"No hay que tomarse nada a pecho -se repite quien se enoja consigo mismo cada vez que sufre y no pierde ninguna ocasión de sufrir." El aciago Demiurgo (Emil Cioran)
martes, 15 de septiembre de 2015
Carta a un amigo cristiano (y II)
Querido, Enric:
Ya he sacado tiempo para escuchar la conferencia completa que me ha recomendado. Y le digo de corazón que lo he hecho con el mínimo de prejuicios posible, y honestamente abierto a cada palabra de Javier Montserrat:
Aproximadamente la primera hora del vídeo me parece ejemplar, el autor describe de un modo muy claro lo que es sin duda el enigma o el misterio esencial sobre el que descansa el mundo natural en el que todos estamos. Además, Javier se expresa de un modo muy claro y objetivo en este sentido, y deja correctamente abierta la posibilidad de que detrás del fenómeno natural pueda haber una Realidad teísta o ateísta. Explica muy bien como existe hoy día una dogmática ateísta: que pretende justificar su postura mediante añadidos metafísicos como la posibilidad de los múltiples Universos, y habla también una dogmática teísta, que pretende defender lo opuesto mediante una supuesta revelación de Dios.
En la primera hora del vídeo, por lo tanto, pienso que el conferenciante se muestra ejemplar; y merece la pena señalar que en repetidas ocasiones describe cómo le parece tan posible una trascendencia teísta como la ateísta, hecho que es innegable, porque el enigma trascendental es insoslayable. Incluso menciona en un par de ocasiones directamente que el hombre no puede saber (o conocer) cuál de las dos opciones es la Correcta(o Verdadera).
También menciona en repetidas ocasiones lo que él describe como "El silencio de Dios" (de hecho, es parte del título de la conferencia). Es decir, que habla sobre la falta de evidencia objetiva que todos tenemos sobre su existencia Existencia: y hace hincapié en como este silencio nos afecta cuando pasamos alguna vez (o muchas veces, según la fortuna) por un sentimiento de angustia ante distintos problemas que acontecen en la vida (enfermedad, vejez, accidentes, catástrofes, etc.), mientras que al mismo tiempo somos conscientes de este atroz silencio trascendental. En este sentido, el autor da pie a preguntas del tipo: ¿Cómo puede, por ejemplo; permanecer Dios en silencio ante la muerte de un niño en África, que perece retorcido de dolor comido por parásitos intestinales mientras su madre lo mira impotente?
Hasta aquí, todo perfecto: objetividad, racionalidad, y palabras bien fundadas y bien expresadas, Pero todo eso cambia en cuanto el autor intenta meter (con calzador) su hipótesis cristiana en todo lo dicho anteriormente. Porque ¿cómo intenta introducir al Dios cristiano este hombre en la explicación trascendente del fenómeno natural objetivo? ¡Oh, sorpresa! Hace uso exclusivamente de la tan sabida y utilizada supuesta presencia (o realidad) interior en Jesús (y demás parafernalia). Hace uso de un sentimiento inmanente que le hace creer que realmente conoce la trascendencia del fenómeno, y que esa Realidad es el Dios cristiano. Sobra decir que esta inmanencia sirve para creer en cualquier cosa, ya que cada cual subjetivamente siente lo que siente. De hecho, fue esta inmanencia la que hizo, por ejemplo; creer al estupendo filósofo Schopenhauer, que la Realidad trascendente la compone un ente irracional y ciego por y para el mero ser. A este ente, esencia del fenómeno, lo denominó Voluntad, y dicha Voluntad resultaría ser el creador irracional de este mundo (con el único fin de saciar su sed existencial). Por cierto, que mejor cabe enlazar con nuestro mundo esta irracional trascendencia propuesta por Schopenhauer, que cualquier propuesta teísta; ya que una trascendencia no racional daría cuenta del problema de Su silencio para con los males del mundo: simplemente resultaría que el Creador no es racional ni se preocupa (ni puede preocuparse) de su creación: simplemente quiere y desea (irracionalmente) ser y existir en todas las formas posibles, y haciendo uso de todas las diversas representaciones o fenómenos posibles del mundo.
A mí, el argumento de la inmanencia o del sentimiento interior de Dios me parece muy débil. Y no sólo débil, sino, como digo, y perdone que se lo repita y que le sea franco, me parece ridículo e incluso incongruente:
Y es que, puestos en el caso de aceptar la descripción científica del mundo, llegamos por tanto al precepto de que mi conciencia es resultado de una computación neuronal (material) en mi cerebro, y que este cerebro se ha formado evolutivamente con el transcurso del tiempo. Ante esto, es innegable que cualquier tendencia, voluntad, comportamiento, sensación, y por supuesto, sentimiento o intuición, va a tener bases evolucionistas (sobre cuales son estas bases naturales se encarga la neurociencia en general, y la psicología evolucionista, en particular). Por lo tanto, ese sentimiento inmanente o intuitivo, probablemente no sea más que un efecto colateral al proceso evolutivo (un estado mental no "buscado" evolutivamente, pero que aparece y permanece porque va acompañado de otro factor mental que sí es útil); o quizás sea algún tipo de estrategia de supervivencia que simplemente ha resultado ser útil (por ejemplo, la espiritualidad se cree que puede ayudar a las personas a soportar este mundo tan duro, otorgando un empujón de optimismo que ayuda a seguir luchando y sobreviviendo).
Es decir; que muy posiblemente, ese sentimiento religioso o trascendente interior, no sea más que un pensamiento neurológico más, sin ninguna relación real ni directa con un supuesto transcendentalismo. Por lo tanto, usar esta triquiñuela del sentir interno a Dios (o de la conexión inmanente) no es para nada justificación ni evidencia de nada. Es un mero artilugio subjetivo que se aplica cuando se intenta saciar la necesidad de creer en algo (normalmente buscando consuelo): se pretende afianzar una creencia que es de por sí débil (en el caso teísta la debilidad viene entre otras cosas por el problema del mal y el silencio de Dios), sobre una base inefable (para evitar la refutación), pero que hoy día no se sostiene desde la objetividad científica.
Porque, como le comento, siempre está de fondo en estas cuestiones el problema del mal en el mundo, y el silencio de ese supuesto Dios "amoroso" (como los osos :P). A mí, que no siento para nada esa inmanencia ni ese sentimiento interno de Dios, esta conjunción de mal y silencio trascendente sólo me deja dos opciones:
O Dios NO existe (no hay nada trascendente) , o existe pero no se preocupa de su creación (incluso puede que NO pueda preocuparse, o que la creación sólo le sirva(sirvamos) como un instrumento que utiliza (o utilizan) para algún fin Propio y alejado de los intereses del hombre en sí -y del resto de la creación-). En cualquier caso, el cristianismo como tal me parece incongruente y desfasado, y lo máximo que admito (personalmente) es esta dicotomía agnóstica entre deísmo y panteísto que te comento (incluyendo la posibilidad de que finalmente "todo sea naturaleza sin ninguna trascendencia al fenómeno").
Pero a pesar de todo, y pese a la poquísima esperanza que tengo, espero de corazón que finalmente tenga usted razón con su cristianismo: la doctrina cristiana (cualquier doctrina teísta, en realidad) es mucho más bonita y consoladora que mi postura actual. Sin embargo, y por desgracia, no puedo dejarme llevar por la necesidad de creer en lo bonito o lo justo, simplemente me permito (mi cabeza funciona así) inferir a partir de lo que veo; y lo que veo no hace más que alejarme cada vez más de todo pretendido teísmo.
Un abrazo, amigo Enric.
P.D. No sabe cuánto me gustaría estar equivocado, y encontrármelo algún día en "otra vida mejor", pero tal y como lo veo, dudo horrores que ese sea el caso.
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Samu,
ResponderEliminarAnte todo discúlpeme si le contesto tarde y rápido.
Deberíamos partir de la desobjetivación de Dios: dios no es mera llamada, mera presencia, mera transcendencia, no hay forma de objetivar a Dios. Nada de lo que digamos, pensemos, creamos, es pues Dios, sino un simple modo humano de hacerlo presente y nuestro. Lo más que podemos hacer es esbozarlo humanamente, pensarlo así, o asá, crear idolatrías, o (por decirlo a su modo): hacer de “efectos colaterales” interpretación de deidad. Por tanto también es un error interpretar que cuando se dice que Dios es algo que se da como presencia o llamada se esté mostrando “objetivamente” algo de Dios. Lo que hay es una presencia o llamada en el creyente (y eso es indudable, al menos yo doy testimonio de ello) que el creyente siente e interpreta, como algo íntimo desde lo que esbozar lo divino. Pero ello no significa ni mucho menos que esa “presencia-llamada” sea ocasionada por algo objetivamente transcendente a la realidad mundanal (en este caso transcendente a la persona que lo experimenta), eso sólo es la interpretación o sensación que hace o tiene de ello el creyente, el que tiene fe, el que realiza su existencia desde tal fe. Se trata de una intuición primaria y no es búsqueda de consuelo, ni un argumento puesto con calzador
Eso es, por poner un ejemplo, perfectamente asumible de manera semejante (en el sentido de que toda realidad en que se siente estar el hombre es ocasionada por actividad neuronal), a las voces que pueda escuchar un esquizofrénico. El cristianismo es, en buena medida y con razón, para el que no lo es, locura.
Personalmente creo, y discúlpeme por hablar de mí, que el principio fundamental de esa “llamada de la religión”, es el de ponerme en la experiencia de donación originaria que la realidad lleva en su seno siempre de manera excedente.
Por otro lado creo, que para hacer justicia a Javier Montserrat, que él no utiliza esa “presencia-llamada” como un argumento ad-hoc (puesto con “calzador” decía usted). Él no dice que la llamada o presencia divina que siente el creyente sea un argumento objetivo de la existencia de Dios, todo lo contrario diría yo. Precisamente porque no lo es, y el creyente también desde su razón puede perfectamente comprender que bien pudiera no serlo, es por lo que muestra en qué sentido es perfectamente compatible con ser un “efecto colateral de las estructuras originadas evolutivamente en nosotros”, o “un mecanismo adaptativo de algún tipo evolutivo” y a pesar de ello no negar su carácter teologal en la persona humana que lo experimenta.
Yo creo que es muy probable que en esencia eso sea el caso (lo de ser un “efecto colateral”), pero no entiendo qué importancia tiene eso para lo que se establece. Vivimos el misterio en la real existencia de los efectos colaterales o en la realidad en que nos sentimos estar instalados por las actividades y estructuras cerebrales-adaptativas que la evolución cósmica a bien ha tenido en darnos… ¿Y? Claro que toda la religiosidad anida esencialmente en esos efectos colaterales, eso pienso yo también, ¿Y? ¿Qué importa si lo religioso anida en un efecto colateral de lo evolutivo o no? ¿No es todo un efecto colateral del big bang? ¿No proviene todo del “logos divino”? ¿Amar no es un “efecto colateral”? ¿Y el sentido del humor? ¿ Y la esperanza? ¿Y la fe? ¿Y la búsqueda de verdad más allá de lo práctico? ¿ Y la ciencia? ¿Y el arte?... ¡¡¡ DIVINOS “EFECTOS COLATERALES” ESTOS, TAN REALES Y CREADORES DE LA AUTENTICA REALIDAD QUE ALGUNOs DICEN QUE ES MERA FICCION (¿ficción de qué?) , Y EN LA QUE MISTERIOSAMENTE ESTAMOS, YA SEA PARA NIHILIZAR O DIVINIZAR NUESTRO ESTAR!!!.
Sigo…
…sigo
ResponderEliminarRespecto al problema del mal:
Usted cree que si Dios es bueno no podría existir el mal en el mundo. Como el mal existe, entonces, una de dos, o Dios no existe o bien no es bueno.
Corríjame si me equivoco, a mí me parece que en el mundo en que cree o crea usted, no hay mal. Solo hay procesos físicos. El mal “de su mundo” es parecido a las náuseas que tenemos al comer un alimento en mal estado y lleno de gusanos, una sensación originada por ciertos genes que al originarlas conjuntamente superviven en el acervo génico .
Ahora bien, también me parece que usted habla del mal, más allá de esa “mera nausea evolutiva”, desde tal vez unos “efectos colaterales” que le permiten conceptualizar tal mal como algo que no debería estar; es decir, como algo que se establece más allá de lo que físicamente o materialmente de lo “no colateral” podamos decir. La realidad es y no habla del mal, y usted que es mera realidad física , gracias a esa colateralidad que anida en lo evolutivo, habla, se queja y considera injusto la existencia de ese “no-mal”. “No-mal” que usted desde “su colateralidad” se inventa como “Sí-mal”. Desde un efecto colateral que no es “buscado por la evolución”, y que en algún sentido, supongo, está en ciertos aspectos más allá de los mecanismo esenciales de la evolución; desde otros ámbitos pues, que se superponen a los necesarios por la evolución, por eso lo de colateralidad. Usted, pone un DEBE al ES de la realidad desde su “colateralidad”. Es decir, que el mal es algo relacional (metafísicamente relacionado me atrevería a decir) que usted establece entre sus “efectos colaterales” y “lo que queda al otro lado de lo colateral”. Dicho a mi modo: usted hace del mal un aspecto teologal del hombre.
Pues bien, el aspecto teologal que el cristiano afirma acerca del mal, es que el mal es algo que Dios no quiere pero que asume y hace suyo. El cristiano desde Cristo, da sentido a Dios a pesar de la existencia del mal (que recuerde que sólo existe de manera “colateral”) , y da sentido a la existencia del mal gracias a su Dios. Por eso, no solo se lamenta, sino que se arremanga con búsqueda de sentido ante ese mal. Por eso hace suya las frases de Cristo: “¿Por qué me has abandonado”? y “Hágase tu voluntad”. Es decir, el cristiano niega la mayor de su silogismo y establece esta otra premisa: “Dios es bueno a pesar de la existencia del mal en el mundo”.
Entiendo, que usted solo creería en un Dios bueno si viviéramos en el paraíso, pero no es ese el fundamento de deidad en el que se instala el cristiano. El cristiano asume el abandono y silencio de Dios desde el sentido cristológico, como presencia misteriosa de la bondad de Dios. Pero eso solo es posible, si uno cree y confía en Cristo, se abre al misterio teístamente y deja al margen las logificaciones y objetividades que hacen de Dios un objeto de la lógica y las necesidades objetivantes. Es decir, algo parecido a lo que dice nuestro Papa Francisco: “El Señor siempre cuidó el misterio y cubrió el misterio. No hizo publicidad del mismo. Un misterio que hace publicidad de sí mismo no es cristiano, no es el misterio de Dios: ¡Es un misterio falso!” . YA me imagino que para usted eso es un cuento chino y para mí, en cambio, ha sido el fundamento de mi existencia, ¿Qué le vamos hacer si somos tan diferentes? ;-)
Un saludo.