Se propone una afirmación basada en la observación constante
o habitual de una relación en el mundo, y posteriormente una tendencia innata
de nuestro cerebro induce injustificadamente una necesidad en dicha relación. Y
ese origen empírico de la afirmación, basada en el hábito, hace que la misma no
pueda tomarse por necesaria (como instintivamente nos vemos predispuestos a
aceptar), sino que se deba hablar simplemente de probabilidad: a mayor
constatación empírica, mayor probabilidad en que lo afirmado se reproduzca.
La cuestión, es que yo creo que para poder admitir que el
hombre conoce de algún modo el mundo, es necesario que tenga el potencial de
alcanzar un conocimiento certero o necesario sobre el mismo. El hecho de que la
inducción sea una falacia lógica, como tú mismo indicas, hace que el
conocimiento no sea posible: la certeza en los hechos nos está
vedada.
Así pues, y aunque muchos se dan por satisfechos con esa
aproximación basada en la probabilidad (algo que ha ocurrido regularmente hasta
ahora es probable que siga ocurriendo de la misma manera), lo cierto es que NO
parece posible que el hombre pueda acceder a la certeza; a la necesidad y la
universalidad.
¿Y para qué podríamos querer esa justificación
plena en nuestro saber?
Pues, en primer lugar, para justificar que el “conocimiento”
científico es ciertamente conocimiento: que sus leyes y teorías son certeras,
necesarias y universales. Que hablan de cómo es realmente el mundo, y no sólo
de cómo es probable que sea. Sin esa
justificación, bien es posible que cualquier afirmación científica, por muy
contrastada que esté, pueda mañana mismo dejar de ser válida (no hay necesidad
en la misma, por poco probable que sea, existe la duda y la posibilidad del
error).
En segundo lugar;
esta incapacidad para justificar necesidad en la descripción sobre cómo
funciona el mundo, abre la puerta a la duda más absoluta sobre el funcionamiento
efectivo del universo, ya que siempre podremos imaginar infinidad de teorías
alternativas a las teorías vigentes, por lo que aparece el mismo problema que
al tratar asuntos metafísicos tradicionales: donde tan posible es una hipótesis
como su adversaria.
Esto puede parecer enrevesado o incluso absurdo, pero déjame
explicártelo con un sencillo ejemplo:
La segunda ley de la termodinámica afirma que la cantidad de entropía del universo tiende a incrementarse en el tiempo. Esto se ha observado así miles de
millones de veces, por lo que muchos se satisfacen con la actitud pragmática de
inducir (injustificadamente, y a causa del modo cómo funciona nuestra mente
evolutiva) que así seguirá ocurriendo en el futuro: proponen que es una
afirmación necesaria y universal sobre el mundo…pero, como sabes, no
lo es.
Es TOTALMENTE POSIBLE que esta regularidad observada deje de ocurrir
mañana mismo, el año que viene, o dentro de 15.000 millones de años. Es más,
esto demuestra que tan posible o probable es la 2ª ley de la termodinámica, como
una ley alternativa que indique lo siguiente: la cantidad de entropía del universo tiende a incrementarse en el tiempo, durante 14.500 millones de años, para
luego invertir ese comportamiento por otro periodo equivalente donde la
entropía se minimiza en lugar de maximizarse. Y lo más importante: TAN
PROBABLE es que la segunda ley de la termodinámica se siga cumpliendo en el
futuro, como la afirmación rival, que indica que dentro de x años, el proceso
se revertirá.
Se podría hablar, pues, de una metafísica espacio-temporal;
donde el problema no sea la falta total de experiencias (metafísica
tradicional), sino la falta de experiencias empíricas sobre el futuro.
Por lo que, con esta falta de justificación en la base
científica, toda afirmación es dudosa y contingente; cosa que no
ocurriría si pudiésemos justificar ABSOLUTAMENTE la inducción, lo cual contesta
a la pregunta de “PARA QUÉ la
podríamos querer”.
Un cordial saludo, amigo.
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