Vida
"Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Grito ¡Todo!, y el eco dice ¡Nada!
Grito ¡Nada!, y el eco dice ¡Todo!
Ahora sé que la nada lo era todo.
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada."
(José Hierro)
Ayer leí esta curiosa noticia: "Alerta asteroides: HOY se acercan 3 a la Tierra y próximamente otro más grande".
La reflexión está servida:
Si no es por una cosa será otra: causas internas o externas al propio ser humano. Pero, sea como fuere, la cuestión es que es muy poco probable que la humanidad como tal aguante en pie mucho más tiempo. Puede que otro siglo u otro milenio, qué más da. El esfuerzo y la vehemencia de nuestra especie tiene próxima fecha de caducidad: el ciclo reproductivo llegará más pronto que tarde a su fin. Y llegado el momento: ¿de qué habrá servicio tanta lucha y dolor en pos de ese ideal que es el Bien social? ¡Qué trágico es todo! ¡Qué absurdo es ese estéril sacrificio humano!
Ya en tres ocasiones la humanidad estuvo a punto de extinguirse por motivos naturales. En estos tres puntos históricos, el último de ellos hace apenas un "pestañeo geológico", la población se redujo a poco más de 10.000 personas en todo el globo y fue un "milagro" que no siguiéramos la suerte de los neandertales. La próxima "oportunidad" podría estar cerca y venir en forma de cataclismo natural (asteroides, gran erupción volcánica, cambio climático radical, etc.) o ser causada por nuestra propia conducta (guerra nuclear, edición génica descontrolada, virus o bacteria pandémica, etc). Y ahí está la "gracia", no sabemos ni cómo ni cuándo, sólo que ocurrirá.
De hecho, es bien sabido que lo único que nos permite continuar con esta farsa social es lo mismo que nos permite continuar con nuestra vida personal como soma desechable: desconocemos a priori el momento y la manera en que acabará todo. Y es que si fuese de otro modo, si tuviésemos a mano un vídeo grabado con todo lujo de detalles y etiquetado con la fecha del fin, el terror y la depresión paralizaría toda nuestra conducta y nos arrastraría hacia la psicosis más absoluta. ¿Quién se iba a levantar a trabajar todos los días a las 7 de la mañana sabiendo con certeza absoluta que el fin será en X años debido a la causa Y? ¿Quién no actuaría ante esta circunstancia con desgana, frustración y abatimiento?
Imagina, por ejemplo; que X = 30 años y que Y = "Un asteroide enorme impacta sobre la Tierra provocando primero una inmensa destrucción, y posteriormente un invierno glacial que dura centurias". Un asteroide lo suficientemente grande como para que sólo sobrevivan a duras penas ciertas bacterias. ¿Qué haríamos ante esta revelación? ¿Continuar construyendo (o reconstruyendo) catedrales y hospitales que nadie llegará a utilizar? ¿Continuar felizmente teniendo (y criando) hijos condenados a no alcanzar a la edad adulta? Seguro que no. La manía y el caos reinaría ante este panorama.
En su obra más conocida, "La negación de la muerte" (1973), Ernest Becker, escribió: «Creo que los que consideran que la comprensión total de la condición humana nos volvería locos están en lo cierto [...] El ser humano, literalmente, se sume en el ciego olvido mediante juegos sociales, engaños psicológicos, preocupaciones personales tan alejadas de la realidad de su situación que son formas de locura, locura acordada, locura compartida, locura disfrazada y dignificada, pero locura de todos modos».
Dignificamos nuestra conducta diaria cerrando los ojos ante el fatal destino que es seguro que llegará. Hacemos como si fuese imposible, nos vemos como seres eternos e indestructibles: acordamos que el homo sapiens no puede desaparecer. Nos vestimos psicológicamente con los trajes de "Dios"...pero seamos serios, en el fondo no somos más que monos venidos a más. ¡Claro que nuestra especie pasará a la historia! Una más entre tantas. Somos "Dioses" de pacotilla. Pobres idiotas revoloteando con aires de grandeza incapaces de comprender su total prescindibilidad para el mundo natural.
Pero evidentemente nadie se va a preocupar demasiado por X o por Y. No es algo para lo que estemos hecho (no es una conducta evolutivamente estable). Por el contrario, como dice Thomas Ligotti: "Llegará un día para cada uno de nosotros —y luego para todos nosotros— en que el futuro habrá terminado. Hasta entonces, la humanidad se aclimatará a cada nuevo horror que venga a llamar a la puerta, como ha hecho desde el principio. Seguirá adelante y adelante hasta detenerse. Y el horror seguirá adelante, con las generaciones cayendo en el futuro como muertos en tumbas abiertas. El horror que nos transmitieron se transmitirá a otros como un legado escandaloso".
Seguiremos aclimatandonos a cada adversidad por supuesto; continuaremos luchando y sufriendo con vehemencia por evitar lo inevitable, cegados a consciencia en la creencia de que el hombre posee el don de la inmortalidad. Pero finalmente el secreto será revelado; en cierto momento futuro el velo caerá y descubriremos la fatalidad programada. Y cuando el fin sea evidente e inevitable, al fin una voz largamente contenida por la humanidad gritará horrorizada: ¡Qué es esta vida! Pero sólo responderá el silencio infinito, burlándose de todas las esperanzas absurdas que alguna vez tuvimos.