domingo, 6 de mayo de 2018

"El flujo de la historia y el sentido de la vida", por Carlos Castrodeza

"Una vez ubicado su medio, ¿cómo se ve el hombre? Se vislumbra como un ser forzado a (deseoso de) sobrevivir sobre todas las cosas. No importa cuál sea su sufrimiento, su miseria, su menosprecio a la vida, su desesperación. Se ve arrastrando su existencia, a menudo, de una manera tan tragicómica como amarga"
(Carlos Castrodeza)


Os dejo a continuación una reflexión sobre un fragmento de la obra "El flujo de la historia y el sentido de la vida" de Carlos Castrodeza:
"[...]en un mundo siempre limitado por recursos escasos, incluso con abundancias engañosas, se sale adelante, si se sale, a cualquier precio. Claro está que ese precio indeterminado aparenta no ser tal, a fin de que la supervivencia en grupo sea hasta cierto punto mínimamente sostenible. Habría una selección natural obvia, a corto plazo, y otra calificada como darwiniana, menos obvia, a un más largo plazo. Esta retórica, en definitiva, es básicamente instrumental/estética, aunque matizada epistémicamente por ontologías portadoras de sentido existencial incluso en una atmósfera nihilista.

Sucede que, explícitamente, el proceso de supervivencia directa, o indirecta por medio de la reproducción, implica trivialmente la extracción de energía del medio, o bien directamente, o bien y sobre todo implicando al «otro» en un hacer simbiótico o parasitario. Asimismo, claro está, a la hora de la reproducción, en nuestra especie hay que implicar necesariamente al otro. El lenguaje es un instrumento para ayudar a la realización de esas acciones de un modo directo o de infinitos modos indirectos. El lenguaje, en este sentido, va más allá de la consecución de una cohesión social en el sentido que le imprime, por ejemplo, Robin Dunbar,7 pero no más allá de potenciar una simbiosis o un parasitismo en pos de la supervivencia y la reproducción propias. Más allá solo hay ruido metafísico maquillado de lenguaje enjundioso.

Una actividad considerada noble, como la investigación científica, en realidad implicaría el conocimiento del mundo para su utilización o explotación. De modo que el placer de conocer, en clave aristotélica, por ejemplo, sería el acicate para potenciar ese uso como ocurre con toda actividad placentera que no sea patológica. Es decir, una apetencia placentera es el estímulo para potenciar la supervivencia y la reproducción propias. La actividad puede no ser propiamente placentera en el nivel individual, pero sí en otro nivel, como por ejemplo en el nivel génico, en cuyo caso, aunque no la consideráramos propiamente placentera, lo sería de un modo lato o, si se prefiere, singularmente perverso. En general, y como diría Heidegger, la esencia de la ciencia es tecnológica, aunque la esencia de la tecnología no lo sea.

La ciencia, en efecto, no piensa, pero no en el sentido heideggeriano de no ir a la esencia del ser, sino, muy al contrario, en el sentido de que el pensar en sí no tiene sentido. Se piensa para algo y por algo, siempre, trivialmente de nuevo, en conexión con la propia supervivencia directa o indirecta por medio de la reproducción. Lo demás, digámoslo una vez más, es ruido metafísico. O, asimismo, es ruido epistémico, ético o estético o, incluso, es incurrir en juegos de supervivencia y reproducción, dado que el hombre sería un simio antropoide que juega hasta que muere."
Qué grandes palabras de Carlos Castrodeza, y qué facilidad para expresar algo que queremos convertir en complicado pero que es muy simple de explicar en realidad. El sentido de TODA conducta biológica se reduce a lo siguiente:
"[...] el proceso de supervivencia directa, o indirecta por medio de la reproducción, implica trivialmente la extracción de energía del medio, o bien directamente, o bien y sobre todo implicando al «otro» en un hacer simbiótico o parasitario"
Un párrafo que esquematiza y reduce lógicamente todo lo que hacen (hacemos) los seres vivos. Y es que no hay más, y el resto es, como dice Carlos, "ruido metafísico maquillado de lenguaje enjundioso". Aceptemos las cosas como son de una vez. Si aprobamos y creemos en la tesis darwinista, no queda más remedio para ser consecuente que abrazar también el nihilismo accidentalista hasta sus últimas consecuencias (esto es, "darwinizar" TODO nuestro mundo).

Porque realmente es curiosa esa moda epistémica tan actual que existe de aceptar el darwinismo pero al mismo tiempo querer "salvar" al hombre del más puro accidentalismo inventando para ello un nuevo "ente" esencial llamado cultura. Pero, no. La cultura, la moral, la ética, el arte, incluso la ciencia y la tecnología, no son en esencia NADA sin el cerebro biológico que les da soporte. Un cerebro evolutivo (expresión visible de parte de nuestro genotipo) que es dueño y señor cognitivo, y que dicta lo que nos gusta y lo que no; lo que deseamos y lo que no, lo que debemos hacer y lo que no. Quita al cerebro (fenotipo del gen) de la ecuación existencial y TODO lo demás desaparece...cultura incluida.

Así que no nos engañemos con cantos de sirena esencialistas. El darwinismo indica el camino, y el camino parece conducir al accidentalismo y al nihilismo más puro imaginable. E insistamos de nuevo, lo demás es ruido subjetivo de nuestra cosecha.

En su momento Darwin dijo: "¿Cómo algo tan simple como la selección natural resulta tan difícil de entender?". Y la historia parece que se repite. ¿Cómo algo tan sencillo de entender como que toda conducta (todo movimiento natural) se reduce simple y llanamente a su física subyacente: es decir, a leyes termodinámicas básicas?

Carlos Castrodeza lo expresa con maestría en este fragmento:
"[...] en una realidad de recursos escasos se ha generado una situación de supervivencia entre estructuras en que unas «depredan» sobre otras para potenciar su propia existencia desde un Big Bang inicial. Y por razones energéticas (o sea, llanamente físicas) las estructuras que «medran» son, tautológicamente, las más estables (negentropía «fuerte»). Tal estabilidad se ceba termodinámicamente a expensas de las estructuras menos estables (negentropía «débil»). O sea que dentro de una línea evolucionista el proceso imperante es la selección de lo circunstancialmente más estable. Por supuesto que, en realidad, trivialmente, todo es un proceso de selección que podemos calificar como selección natural, aunque ciertamente el apelativo natural en este contexto amplio está de más, es decir, es una acepción redundante porque el mundo y todo lo que en él ocurre es natural."
Y ciertamente no hay más. El mundo y la vida como tal son una banalidad, un hecho insustancial. Pero no pasa nada, no hay por qué maquillar las cosas. O si las maquillamos por necesidad psicológica, al menos hagámoslo a sabiendas de que lo que hacemos es crear una mera estética ajustada a nuestras necesidades personales: un apéndice epistémico subjetivo que nos ayuda a aceptar la realidad y que nos permite en último término cumplir mejor con lo que ya sabemos que es la única esencia vital: sobrevivir estructuralmente...y punto.