmeza en que lo que deducimos de la experiencia es ley, y también podremos creer que la conjunción de estas leyes en lo que denominamos teorías científicas contienen el estatus de verdad (aunque sean aproximaciones temporales). En resumen: podemos creer en la ciencia física, y partir de ella para intentar husmear en la posible realidad esencial u ontológica que la sustenta.

El apoyo de la física moderna a mi tesis.

Mi tesis personal sobre la esencia existencial del mundo, esa que después de 30 años ha conseguido llenarme y convencerme, se basa pues en la creencia a priori de tres grandes pilares: que como mero animal evolutivo tengo aún así capacidad suficiente como para decir algo consistente sobre el asunto, que la repetición de eventos sensibles es suficiente para dar por legítima las verdades deducidas racionalmente sobre el mundo (leyes y teorías), y que la ciencia física es y debe ser la base sobre la que construir cualquier tesis metafísica digna de ser tenida en cuenta.

Es más, si no estás de acuerdo con alguno de los tres puntos que acabo de mencionar puedes ahorrarte continuar leyendo. Mi tesis no te va a convencer de nada ;).

Puntos importantes a destacar de la física moderna

No es este el lugar ni el momento de explicar en profundidad lo que la física moderna nos dice sobre el mundo fenoménico (hay tutoriales y cursos por miles en internet), así que voy a limitarme a puntualizar aquellos detalles que más destacan y que más han marcado el pensamiento humano con el paso de los años. Posteriormente, veremos como esta enumeración de enunciados nos ayudará a acotar las hipótesis metafísicas más verosímiles de acuerdo a su congruencia con estas leyes físicas (que estarán sacadas de contexto, siendo el lector interesando responsable de profundizar en el asunto si así lo desea).

Así pues, comencemos a enumerar las afirmaciones más destacadas realizadas por esta ciencia:

  1. Ningún objeto (ente fenoménico) puede moverse en el espacio-tiempo a una velocidad mayor que la velocidad de la luz c (299.792.458 m/s). Es decir, hay en el mundo una velocidad máxima que no puede ser rebasada.
  2. La materia y la energía del mundo se reducen a perturbaciones locales de ondas de probabilidad en los diferentes campos cuánticos. Es decir, que la sustancia en el mundo se reduce en última instancia a la mera matemática. Todo lo existente, por muy sustancial que nos parezca a simple vista, no son más que perturbaciones y colisiones entre ondas matemáticas de probabilidad dentro de insustanciales campos cuánticos acoplados.
  3. Todo el fenómeno en el Universo se comporta siempre de acuerdo a restrictivas normas de simetría y conservación. Es decir, que la cantidad cuantitativa de cierta cualidad X, normalmente debe permanecer invariante cuando se toma en su conjunto. Así, si se mide el momento lineal (velocidad multiplicada por la masa) de un conjunto de partículas aparecidas a partir de un evento anterior, la suma debe ser tal que el valor obtenido restado del valor inicial reste cero. Esto indica claramente que en el mundo el cambio no es posible a menos de que se respete la máxima de la simetría y las leyes de conservación: esto es, que lo que tengas de manera neta tras el cambio o movimiento sea equivalente a lo que tenías al inicio, de modo que el cambio total neto sea nulo (cero). Así tenemos por ejemplo la conservación de la carga eléctrica, del momento, de la energía, etc. El valor de todos estros atributos deben permanecer invariantes: inalterados, a pesar de que en el mundo las cosas parecen cambiar; de manera esencial no lo hacen: la cantidad cuantitativa neta siempre es la misma y resta cero cuando se compara un sistema aislado dado en dos momentos de tiempo cualesquiera.
  4. La mecánica cuántica deriva en principios drásticos y contraintuitivos como son: el principio de incertidumbre, el entrelazamiento cuántico, y el principio de superposición.
La unión de estas cuatro afirmaciones ha terminado conformando lo que hoy día se conoce como el modelo estándar de partículas, siendo la teoría física más precisa jamás alcanzada desde el punto de vista experimental. Este modelo estándar descansa sobre la teoría cuántica de campos, la cual se encarga de unir matemáticamente la propuesta de la relatividad especial y la mecánica cuántica. Y la teoría cuántica de campos descansa sobre los cimientos de la teoría clásica de campos, la cual basa toda sus matemáticas en el modelado y la mecánica de ondas.

Todo esto viene a simplificarse en la idea de que, debido a la física moderna, el constituyente mínimo de toda materia; es decir, las partículas, no son otra cosa más que perturbaciones ondulatorias dentro de un insustancial, interminable, inextenso, indeterminado e indetectable éter de probabilidad. 

La materia se reduce pues a la mera probabilidad matemática ondulatoria, es decir; a un concepto o idea indeterminada e insustancial. Y en este sentido no es justo tomar a la materia como algo real en el sentido abstracto de la palabra. Las partículas no son reales en sí, sino simplemente entes aparentes de existencia para nuestro cerebro. Para más detalles podéis ver el siguiente vídeo adjunto: "Quantum Field Theory: What is a particle?"


Por otra parte, hay que hacer especial mención a unas de las consecuencias más asombrosas y a la vez menos conocida de la teoría de la relatividad: y es que la relatividad lleva implícita el hecho de que pasado presente y futuro están escritos y fijos en un continuo espacio-tiempo. La flecha del tiempo es pues una "alucinación" local de nuestro cerebro cuando éste proyecta slides (rebanadas) de este bloque continuo, siguiendo el camino marcado por la termodinámica. En otras palabras: el espacio-tiempo ya es; o ya fue, como queramos entenderlo, y cualquier instante (slide) es y será eterno, pero lo más importante es que ya fue. El paso del tiempo y la diferencia pasado y futuro son constructos ilusorios que emergen de nuestro cerebro. En este sentido son muchísimos físicos los que defienden la "realidad" física de ese bloque de espacio-tiempo como algo ya dado e inamovible. Siendo nuestro cerebro el que "alucina" con el presente, el cambio y el concepto de tiempo en sí, cuando se proyectan trozos locales (slides o rebanadas) de ese bloque; algo similar a como una película ya grabada puede ser proyectada en cualquier punto local determinado por un videocasete. Como curiosidad, comentar que uno de los grandes físicos del siglo XX: Niels Bohr, llamó a Einstein en una conferencia en Princenton en 1950 como “Parménides”.

Un vídeo muy claro y visual sobre esto que se comenta es el siguiente (imprescindible de ver y de comprender antes de continuar leyendo):

 

Requerimientos lógicos

Si tengo que tragarme una propuesta racional sobre la ontología del mundo, yo personalmente necesito que sea totalmente congruente con estos resultados de la física, y además, debe ser una explicación metafísica completa. Y este punto es muy importante: ¡la tesis que conforme mi doctrina debe dar siempre una respuesta racional, completa, no ambigua, y cerrada a todos los interrogantes que se le puedan hacer!

Y en este punto es donde la todas las propuestas que conocía habían tropezado sin lograr mi fe hasta el momento. Ninguna tesis teísta, deísta, o científica en general logran frenar la recursion causal infinita, dar respuesta a la causa del fino ajuste de las constantes cosmológicas que hacen posible la vida, o responder a la pregunta fundamental de la filosofía: ¿por qué hay algo en lugar de nada? Todas suponen siempre e irremediablemente una causa incausada, un punto de partida inefable. Y eso le ocurre tanto a los dioses religiosos como a las propuestas panteístas o a las cosmológicas: principalmente basadas en la idea del multiverso y la eterna inflación (o también en la moderna idea de que somos simulaciones dentro de un "computador" trascendente).

La búsqueda de una tesis metafísica que sea completa y cerrada ha sido un tema de gran debate entre filósofos a lo largo de la historia. A continuación os presento un somero esquema con las alternativas más comunes para explicar la existencia; seguido de una explicación de por qué cada una de ellas es una propuesta incompleta y deja preguntas abiertas.

  • Teísmo: la teoría teísta sostiene que Dios es la causa y el sustento de todo lo que existe. Sin embargo, esta propuesta deja abierta la pregunta de cómo surgió Dios y qué lo sustenta a Él. Además, tampoco explica por qué existe este Dios en lugar de no haber nada o las necesidades que tuvo Dios para crear algo distinto de sí mismo.
  • Deísmo: la teoría deísta sostiene que el universo fue creado por un Dios (o Dioses) que después se retiró y dejó que el universo evolucionara por sí mismo. Esta propuesta deja abierta igualmente la pregunta de cómo surgió dicho Dios y qué lo sustenta a Él. Tampoco ofrece ninguna explicación de cómo surgió el universo a partir de este Dios, ni qué o cómo se sustenta su existencia ahora. Además, como en el caso anterior, tampoco se explica por qué existe este Dios en lugar de no haber nada; ni que necesidad, motivación y procedimiento se esconden detrás de Dios y su creación del mundo.
  • Panteísmo: la teoría panteísta sostiene que Dios es el universo y el universo es Dios. Sin embargo, esta propuesta no ofrece ninguna explicación sobre cómo surgió este universo(-Dios) en primer lugar, ni sobre qué o cómo se sustenta su existencia. Igualmente deja abierta la respuesta a la pregunta sobre por qué existe este universo-Dios en lugar de no haber nada.
  • Ciencia: la ciencia ofrece explicaciones detalladas y rigurosamente probadas sobre cómo evolucionó el universo desde sus primeros segundos, hasta su estado actual. Sin embargo, la ciencia no puede dar una explicación completa y cerrada sobre la existencia en sí, ya que sus teorías se basan en la observación y el experimento, y no pueden tratar directamente con preguntas metafísicas fundamentales. Ninguna de sus propuestas ofrecen una explicación sobre cómo surgió el universo en primer lugar, ni sobre qué sustenta su existencia y sus leyes. Todas acaban siempre cayendo en la trampa de la recursión infinita, siendo claro ejemplo la tesis cosmológica más aceptada actualmente, la del multiverso causado por la eterna inflación: todos sus postulados cuadran con los datos disponibles, pero se obvia que NO ofrece respuesta para la pregunta sobre la causa y el sustento del primigenio campo del inflatón, ni para las leyes físicas que lo acompañan, sustento sobre el que se generan los universos burbuja en dicha tesis. Amén de que deja abierta la respuesta a la pregunta sobre por qué existe este campo del inflatón en lugar de no haber nada. Lo mismo ocurre con la idea de que nuestro Universo es un mundo computado (o simulado) por una inteligencia transcendental: deja sin explicación el origen o causa y el sustento de esa computadora o inteligencia trascendente. Desplazando simplemente las dudas ontológicas del hombre un peldaño más lejos, nada más. Por eso la realidad o no de esta trascendencia (o transcendencias) intermedias no son apetecibles ni sirven para nada filosóficamente hablando a parte de complicar aún más todo el asunto existencial 

En resumen, ninguna de las tesis metafísicas tradicionales pueden considerarse como una propuesta completa y cerrada, ya que todas dejan abiertas preguntas fundamentales sobre la existencia, el sustento, y el origen del universo. 

La única salida posible

Una vez llegados a este punto, es necesario conceder que la única propuesta o tesis racional y congruente imaginable que cumple con los requisitos lógicos que nos hemos propuestos de ser totalmente completa y cerrada, es aquella que que niega por completo la existencia; afirmando como supuesto principal que en realidad Nada existe, siendo todo esto que entendemos por mundo una mera ilusión; pura apariencia

Esta propuesta evita ciertamente la mencionada recursión causal infinita, ya que al negarse a priori la existencia en sí de cualquier cosa, obviamente no hay que buscar causa o explicación para nada, ya que no hay realmente nada que explicar. Además, como veremos más adelante se ajusta a la lógica y a la evidencia matemática y fenoménica disponible, y ofrece una explicación coherente y satisfactoria para muchas de las preguntas que nos hemos planteado a lo largo de los años.

De hecho, la propuesta de que todo es una ilusión o pura apariencia es una idea que ha sido defendida por filósofos y científicos a lo largo de la historia. El caso más clásico y prematuro de dicha corriente del pensamiento proviene nada menos que de Parménides, cuando aproximadamente en el año 530 a.C., escribió su famosa afirmación:

“Nada puede surgir de la nada”

La lógica de esta afirmación es aplastante: de la nada más absoluta no puede lógicamente surgir existencia alguna. Por lo tanto hay dos escapatorias posibles si queremos explicar el cambio, el movimiento y la creación y emergencia de existencias distintas a la de la nada (como es el caso de la supuesta creación existencial de nuestro mundo): 

1) O se afirma que hay algo diferente de la nada más absoluta que existe junto a ella (o en lugar de ella) desde siempre (algún Dios, el ápeiron de Anaximandro de Mileto, el famoso campo cuántico del inflatón, etc., etc.).

2) O se afirma que la existencia es imposible, y que por lo tanto jamás ha surgido o existido realmente cosa alguna distinta de esta inalterable y absoluta nada.

Pero ya hemos visto que la opción 1) no nos vale porque deja siempre preguntas abiertas y sin respuestas racionales claras: ¿cómo llegó a la existencia este ente primigenio distinto de la nada? ¿Cómo se sustenta? ¿Cuál es su sustancia? ¿Por qué es como es y no de otro modo? ¿Por qué (y cómo) es posible que surja luego nueva (y diferente) existencia a partir de este ente? Es decir; ¿cómo este ente eterno puede luego a su vez crear y sostener otra existencia cambiante y distinta (en esencia) a él mismo (problema del cambio que ya detectó Parménides)? Y finalmente, ¿por qué y cómo existe dicho eterno ente esencial en lugar de no haber otra cosa más que nada?

Sin embargo, si nos quedamos con la opción 2), todas estas preguntas se responden de manera inmediata: no existe ningún ente primigenio distinto de la nada cuya existencia explicar, puesto que afirmamos que no hay en esencia nada que exista realmente; por otra parte no es necesario nada que sustente a la nada, la nada no requiere de sustancia, la nada no puede ser más que nada (no puede ser de otro modo u otra cosa por definición), no tenemos la necesidad de explicar cómo y por qué surgen variables existencias distintas a la nada porque negamos tal posibilidad a priori, y finalmente resolvemos la paradoja de Leibniz al  convertirse su famosa pregunta en ilegítima: ¿por qué existe alguna cosa en vez de nada? ¡y es que en realidad NO existe cosa alguna, sólo la nada!

Pero claro, ¿entonces qué es todo esto que vemos a nuestro alrededor, esto que entendemos como mundo y que no se parece a la nada en absoluto? Grosso modo, en su forma más simple, esta teoría se sostiene afirmando que el universo que percibimos a nuestro alrededor no es más que una ilusión creada por nuestra subjetiva mente consciente. Una ilusión que es una manifestación de nuestras experiencias, pensamientos y emociones, y que no tienen un sustento real o una causa concreta. Y aunque sea ésta una visión contraintuitiva, la propuesta se ajusta bastante bien a la evidencia matemática disponible, ya que la física moderna ha demostrado que las partículas subatómicas que componen nuestro mundo no se conforman por ningún tipo de sustancia o sustento real, reduciendo las teorías más modernas la materia a intangibles constructos ideales y no observables. Esto significa que las moléculas que componen nuestros cerebros, y por tanto nuestra mente consciente, también se reducen a estos constructos inmateriales, indeterminados e insustanciales.

En resumen, la propuesta de que todo es una ilusión es una teoría coherente y satisfactoria que se ajusta a la lógica y a la evidencia disponible. Esta teoría nos permite evitar la recursión ontológica infinita y ofrece la única explicación (racional) plausible y satisfactoria para todas las preguntas lógicas que nos hemos planteado a lo largo de los años: es decir, que aunque el sentido común se resista a creerlo, quizás el mundo realmente no existe. 

Sólo si partimos pues de la premisa de que nada existe realmente, podremos librarnos de las preguntas abiertas, de las respuestas inefables, y alcanzar una tesis ontológica racional lógicamente congruente y plenamente completa. Lo que no existe no necesita explicación, y si nada existe, entonces no hay nada que explicar. No hay alternativa lógica posible: debemos aceptar como hipótesis principal que nada existe en realidad, y que todo lo que nos parece real es pura apariencia o ilusión.

Sueños, drogas e ilusiones ópticas


Esta hipótesis sin duda resulta chocante pero, aunque no lo parezca, tenemos evidencias empíricas que favorecen en cierta medida su posibilidad. Tales experiencias son en parte inmanentes y de hecho, todos las experimentamos casi a diario. Mencionaremos varios casos concretos de tales indicios: los sueños, el consumo de drogas, y las ilusiones ópticas.

Cuando soñamos, nuestra mente literalmente alucina con fenómenos y hechos causales que no tienen contrapartida real. Es decir, vivimos durante esas horas de sueño dentro de un mundo de fantasía generado por los procesos neurológicos de nuestro cerebro. Lo que tomamos como real mientras dormimos, al despertar descubrimos que no era más que pura apariencia de realidad. Por lo tanto vemos como, a priori, es posible tomar por real una pura apariencia de ser ficticia. Nuestro cerebro es capaz pues de generar o crear ideas de fenómenos inexistentes y tomarlos como reales sin notar el engaño durante el proceso. 

Otro punto importante a tener en cuenta con el sueño es el hecho de que cada noche vamos a la cama, y literalmente, se detiene nuestra percepción de "existir" como sujetos conscientes. Cuando dormimos, pasamos por diversas fases del sueño. En la etapa 4ª (Sueño Delta), el cerebro casi se desconecta por completo: las ondas cerebrales son amplias y lentas, y no se sueña. Durante los 20 minutos aproximadamente que dura esta fase del sueño, nuestro mundo realmente deja de "existir", y nosotros con él. Durante 20 minutos, experimentamos de manera inmanente cada noche algo muy similar a lo que será nuestra muerte, y también a lo que fue antes de nuestro nacimiento: la nada en su sentido más amplio; la completa ausencia de existencia subjetiva.

Igualmente se conocen de cientos de ilusiones sensoriales (normalmente ópticas) capaces de hacer creer a nuestra consciencia en la realidad de fenómenos que son aparentes y objetivamente inexistentes. Además, debido a que la estructura neuronal de todas las personas son muy parecidas, todo poseemos estas ilusiones que podemos denotar como alucinaciones colectivas: todos estamos de acuerdo en otorgar existencia fenoménica a un engaño del que nuestro cerebro no nos deja escapar. Por poner un ejemplo de entre miles, fijémonos en el efecto óptico de los "Cereales móviles":

Si mueves los ojos a través de esta imagen tendrás la sensación de que los granos se mueven. No es ninguna animación sino una imagen fija. La explicación está en nuestra visión periférica, la cual tiende a detectar movimiento cuando se producen saltos de luminosidad en las imágenes. Además, la forma curvada y la disposición de las figuras incrementan el efecto. Pero lo importante es notar que aunque comprendamos la explicación científica, aún así ninguno podemos evitar alucinar con este movimiento que en realidad no existe.


Es decir, que este ejemplo demuestra como existen fenómenos naturales sobre los que todos masivamente e irremediablemente alucinamos, tomando por real (el movimiento del grano en esta imagen por ejemplo), cosas que en realidad son ilusiones compartidas de manera colectiva dada la similitud cognitiva de todos los hombres como sujetos.

Huelga decir que también ciertas drogas alucinógenas tienen la capacidad de hacer creer al consumidor de las mismas en la existencia de procesos que realmente no tienen lugar más que en su cabeza, lo mismo que ciertas enfermedades neurológicas. 

Por lo tanto sí, en principio es posible que una falsa existencia se nos aparezca como real y que no podamos notar el engaño en modo alguno. Y también tenemos la experiencia de cómo sería una total ausencia existencial (por ejemplo, la "nada" experimentada en la fase Delta del sueño). Tenemos muchos ejemplos introspectivos sobre estos asuntos. La cuestión ahora es estudiar si es posible generalizar este hecho y llegar a la conclusión de si en realidad TODO podría en esencia ser mera apariencia o ilusión sin existencia real; una especie de alucinación colectiva absoluta (después de todo, todos tenemos el mismo tipo de estructura cerebral).

El mundo antes de nuestro nacimiento


Otro proceso introspectivo que nos ayuda en la tesis que defendemos (y que ya hemos mencionado de pasada arriba al hablar sobre el sueño), es la idea de qué fue de "nosotros" antes de nuestro nacimiento como sujetos. ¿Alguna vez te has preguntado que sentiste o percibiste antes de tu nacimiento subjetivo? Es decir, ¿qué idea instintiva te viene a la cabeza sobre el mundo antes de que tu cerebro se formara y las conexiones sinápticas adecuadas se produjesen? Yo personalmente, cuando me retraigo atrás en el tiempo y acabo alcanzando los primeros recuerdos de la infancia en mi memoria, al intentar ir más allá en la historia temporal de mi vida consciente, acabo alcanzando la idea de una especie de nublosa oscuridad; algo así como una negra e inmóvil no existencia. Es decir, que me veo forzado a admitir que todo el tiempo y todos los supuestos eventos objetivos anteriores a mi nacimiento consciente se reducen para mi como sujeto a la nada. Han podido pasar 13 mil millones de años o una eternidad, lo mismo da: mi percepción intuitiva introspectiva es la de que sólo una especie de "nada" hubo antes de mi nacimiento; ni tiempo ni eventos ni cambio ni existencia, nada. Todo eso que entendemos como mundo apareció de repente para mi yo subjetivo hace apenas 40 años cuando mi cerebro tomó forma, antes de eso; sólo veo oscuridad: una especie de representación de la nada, una nulidad existencial que bien pudo (y puede) ser infinita.

¿Refuta este hecho introspectivo la existencia objetiva del mundo? Obviamente no; pero sí que pone delante de nosotros de manera sorprendente la posibilidad de hacernos una clara idea de qué se puede entender por el concepto de nada absoluta. Una nada que de hecho todos experimentamos cuando reflexionamos con retrospectiva sobre lo acontecido antes de nuestro nacimiento ¡cuando sólo observamos en nuestra mente de manera instintiva negrura y vacío (por mucho que luego nos hablen y nos creamos la objetividad del Big Bang, la evolución, y demás eventos pasados)! 

La posibilidad de que quizás jamás haya existido nada, y de que el mundo que percibimos a nuestro alrededor es pura apariencia o ilusión de existencia toma fuerza gracias a todas estas recreaciones instintivas que surgen de nuestra reflexión interior innata e inmanente: 

Si al soñar nuestro cerebro es capaz de alucinar mundos inexistentes (y durante los 20 minutos de la fase Delta de hecho desparecemos casi por completo como sujetos consientes, similar en parte al estado de coma), si las drogas alucinógenas nos permiten percibir realidades ilusorias, si tenemos cientos de ejemplos de ilusiones ópticas que demuestran que nuestro cerebro es capaz de imaginar cosas, sucesos y eventos que realmente no tienen lugar; si además cuando pensamos de manera inmanente sobre el mundo antes de nuestro nacimiento sólo vienen a nuestra cabeza ideas de oscuridad y vacío; ¿no es acaso posible e incluso probable que nuestra tesis principal sea cierta? ¿Que TODO lo que como sujetos tomamos por existente y real, lo objetivo, es pura ilusión y engaño, siendo lo único real en esencia esa eterna nada absoluta que nos viene a la mente al pensar en lo anterior a nuestro aparecer como sujetos pensantes?

Todos estos hechos que hemos mencionados vienen por lo tanto a reforzar, o como poco nos ayudan a entender metafóricamente, lo que quisimos decir antes cuando concluimos que, ante la duda ontológica sobre el mundo, no hay alternativa lógica posible mas que la de aceptar como hipótesis principal que nada existe en realidad, y que todo lo que se nos aparece como real es pura ilusión existencial.

Porque no es tan extraño como parece: cuando, como sujetos, intentamos imaginar o pensar sobre lo anterior a nuestro nacimiento consciente, o cuando intentamos imaginar nuestro futuro, una vez nuestras consciencias se apaguen; e incluso cuando pensamos en el mundo entre esas 7 horas de sueño diario, sólo se ve de manera inmanente un absoluto vacío, una nada existencial innegable. Quizás podamos aceptar a modo de fe que lo objetivo existe y  persiste pese a nuestro estado inconsciente, pero si nos preguntamos sobre nosotros, sobre nuestro estado como sujetos en esos momentos, sólo vemos una nubosa negrura inefable. Es algo que nadie puede negar. Además, debemos aceptar que incluso en nuestro estado de vigilia nuestra percepción consciente puede verse alterada de mil maneras posibles. Así pues, ante estos hechos introspectivos no cuesta tanto trabajo aceptar la tesis que niega la existencia real de cosa alguna, siendo todo el mundo pura apariencia y engaño existencial por y para sujetos.

Es más, desde las propuestas de David Hume (y pese al esfuerzo monumental de Kant), debemos aceptar que no hay modo en que nadie pueda racionalmente demostrar y convencer a otro sujeto cualquiera, fuera de toda duda, sobre la existencia real de los hechos objetivos. Es una tarea imposible a priori. En este sentido la duda sobre la existencia objetiva del mundo nos acompaña desde hace siglos y nos acompañará por siempre; pero la humanidad en general se limita a ignorar tal escepticismo insoslayable y se aferra sin pruebas a la creencia que dice que sí que existe una realidad objetiva. Nosotros proponemos la tesis opuesta; la creencia que niega a priori la posibilidad de una existencia real y objetiva, añadiendo que lo que como sujetos entendemos como mundo es pura ilusión y apariencia. Y como ya vimos:
  • La hipótesis que afirma la realidad existencial objetiva es compleja de defender y tiene muchísimos problemas lógicos a la hora de explicar el mundo en sí, como apreciamos en apartados anteriores.
  • La hipótesis que afirma la inexistencia de cualquier tipo de ente real; que todo fue, es, y será en esencia una nada absoluta (que se disfraza temporal, parcial, local, y exclusivamente entre sujetos tomando apariencia existencial), tiene apoyo inmanente (por débil que sea) cuando reflexionamos en nuestro interior sobre cuestiones tales como la distorsión de la representación del mundo que a veces sufrimos (ilusiones y alucinaciones), amén de que al imaginar el pasado y el futuro de nuestro ser como sujetos no "vemos" más que una eterna negrura o vacío existencial: la nada. Además, ya vimos que esta tesis es la única ontológicamene completa: no deja ninguna pregunta abierta, ni es necesario responder a nada de manera inefable o irracional.


El idealismo subjetivo


Cualquier persona con formación filosófica podrá hasta el momento entender que lo que se defiende no difiere demasiado de la filosofía del idealismo subjetivo defendidas por autores como Descartes, Berkeley, (en parte por) Kant y Fichte. Pero a continuación veremos que nuestra propuesta va más allá, puesto que vamos a intentar dar una respuesta completa al cómo este pensar subjetivo es capaz de dar cuenta de lo que entendemos por existencia, y todo ello sin necesidad de hacer uso del concepto de Dios, sin resignarnos en el agnosticismo, y de manera que no dejemos abierta preguntas ni tampoco acabar usando argumentos inefables o directamente irracionales. Y lo haremos atendiendo sólo a lo que la regularidad fenoménica nos cuenta (i.e., la física moderna) y tomando como hipótesis principal la ya mencionada afirmación de que: sólo si partimos de la premisa de que nada existe realmente, podremos librarnos de las preguntas abiertas, de las respuestas inefables, y alcanzar una tesis ontológica racional lógicamente congruente y plenamente completa. 

Vamos pues a ver cómo podemos lograr este resultado, pero antes; necesitamos mencionar qué es lo que nos cuenta el modelo físico teórico más preciso del que disponemos hasta el momento, para explicar luego que entendemos por matemáticas, y continuar finalmente con nuestro discurso.

El modelo estándar de partículas


Ya hemos comentado que la tesis principal que defendemos descansa en la idea de que nada existe en el sentido real y físico; que el mundo del fenómeno y nuestra representación de él se basa en un engaño o una ilusión de falso existir. Una pantomima que, no obstante, debe descansar sobre alguna base que la represente, y esa base no es otra que las matemáticas

De hecho, la física moderna escapa por completo de nuestros conceptos instintivos sobre los hechos reales, y descansa en un complejo andamiaje matemático que luego hay que "interpretar" para intentar darle sentido real. La relatividad especial, la mecánica cuántica, y su unión en el modelo estándar así lo corroboran. Tenemos sistemas de ecuaciones y proposiciones matemáticas por doquier que rompen nuestro sentido común, lo cual lleva (la mayoría de las veces sin éxito) a un esfuerzo por pretender darles significado. El caso más claro es el de la mecánica cuántica. Ésta nos dice que una partícula (la hipotética mínima expresión de materia) NO es ni está en ningún lugar-tiempo determinado, sino que se "dispersa" en ¡forma de una onda!, pero nadie sabe de qué sustancia se conforma o bajo que sustrato se dispersa. Esa onda además por principio NO es observable, siendo observable sólo el resultado de calcular el módulo al cuadrado (el conjugado compuesto) de tal onda (la cual incluye en su función el número imaginario i). Pero tampoco el conjugado compuesto de la onda de esta partícula nos indica directamente ninguna propiedad real y tangible (momento, posición, energía, etc.) sino que representa la probabilidad de que la partícula tenga tal o cual propiedad. Pero es que esa onda de probabilidad matemática tampoco es observable ni visible experimentalmente, sino que hay que observar primero un gran número de resultados de tal propiedad y luego comparar con lo predicho con esta onda de probabilidad llegándose al acuerdo de que lo que se experimenta y lo que la onda de probabilidad dice se corresponden con bastante precisión.

Luego está el hecho de que medir u observar (es decir, contar eventos), implica que la onda de dicha partícula en particular "colapsa" de algún modo, dejando su conjugado compuesto con valor igual a 1 (pasándose de probabilidad a certeza, o de onda a "partícula"). Este colapso matemático es una aberración que nadie comprende realmente y que ha dado lugar a decenas de interpretaciones para la mecánica cuántica. Sin mencionar el resto de sinsentidos como son la indeterminación del principio de incertidumbre, la superposición, el entrelazamiento cuántico, el principio de mínima acción, la relatividad de los eventos según la velocidad de un sistema respecto a otro, etc.

En resumen: las matemáticas de la física moderna quedan tan lejos del concepto intuitivo de existencia y materialidad, que es difícil, si no imposible, defender la realidad del mundo a partir de ellas. Lo más que se intenta es "interpretar" tales matemáticas intentando dotarlas y acercarlas al mundo físico cotidiano, pero siendo sinceros, con poco éxito. La física y el mundo que nos rodea se alejan cada vez más conforme estudiamos fenómenos cada vez más alejados de la energía y el tamaño de los objetos mesoscópicos; es decir, de los implicados estrechamente en la aptitud para la supervivencia en el proceso evolutivo que dio lugar a nuestro cerebro.

Así pues, cuando intentamos observar y comprender el mundo a escalas no cotidianas, vemos como terminamos con un conglomerado de matemáticas que contradicen nuestro sentido común sobre la realidad física. La existencia se nubla y se tiñe de vagas y casi inefables interpretaciones que no vienen más que a reafirmar nuestras sospechas sobre la ilusión de la realidad esencial que rodea al mundo. 

Viene a colación la frase más famosa de uno de los genios del siglo pasado, Richard Feynman: “Creo que puedo decir con seguridad que nadie entiende la mecánica cuántica”. Y para nosotros esto es algo obvio que no podía ser de otra manera. Nadie entiende la mecánica cuántica porque se pretende sacar de sus matemáticas realidad, sustento, sustancia y existencia esencial. Pero eso es imposible. Porque nada de eso es lo que nos enseñan los constructos matemáticos con los que se trabaja hoy día en física. Al contrario, lo que nos enseñan es que; ¡fuera de nuestro ámbito cotidiano evolutivo de energía y tamaño, el sentido común de la existencia objetiva de una realidad determinada e independiente del sujeto se viene abajo, quedando únicamente ideas abstractas sin correspondencia clara con nada que se pueda entender desde el sentido común como existencia o realidad

Pero continuemos. Siendo honestos, al conjunto infinito de funciones de ondas matemáticas a priori inextensas e inobservables que inundan todo el espacio-tiempo completo constituyendo campos cuánticos, también a priori sin sustento ni sustancia, y cuyas vibraciones elevadas al cuadrado (conjugado complejo) implican la probabilidad de encontrar una partícula o conjunto de partículas con tal o cual propiedad, NO se lo puede entender como una realidad física en el sentido tradicional por mucho que nos esforcemos en intentar interpretar o construir metáforas. Porque además no es sólo eso, es que estas ondas inobservables por definición interaccionan (se acoplan) unas con otras matemáticamente mediante la multiplicación de tales funciones de onda por una constante numérica (un número arbitrario), haciéndose uso para ello de otros campos cuánticos intermedios que conforman lo que se ha dado en llamar partícula "virtual"; que no es más que otra categoría de función de onda que se intercala en las matemáticas del conjunto para que todo cuadre con las observaciones experimentales. 

Esto es en resumen el modelo estándar de partículas. Un gigantesco conglomerado abstracto de constructos matemáticos que vino a destrozar nuestra creencia sobre un mundo microscópico real y determinado conteniendo sustancias y sustratos materiales bien definidos. Ahora vemos que no es así, que todo se reduce a la abstracción lógica, a lo físicamente inexistente, a lo inextenso y lo indeterminado; a lo relativo, lo insustancial e inmaterial, a la pura matemática atemporal físicamente inexistente: 


Si se quiere entender el modelo estándar de partículas de un modo más visual es muy recomendable el siguiente vídeo:

¿Qué son las matemáticas?

Vemos así como la herramienta que nos va a permitir defender la ilusión de realidad dentro de la nada esencial más absoluta son las matemáticas. A las inefables matemáticas se reducen la física moderna y son representación directa del mundo a escalas micro y macroscópicas. Fuera de las escalas de energía y tamaño de nuestro día a día, el concepto de realidad física material desaparece; y en su lugar nos encontramos simplemente con abstractos constructos ideales sin sustancia ni sustrato de soporte; sólo nos quedan relaciones y principios lógicos de estructuras imaginarias que no se pueden entender como reales o existentes en el sentido físico, pero que no obstante proyectan y hacen emerger en nuestro cerebro una ilusión subjetiva de realidad y existencia para las escalas mesoscópicas en la que la evolución biológica tuvo lugar.

Así pues, hemos encontrado en las matemáticas justo lo que necesitábamos para sustentar nuestra tesis: una base en esencia inexistente, insustancial, incausada, atemporal, inextensa, intangible, inobservable; que no necesita sustrato ni soporte físico alguno, pero que además representa y proyecta la emergencia (local, parcial, y subjetiva) de una ilusión de realidad física; que es a lo cual se reduce finalmente nuestra percepción del mundo.

Y es importante señalar aquí que no nos referimos a las matemáticas como entes existentes al estilo platónico y su mundo de las ideas, sino como puros heurísticos y constructos mentales inventados por nuestro cerebro evolutivo. Nuestra mente subjetiva, al acaparar y estudiar una pequeña parte local del todo universal, interpreta por error ese fragmento como algo real y atribuye existencia y objetividad a dichos fenómenos cambiantes. Luego, mediante razonamientos lógicos inventa un lenguaje mínimamente ambiguo con el que comunicar los patrones y regularidades fenoménicas contempladas. Es precisamente esa regularidad local, parcial, y subjetiva, convertida en lenguaje críptico, lo que se entiende como matemáticas. Es el método más eficiente mediante el cual los sujetos se transmiten unos a otros la información teórica sobre el modo en que ese mundo con regularidades, en apariencia objetivas, se comporta. 

Y nada más. Las matemáticas no existen en esencia, ni tampoco tienen nada de especial los símbolos o números que nosotros utilizamos de manera arbitraria. En el fondo las matemáticas no son más que creaciones imaginarias que permiten la comunicación sobre la regularidad fenoménica local y parcial entre sujetos con estructuras neuronales de similares características y capacidad.

Al decir que "2 + 2 = 4", no pretendemos decir que hay un mundo platónico donde existe el 2, el 4, el "+", y el "="; sino simplemente decimos que esos símbolos, números y el orden en que los establecemos, nos permiten construir un insustancial lenguaje capaz de transmitir (entre sujetos con similares capacidades intelectuales) información lógicamente consistente sobre los fenómenos del mundo y el modo en que estos parecen variar. En el caso de ejemplo, sólo estamos comunicando de manera no ambigua y críptica que en el mundo empírico que nos rodea es una regularidad (es costumbre, como diría Hume) observar que si unimos dos objetos a otros dos, acabamos con un sistema de cuatro objetos.

Y esta afirmación sobre las matemáticas se mantiene y generaliza para todas las ramas de las mismas: álgebra, geometría, trigonometría, análisis, estadística, etc.

Por lo tanto, ahora podemos por fin cerrar el círculo y entender en conjunto lo que está ocurriendo: en esencia, teniendo en cuenta la mayor totalidad imaginable (el Todo), no existe nada. Sin embargo, si tomamos trozos parciales y locales de ese Todo, entonces pueden aparecen sujetos capaces de proyectar incompletos fragmentos de este Todo, alucinando así con el concepto de existencia, movimiento y cambio. Esa falsa apariencia de existencia y regularidad es luego lógicamente encriptada (matemáticas) y transmitida en masa entre sujetos con esta misma capacidad mental, de modo que todos acaban coincidiendo en que es cierto que existe un mundo físico y que por tanto hay que explicar su origen, causa y sustento.

Pero si se atiende con cuidado a estas matemáticas ya vimos que se pueden obtener pistas de la Verdadera nada esencial subyacente al mundo. Las leyes de conservación indican que cada vez que se observa un sistema, la suma de las propiedades del mismo siempre son tales que se cancelan opuestos hasta que ningún cambio neto tiene lugar. La teoría de la relatividad se basa en el concepto del invariante, el principio de mínima acción (H(q,p,t) - E = 0) también relaciona el movimiento de las partículas a la condición de que la energía total E del sistema permanezca sin cambio neto alguno (H(q,p,t) = E), y podríamos continuar de este modo con mil ejemplos más. Las teorías y leyes físicas, una vez codificadas lógicamente con símbolos matemáticos, apuntan siempre al mismo hecho: se mire donde se mire, las regularidades de los sistemas físicos se comportan de modo tal que, netamente; todo se conserva, todo permanece y nada cambia.

¿Y por qué todo se conserva, se cancela y permanece y se mantiene libre de cambio real y neto? Porque la creación, la existencia, el movimiento y el cambio son en esencia imposibles. Porque en realidad nada existe, y nada puede surgir de la nada. Sólo la apariencia de existencia y de cambio tienen cabida en este marco, y únicamente de manera subjetiva: ideal e insustancial.

El origen de las matemáticas


El lector más avispado puede todavía argumentar o argüir que estas propias matemáticas, es decir; ese lenguaje críptico mediante el cual nos transmitimos entre sujetos las regularidades y patrones observadas en el fenómeno, necesitan de algún tipo de sustento o de explicación. Pero no es el caso y voy a explicar a continuación el modo en que podemos salir de esta aparente contradicción:

La pregunta sobre el origen de las propias matemáticas se basa en la equivocada idea de proponer que éstas existen. Pero no es el caso, como hemos propuesto anteriormente. Las matemáticas no son nada en sí, en esencia no existen; tratándose simplemente de un insustancial lenguaje encriptado mediante arbitrarios símbolos ordenados y estructurados lógicamente mediante el cual nos comunicamos los sujetos unos con otros, expresando lo que observamos y percibimos sobre un supuesto mundo objetivo externo a nosotros mismos; un mundo sobre el cual todos los individuos concordamos y que, al parecer, compartimos. Es como la pretendida realidad del rojo. El color rojo no existe en sí, sino que emerge como un concepto ideal entre sujetos con similares cerebros al interpretar éstos (de manera inconsciente) los valores matemáticos medios (cuánticos) de la longitud de onda de los fotones (que ya vimos que se reducen a un conjunto de etiquetas y números indeterminados sin base material, y sin sustrato ni sustancia).

Pero claro, aunque las matemáticas en sí sean ideas imaginarias insustanciales, inextensas, intangibles e inexistentes en el sentido físico del término; aún quedaría por ver dos puntos: 1) Estudiar si tales ideas necesitan de un sustento (el cerebro en nuestro caso) que deba ser algo existente y material, y 2) estudiar si esa regularidad que nos transmitimos los sujetos, matemáticas mediante, es necesariamente algo físico y real. 

Antes de responder vamos a proponer esta imagen para que el lector pueda visualizar el discurso que realizaremos a continuación:


Hemos visto que los sujetos pensantes capaces de preguntarse por la explicación ontológica del mundo basan toda su capacidad intelectual, incluida la consciencia, en un supuesto sustento físico al que llamamos cerebro (4). Este complejo cerebro ha evolucionado en la Tierra durante millones de años mediante un proceso mecánico guiado por la termodinámica en sistemas lejos del equilibrio térmico. Este proceso, en resumen, lo que ha hecho es unir y ordenar intrincadas estructuras de proteínas (1 -> 2) y otros compuestos orgánicos conformando primero células (2 -> 3), luego seres multicelulares simples, y finalmente organismos con distintos órganos cooperando. Tras aproximadamente 4000 millones de años aparece un órgano (3 -> 4) lo suficientemente complejo y especializado (el mencionado cerebro) capaz de alcanzar la consciencia, la lógica y la capacidad para transmitir información críptica (matemáticas) a individuos que poseen un órgano similar (4 -> 5). 

Posteriormente este avanzado órgano llamado cerebro se pone a estudiar y a generar ideas y teorías sobre el mundo, las cuales transmiten a otros sujetos mediante el lenguaje matemático. Tras varios siglos de ciencia (la cual incluye como paso fundamental la corroboración empírica experimental), este cerebro es capaz de explicar su propio origen del modo en que acabamos de comentar (5 -> 1' -> 2 -> 3 -> 4 -> 5). Parte primero de las regularidades fenoménicas experimentales, y formaliza en lenguaje matemático usando unas extrañas (y poco intuitivas) ecuaciones matemáticas, el funcionamiento del mundo subatómico de las partículas. A esa descripción de bajo nivel la llama modelo estándar; pero el andamiaje sobre el cual este modelo se constituye es completamente insustancial e indeterminado. El realismo hace aguas y el fenómeno físico pierde en el mundo de las partículas las características mínimas que se exigen para determinar que algo existe y es real. De hecho, en la teoría de campos (1) en que se basa el modelo estándar de partículas, éstos constituyentes mínimos del ser dejan de constituir entes independientes, determinados, sustanciales y observables; reduciéndose los mismos a un listado de meras funciones, números, y etiquetas. 

Sea como fuere, si obviamos la extrañeza de estas leyes matemáticas subyacentes a la partícula, podemos cerrar el círculo explicando perfectamente el paso de partículas a átomos, de éstos a moléculas, luego a macromoléculas (como las proteínas), orgánulos y células (termodinámica mediante), y finalmente órganos y organismos con cerebros los cuales pueden entender y transmitir el ciclo completo que ha llevado a su propia aparición en el mundo.

Ahora sí, ya estamos en condiciones de poder responder a las dos preguntas que nos hicimos antes:

1) Estudiar si las ideas mentales (generadas en nuestro caso por el cerebro) necesitan de un sustento físico que deba ser algo existente y material.

La respuesta paradójicamente es que NO, y se puede ver gráficamente si recorremos el camino inverso desde el punto (4) en la gráfica hacia el punto (1). El cerebro basa su funcionamiento en la coordinación de estímulos eléctricos por entre células neuronales haciendo uso de moléculas llamadas neurotransmisores. Pero tanto los potenciales eléctricos como las moléculas que conforman las neuronas y los neurotransmisores (y demás constituyentes del cerebro) se reducen como vemos a la bioquímica primero, y a la física atómica. Finalmente, la física que estudia los átomos es reducida a la teoría que describe el mundo de las partículas: el modelo estándar y sus etéreos campos cuánticos.

Y aquí tenemos la clave: el modelo estándar describe un mundo en el que las partículas no son materiales en el sentido de poseer sustancia y extensión; no son "cosas" tangibles, determinadas, y directamente observables, no poseen siquiera la propiedad de la indivisibilidad ni la individualidad (el concepto de campo cuántico así lo determina); todo se reduce a un conglomerado nubloso de infinitud insustancial, invisible e indivisible, de probabilidad e indeterminación; en resumen, acabamos con puras ideas mentales que no parecen describir nada físico o real en sentido estricto. Estas ideas mentales las formalizamos matemáticamente (funciones de onda, probabilidad, etc.), pero eso no debe hacernos olvidar que no hay modo de "interpretar" dichas matemáticas de manera que podamos dotar de realidad física a la partícula en sí.

Una partícula, lo que se entendía como la unidad mínima de materia, ha resultado quedar reducida a  perturbaciones ondulatorias no observables dentro de un insustancial, interminable, inextenso, indeterminado e indetectable éter de probabilidad (campos cuánticos). Pero esta idea de partícula generada por nuestro cerebro no puede entenderse como algo físicamente real por mucho que lo pretendamos.

Por lo tanto no, las ideas mentales de nuestro cerebro no necesitan de un sustento físico real, siendo las mismas fruto de un proceso que se reduce finalmente a conceptos mentales sin existencia física; inefables partículas que sólo confieren la capacidad de pensar de manera local, parcial y subjetiva. Es decir; que el pensamiento aparece de la nada cuando ese infinito "mar" de indecible e insustancial éter de funciones de onda se organizan localmente de tal manera que surge la ilusión del círculo de la gráfica anterior. 

Sin el cerebro subjetivo (4), la propia idea de existencia física, de espacio y de tiempo, no tendría sentido; y todo quedaría reducido pues a lo insustancial, a lo interminable, lo inextenso, lo atemporal, lo indivisible, lo intangible; es decir, a la nada existencial más absoluta. 

Por lo tanto no es sólo que el cerebro no necesite de un sustento físico real para poder idear e imaginar, es que es sólo gracias a este cerebro subjetivo (reunión parcial y local fortuita de esas nubes de indeterminación probabilista) que el mismo concepto de realidad física adquiere su significado parcial en el sujeto. Un concepto ideal, aparente y engañoso; una ilusión que aparece desde la nada existencial y que no necesita explicación alguna una vez que se detecta lo ilegítimo de otorgar realidad física a este constructo mental con el que todos alucinamos: el mundo.

2) También debíamos estudiar si esta regularidad que nos transmitimos los sujetos, matemáticas mediante, es necesariamente algo físico y real. 

A estas alturas debe ser obvia la respuesta: no. Todo lo que los sujetos se transmiten los unos a los otros, se reduce a la misma nada esencial en que resulta acabar el estudio de la física de partículas. De hecho, no podemos siquiera decir con propiedad que hay separación o individualidad real entre unos objetos y otros, ni siquiera entre unos sujetos y otros. Todo el mundo en su conjunto; tanto los sujetos que alucinan en masa, como los objetos físicos en apariencia externos a nuestro pensar, somos la misma cosa: un infinito e indivisible "mar" de negrura insustancial (1). Un eterno no existir que localmente delira con la apariencia y el cambio cuando esta nada sueña con una parte su todo (cuando ocurre el círculo completo de la gráfica de arriba 1->5).

En este punto tengo que incluir este pequeño fragmento de una serie de televisión muy interesante que viene a expresar en parte lo descrito hasta el momento:

Transcribo el texto del vídeo a continuación:

"Myself. My self. That's the problem. That's the whole problem with the whole thing. That word: self. That's not the word. That's not right, that isn't ... That isn't. How did I forget that? When did I forget that?

The body stops a cell at a time but the brain keeps firing those neurons, little lightning bolts like fireworks inside and I thought I'd despair, or feel afraid, but I don't feel any of that, none of it because I'm too busy. I'm too busy in this moment, remembering. 

Of course. I remember that every atom in my body was forged in a star. This matter, this body is mostly just empty space after all and solid matter? It's just energy vibrating very slowly and there is no Me. There never was. The electrons of my body mingle and dance with the electrons of the ground below me and the air I'm no longer breathing, and I remember there is no point where any of that ends and I begin. I remember I am energy, not memory, not self. My name, my personality, my choices all came after me. I was before them and I will be after and everything else is pictures picked up along the way. Fleeting little dreamlets printed on the tissue of my dying brain, and I am the lightning that jumps between. I am the energy firing the neurons and I am returning. Just by remembering, I'm returning home. It's like a drop of water falling back into the ocean of which it has always been a part. All things a part. All of us a part. You, me, my mother and my father, everyone who has ever been, every plant, every animal, every atom, every star, every galaxy. All of it. More galaxies in the universe than grains of sand on the beach and that's what we're talking about when we say God. The One. The Cosmos and its infinite dreams. We are the cosmos dreaming of itself. It's simply a dream that I think is my life, every time. But I'll forget this. I always do. I always forget my dreams. 

But now, in this split second, in the moment I remember, the instant I remember I comprehend everything at once: there is no time, there is no death, life is a dream. It's a wish made again and again and again and again and again and again and on into eternity. And I am all of it. I am everything, I am all.

 I am that I am."

Otro vídeo, menos poético y más científico, donde se viene a expresar algo muy similar es la sencilla divulgación de la teoría cuántica de campos que realiza el físico Arvin Ash en el siguiente vídeo (de especial interés lo comentado en el minuto 11:48 del mismo):


¿Y por qué estas matemáticas y no otras?


Aún aceptando, visto lo anterior, la no necesidad o lo ilegitimo de exigir una explicación para las matemáticas en sí, el lector todavía puede argumentar que nuestra tesis deja sin responder por qué son tan concretas las matemáticas que derivamos desde la observación física del mundo microscópico y macroscópico. ¿Cuál es el origen del fino ajuste de las constantes cosmológicas y de las leyes matemáticas que usamos para describir la regularidad del fenómeno en nuestro mundo? ¿Por qué derivamos estas matemáticas (esta concreta estructura lógica de símbolos)  y no otras cuando éstas abarcan un conjunto infinito de posibilidades?

La clave para esta pregunta es que, aunque el conjunto de reglas matemáticas (el conjunto de símbolos y de estructuras lógicas que los relacionan) es infinito, ideal, inextenso, intangible, insustancial, inexistente en el sentido físico, y además atemporal; aún así, no todos los subconjuntos de estas reglas permiten que surja la "alucinación" subjetiva del ser, del cambio y del movimiento. Es decir, que son sólo unos determinados subconjuntos del conjunto infinito de reglas matemáticas los que permiten la ilusión de la existencia temporal que nosotros como sujetos proyectamos ilusoriamente como algo real y físico (no cualquier conjunto de regularidades permiten el ciclo completo que vimos en al apartado anterior, pasando de la pura e inexistente regularidad matemática (1) hasta dar lugar a cerebros (5) que localmente perciben la ilusión del cambio (1')). 

Es la nuestra una propuesta similar a la del multiverso matemático de Nick Bostrom, aunque con la diferencia de que nosotros no afirmamos la existencia de múltiples universos con distintas leyes matemáticas, porque hemos dicho que no existe nada real, sino únicamente la existencia de múltiples subconjuntos de regularidades capaces de hacer emerger el "engaño" subjetivo de una existencia física. La propuesta de Nick tiende más hacia el platonismo e intenta dotar de existencia y realidad a esos mundos con matemáticas diferentes; mientras que nosotros defendemos que no existe nada en realidad: ¡mucho menos infinitos universos físicos que pretender explicar!

Nuestra propuesta puede entenderse como una especie particular o más general del principio antrópico: sugerimos que las características de cualquier conjunto de regularidades capaces de ser percibidas de manera ilusoria como una realidad física existente al proyectarse subjetivamente una pequeña parte del Todo (que es la nada absoluta); parecerán siempre estar "afinadas" precisamente porque son sólo los subconjuntos de este tipo los que permiten la aparición de "consciencias" capaces de preguntarse por la causa de su "realidad" y "existencia", sin embargo; en esencia vemos que no hay tal realidad ni tal existencia, y que todo es pura y llanamente una proyección ilusoria de ser y de cambio físico facilitada por un subconjunto particular, local, y parcial de regularidades insustanciales e inexistentes en el sentido físico (las cuales nosotros describimos mediante un lenguaje matemático que nos parece finamente ajustado).

En este punto cabe recalcar de nuevo que ese conjunto infinito de intangibles y simultáneas regularidades posibles (ese Todo) conforma en esencia lo que podemos denominar como una nada absoluta, en donde nunca nada realmente existe ni nada jamás deja de existir. Donde todo se cancela. Se trata simplemente de una infinidad de concurrentes reglas insustanciales, inextensas, atemporales, impotentes, inexistentes; en donde los conceptos de causa, efecto, movimiento y cambio no tienen cabida. Una nada que en esencia nunca deja de ser nada, aunque en la práctica un subconjunto parcial de sus reglas sí permite "desvariar" con la fantasía subjetiva de una existencia física.

Recalquemos de nuevo: todas estas reglas o regularidades insustanciales coexisten de manera eterna y atemporal, y en esencia cancelan sus propiedades como un Todo de modo que nada resta esencialmente: nada existe, nada queda, nada que explicar; ni sustancia ni tiempo ni extensión ni causa ni movimiento: sólo la esencial e indivisible nada absoluta.


Las partículas virtuales del modelo estándar


Vamos a realizar a continuación un pequeño receso para describir un fenómeno físico que la física moderna nos cuenta sobre nuestro mundo. Recordemos que tras el descubrimiento de la mecánica cuántica todo el fenómeno en el mundo se reduce a la mera probabilidad. No hay un estado de existencia definido, sino un estado matemático de probabilidad de existir de una u otra manera determinada. Nada en el mundo cuántico es y está en un estado definitivo y determinado; sino que todo vagabundea a lo largo de una función de onda que dictamina en qué porcentaje un ente tiene una determinada cualidad y en que porcentaje tiene tal otra. Todo es difuso e ilusorio y ninguna existencia física parece posible: el principio de incertidumbre se encarga de ello.


No es esta incertidumbre matemática el único rasgo sorprendente de la cuántica, pero sí el más relevante; y más aún cuando se aplica a las variables no complementarias de tiempo y energía (en lugar de a las de posición y  cantidad de movimiento). Recordemos que grosso modo energía y masa son cualidades equivalentes, por lo que cuando aplicamos este principio sobre el concepto de energía descubrimos que es posible que algo (lo que entendemos como partícula, masiva o no) aparezca literalmente como una pequeña fluctuación o perturbación sobre el vacío de un campo cuántico determinado; con la única condición de que la relación entre el tiempo que dicha perturbación permanezca como fenómeno en el mundo y la cantidad de energía (~masa) que tal ente posea obedezcan la inecuación que constituye el principio de indeterminación. Esto supone que cuanta más masa posea este ente (perturbación o fluctuación) aparecido desde el vacío cuántico, antes debe tal ente desaparecer de nuevo en la nada.

Pero remarquemos de nuevo que lo que entendemos por partícula no es más que una perturbación o fluctuación matemática dentro de un campo cuántico; en concreto, lo que anteriormente denominamos como masa (~energía) se traduce en cuál es la frecuencia y la amplitud de la onda de probabilidad ocurrida en dicho campo cuántico. Esta onda de probabilidad o perturbación en el campo cuántico (i.e., la partícula) posteriormente se mueve y cambia según el otro andamiaje fundamental del mundo cuántico: la ecuación de Schrödinger. Esta ecuación simplemente va a determinar el cambio en la amplitud, frecuencia, y el modo de vibración en general que va a sufrir esa función de onda en el tiempo.

Y ocurre una cosa sorprendente al unir los dos conceptos cuánticos arriba descritos: la apariencia de partículas virtuales. Estas partículas, base del andamiaje principal del modelo estándar, vienen a ser partículas normales y corrientes (es decir, perturbaciones u ondulaciones matemáticas) pero que tienen una peculiaridad especial: aparecen sin causa previa y se desintegran y desaparecen de nuevo en la nada muy rápidamente. 

Realmente sorprendente: tenemos un ente matemático (un espontáneo proceso de fluctuación ondulatoria) que sucede sin causa previa (sin que nada anterior ni exterior actúe o impulse para que tal fenómeno ocurra) y que debe desaparecer (siguiendo el principio matemático de indeterminación) tan rápido que tal fluctuación en esencia es como si no hubiese ocurrido (para que lo entendáis, no hay a priori modo de que jamás una partícula virtual pueda ser directamente detectada en modo alguno). De hecho, a esto se reduce en realidad el asunto y de ahí viene el apodo de "virtual": esas partículas espontáneas e incausadas deben aparecer y desaparecer de modo que su existencia no sea en modo alguno detectables, es decir; todo debe suceder como si nada hubiera ocurrido en realidad. 

Matemáticamente esta regla queda (en nuestro universo, y usando nuestra estructura arbitraria de símbolos) tal que así:




Aplicando este mismo concepto al Universo como un todo


Nuestro universo emerge, según el modelo cosmológico más aceptado, como una perturbación matemática incausada sobre un campo cuántico primigenio (el inflatón) que posteriormente derivó en subsecuentes procesos de creación y desintegración de otras partículas. Este proceso se parece en gran medida a lo que sucede en el modelo estándar, donde una partícula "virtual" puede desintegrarse posteriormente en otras partículas "virtuales" o "reales" siempre y cuando se respeten las leyes matemáticas de conservación y el principio de indeterminación. 

Por lo tanto el universo percibido por nosotros como sujetos podría entenderse en esencia como un proceso virtual en paridad a lo que ocurre en el modelo estándar con las partículas virtuales. Una energética perturbación (un ente matemático de probabilidad sin estado físico definido) emergió del vació de un campo cuántico primigenio (el inflatón) de manera incausada (i.e., que nada exterior o externo a tal perturbación actuó sobre este evento espontáneo). Y por lo tanto, según el principio de indeterminación, dicha perturbación primigenia (la energía necesaria tomada de la Nada en dicho evento) debe devolverse (es decir, desaparecer) de manera que tal perturbación (y el resto de ondulaciones derivadas que han ido ocurriendo durante millones de años) deben terminar (y terminarán) de acuerdo a la inecuación del principio de indeterminación del que ya hemos hablado: esto es, tan "rápido" que, a efectos prácticos, sea como si en realidad (en esencia) nada físico hubiese ocurrido.

Podemos concluir así que eso que todos entendemos como Universo físico no es en realidad (en esencia) Nada tangible o definido, que no hay, pese a que nuestra percepción cognitiva ilusoria nos pretenda "engañar", más que un caduco proceso matemático "fantasma" o virtual con apariencia de existencia.

Es mas, ya existen tibios avances en la divulgación científica que hacen apuntar a que los físicos están empezando a reconsiderar toda la tesis que venimos defendiendo hasta el momento. Valga como ejemplo este vídeo del famoso canal de YouTube PBS Space Time:


Generalizando

Hemos llegado a la conclusión de que ciertamente es posible que un subconjunto del conjunto infinito de reglas y regularidades posibles consigan hacer emerger la apariencia de ser; y tenemos como muestra experimental directa de tal hecho el uso de las partículas "virtuales" que hace la física moderna. Además, podemos extender los principios que dictan estas partículas virtuales y, dando un paso atrás, aplicar estas mismas reglas a la aparición (y desaparición) de nuestro Universo completo como un ente matemático igual de ficticio que esas partículas virtuales de la que nos habla la teoría cuántica de campos.

Y como todos los campos cuánticos, incluido el inflatón, y el resto de leyes y principios cuánticos reducen todo el fenómeno a la mera matemática insustancial, indeterminada e incausada; no es descabellado generalizar y hablar de que en realidad toda existencia es pura apariencia subjetiva y local. Y no sólo en nuestro universo, sino en cualquier tipo de mundo en el que las matemáticas reinantes permitan este tipo de alucinación física a la par que dejen la esencia de la nada inalterada.

Pero recordemos una vez más que todo este andamiaje físico se reduce a una determinada codificación y transmisión entre sujetos de números y símbolos arbitrarios conformando ese lenguaje que llamamos matemáticas. Lo símbolos y la estructura lógica en que se ordenan fueron seleccionados históricamente de manera aleatoria y, de hecho, el caso de que usemos una numeración en base decimal viene determinada porque ¡como especie tenemos diez dedos en las manos!

Por lo tanto lo importante no es el número, ni la ecuación, ni la fórmula; sino lo que éstos nos dicen una vez decodificamos su significado en lenguaje natural. Y es en este proceso de interpretación sobre la regularidad matemática donde encontramos grandes problemas cuando se parte de la creencia de que esos patrones realmente describen una existencia física real y objetiva. Se presupone a priori la existencia del fenómeno descrito y de ahí surgen todos los malentendidos una vez que se pretende entender el mundo. Pero la realidad es mucho más simple: no existen realmente ondas de probabilidad pululando y colapsando misteriosamente en un supuesto espacio-tiempo absoluto y definido; ni las partículas existen realmente como sustanciales entes objetivos definidos y determinados, ni siquiera el sujeto que piensa existe en realidad puesto que su pensamiento se reduce al cerebro, el cual a su vez reduce su aparente existencia al mismo inextenso e inmaterial concepto de partícula. 

Ya vimos que el círculo que explica el mundo empieza y acaba en infinitas reglas o regularidades insustanciales (sin sustrato) que coexisten de manera eterna y atemporal y que, en esencia, cancelan sus propiedades como un Todo de modo que nada resta esencialmente: nada físico ni real existe. Y esto es lo que las matemáticas vienen a decirnos cuando nos atrevemos a interpretarlas desde el punto de vista más sensato.

Los universos "virtuales" del sujeto

En este punto, podemos por fin avanzar un poco más y concretar que subconjunto de las matemáticas (de las infinitas e inextensas regularidades y reglas posibles y eternamente coexistentes) son capaces de generar el equivalente a lo que nosotros podríamos entender como un universo físico. En general, estos subconjuntos deben cumplir a la vista del sujeto siempre dos condiciones primordiales:

1) Que sean tales que permitan la alucinación subjetiva, parcial y local de una apariencia física de existencia, movimiento y cambio.

2) Que sean tales que ese "engaño" de existir deje toda esencia inalterada, puesto que de la nada infinita, insustancial, impotente, atemporal e inextensa; de esa nada absoluta que es la única Verdad en sí, no puede emerger algo que contradiga su Naturaleza de plena nulidad existencial. Así pues, la apariencia de existencia emergente debe ser de modo que las reglas y regularidades fenoménicas implicadas aseguren que, tomadas en su conjunto, sea como si nada existió realmente. Es decir, que todo se reduzca a meros destellos puntuales y focalizados; distorsiones surgidas al "observar" el sujeto localmente una parte del Todo.

Las leyes y principios matemáticos de nuestro mundo cumplen con estas dos condiciones, motivo por el cual no debe sorprendernos el fino "ajuste" de las características del mismo para que podamos tú y yo estar ahora aquí debatiendo sobre el asunto.

De la alucinación subjetiva (y colectiva), local y distorsionada de una existencia física real, donde el movimiento y el cambio tienen lugar; se encargan las leyes termodinámicas y la relatividad. Ya hemos comentado que la relatividad lleva implícito el hecho de que pasado presente y futuro están escritos y fijos en un continuo espacio-tiempo (un bloque estático de cuatro dimensiones matemáticas). Y la flecha del tiempo, necesaria para dar sentido al concepto de cambio y movimiento, es pues una "alucinación" local de nuestro cerebro cuando éste proyecta slides (rebanadas) de este bloque del continuo matemático del espacio-tiempo siguiendo el camino marcado por la termodinámica: algo similar a como una película ya grabada puede ser proyectada desde cualquier instante local determinado. Podemos avanzar la película, retroceder, ir 10 minutos hacia delante, etc., pero el contenido de la película nunca cambiará. Lo mismo sucede con la "apariencia" de la existencia física. Es relativa y local al "observador" (al sujeto que alucina). 

Y para la película ya grabada y terminada que constituye nuestro mundo, fue la termodinámica la directora y encargada de dirigir a los actores de principio a fin. Se encargó de hacer cumplir el principio de indeterminación del que hablamos antes, y también facilitó que localmente aparecieran cerebros gracias al empuje constante del aumento de la entropía total, lo cual permitió que en sistemas lejos del equilibrio térmico este aumento entrópico fuese maximizado gracias a un gigantesco aumento local en el orden de la materia; lo que acabó facilitando el proceso biológico evolutivo en la Tierra y finalmente dando lugar a nuestra configuración neurológica: que es la encargada de "alucinar" localmente con la ilusión del fenómeno físico como ente real.

Por tanto, cuando decodificamos las matemáticas de estas dos teorías, lo que descubrimos son regularidades y reglas que aseguran la causalidad local del fenómeno y el movimiento y el cambio parcial hacia estados desordenados pero que localmente pueden ser muy complejos. Un infinito, atemporal e inalterable bloque estático de cuatro dimensiones ya filmado donde todo es, fue y será de modo tal que tomando trozos parciales y locales del mismo aparecen en cierto punto sujetos que alucinan en masa y se transmiten la misma emergencia ilusoria de una existencia física; donde el cambio y el movimiento parecen entes objetivos reales. Un delirio existencial inevitable y proyectado punto por punto una y otra vez durante toda la eternidad de manera simultánea. 

Por otra parte, del punto (2) se encargan las leyes matemáticas de la conservación. Es decir, las reglas y regularidades que se encargan de que, tomado como un Todo, ningún cambio neto esencial tiene jamás lugar.  Así pues, las matemáticas (regularidades) que se encargan de la conservación de la energía, del momento lineal, del momento angular, de la carga, etc. son tales que, ¡al tomar el conjunto de un sistema (y no una parte del mismo) el cambio neto efectivo total es nulo! Es decir, que las matemáticas que describen la regularidad del fenómeno aseguran que el cambio neto es, y siempre será, inexistente (nulo). Esto efectivamente asegura que en esencia el cambio y el movimiento sean imposibles, lo cual desvela claramente el engaño al que nos lleva nuestro cerebro al proyectar sólo una parte del todo y tomando dicha proyección como algo existente y real. No es así, puesto que tomando al todo y no a la parte, es obvio que no hay cambio, no hay movimiento, no hay existencia; en esencia globalmente el Todo es nada: siempre lo ha sido y siempre lo será.

Podemos resumir lo anterior si reflexionamos sobre el hecho de que el mundo que ilusamente observamos como ente real y físico, es sólo posible gracias al conjunto concreto de reglas matemáticas que lo conforman. Estas reglas permiten la aparición en cierta porción del eterno e insustancial bloque matemático cuatridimensional (el espacio-tiempo) de un complejo conglomerado de partículas capaces de "percibir" pequeñas rebanadas parciales, locales, causales y relativas (limitadas por el cono de la velocidad máxima de la luz) de todo el bloque en su conjunto. Pero estos conglomerados, a los que llamamos cerebros, se reducen igualmente a las insustanciales matemáticas subyacentes de sus partículas constituyentes; y del mismo modo, los impulsos sensibles (impresiones o fenómenos) que reciben de esa rebanada local proyectada (esa pequeña parte del todo) son igualmente constructos matemáticos ideales que demuestran la cancelación de las partes. De este modo, vemos como las matemáticas adecuadas (las regularidades y reglas adecuadas) permiten la ilusión subjetiva de existencia física, de movimiento y de cambio; pero en el fondo todo se reduce a la pura Nada alucinando con una existencia física que es imposible y que, de hecho, no es. 

Esto es en esencia el mundo; y no solo nuestro mundo, sino cualquier otro mundo que pueda ser percibido por un sujeto cualquiera: la Nada más absoluta; incausada, infinita, atemporal, inexistente e impotente; soñando y fantaseando con el cambio y el ser, a cambio simplemente de que dicha alucinación no suponga alterar en modo alguno a la Nada como un todo esencial. Sin un cambio neto real y esencial, la Nada se permite "soñar" infinitamente, indefinidamente, y simultáneamente con lo aparente.

Así pues, cerramos nuestra tesis tomada como la única posibilidad lógica y racionalmente completa a la hora de explicar la realidad ontológica tras nuestro concepto del universo. La única metafísica capaz de frenar la recursión infinita de la causalidad a la vez que no deja preguntas abiertas y sin respuestas; principalmente la pregunta fundamental: ¿por qué existe algo en lugar de más bien nada? y: ¿qué causa, sustenta, y origina a ese supuesto ente primigenio propuesto del que todo lo existente surge o sobre lo que todo se sustenta? 

Sólo la tesis racional que defiende que la esencia ontológica fundamental es la Nada más absoluta puede escapar de manera congruente y completa de estas preguntas. Y, apoyados por la física moderna, hemos desarrollado esta tesis hasta llegar a completar la misma dándole un sentido amplio y coherente con nuestras observaciones y conocimientos actuales sobre la regularidad que nos enseña el fenómeno.

De hecho, como comentamos anteriormente, ya se mueve en la comunidad científica propuestas, todavía vagas y difusas, en el sentido de lo aquí expuesto. Valga de ejemplo este vídeo de divulgación de uno de los canales de Youtube más seguidos en lo referente a la física @HistoryoftheUniverse:


Justo al final del vídeo, cuando el narrador propone las posibles explicaciones al problema de la existencia (no siendo ninguna de ellas racionalmente completas y cerradas como aquí hemos exigido), acaba con la siguiente frase: "or perhaps our existence is little more than a quantum dream against a backdrop of unending nothingness". Ahí lo tenemos, nuestra propuesta, la que llevamos todo este artículo defendiendo; expresada en pocas palabras y soportada por los hechos fenoménicos empíricos: a quantum dream against a backdrop of unending nothingness.

Resumen final de la tesis

El mundo no existe. Esta sencilla frase resume por completo nuestra propuesta. No hay otra alternativa lógica y racional capaz de explicar sin dejar preguntas abierta la (aparente) existencia del mundo. Y da igual las vueltas que le demos, no hay más remedio que aceptar este hecho o abrazar el agnosticismo, o una tesis inconsistente o incompleta. Yo jamás pude dejarme llevar completamente por una de tales propuestas parciales; y he sido un hombre sin fe hasta ahora. Ahora creo al fin; ya tengo un credo al que aferrarme y que me llena y me satisface: un credo completo, sin preguntas pendientes de respuestas, sin respuestas inefables, ni respuestas irracionales; ¡y un credo que además es congruente con la física moderna! Por fin, tengo una fe absoluta a la que aferrarme: Todo...es Nada.

Es posible en resumen que; dado que toda la comunicación de información se limite forzosamente a transmitirse entre sujetos similares en (y sobre) una porción parcial y cercana de un bloque espacio-temporal, dichos sujetos simplemente estén otorgando, como acto de fe, existencia real a un conjunto de fenómenos y regularidades que todos perciben pero que serían sólo una proyección fragmentada e incompleta del conjunto. 

Todos los sujetos acuerdan que sus percepciones e ideas deben representar algún tipo de existencia objetiva porque todos observan lo mismo, pero la cuestión que es que todos observan lo mismo porque  todos viven cerca en el espacio-tiempo (lo cual incluye la comunicación entre generaciones de sujetos). Pero si en lugar de quedarnos con esa visión parcial del sujeto, que debe forzosamente ser parcial a proiri, nos interesamos por el conjunto global; lo que la regularidad matemática nos muestra en la física moderna es que todo es relativo e indeterminado, insustancial e inmaterial (en el sentido tradicional), que todo en el universo parece terminar cancelando los opuestos hasta restar en nada (cero); siendo en este sentido revelador que todo el fenómeno se pueda reducir a leyes de conservación y simetría, lo cual implica  que todo cambio en el fenómeno de manera neta (tomado un sistema cerrado) es imposible, puesto que las cualidades y cantidades generales de cualquier propiedad en el conjunto de partículas deben ser las mismas al inicio y al final (deben conservarse tomadas en su totalidad). Y si a esta conservación sumamos el hecho de que cosmológicamente todo el contenido del universo parece cancelar opuestos en esa propiedad fundamental que denominamos energía (la cual acaba también restando cero), eso implica que no sólo el cambio neto es imposible dentro del mundo sino que el propio mundo tomado en su conjunto no existe como tal, puesto que todo en él se regula mediante el concepto de energía, el cual vemos que se reduce mirado globalmente a la nada.

Los sujetos por lo tanto proyectan y se transmiten forzosamente ideas sobre experiencias sesgadas y parciales; se cuentan cuentos sobre un supuesto mundo compartido entre ellos, como si tal mundo por la fuerza del sentido común no tuviese más remedio que ser real y poseer existencia esencial. Pero seguramente no es el caso, y el hecho de que no sea lógica y racionalmente posible evadir la trampa de la recursión infinita al tratar de explicar un origen, causa y sustento para tal realidad; o el hecho de que no podamos entender por qué existe algo en lugar de la nada (cuando la existencia sí necesita una explicación al contrario de la absoluta nulidad, la cual no requiere de origen ni causa ni sustento ni respuesta sobre su existir en lugar de no existir). 

Las matemáticas nos muestran además lo que nuestro sentido común se niega a aceptar: si el conjunto del cosmos parece acabar cancelando cuantitativamente en general cualquier cambio neto en las cualidades de sus partículas, y si de hecho todo el universo surge a partir de una fluctuación cuántica (lo cual ya de por sí echa por tierra de un plumazo el realismo tradicional), la cual debe ceñirse al principio de indeterminación que implica que toda creación que tome prestada energía para su nacimiento debe devolver la misma tan rápido como para que sea a priori imposible medir, observar y determinar la existencia real de dicha creación (que algo en esencia real ocurrió o tuvo lugar); parece bastante sensato abrazar la idea de que esas regularidades experimentales que encriptamos en lenguaje matemático nos hablan sobre el hecho de que el cosmos no es en esencia un ente con existencia y realidad. Que no existe nada objetivo que explicar, y que simplemente como sujetos alucinamos colectiva y simultáneamente dentro de un subconjunto parcial y local de la absoluta nada. 

El concepto del yo, del paso del tiempo, del cambio y el movimiento, el concepto de realidad y existencia objetiva, el concepto de causa y efecto, el concepto de lo material y la sustancia, el concepto de extensión y determinación, el concepto de espacio y tiempo absoluto; todo falso, pura ensoñación del sujeto. Sujetos que, de hecho, acaban ellos mismos reducidos a constituir una ilusoria entidad sin propiedad esencial a parte de la de pertenecer todos ellos localmente al mismo subconjunto parcial de regularidades universales las cuales se reducen esencialmente a la completa cancelación y absoluta nulidad una vez tomadas en su conjunto como un todo.

Así pues el (soberbio) sujeto (junto con su memoria, su personalidad, su sentido común, y sus ideas sesgadas) no ha sido capaz durante cientos de generaciones de aceptar que tal vez el fenómeno que le rodea no sea esencialmente real. No ha sido capaz de entender que el concepto de existencia y realidad objetiva es lógicamente incongruente y que lleva a paradojas y cuestiones imposibles de responder racionalmente. No supo todavía interpretar lo que las matemáticas de la física moderna grita a los cuatro vientos: ¡que la única esencia es la nada absoluta! 

Puesto de otro modo: cualquier sujeto que se comunique con otro (sea del tipo que sea, no sólo el ser humano) dentro de la absoluta e inevitable nulidad existencial, siempre estará de acuerdo en que sus experiencias parecen indicar que toda cualidad y propiedad del fenómeno se cancela. Que todo se conserva y es relativo. Que todo se reduce a lo indeterminado, inextenso e insustancial (a eso que nosotros denominamos como partícula elemental). Y esto es así porque ese es el único modo en que un sujeto puede alucinar. Dado que ninguna existencia física real puede darse sin perturbar la inalterable esencia de la nada absoluta, la noción de sujeto se reduce a la de un narrador que describe una reducida visión parcial a la que a priori se ve limitado a acceder:

"The Cosmos and its infinite dreams. We are the cosmos dreaming of itself. It's simply a dream that I think is my life, every time. But I'll forget this. I always do. I always forget my dreams. 

But now, in this split second, in the moment I remember, the instant I remember I comprehend everything at once: there is no time, there is no death, life is a dream. It's a wish made again and again and again and again and again and again and on into eternity. And I am all of it. I am everything, I am all.

 I am that I am."

Explicación metafórica

Y como todo credo necesita de una explicación metafórica del génesis, aquí va mi aportación:

I

En el principio...y en el final, fue la Nada. Y nada nunca surgió realmente de la eterna, inmutable, incausada, absoluta e insustancial Nada. Para dejarlo claro: de esta esencia única; la atemporal Nada, nunca emergerá ente alguno real y que sea distinto en esencia a esta ilimitada e inextensa Nulidad. Los límites quedan claros.

Sin embargo, había dentro de estos límites lógicos lugar para la ilusión. Nada real con alguna diferencia esencial podía emerger en dicha Nada, pero sí era lógicamente congruente la representación de casi cualquier cosa con tal de que, en esencia, dicha proyección no pudiese tomarse como una existencia netamente real. Si la ficción de un determinado existir era de modo tal que en esencia nada realmente era creado o modificado, no había impedimento para que dicha alucinación no tuviera lugar.

Y así fue como un gran número de tales irreales representaciones tuvieron lugar dentro de este conjunto de proyecciones posibles: esto es; aquellas que, pese a ser proyectadas, realmente dejaban en esencia el estado natural de la Nada inalterado

Como decimos, a pesar de la eterna unidad esencial de la Nada, innumerables ilusiones de existir sucedían y coexistían sin cesar. Una infinidad de ellas, de hecho. Simplemente debían cumplir la mencionada norma: dejar inalterada la esencia real del absoluto vacío existencial.

II

Y es así como la ilusión de nuestro Universo se gestó y nutrió: sus leyes y propiedades fueron tales que, en esencia, no se puede considerar al fenómeno inmanente a él como real. Puntualizando:

Imagina que, a la eterna unidad de la Nada, al real y esencial vacío existencial, al verdadero (No)Ser; le añades una regla arbitraria básica que dice que es posible la emergencia de "algo" nuevo y distinto a Ella, pero que no modificará en esencia su estado de unidad inmutable, puesto que ese "algo" va a desaparecer de nuevo antes de que sea capaz de llevar a cabo de manera efectiva cambio alguno: es decir, que este "algo" va a aparecer y destruirse de manera tal que la naturaleza del absoluto vacío existencial no se podrá decir que se ha visto realmente afectada. 

Este "algo" es por tanto un ente "virtual" e ilusorio. Y al carecer de sustancia y extensión, simplemente podrá constituir una ilusoria y falsa sensación de ser "algo" distinto a la Nada.

Esta regla, o mejor dicho, este conjunto de reglas arbitrarias, pueden ser, además, muy variadas; y simplemente deben conseguir que cualquier cosa que generen sea una representación ficticia sin efecto neto real sobre la invariante e inextensa Nada.

III

Una de estas reglas permitidas puede decir así: "es posible la apariencia de 'algo' diferente a la Nada, siempre y cuando ese 'algo' tenga propiedades tales que netamente nada realmente sea necesario para su creación, y que además su ser sea tan efímero que no se pueda decir que algo realmente existió".

Este tipo de regla la podemos ver, de hecho, en acción en nuestro Universo en las llamadas partículas "virtuales" de las que habla el modelo estándar de partículas, las cuales aparecen y desaparecen con la condición de que realmente no se pueda decir que 'algo' fue creado: de ahí su apodo como "virtuales". Esta regla toma forma matemática bajo el principio de incertidumbre y viene a decir que cuanta más energía posea ese 'algo' "virtual" que emerge menos tiempo puede durar antes de desaparecer de modo que netamente nada real de ellas pueda (por principio) ser medido o notado. El vacío cuántico permite así la emergencia de estas partículas de la nada cuántica con tal de que sean devueltas a la nada en proporción directa a su condición de ilusión o virtualidad.

Pues lo que se propone en estas líneas es dar un paso más y establecer que una regla similar podría aplicar a nuestro propio Universo como un todo. Podría aparecer y desaparecer de la Nada absoluta de modo y cuenta que posea una condición de "virtualidad" similar a la de las partículas virtuales del modelo estándar.

IV

De este modo la regla anterior permite la aparición de, literalmente, una infinidad de estados "virtuales" y ficticios que no llegan a ser, puesto que no modifican en esencia a la invariante Nada.

A cada uno de estos distintos estados "virtuales" los podemos denominar si queremos Universo; y al conjunto completo de todos estos ilusorios y simultáneos Universos posibles podríamos denominarlo multiverso.

Pero hay que dejar claro que estos Universos "virtuales" no poseen ni ocupan espacio, ni tienen propiedades reales de extensión, posición, duración, etc. Por poner una analogía, son similares a nuestros sueños: parecen reales y parecen poseer atributos reales, pero al despertar todo lo soñado desaparece como meras alucionaciones que eran. Podemos decir que es como si la eterna, inmutable y absoluta Nada "soñara" con estos estados "virtuales" diferentes a su propio (No)Ser.

V

Finalmente uno de tales Universos "virtuales" toma la forma de una especie de gran cubo (cuatridimensional). Tres lados espaciales y uno temporal. Y se expande y rellena él mismo con ondas regulares de probabilidad a cuyas excitaciones llamamos partícula elemental. Todo en éste mundo se conserva y resta cero una vez tenida en cuenta todo el ficticio contenido de su ilusoria extensión cuatridimensional (todo se dispone de modo tal que se cancelan siempre los opuestos). Por último, sucede además que en cierta región de este espacio-tiempo grandes agrupaciones locales de partículas alcanzan la capacidad para auto-observarse y percibirse a sí misma. Eso somos nosotros: los que se perciben a sí mismos dentro de un sueño. Pura ilusión cognitiva. Lo "virtual" se sintió en parte real, y buscó explicaciones para su extraña existencia. No había tal explicación, puesto que en realidad no existe nada que explicar.