sábado, 12 de octubre de 2024

El mundo no existe (II)

"[...] or perhaps our existence is little more than a quantum dream against a backdrop of unending nothingness" (@HistoryoftheUniverse)

"El cosmos es el eco silencioso de la nada, y nosotros, sus susurros efímeros. Al final, en el abrazo de la nada, encontramos todas las respuestas y comprendemos que siempre hemos sido parte de ese infinito vacío que lo contiene todo y nada a la vez."

"En el infinito silencio de la nada, donde las sombras de infinitas historias se reflejan y se anulan, comprendemos que la génesis no es un principio, sino una ilusión eterna. Somos los ecos de realidades que nunca fueron, destellos de conciencia en bloques estáticos que se desvanecen al contemplarse en su totalidad. Al final, todo regresa al abrazo sereno de la nada, donde no hay tiempo, ni espacio, ni existencia. Solo queda la quietud eterna de lo que simplemente es: nada."

Parte 1. Fundamentos físicos

Estos días me llamó mucho la atención este vídeo del canal de Youtube del doctor en Matt O'Dowd (PBS Space Time).

Y es que, personalmente, el problema de la medida en la mecánica cuántica me parece (a mí y a muchos otros) el indicio más claro que tenemos de que estamos malinterpretando el concepto de existencia y realidad.

Sabemos que el estado de cualquier entidad subatómica es indeterminado, y que se encuentra en una superposición lineal de estados guiada por una inmaterial e inextensa onda de probabilidad que varía en el tiempo siguiendo una concreta ecuación de onda y, de repente, cuando un sujeto u otro ente observa o interactúa con dicha onda, ésta "colapsa" y se convierte en una "partícula" material y extensa con unas propiedades bien definidas que luego nos comunicamos unos sujetos a otros para acordar así el hecho "objetivo" de que esta onda de probabilidad se ha transformado (ha "colapsado") en un estado bien definido debido a algún tipo de proceso inefable por el cual se ha perdido toda la indeterminación cuántica que teníamos anteriormente...

No cuadra, ¿verdad? Pues este es el problema de la medida que lleva desconcertando desde hace más de un siglo a toda la comunidad científica y filosófica. Por otra parte, también tenemos el problema sobre el porqué de la regla de Born, que proporciona una forma de calcular las probabilidades de encontrar un estado determinado al medir u observar una partícula, estableciendo que la probabilidad de encontrar una partícula en un cierto estado es proporcional al cuadrado de la amplitud de su función de onda. Esto empíricamente es así, pero no se sabe por qué es así. No hay explicación teórica.

Para dejarlo claro, cuando se realiza, por ejemplo; el famoso experimento de la doble rendija, desde que el electrón (o el fotón) se "genera" y se "lanza", hasta que es detectado por la pantalla receptora, la partícula nunca tuvo entre medias un estado definido: no tuvo como tal una posición ni una velocidad ni ningún otro estado en general. Durante el trayecto esa partícula era una onda dispersa por todo el espacio (literalmente), una onda que cambiaba en el tiempo de forma con picos y ondas por aquí y por allá las cuales representaban (antes del "colapso") según la regla de Born la probabilidad de encontrar un determinado estado a la hora de realizar la medición. La partícula no tenía antes del colpaso un sustrato como tal: durante el trayecto literalmente la partícula no era un ente material al uso, ni poseía extensión ni las cualidades que atribuimos a los objetos de nuestro día a día. Durante su ruta, la partícula era un ente matemático insustancial, una indetectable pura onda matemática que se transformaba en el tiempo según una famosa ecuación de onda y cuya amplitud al cuadrado informaba de las posibilidades de encontrar cierto estado al observar cualquier característica de esta partícula en el tiempo.

Pero, y aquí está la clave, ésta indetectable onda matemática pura y difusa de superposiciones de estados entrelazados, al medir (o interactuar) se convierte instantáneamente en otra cosa: un ente material detectable (un observable) con todos sus estados bien definidos. La indetectable onda matemática de probabilidad se dice que ha "colapsado" en un ente no matemático, en algo observable y con apariencia de ser extenso y totalmente definido: pero, ¿por qué y cómo? Nadie lo sabe realmente. Este colapso es un gran misterio, del mismo modo que nadie sabe por qué estas partículas se desplazan como ondas matemáticas en superposición de estados cuya amplitud al cuadrado da la probabilidad de observar tras el colapso un estado determinado (regla de Born).

Así que, durante el último siglo, los científicos han intentado sortear estas carencias explicativas proponiendo diversas interpretaciones a la mecánica cuántica. Pero con poco éxito.

El dilema del problema de la medida

Imaginemos un sistema físico, como un conjunto de electrones en órbita alrededor de un átomo. Este sistema es descrito por la mecánica cuántica a través de una función de onda, un ente matemático que encierra la máxima información posible sobre su estado puro. En ausencia de una observación externa o interna, la evolución de este sistema es determinística, permitiendo predecir su futuro comportamiento ondulatorio con exactitud.

Sin embargo, la función de onda nos plantea un dilema muy interesante: y es que indica las posibles mediciones y sus probabilidades relativas, pero no determina el resultado concreto que se manifestará al realizar una medición efectiva. Y aquí surge el enigma: ¿cómo es posible que un sistema evolucione en el tiempo de forma determinista (como onda) y, al mismo tiempo, que la medición de sus estados resulte en un valor aleatorio (indeterminado por principio)? Este escenario es un serio desafío para nuestra comprensión de la física y del mundo en general.

Tenemos tres posibles vías de resolución:

1) Aceptar que el proceso de "decoherencia", por el cual un sistema pasa de un estado puro a un estado mezclado o incoherente, es en esencia incomprensible. Es decir, que debemos renunciar a comprender el dilema racionalmente.

2) Postular la existencia de entidades no físicas: como la "conciencia" humana, que supuestamente estarían fuera del alcance de las leyes cuánticas y que podrían así resolver el enigma gracias a su especial potencial para afectar a los sistemas cuánticos.

3) Desarrollar una teoría que explique el proceso de medición de manera que las mediciones no sean las que dicten la teoría.

Distintos físicos han optado por diferentes soluciones a este trilema. Por ejemplo, Niels Bohr, pionero de la mecánica cuántica, se inclinaba por la primera opción. John von Neumann, por otro lado, se decantaba por la segunda, mientras que Hugh Everett proponía una solución alineada con la tercera opción.

Y es precisamente la propuesta de Everett la más aceptada en estos momentos por la comunidad. De ella nos habla precisamente el vídeo del inicio del doctor Matt O'Dowd. Esta intepretación sugiere que cada medición (o interacción) divide el universo en múltiples realidades, en las cuales se materializan todas las posibles mediciones posibles. 

Interesantemente, una famosa encuesta reciente en la comunidad de físicos reveló que un 58% de ellos cree en la interpretación de mundos múltiples (IMM) de Everett. Entre los defensores de esta visión se encuentran figuras destacadas como Stephen Hawking, Richard Feynman y Murray Gell-Mann.



La interpretación de múltiples mundos

La IMM sostiene que la función de onda universal es objetivamente real y que no existe un colapso de dicha función de onda. Esto implica que todos los posibles resultados de las mediciones cuánticas se concretan físicamente en algún "mundo" o universo. Esta interpretación es única en su enfoque determinista y local en la evolución de la realidad.

La IMM, también conocida como la "formulación del estado relativo" o "interpretación de Everett" (en honor a Hugh Everett, quien la propuso en 1957), fue popularizada y rebautizada como "muchos mundos" por Bryce DeWitt en los años 70. En las versiones modernas de la IMM, el mecanismo de la decoherencia cuántica explica la apariencia subjetiva del colapso de la función de onda.

Dentro de la IMM, el tiempo se visualiza como un árbol con innumerables ramas, realizándose en él todos los resultados cuánticos posibles. Esta interpretación busca resolver el problema de la medida y algunas paradojas de la teoría cuántica, como la del amigo de Wigner, la paradoja EPR y el gato de Schrödinger. En la IMM, cada posible resultado cuántico existe en su propio universo.

La idea clave de la IMM es que la mecánica cuántica, con su dinámica lineal y unitaria, se aplica en todo momento y en todo lugar, describiendo así el universo completo. La interpretación de los muchos mundos utiliza la decoherencia para explicar el proceso de medición y la emergencia de un mundo cuasi clásico. Según esta interpretación, el universo está compuesto por una superposición cuántica de un número infinito o indefinible de universos paralelos o mundos cuánticos, cada uno con una historia o línea temporal internamente consistente.

La formulación de Everett propone modelar tanto los objetos observados como sus observadores como sistemas puros, descartando el colapso de la función de onda. El concepto de "estado relativo" introduce la idea de que tras una interacción, los subsistemas se entrelazan y se correlacionan, formando un conjunto de estados relativos que evolucionan independientemente.

La IMM elimina el papel del observador en la medición cuántica, reemplazando el colapso de la función de onda por el mecanismo de la decoherencia cuántica. Esta interpretación se ha aplicado en el estudio de la cosmología cuántica y ofrece un enfoque determinista, realista y local para la teoría cuántica.

Función de onda Universal

En la interpretación de muchos mundos, teóricamente existe una función de onda universal que describe todos los estados de todas las entidades en el universo. Esta enorme y unitaria función de onda sigue además, según la IMM, una ecuación que la hace evolucionar de manera determinista y siempre sin colapso.

Es decir, que cada estado de cada partícula de cada ente en todo el Universo (observable y no observable) vendría totalmente determinado por esta onda universal que linealmente incluye una historia para todos los eventos posibles en cada uno de los instantes. Es decir, una única función lineal que va agregando segmentos y más segmentos en cada instante conforme acontecen eventos cuánticos de decoherencia. De este modo, esta única y enorme función de onda universal iría creciendo en longitud conforme estados de superposición y entrelazamiento desaparecen generando (duplicandose) un nuevo segmento matemático en el ser de esta función de onda universal.

El Experimento del Gato de Schrödinger

Para proporcionar un ejemplo claro de todo lo dicho vamos a considerar el experimento mental del "gato de Schrödinger", un escenario hipotético en la mecánica cuántica. Este experimento ilustra cómo una función de onda puede existir en una superposición de estados hasta que se realiza una medición.

Imagina que hay un gato encerrado en una caja con un dispositivo que tiene un 50% de probabilidad de liberar veneno, dependiendo del decaimiento de una partícula radiactiva. En mecánica cuántica, hasta que no abramos la caja para observar, el gato puede considerarse tanto vivo como muerto simultáneamente.

Paso 1: Función de onda Pre-Medición

Antes de la medición, el sistema está en una superposición de estados. La función de onda del sistema completo (gato, partícula, observador, y el resto del universo) podría representarse como:


Paso 2: Función de Onda Post-Medición

Después de la medición, la función de onda se "ramifica" en dos universos distintos. En un universo, la partícula no decae y el gato está vivo. En el otro, la partícula decae y el gato está muerto. En cada caso, la parte de la función de onda que corresponde al observador y al resto del universo se ajustan para reflejar el resultado de la medición. Las funciones de onda en estos dos universos serían:

La función de onda universal después de la medición incluiría ambos segmentos (gato vivo y gato muerto), representando los dos universos paralelos. Matemáticamente, esto se puede expresar como:


Conclusión

Antes de la medición, la función de onda es una superposición de todos los posibles estados del sistema. Después de la medición, esta función de onda no colapsa en un solo resultado; en cambio, se extiende para incluir nuevos segmentos, cada uno representando un universo paralelo con un resultado específico de la medición.

Visualmente, se puede imaginar que la longitud de la función de onda aumenta con la adición de estos nuevos segmentos. Cada segmento representa una historia o trayectoria diferente en el espacio de todas las posibilidades. La "longitud" de la función de onda, en este sentido, se refiere a la complejidad y la cantidad de información que contiene, que crece con cada evento de medición y ramificación. En el ejemplo simplificado del gato de Schrödinger vemos como la función de onda universal pasa de tener un segmento inicialmente, a tener dos segmentos (ojo al símbolo: ⊕) tras la medición.

Es importante notar como cuando se introduce un observador (o dos observadores que se comunican) en este escenario, la función de onda del sistema incluye ahora el estado del observador, entrelazado con el estado del experimento y el estado de cada partícula del resto del universo. En cada uno de los segmentos finales, cada observador experimenta un estado específico del universo completo, correspondiente a la rama del mundo en la que se encuentra.

Con dos (o más) observadores que se comunican entre ellos, el universo se ramifica en estados donde éstos observadores acuerdan el resultado de la medición (¡porque se encuentran en el mismo segmento!). Esto refuerza la consistencia de las observaciones en cada rama de la función de onda y pone de relieve la ilusoria influencia del observador a la hora de hacer "colapsar" la función de onda. Como vemos no existe tal colapso en la función de onda universal, y ¡mucho menos el observador o la conciencia tienen un papel fundamental o esencial en la determinación del estado del mundo! Todo fluye, literalmente, de manera determinista en un universo donde todas las posibilidades existen en paralelo, en un vasto "mundo" de ramas o segmentos matemáticos constantemente divergentes.

Función de onda Universal revisitada

La función de onda universal original de la que nos habla la interpretación de muchos mundos presupone que existe en el universo una función de onda dinámica que va creciendo en el tiempo conforme se produce la decoherencia y se van añadiendo segmentos linealmente a esta función. Luego, cada uno estos nuevos segmentos se interpretan como un nuevo "mundo" o "Universo" que se ramifica de otro mundo anterior. Es decir, que de algún modo toma el origen del Universo como el punto de partida del cual se va ramificando la realidad una y otra vez de modo que cada vez existen más y más universos que son independientes pero que cohabitan en el tiempo. 

Y a la línea que parte desde el origen del Universo y continúa hasta el punto final de esta ramificación se la llama una historia o línea temporal internamente consistente. Así pues, entre las entrañas de esta enorme función de onda existe una línea para cada posible evento acontecido desde el origen de los tiempos hasta justo este momento en que lees estas líneas. Y como ente consciente que eres, entrelazado en cada instante con el resto de un segmento concreto de la función de onda universal, estás condenado siempre a observar localmente un determinado estado del mundo. En el caso del experimento del gato de Schrödinger por ejemplo, podrás repetir el mismo varias veces y en cada ocasión acabarás en una rama, segmento e historia temporal en la cual te encontrarás entrelazado con los resultados de cada experimento: por ejemplo; gato vivo, gato muerto, gato muerto, gato vivo, etc. Pero hay que tener en cuenta que hay muchas historias o líneas temporales cada una con una combinación distinta para el resultado de la sucesión de experimentos.

Pero, y este es un gran pero, la interpretación de muchos mundos originalmente fue pensada para la mecánica cuántica no relativista. Por simplicidad suponían que la ecuación de Schrödinger es la que dictaba la evolución en el tiempo de la función de onda, pero esta aproximación no es válida nuestro mundo donde la relatividad juega un papel fundamental. Por lo tanto, hay que revisar todo lo que hemos visto sobre la función de onda teniendo en cuenta las particularidades de la relatividad especial.

Función de onda Universal relativista

Hacer compatible la relatividad especial con la mećanica cuántica llevó a los científicos más de 50 años de estudio dando lugar a la teoría cuántica de campos que acabó luego en el modelo estándar de partículas, la teoría física más avanzada de la que disponemos actualmente.

Esta teoría es muy compleja y críptica en cuanto a las matemáticas que utiliza, pero el resultado fue lograr explicar con una aproximación de hasta 12 decimales de precisión los experimentos del mundo microscópico incluso en casos extremos relativistas (obviando la gravedad, la cual se resiste a ser integrada en esta teoría).  

Pero al incluir la relatividad especial a la interpretación de muchos mundos nos encontramos con que el tiempo debe tomarse como una coordenada del espacio-tiempo y por lo tanto no puede tomarse como un ente absoluto sobre el cual en cada instante la función de onda se ramifica. El hecho de que debamos tomar el tiempo como parte de un bloque espacio-temporal completamente definido y relativo al sistema de referencia, obliga a que las ramificaciones también se sean relativas casualmente y eso solo es posible ¡si la función de onda Universal fue creada y definida en su totalidad desde el mismo origen del mundo! Esto es, si cada segmento o historia temporal fue totalmente determinada de principio a fin desde el mismísimo origen de la realidad. Todo lo que ha sido, es y será; fue determinado y escrito en una función de onda Universal que es estática y no dinámica (no varía en el tiempo sino que fue escrita desde el inicio tal y como siempre fue y siempre será).

La función de onda Universal sería pues inmutable encapsulando todas las posibilidades y eventos desde su inicio. Esta función ya no se modifica ni se ramifica, sino que permanece constante, conteniendo todas las experiencias y eventos posibles en un entrelazado lineal completo el cual incluye pasado, presente y futuro al mismo tiempo.

La ilusión de las experiencias y el paso del tiempo

Lo que las personas entendemos por experiencias; nuestras percepciones y la comunicación que nos hacemos unos a otros sobre las mismas, tienen como base un cerebro material que en última instancia se reduce a una estructura cuántica entrelazada con su entorno. Lo que los sujetos perciben como experiencias y el paso del tiempo son interpretaciones subjetivas de segmentos específicos de esta función de onda universal estática. Pero estas percepciones son meras alucinaciones colectivas, construcciones de las mentes que intentan dar sentido a la información codificada en cierta región de la función de onda Universal.

La relatividad del mundo hace que todos los sujetos que comparten información se encuentren en una región localmente muy cercana, y el hecho de que nuestros cerebros sean estructuralmente tan parecidos y se encuentren todos entrelazados en un mismo segmento de la función de onda hace que la comunicación entre sujetos interpreten y den sentido a la información codificada en un segmento concreto de la función de onda de un modo tan similar que la objetividad del mundo y el paso del tiempo nos parezcan conceptos casi imposibles de desechar...y sin embargo todo apunta a que tanto el paso del tiempo como la objetividad del mundo (en el sentido del realismo tradicional) son puras ilusiones colectivas.

El transcurso del tiempo no sería más que la proyección subjetiva de los diversos segmentos de la función de onda. Es decir, que cada segmento daría lugar a un sujeto (eterno y estático) que alucina con el paso del tiempo debido a la estructura neuronal concreta de dicho segmento el cual contiene entrelazado en su red neuronal información de sucesos anteriores. Por ejemplo, el investigador (sujeto) que ve el gato de Schrödinger muerto, confunde el hecho de que se encuentra (y siempre se encontrará) en un segmento ramificado del experimento anterior. Esto hace que su red neuronal se encuentre en un estado entrelazado donde sus neuronas contienen información del experimento que supuestamente él mismo realizó hace un instante, pero en realidad esto no es así: ese sujeto interpreta la estructura neuronal del segmento concreto donde se encuentra e infiere que el paso del tiempo es real lo mismo que presupone la realidad del experimento como un hecho objetivo que realmente tuvo lugar.

Pero ni una cosa ni la otra. La función de onda Universal fue escrita por completo desde el mismo origen del mundo, y eso incluye cada uno de los segmentos o historias temporales posibles. Ya todo sucedió y quedó grabado en la estructura matemática de la función de onda Universal relativista. Y lo que nuestras estructuras neuronales entienden como eventos pasados no son más que interpretaciones ilusorias del segmento concreto donde dicha estructura se encuentra y del entrelazamiento con el resto de su historia o línea temporal.  

En cada segmento concreto en el que hay un sujeto que interpreta el mundo a partir de una estructura neuronal determinada, dicho sujeto alucina inevitablemente con el paso del tiempo. Cada segmento es un eterno ahora inmutable para los sujetos. Y todos los sujetos de todos los segmentos alucinan simultáneamente en todo momento y por siempre jamás como si visualizarán colectivamente la proyección de un mismo fotograma de una película ya filmada. La película (la función de onda Universal relativista) fue grabada desde el inicio, y los sujetos en cada fotograma (en cada segmento de la función de onda) repiten una y otra vez la misma interpretación local e ilusoria del paso del tiempo. Pero la película no cambia y ningún fotograma es más "real" que otro. Cada fotograma es un ahora que contiene una cierta cantidad de información la cual se interpreta a su manera. Y cuando varios sujetos se encuentran en un mismo segmento, no es de extrañar que todos concuerden, en una especie de alucinación colectiva, con el hecho de que el tiempo realmente transcurre  y que objetivamente lo que todos ellos "experimentan" posee una realidad objetiva e independiente. Pero en realidad todo se reduce al hecho de que son todos sujetos que localmente comparten y se encuentran en el mismo segmento matemático entrelazado de una función de onda Universal.

En resumen:

La interpretación de la realidad cuántica que hemos explorado nos lleva a un concepto clave que es el de la alucinación colectiva. En este contexto, la alucinación colectiva es una herramienta que puede ayudarnos a entender cómo todos los observadores parecen compartir ideas sobre una única realidad física objetiva aparentemente consistente ¡pese a la insustancialidad fundamental en la base matemático-cuántica de dicha "realidad"!

Es decir; que desde la perspectiva de la función de onda universal, podemos decir que cada observador está localizado en un segmento específico de dicha función, lo cual determina la experiencia particular de la realidad que tiene cada uno. La función de onda universal es estática y se encuentra completamente determinada, describiendo todas las posibles ramificaciones que podrían ocurrir desde el principio del universo. Sin embargo, la experiencia subjetiva de cada individuo se limita a una sola de estas ramificaciones, lo que le da siempre la impresión de que hay una realidad concreta y objetiva.

La alucinación colectiva se produce porque todos los observadores que se encuentran localizados en un mismo segmento matemático de la función de onda comparten la misma información coherente y, por tanto, tienen la misma percepción de la realidad. En términos sencillos, podemos decir que la función de onda universal contiene todas las posibles realidades y los observadores, al estar en una rama determinada, experimentan una versión específica de estas posibilidades. Y al compartir localmente la misma rama de la función de onda los observadores tienen la misma impresión de la realidad, aunque en un sentido absoluto esta realidad sea solo una de las muchas posibilidades descritas por la función de onda universal.

La coherencia entre los observadores es, entonces, una especie de ilusión producida por la compatibilidad de los segmentos matemáticos en los que están localizados dentro de la gigantesca función de onda universal. Todos los individuos que comparten la misma rama específica experimentan fenómenos coherentes entre sí. Esta alucinación no significa que lo que se experimente sea falso, sino que es una representación parcial de un universo más amplio y determinado que existe en forma de una función de onda que nunca colapsa, sino que permanece en superposición de todos los estados posibles.

Metafóricamente este fenómeno es similar a la proyección de una película: cada historia de la función de onda universal es una película completa, ya determinada y acabada desde el inicio, mientras que cada observador está viendo solo una parte de la misma (el mismo fotograma a la vez), creando la ilusión de una narrativa continua. La "proyección" ocurre de manera que cada observador "recorre" una rama específica, y al estar múltiples observadores sincronizados en la misma rama experimentan colectivamente una falsa objetividad física de la realidad.

Por lo tanto, la realidad objetiva que compartimos puede entenderse como una consecuencia de la localidad en el espacio-tiempo, y de la alineación de los segmentos de la función de onda universal en los que nos encontramos. Esta alineación produce la coherencia de la experiencia y, en última instancia, la sensación de que todos estamos viendo el mismo mundo. La alucinación colectiva es, entonces, el resultado de nuestra ubicación compartida en la estructura matemática de la función de onda, lo cual explica cómo todos los individuos, a pesar de estar fundamentalmente constituidos por probabilidades indeterminadas, pueden experimentar con una ilusoria realidad física objetiva, existente, común y consistente.

Parte 2. El mundo no existe

De un modo u otro, todas las personas tienen algún tipo de credo en lo referente a la realidad existencial. Algunas personas; teólogos, filósofos, y científicos en general, le dan más vueltas al asunto, y otras lo dejan todo en un nebuloso "no sé qué es lo que hay pero algo habrá". Yo, desde que era un chaval de 13 años, tengo grandes inquietudes existenciales.  Pero nunca me di el lujo de creer abiertamente nada en el terreno metafísico. Durante años estudié e investigué, y busqué una propuesta ontológica que pudiera tragarme. Y hasta hace bien poco no lo había logrado. En esta entrada, os voy a exponer brevemente el que, en estos momentos, me parece la respuesta racional más plausible sobre la esencia ontológica del mundo que nos rodea.

Requerimientos lógicos

Si tengo que tragarme una propuesta racional sobre la ontología del mundo, yo personalmente necesito que sea totalmente congruente con estos resultados de la física, y además, debe ser una explicación metafísica completa. Y este punto es muy importante: ¡la tesis que conforme mi doctrina debe dar siempre una respuesta racional, completa, no ambigua, y cerrada a todos los interrogantes que se le puedan hacer!

Y en este punto es donde la todas las propuestas que conocía habían tropezado sin lograr mi fe hasta el momento. Ninguna tesis teísta, deísta, o científica en general logran frenar la recursion causal infinita, dar respuesta a la causa del fino ajuste de las constantes cosmológicas que hacen posible la vida, o responder a la pregunta fundamental de la filosofía: ¿por qué hay algo en lugar de nada? Todas suponen siempre e irremediablemente una causa incausada, un punto de partida inefable. Y eso le ocurre tanto a los dioses religiosos como a las propuestas panteístas o a las cosmológicas: principalmente basadas en la idea del multiverso y la eterna inflación (o también en la moderna idea de que somos simulaciones dentro de un "computador" trascendente).

La búsqueda de una tesis metafísica que sea completa y cerrada ha sido un tema de gran debate entre filósofos a lo largo de la historia. A continuación os presento un somero esquema con las alternativas más comunes para explicar la existencia; seguido de una explicación de por qué cada una de ellas es una propuesta incompleta y deja preguntas abiertas.

  • Teísmo: la teoría teísta sostiene que Dios es la causa y el sustento de todo lo que existe. Sin embargo, esta propuesta deja abierta la pregunta de cómo surgió Dios y qué lo sustenta a Él. Además, tampoco explica por qué existe este Dios en lugar de no haber nada o las necesidades que tuvo Dios para crear algo distinto de sí mismo.
  • Deísmo: la teoría deísta sostiene que el universo fue creado por un Dios (o Dioses) que después se retiró y dejó que el universo evolucionara por sí mismo. Esta propuesta deja abierta igualmente la pregunta de cómo surgió dicho Dios y qué lo sustenta a Él. Tampoco ofrece ninguna explicación de cómo surgió el universo a partir de este Dios, ni qué o cómo se sustenta su existencia ahora. Además, como en el caso anterior, tampoco se explica por qué existe este Dios en lugar de no haber nada; ni que necesidad, motivación y procedimiento se esconden detrás de Dios y su creación del mundo.
  • Panteísmo: la teoría panteísta sostiene que Dios es el universo y el universo es Dios. Sin embargo, esta propuesta no ofrece ninguna explicación sobre cómo surgió este universo(-Dios) en primer lugar, ni sobre qué o cómo se sustenta su existencia. Igualmente deja abierta la respuesta a la pregunta sobre por qué existe este universo-Dios en lugar de no haber nada.
  • Ciencia: la ciencia ofrece explicaciones detalladas y rigurosamente probadas sobre cómo evolucionó el universo desde sus primeros segundos, hasta su estado actual. Sin embargo, la ciencia no puede dar una explicación completa y cerrada sobre la existencia en sí, ya que sus teorías se basan en la observación y el experimento, y no pueden tratar directamente con preguntas metafísicas fundamentales. Ninguna de sus propuestas ofrecen una explicación sobre cómo surgió el universo en primer lugar, ni sobre qué sustenta su existencia y sus leyes. Todas acaban siempre cayendo en la trampa de la recursión infinita, siendo claro ejemplo la tesis cosmológica más aceptada actualmente, la del multiverso causado por la eterna inflación: todos sus postulados cuadran con los datos disponibles, pero se obvia que NO ofrece respuesta para la pregunta sobre la causa y el sustento del primigenio campo del inflatón, ni para las leyes físicas que lo acompañan, sustento sobre el que se generan los universos burbuja en dicha tesis. Amén de que deja abierta la respuesta a la pregunta sobre por qué existe este campo del inflatón en lugar de no haber nada. Lo mismo ocurre con la idea de que nuestro Universo es un mundo computado (o simulado) por una inteligencia transcendental: deja sin explicación el origen o causa y el sustento de esa computadora o inteligencia trascendente. Desplazando simplemente las dudas ontológicas del hombre un peldaño más lejos, nada más. Por eso la realidad o no de esta trascendencia (o transcendencias) intermedias no son apetecibles ni sirven para nada filosóficamente hablando a parte de complicar aún más todo el asunto existencial 

En resumen, ninguna de las tesis metafísicas tradicionales pueden considerarse como una propuesta completa y cerrada, ya que todas dejan abiertas preguntas fundamentales sobre la existencia, el sustento, y el origen del universo. 

La única salida posible

Una vez llegados a este punto, es necesario conceder que la única propuesta o tesis racional y congruente imaginable que cumple con los requisitos lógicos que nos hemos propuestos de ser totalmente completa y cerrada, es aquella que que niega por completo la existencia; afirmando como supuesto principal que en realidad Nada existe, siendo todo esto que entendemos por mundo una mera ilusión; pura apariencia

Esta propuesta evita ciertamente la mencionada recursión causal infinita, ya que al negarse a priori la existencia en sí de cualquier cosa, obviamente no hay que buscar causa o explicación para nada, ya que no hay realmente nada que explicar. Además, como veremos más adelante se ajusta a la lógica y a la evidencia matemática y fenoménica disponible, y ofrece una explicación coherente y satisfactoria para muchas de las preguntas que nos hemos planteado a lo largo de los años.

De hecho, la propuesta de que todo es una ilusión o pura apariencia es una idea que ha sido defendida por filósofos y científicos a lo largo de la historia. El caso más clásico y prematuro de dicha corriente del pensamiento proviene nada menos que de Parménides, cuando aproximadamente en el año 530 a.C., escribió su famosa afirmación:

“Nada puede surgir de la nada”

La lógica de esta afirmación es aplastante: de la nada más absoluta no puede lógicamente surgir existencia alguna. Por lo tanto hay dos escapatorias posibles si queremos explicar el cambio, el movimiento y la creación y emergencia de existencias distintas a la de la nada (como es el caso de la supuesta creación existencial de nuestro mundo): 

1) O se afirma que hay algo diferente de la nada más absoluta que existe junto a ella (o en lugar de ella) desde siempre (algún Dios, el ápeiron de Anaximandro de Mileto, el famoso campo cuántico del inflatón, etc., etc.).

2) O se afirma que la existencia es imposible, y que por lo tanto jamás ha surgido o existido realmente cosa alguna distinta de esta inalterable y absoluta nada.

Pero ya hemos visto que la opción 1) no nos vale porque deja siempre preguntas abiertas y sin respuestas racionales claras: ¿cómo llegó a la existencia este ente primigenio distinto de la nada? ¿Cómo se sustenta? ¿Cuál es su sustancia? ¿Por qué es como es y no de otro modo? ¿Por qué (y cómo) es posible que surja luego nueva (y diferente) existencia a partir de este ente? Es decir; ¿cómo este ente eterno puede luego a su vez crear y sostener otra existencia cambiante y distinta (en esencia) a él mismo (problema del cambio que ya detectó Parménides)? Y finalmente, ¿por qué y cómo existe dicho eterno ente esencial en lugar de no haber otra cosa más que nada?

Sin embargo, si nos quedamos con la opción 2), todas estas preguntas se responden de manera inmediata: no existe ningún ente primigenio distinto de la nada cuya existencia explicar, puesto que afirmamos que no hay en esencia nada que exista realmente; por otra parte no es necesario nada que sustente a la nada, la nada no requiere de sustancia, la nada no puede ser más que nada (no puede ser de otro modo u otra cosa por definición), no tenemos la necesidad de explicar cómo y por qué surgen variables existencias distintas a la nada porque negamos tal posibilidad a priori, y finalmente resolvemos la paradoja de Leibniz al  convertirse su famosa pregunta en ilegítima: ¿por qué existe alguna cosa en vez de nada? ¡y es que en realidad NO existe cosa alguna, sólo la nada!

Pero claro, ¿entonces qué es todo esto que vemos a nuestro alrededor, esto que entendemos como mundo y que no se parece a la nada en absoluto? Grosso modo, en su forma más simple, esta teoría se sostiene afirmando que el universo que percibimos a nuestro alrededor no es más que una ilusión creada por nuestra subjetiva mente consciente. Una ilusión que es una manifestación de nuestras experiencias, pensamientos y emociones, y que no tienen un sustento real o una causa concreta. Y aunque sea ésta una visión contraintuitiva, la propuesta se ajusta bastante bien a la evidencia matemática disponible, ya que la física moderna ha demostrado que las partículas subatómicas que componen nuestro mundo no se conforman por ningún tipo de sustancia o sustento real, reduciendo las teorías más modernas la materia a intangibles constructos ideales y no observables. Esto significa que las moléculas que componen nuestros cerebros, y por tanto nuestra mente consciente, también se reducen a estos constructos inmateriales, indeterminados e insustanciales.

En resumen, la propuesta de que todo es una ilusión es una teoría coherente y satisfactoria que se ajusta a la lógica y a la evidencia disponible. Esta teoría nos permite evitar la recursión ontológica infinita y ofrece la única explicación (racional) plausible y satisfactoria para todas las preguntas lógicas que nos hemos planteado a lo largo de los años: es decir, que aunque el sentido común se resista a creerlo, quizás el mundo realmente no existe. 

Sólo si partimos pues de la premisa de que nada existe realmente, podremos librarnos de las preguntas abiertas, de las respuestas inefables, y alcanzar una tesis ontológica racional lógicamente congruente y plenamente completa. Lo que no existe no necesita explicación, y si nada existe, entonces no hay nada que explicar. No hay alternativa lógica posible: debemos aceptar como hipótesis principal que nada existe en realidad, y que todo lo que nos parece real es pura apariencia o ilusión.

De la función de onda Universal a la inexistencia del mundo

Hasta ahora hemos explorado dos conceptos fundamentales: la interpretación de múltiples mundos de la mecánica cuántica (Parte 1) y la propuesta ontológica de que el mundo que percibimos no existe en realidad, sino que es una ilusión (Parte 2). Ahora, integraremos ambos enfoques para comprender cómo las conclusiones derivadas de la física cuántica moderna se alinean con la tesis de la inexistencia real del mundo.

La función de onda universal, como hemos visto, es un ente matemático estático que encapsula todas las posibles historias del universo desde su origen hasta su final. En este modelo, no existe colapso de la función de onda; en lugar de eso, todos los resultados posibles de los eventos cuánticos coexisten en diferentes segmentos de esta función de onda universal. La apariencia de una única realidad objetiva es el resultado de una alucinación colectiva de los observadores que se encuentran en el mismo segmento de dicha función. Esta alucinación colectiva es una consecuencia de la localidad del espacio-tiempo, que hace que los observadores compartan experiencias coherentes y similares. Es como si todos vieran el mismo fotograma de una película a la vez, creando la ilusión de una realidad objetiva y continua.

Pero, ¿cómo se relaciona esto con la noción de que el mundo no existe realmente? La clave está en la naturaleza matemática de la función de onda. La función de onda universal, aunque describe todos los posibles estados del universo, no posee existencia física en el sentido tradicional; es un constructo matemático que codifica las probabilidades y las correlaciones entre esos estados. Cuando hablamos de la función de onda universal, no estamos describiendo algo que "existe" en el mismo sentido en que pensamos que existe una mesa o una piedra; estamos describiendo una estructura matemática que encapsula posibilidades, no realidades físicas sustanciales.

Esta interpretación es consistente con la tesis presentada en el apartado anterior, según la cual el mundo físico es una ilusión, una mera apariencia sin sustancia real. La función de onda universal describe un universo en el que no existe una realidad objetiva independiente de los observadores. La realidad que percibimos es una proyección subjetiva de los segmentos de la función de onda en los que estamos localizados. Estos segmentos no tienen una sustancia física; son simplemente representaciones matemáticas. Lo que percibimos como un mundo material no es más que una interpretación subjetiva de nuestra estructura neuronal que se encuentra entrelazada con la información contenida en la función de onda.

La ilusión colectiva que experimentamos, la sensación de estar todos en un mismo universo objetivo y compartido, es solo una manifestación de nuestra proximidad y coincidencia en los segmentos de la función de onda. Los observadores, al encontrarse localizados en un mismo segmento de la función de onda universal, perciben una realidad común. Esta realidad no es más que una construcción subjetiva que surge debido a la coherencia entre los estados de los observadores. En este sentido, la existencia de una realidad objetiva es una ilusión mantenida por la comunicación y el intercambio de información entre observadores que, debido a su proximidad en el espacio-tiempo, comparten un segmento común de la función de onda.

En otras palabras, el universo no tiene una existencia objetiva e independiente; no es más que un vasto conjunto de segmentos matemáticos que describen todas las posibilidades. La conciencia de los observadores, entrelazada con estos segmentos, crea la ilusión de una existencia material y objetiva. Sin embargo, esta existencia no es real en un sentido esencial; es una mera apariencia, una alucinación colectiva que nos hace creer que el mundo que percibimos tiene sustancia y que nosotros, como sujetos, existimos de manera independiente.

En resumen, la integración de la interpretación de múltiples mundos de la física cuántica con la tesis ontológica presentada nos lleva a una conclusión unificada: el mundo no existe realmente como algo objetivo y sustancial. Todo lo que percibimos es una alucinación colectiva, un reflejo subjetivo de nuestra posición en la función de onda universal. Esta función es un ente matemático, una descripción abstracta que no tiene existencia física. La realidad es, en última instancia, una ilusión creada por la coherencia de nuestras percepciones en el marco de un universo puramente matemático.

¿Qué son las matemáticas?


Vemos así como la herramienta que nos va a permitir defender la ilusión de realidad dentro de la nada esencial más absoluta son las matemáticas. A las inefables matemáticas se reducen la física moderna y son representación directa del mundo a escalas micro y macroscópicas. Fuera de las escalas de energía y tamaño de nuestro día a día, el concepto de realidad física material desaparece; y en su lugar nos encontramos simplemente con abstractos constructos ideales sin sustancia ni sustrato de soporte; sólo nos quedan relaciones y principios lógicos de estructuras imaginarias que no se pueden entender como reales o existentes en el sentido físico, pero que no obstante proyectan y hacen emerger en nuestro cerebro una ilusión subjetiva de realidad y existencia para las escalas mesoscópicas en la que la evolución biológica tuvo lugar.

Así pues, hemos encontrado en las matemáticas justo lo que necesitábamos para sustentar nuestra tesis: una base en esencia inexistente, insustancial, incausada, atemporal, inextensa, intangible, inobservable; que no necesita sustrato ni soporte físico alguno, pero que además representa y proyecta la emergencia (local, parcial, y subjetiva) de una ilusión de realidad física; que es a lo cual se reduce finalmente nuestra percepción del mundo.

Y es importante señalar aquí que no nos referimos a las matemáticas como entes existentes al estilo platónico y su mundo de las ideas, sino como puros heurísticos y constructos mentales inventados por nuestro cerebro evolutivo. Nuestra mente subjetiva, al acaparar y estudiar una pequeña parte local del todo universal, interpreta por error ese fragmento como algo real y atribuye existencia y objetividad a dichos fenómenos cambiantes. Luego, mediante razonamientos lógicos inventa un lenguaje mínimamente ambiguo con el que comunicar los patrones y regularidades fenoménicas contempladas. Es precisamente esa regularidad local, parcial, y subjetiva, convertida en lenguaje críptico, lo que se entiende como matemáticas. Es el método más eficiente mediante el cual los sujetos se transmiten unos a otros la información teórica sobre el modo en que ese mundo con regularidades, en apariencia objetivas, se comporta. 

Y nada más. Las matemáticas no existen en esencia, ni tampoco tienen nada de especial los símbolos o números que nosotros utilizamos de manera arbitraria. En el fondo las matemáticas no son más que creaciones imaginarias que permiten la comunicación sobre la regularidad fenoménica local y parcial entre sujetos con estructuras neuronales de similares características y capacidad.

Al decir que "2 + 2 = 4", no pretendemos decir que hay un mundo platónico donde existe el 2, el 4, el "+", y el "="; sino simplemente decimos que esos símbolos, números y el orden en que los establecemos, nos permiten construir un insustancial lenguaje capaz de transmitir (entre sujetos con similares capacidades intelectuales) información lógicamente consistente sobre los fenómenos del mundo y el modo en que estos parecen variar. En el caso de ejemplo, sólo estamos comunicando de manera no ambigua y críptica que en el mundo empírico que nos rodea es una regularidad (es costumbre, como diría Hume) observar que si unimos dos objetos a otros dos, acabamos con un sistema de cuatro objetos.

Y esta afirmación sobre las matemáticas se mantiene y generaliza para todas las ramas de las mismas: álgebra, geometría, trigonometría, análisis, estadística, etc.

Por lo tanto, ahora podemos por fin cerrar el círculo y entender en conjunto lo que está ocurriendo: en esencia, teniendo en cuenta la mayor totalidad imaginable (el Todo), no existe nada. Sin embargo, si tomamos trozos parciales y locales de ese Todo, entonces pueden aparecen sujetos capaces de proyectar incompletos fragmentos de este Todo, alucinando así con el concepto de existencia, movimiento y cambio. Esa falsa apariencia de existencia y regularidad es luego lógicamente encriptada (matemáticas) y transmitida en masa entre sujetos con esta misma capacidad mental, de modo que todos acaban coincidiendo en que es cierto que existe un mundo físico y que por tanto hay que explicar su origen, causa y sustento.

Pero si se atiende con cuidado a estas matemáticas ya vimos que se pueden obtener pistas de la Verdadera nada esencial subyacente al mundo. Las leyes de conservación indican que cada vez que se observa un sistema, la suma de las propiedades del mismo siempre son tales que se cancelan opuestos hasta que ningún cambio neto tiene lugar. La teoría de la relatividad se basa en el concepto del invariante, el principio de mínima acción (H(q,p,t) - E = 0) también relaciona el movimiento de las partículas a la condición de que la energía total E del sistema permanezca sin cambio neto alguno (H(q,p,t) = E), y podríamos continuar de este modo con mil ejemplos más. Las teorías y leyes físicas, una vez codificadas lógicamente con símbolos matemáticos, apuntan siempre al mismo hecho: se mire donde se mire, las regularidades de los sistemas físicos se comportan de modo tal que, netamente; todo se conserva, todo permanece y nada cambia.

¿Y por qué todo se conserva, se cancela y permanece y se mantiene libre de cambio real y neto? Porque la creación, la existencia, el movimiento y el cambio son en esencia imposibles. Porque en realidad nada existe, y nada puede surgir de la nada. Sólo la apariencia de existencia y de cambio tienen cabida en este marco, y únicamente de manera subjetiva: ideal e insustancial.

El origen de las matemáticas

El lector más avispado puede todavía argumentar o argüir que estas propias matemáticas, es decir; ese lenguaje críptico mediante el cual nos transmitimos entre sujetos las regularidades y patrones observadas en el fenómeno, necesitan de algún tipo de sustento o de explicación. Pero no es el caso y voy a explicar a continuación el modo en que podemos salir de esta aparente contradicción:

La pregunta sobre el origen de las propias matemáticas se basa en la equivocada idea de proponer que éstas existen. Pero no es el caso, como hemos propuesto anteriormente. Las matemáticas no son nada en sí, en esencia no existen; tratándose simplemente de un insustancial lenguaje encriptado mediante arbitrarios símbolos ordenados y estructurados lógicamente mediante el cual nos comunicamos los sujetos unos con otros, expresando lo que observamos y percibimos sobre un supuesto mundo objetivo externo a nosotros mismos; un mundo sobre el cual todos los individuos concordamos y que, al parecer, compartimos. Es como la pretendida realidad del rojo. El color rojo no existe en sí, sino que emerge como un concepto ideal entre sujetos con similares cerebros al interpretar éstos (de manera inconsciente) los valores matemáticos medios (cuánticos) de la longitud de onda de los fotones (que ya vimos que se reducen a un conjunto de etiquetas y números indeterminados sin base material, y sin sustrato ni sustancia).

Pero claro, aunque las matemáticas en sí sean ideas imaginarias insustanciales, inextensas, intangibles e inexistentes en el sentido físico del término; aún quedaría por ver dos puntos: 1) Estudiar si tales ideas necesitan de un sustento (el cerebro en nuestro caso) que deba ser algo existente y material, y 2) estudiar si esa regularidad que nos transmitimos los sujetos, matemáticas mediante, es necesariamente algo físico y real. 

Antes de responder vamos a proponer esta imagen para que el lector pueda visualizar el discurso que realizaremos a continuación:


Hemos visto que los sujetos pensantes capaces de preguntarse por la explicación ontológica del mundo basan toda su capacidad intelectual, incluida la consciencia, en un supuesto sustento físico al que llamamos cerebro (4). Este complejo cerebro ha evolucionado en la Tierra durante millones de años mediante un proceso mecánico guiado por la termodinámica en sistemas lejos del equilibrio térmico. Este proceso, en resumen, lo que ha hecho es unir y ordenar intrincadas estructuras de proteínas (1 -> 2) y otros compuestos orgánicos conformando primero células (2 -> 3), luego seres multicelulares simples, y finalmente organismos con distintos órganos cooperando. Tras aproximadamente 4000 millones de años aparece un órgano (3 -> 4) lo suficientemente complejo y especializado (el mencionado cerebro) capaz de alcanzar la consciencia, la lógica y la capacidad para transmitir información críptica (matemáticas) a individuos que poseen un órgano similar (4 -> 5). 

Posteriormente este avanzado órgano llamado cerebro se pone a estudiar y a generar ideas y teorías sobre el mundo, las cuales transmiten a otros sujetos mediante el lenguaje matemático. Tras varios siglos de ciencia (la cual incluye como paso fundamental la corroboración empírica experimental), este cerebro es capaz de explicar su propio origen del modo en que acabamos de comentar (5 -> 1' -> 2 -> 3 -> 4 -> 5). Parte primero de las regularidades fenoménicas experimentales, y formaliza en lenguaje matemático usando unas extrañas (y poco intuitivas) ecuaciones matemáticas, el funcionamiento del mundo subatómico de las partículas. A esa descripción de bajo nivel la llama modelo estándar; pero el andamiaje sobre el cual este modelo se constituye es completamente insustancial e indeterminado. El realismo hace aguas y el fenómeno físico pierde en el mundo de las partículas las características mínimas que se exigen para determinar que algo existe y es real. De hecho, en la teoría de campos (1) en que se basa el modelo estándar de partículas, éstos constituyentes mínimos del ser dejan de constituir entes independientes, determinados, sustanciales y observables; reduciéndose los mismos a un listado de meras funciones, números, y etiquetas. 

Sea como fuere, si obviamos la extrañeza de estas leyes matemáticas subyacentes a la partícula, podemos cerrar el círculo explicando perfectamente el paso de partículas a átomos, de éstos a moléculas, luego a macromoléculas (como las proteínas), orgánulos y células (termodinámica mediante), y finalmente órganos y organismos con cerebros los cuales pueden entender y transmitir el ciclo completo que ha llevado a su propia aparición en el mundo.

Ahora sí, ya estamos en condiciones de poder responder a las dos preguntas que nos hicimos antes:

1) Estudiar si las ideas mentales (generadas en nuestro caso por el cerebro) necesitan de un sustento físico que deba ser algo existente y material.

La respuesta paradójicamente es que NO, y se puede ver gráficamente si recorremos el camino inverso desde el punto (4) en la gráfica hacia el punto (1). El cerebro basa su funcionamiento en la coordinación de estímulos eléctricos por entre células neuronales haciendo uso de moléculas llamadas neurotransmisores. Pero tanto los potenciales eléctricos como las moléculas que conforman las neuronas y los neurotransmisores (y demás constituyentes del cerebro) se reducen como vemos a la bioquímica primero, y a la física atómica. Finalmente, la física que estudia los átomos es reducida a la teoría que describe el mundo de las partículas: el modelo estándar y sus etéreos campos cuánticos.

Y aquí tenemos la clave: el modelo estándar describe un mundo en el que las partículas no son materiales en el sentido de poseer sustancia y extensión; no son "cosas" tangibles, determinadas, y directamente observables, no poseen siquiera la propiedad de la indivisibilidad ni la individualidad (el concepto de campo cuántico así lo determina); todo se reduce a un conglomerado nubloso de infinitud insustancial, invisible e indivisible, de probabilidad e indeterminación; en resumen, acabamos con puras ideas mentales que no parecen describir nada físico o real en sentido estricto. Estas ideas mentales las formalizamos matemáticamente (funciones de onda, probabilidad, etc.), pero eso no debe hacernos olvidar que no hay modo de "interpretar" dichas matemáticas de manera que podamos dotar de realidad física a la partícula en sí.

Una partícula, lo que se entendía como la unidad mínima de materia, ha resultado quedar reducida a  perturbaciones ondulatorias no observables dentro de un insustancial, interminable, inextenso, indeterminado e indetectable éter de probabilidad (campos cuánticos). Pero esta idea de partícula generada por nuestro cerebro no puede entenderse como algo físicamente real por mucho que lo pretendamos.

Por lo tanto no, las ideas mentales de nuestro cerebro no necesitan de un sustento físico real, siendo las mismas fruto de un proceso que se reduce finalmente a conceptos mentales sin existencia física; inefables partículas que sólo confieren la capacidad de pensar de manera local, parcial y subjetiva. Es decir; que el pensamiento aparece de la nada cuando ese infinito "mar" de indecible e insustancial éter de funciones de onda se organizan localmente de tal manera que surge la ilusión del círculo de la gráfica anterior. 

Sin el cerebro subjetivo (4), la propia idea de existencia física, de espacio y de tiempo, no tendría sentido; y todo quedaría reducido pues a lo insustancial, a lo interminable, lo inextenso, lo atemporal, lo indivisible, lo intangible; es decir, a la nada existencial más absoluta. 

Por lo tanto no es sólo que el cerebro no necesite de un sustento físico real para poder idear e imaginar, es que es sólo gracias a este cerebro subjetivo (reunión parcial y local fortuita de esas nubes de indeterminación probabilista) que el mismo concepto de realidad física adquiere su significado parcial en el sujeto. Un concepto ideal, aparente y engañoso; una ilusión que aparece desde la nada existencial y que no necesita explicación alguna una vez que se detecta lo ilegítimo de otorgar realidad física a este constructo mental con el que todos alucinamos: el mundo.

2) También debíamos estudiar si esta regularidad que nos transmitimos los sujetos, matemáticas mediante, es necesariamente algo físico y real. 

A estas alturas debe ser obvia la respuesta: no. Todo lo que los sujetos se transmiten los unos a los otros, se reduce a la misma nada esencial en que resulta acabar el estudio de la física de partículas. De hecho, no podemos siquiera decir con propiedad que hay separación o individualidad real entre unos objetos y otros, ni siquiera entre unos sujetos y otros. Todo el mundo en su conjunto; tanto los sujetos que alucinan en masa, como los objetos físicos en apariencia externos a nuestro pensar, somos la misma cosa: un infinito e indivisible "mar" de negrura insustancial (1). Un eterno no existir que localmente delira con la apariencia y el cambio cuando esta nada sueña con una parte su todo (cuando ocurre el círculo completo de la gráfica de arriba 1->5).

En este punto tengo que incluir este pequeño fragmento de una serie de televisión muy interesante que viene a expresar en parte lo descrito hasta el momento:

Transcribo el texto del vídeo a continuación:

"Myself. My self. That's the problem. That's the whole problem with the whole thing. That word: self. That's not the word. That's not right, that isn't ... That isn't. How did I forget that? When did I forget that?

The body stops a cell at a time but the brain keeps firing those neurons, little lightning bolts like fireworks inside and I thought I'd despair, or feel afraid, but I don't feel any of that, none of it because I'm too busy. I'm too busy in this moment, remembering. 

Of course. I remember that every atom in my body was forged in a star. This matter, this body is mostly just empty space after all and solid matter? It's just energy vibrating very slowly and there is no Me. There never was. The electrons of my body mingle and dance with the electrons of the ground below me and the air I'm no longer breathing, and I remember there is no point where any of that ends and I begin. I remember I am energy, not memory, not self. My name, my personality, my choices all came after me. I was before them and I will be after and everything else is pictures picked up along the way. Fleeting little dreamlets printed on the tissue of my dying brain, and I am the lightning that jumps between. I am the energy firing the neurons and I am returning. Just by remembering, I'm returning home. It's like a drop of water falling back into the ocean of which it has always been a part. All things a part. All of us a part. You, me, my mother and my father, everyone who has ever been, every plant, every animal, every atom, every star, every galaxy. All of it. More galaxies in the universe than grains of sand on the beach and that's what we're talking about when we say God. The One. The Cosmos and its infinite dreams. We are the cosmos dreaming of itself. It's simply a dream that I think is my life, every time. But I'll forget this. I always do. I always forget my dreams. 

But now, in this split second, in the moment I remember, the instant I remember I comprehend everything at once: there is no time, there is no death, life is a dream. It's a wish made again and again and again and again and again and again and on into eternity. And I am all of it. I am everything, I am all.

 I am that I am."

Otro vídeo, menos poético y más científico, donde se viene a expresar algo muy similar es la sencilla divulgación de la teoría cuántica de campos que realiza el físico Arvin Ash en el siguiente vídeo (de especial interés lo comentado en el minuto 11:48 del mismo):


¿Y por qué estas matemáticas y no otras?

Aún aceptando, visto lo anterior, la no necesidad o lo ilegitimo de exigir una explicación para las matemáticas en sí, el lector todavía puede argumentar que nuestra tesis deja sin responder por qué son tan concretas las matemáticas que derivamos desde la observación física del mundo microscópico y macroscópico. ¿Cuál es el origen del fino ajuste de las constantes cosmológicas y de las leyes matemáticas que usamos para describir la regularidad del fenómeno en nuestro mundo? ¿Por qué derivamos estas matemáticas (esta concreta estructura lógica de símbolos)  y no otras cuando éstas abarcan un conjunto infinito de posibilidades?

La clave para esta pregunta es que, aunque el conjunto de reglas matemáticas (el conjunto de símbolos y de estructuras lógicas que los relacionan) es infinito, ideal, inextenso, intangible, insustancial, inexistente en el sentido físico, y además atemporal; aún así, no todos los subconjuntos de estas reglas permiten que surja la "alucinación" subjetiva del ser, del cambio y del movimiento. Es decir, que son sólo unos determinados subconjuntos del conjunto infinito de reglas matemáticas los que permiten la ilusión de la existencia temporal que nosotros como sujetos proyectamos ilusoriamente como algo real y físico (no cualquier conjunto de regularidades permiten el ciclo completo que vimos en al apartado anterior, pasando de la pura e inexistente regularidad matemática (1) hasta dar lugar a cerebros (5) que localmente perciben la ilusión del cambio (1')). 

Es la nuestra una propuesta similar a la del multiverso matemático de Nick Bostrom, aunque con la diferencia de que nosotros no afirmamos la existencia de múltiples universos con distintas leyes matemáticas, porque hemos dicho que no existe nada real, sino únicamente la existencia de múltiples subconjuntos de regularidades capaces de hacer emerger el "engaño" subjetivo de una existencia física. La propuesta de Nick tiende más hacia el platonismo e intenta dotar de existencia y realidad a esos mundos con matemáticas diferentes; mientras que nosotros defendemos que no existe nada en realidad: ¡mucho menos infinitos universos físicos que pretender explicar!

Nuestra propuesta puede entenderse como una especie particular o más general del principio antrópico: sugerimos que las características de cualquier conjunto de regularidades capaces de ser percibidas de manera ilusoria como una realidad física existente al proyectarse subjetivamente una pequeña parte del Todo (que es la nada absoluta); parecerán siempre estar "afinadas" precisamente porque son sólo los subconjuntos de este tipo los que permiten la aparición de "consciencias" capaces de preguntarse por la causa de su "realidad" y "existencia", sin embargo; en esencia vemos que no hay tal realidad ni tal existencia, y que todo es pura y llanamente una proyección ilusoria de ser y de cambio físico facilitada por un subconjunto particular, local, y parcial de regularidades insustanciales e inexistentes en el sentido físico (las cuales nosotros describimos mediante un lenguaje matemático que nos parece finamente ajustado).

En este punto cabe recalcar de nuevo que ese conjunto infinito de intangibles y simultáneas regularidades posibles (ese Todo) conforma en esencia lo que podemos denominar como una nada absoluta, en donde nunca nada realmente existe ni nada jamás deja de existir. Donde todo se cancela. Se trata simplemente de una infinidad de concurrentes reglas insustanciales, inextensas, atemporales, impotentes, inexistentes; en donde los conceptos de causa, efecto, movimiento y cambio no tienen cabida. Una nada que en esencia nunca deja de ser nada, aunque en la práctica un subconjunto parcial de sus reglas sí permite "desvariar" con la fantasía subjetiva de una existencia física.

Recalquemos de nuevo: todas estas reglas o regularidades insustanciales coexisten de manera eterna y atemporal, y en esencia cancelan sus propiedades como un Todo de modo que nada resta esencialmente: nada existe, nada queda, nada que explicar; ni sustancia ni tiempo ni extensión ni causa ni movimiento: sólo la esencial e indivisible nada absoluta.

En conclusión, la única forma de entender coherentemente la naturaleza de la realidad es aceptar que el mundo físico no existe en un sentido esencial. Lo que percibimos como realidad es una ilusión proyectada por nuestra mente al interpretar ciertos segmentos de una función de onda matemática universal. Este marco ontológico no sólo nos permite escapar de la trampa de la recursión causal infinita, sino que también proporciona una visión completa y congruente del universo: un vasto conjunto de posibilidades que se cancela a sí mismo hasta la nada absoluta. Todo lo que somos, todo lo que experimentamos, es simplemente una ilusión de ser, una fantasía proyectada por la nada, que en sí misma no tiene sustancia ni necesidad de explicación.


Parte 3. Génesis

"En el vasto silencio de la nada, donde no existe el tiempo ni el espacio, emergen infinitas ilusiones de realidad. Cada historia es un espejismo estático, una sombra matemática en el tapiz eterno de la inexistencia, donde todo se cancela y retorna al abrazo sereno de la nada."


Introducción a la eterna inflación

La teoría de la eterna inflación es una extensión del modelo inflacionario del universo que sugiere que el cosmos experimentó una expansión exponencialmente rápida en sus primeros instantes. Esta expansión, impulsada por un campo energético denominado inflatón, no solo explica la uniformidad y planitud observadas en el universo, sino que también propone que este proceso inflacionario no terminó en todas partes. En lugar de un evento único y finito, la eterna inflación sugiere un proceso continuo y sin fin, donde universos burbuja emergen constantemente en un vasto multiverso en expansión.

En este escenario, nuestro universo observable es solo una de innumerables burbujas que han dejado de inflarse y donde las leyes físicas, las constantes fundamentales y las condiciones iniciales pueden variar de una burbuja a otra. Esta concepción nos lleva a imaginar un cosmos en el que todas las posibilidades existen en algún lugar, y donde la creación y destrucción de universos es un proceso eterno y sin propósito aparente.

Historias y ramificaciones en la interpretación de Everett

Ahora, conectemos esta teoría cosmológica con nuestra propuesta ontológica desarrollada en las partes anteriores. En la interpretación de los muchos mundos de Everett, cada posible resultado de un evento cuántico existe en su propia historia o ramificación, es decir, en un segmento matemático específico de la función de onda universal. Estas historias son diferentes caminos que el universo puede tomar, todos coexistiendo en una superposición cuántica.

Al combinar la teoría de la eterna inflación con la interpretación de Everett, podemos visualizar un multiverso inflacionario donde cada universo burbuja contiene su propio conjunto de historias o ramificaciones. Cada una de estas historias es una ilusión estática, un bloque espacio-temporal completo y acabado, donde todos los eventos están ya determinados y donde el tiempo es simplemente una dimensión más, no un flujo.

En esta visión, dentro de cada universo burbuja, las historias o ramificaciones son como novelas ya escritas, con todos sus capítulos y personajes definidos desde el principio hasta el fin. Los observadores dentro de estas historias perciben el tiempo como algo que fluye, pero en realidad están recorriendo un bloque estático de espacio-tiempo. Sus conciencias avanzan a través de este bloque, interpretando cada momento como el presente, pero todo está ya contenido en el segmento matemático correspondiente de la función de onda universal.

Y aquí es donde entra en juego el concepto de alucinación colectiva. Los observadores dentro de una misma historia o ramificación comparten la misma percepción de la realidad porque están interpretando el mismo segmento matemático de la función de onda universal. Esta coincidencia en la interpretación de las regularidades matemáticas genera una ilusión de realidad objetiva y compartida.

La alucinación colectiva se produce porque todas las conciencias dentro de una historia están entrelazadas en el mismo bloque espacio-temporal. Al compartir localmente la misma información y las mismas regularidades matemáticas, los observadores experimentan una realidad coherente y consistente. Sin embargo, esta coherencia no implica existencia objetiva, sino simplemente una coincidencia en la interpretación de patrones matemáticos insustanciales.

La cancelación y la simetría: el retorno a la Nada

Al considerar todas las historias o ramificaciones dentro de todos los universos burbuja, podemos plantearnos qué ocurre cuando las contemplamos en conjunto. Si sumamos todas las energías, momentos, cargas y demás propiedades de todas las historias, descubrimos que se produce una cancelación perfecta debido a la simetría.

Esta simetría universal implica que por cada historia donde ciertas leyes físicas y constantes fundamentales tienen un valor determinado, existe otra historia donde esas leyes y constantes son opuestas o complementarias. Al sumar todas estas realidades, las propiedades opuestas se anulan mutuamente, resultando en una suma neta de cero. Es decir, el conjunto de todas las historias y sus segmentos matemáticos se cancela, retornando esencialmente a la nada.

Esta cancelación total nos lleva de vuelta a la idea de la nada esencial. A pesar de la aparente multiplicidad de historias, universos burbuja y realidades, en esencia no hay nada. Todas las ilusiones de existencia, movimiento y cambio se anulan en el gran esquema de las cosas. La génesis, entonces, no es un acto de creación desde la nada, sino una ilusión emergente de la nada que, al contemplarse en su totalidad, se cancela a sí misma.

El tiempo y el espacio, tal como los percibimos, son dimensiones dentro del bloque espacio-temporal de nuestra historia o ramificación. La ilusión de que el tiempo fluye y de que podemos movernos en el espacio es una interpretación de nuestra conciencia al recorrer este bloque estático. Pero en realidad, todo está ya contenido en el segmento matemático correspondiente de la función de onda universal.

Cuando consideramos todas las historias juntas, vemos que el tiempo y el espacio son también ilusiones que se anulan en el total. Las dimensiones de una historia pueden ser contrarrestadas por las dimensiones de otra, y así, en el conjunto, no hay tiempo ni espacio real, solo la nada esencial.

Una descripción metafórica: las esferas de cristal

Imaginemos un vasto y profundo océano de oscuridad absoluta, un abismo infinito que representa la nada esencial. En este abismo, comienzan a surgir esferas de cristal purísimo, brillando tenuemente en medio de la oscuridad. Cada una de estas esferas representa un universo burbuja, completo y autocontenido, con sus propias leyes físicas y constantes fundamentales. Dentro de cada esfera, existen innumerables historias o ramificaciones, que son los segmentos matemáticos de la función de onda universal de ese universo en particular.

Estas esferas de cristal flotan en el abismo, aisladas unas de otras. Desde el interior de una esfera, los observadores no pueden percibir las demás esferas ni las historias que contienen. Cada esfera es un mundo en sí misma, con su propio espacio y tiempo, y los observadores dentro de sus historias perciben su realidad como única y absoluta.

Sin embargo, si pudiéramos adoptar una perspectiva externa y contemplar todas las esferas simultáneamente, notaríamos algo asombroso. Las esferas están dispuestas en un patrón de simetría perfecta. Por cada esfera que gira en una dirección, existe otra esfera que gira en la dirección opuesta. Por cada esfera con una determinada cantidad de energía positiva, hay otra con una cantidad equivalente de energía negativa.

Las historias dentro de estas esferas también reflejan esta simetría. Por cada historia que sigue un camino específico, hay otra historia que sigue el camino opuesto. Las acciones, decisiones y eventos de una historia se contrarrestan con las de otra, creando un equilibrio perfecto.

Esta disposición simétrica no es casual; es una manifestación de las condiciones matemáticas necesarias para que las regularidades permitan la ilusión de existencia. Las leyes fundamentales de conservación y simetría implican que todas las propiedades físicas deben equilibrarse. Esto significa que, a nivel cósmico, las energías positivas y negativas, las cargas y los momentos angulares se cancelan mutuamente.

Imaginemos que cada esfera de cristal es como una nota en una sinfonía cósmica. Cada nota individual tiene su propio tono y duración, pero cuando todas se tocan juntas, las ondas sonoras pueden interferir constructivamente en algunos puntos y destructivamente en otros, resultando en un silencio absoluto. De manera similar, las propiedades de todas las esferas y sus historias se combinan para anularse entre sí, retornando al estado de silencio absoluto de la nada esencial.

La ilusión de separación y la unidad fundamental

Desde dentro de una esfera, los observadores perciben separación y diversidad. Ven objetos, personas y eventos que parecen distintos y separados entre sí. Sin embargo, esta percepción es una ilusión. En realidad, todo dentro de una esfera está intrínsecamente conectado a través del segmento matemático de la función de onda universal.

La alucinación colectiva refuerza esta ilusión de separación, pero al contemplar todas las esferas desde una perspectiva externa, reconocemos que todas son manifestaciones de una única realidad fundamental: la nada esencial. Las aparentes diferencias y separaciones se disuelven en la unidad subyacente de la inexistencia.

Y es la conciencia el motor que interpreta las regularidades matemáticas como realidad física. Sin conciencia, las esferas de cristal y las historias que contienen permanecerían como meras posibilidades matemáticas insustanciales. Es la interpretación consciente la que da vida a la ilusión de existencia dentro de cada historia.

Sin embargo, la conciencia misma es parte de esta ilusión. Los observadores creen ser entidades separadas y autónomas, pero en esencia, son expresiones de las mismas regularidades matemáticas que interpretan. La conciencia y la realidad que percibe son inseparables y forman parte del mismo espejismo cósmico.

Al comprender la naturaleza ilusoria de nuestra existencia y la cancelación universal de todas las propiedades, podemos trascender la ilusión de separación y propósito individual. Reconocemos que somos parte de una totalidad que, en última instancia, retorna a la nada esencial.

Esta comprensión no debe llevarnos al nihilismo o la desesperación, sino a una liberación de las preocupaciones y ansiedades asociadas con la existencia individual. Al aceptar que todo es una manifestación temporal y equilibrada de la nada, encontramos paz y serenidad en el mero hecho de ser, sin necesidad de buscar significado o propósito más allá de lo que simplemente es.

Conclusión

Al integrar la teoría de la eterna inflación, la interpretación de los muchos mundos de Everett y el concepto de alucinación colectiva, llegamos a una comprensión profunda de la naturaleza ilusoria de nuestra supuesta realidad. Las esferas de cristal en la oscuridad representan metafóricamente las múltiples realidades aparentes que emergen de la nada esencial. Cada una, con sus propias historias y observadores, es una manifestación temporal que se anula en el conjunto total.

Esta visión nos libera de la necesidad de buscar un origen o un propósito en un universo que, en última instancia, es una ilusión. Aceptamos que somos parte de un equilibrio cósmico perfecto, donde todas las cosas se cancelan y retornan a la nada. Al comprender esto, encontramos serenidad y libertad en la aceptación de lo que simplemente es: nada.

Epílogo

"Somos el sueño de la nada, una ilusión pasajera en el infinito silencio de la inexistencia. Al comprender que todo es nada, liberamos a la mente de buscar respuestas en espejismos. La realidad es el lienzo en blanco sobre el cual la conciencia proyecta sus fantasías, y al final, al disolver todas las ilusiones, encontramos que no hay nada que temer, nada que perder, nada que buscar. Solo queda la serenidad de la nada absoluta."

Este epílogo encapsula la esencia de todo lo expuesto a lo largo del artículo. Cuando comprendemos la naturaleza ilusoria de la realidad y abrazamos la idea de la inexistencia fundamental, liberamos a nuestra mente de las cadenas del materialismo y del afán por encontrar un propósito esencial en un universo que, en última instancia, es nada más que una ilusión. La función de onda universal, esa vasta descripción matemática de todas las posibilidades, no es un ente que exista en un sentido material, sino simplemente el reflejo de un vacío absoluto donde las fantasías de la conciencia encuentran un escenario temporal para proyectarse.

Aceptar que todo es nada no nos lleva al vacío existencial, sino a una profunda serenidad. En la ausencia de propósito o sustancia, desaparecen también los miedos, las ansiedades y la constante búsqueda de sentido. Todo lo que percibimos, todos los miedos y deseos, son simplemente destellos fugaces en el eterno vacío. Y al disolver esas ilusiones, encontramos la paz de la nada absoluta: un estado de completa aceptación donde no hay nada que temer, nada que perder, y nada que buscar. Solo queda la serenidad de ser, sin ser realmente nada.



3 comentarios:

  1. Que soledad (aunque gozosa) debe sentirse al conocer el amoroso abrazo de la nada y no poderlo compartir con nadie.

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  2. En cuanto el hombre fue consciente deseó dormir, y así llegó el sueño 💭

    https://chitauri.blogspot.com/2022/10/en-cuanto-el-hombre-fue-consciente.html


    El concepto "concatenación de simulaciones ad infinitum" ya estaba postulado de modo más poético: “Turtles all the way down" 🐢 ♾️ 🌀

    https://chitauri.blogspot.com/2020/04/el-concepto-concatenacion-de.html

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  3. https://pijamasurf.com/2024/10/nuevo_estudio_sugiere_que_el_tiempo_es_una_ilusion_que_emerge_de_conexiones_cuanticas/

    Un estudio reciente ha reavivado el debate sobre si el tiempo es una ilusión, sugiriendo que, más que una propiedad fundamental del universo, el tiempo podría surgir como una consecuencia del entrelazamiento cuántico. Este enfoque desafía la visión clásica del tiempo como una progresión fija y lineal, proponiendo que nuestra percepción del tiempo podría ser producto de interacciones cuánticas entre partículas.

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