sábado, 11 de enero de 2020

La verdadera compasión

"Todos los seres humanos quieren vivir, pero ninguno sabe por qué vive." 
(Arthur Schopenhauer)


De la traducción de los mejores aforismos de Schopenhauer realizada por Carlos Javier González Serrano en su libro  "Parábolas y aforismos", nos encontramos con esta maravillosa reflexión:

"En oposición al principio moral Kantiano, quisiera proponer la siguiente regla: siempre que entres en contacto con un individuo, no lo evalúes objetivamente por su valor y dignidad; no tengas en consideración la maldad de su voluntad, ni la estrechez de sus entendederas o la absurdidad de sus conceptos. Pues lo primero podría fácilmente provocar odio contra él, y lo segundo, desprecio. Ten únicamente en cuenta su sufrimiento, su menesterosidad, sus temores, las penas reflejadas en sus ojos. Así te acercarás y simpatizarás con él, en vez de suscitar aquel odio y desprecio, y sentirás por él compasión. [PP, II, 109]"

Y hoy mejor que nunca aplican estas palabras. En la actual época contemporánea (aunque, siendo honestos, deberíamos mejor decir: como en toda época histórica) llena de conflictos, ira, odio, y falta de entendimiento; repleta de "bandos" e ilusorias distinciones entre "unos" y "los otros"; tendríamos de una vez que dar un verdadero paso atrás y observar a la realidad apuntando a su esencia, a la causa última evolutiva de nuestra conducta.

Porque todos, absolutamente todos los seres vivos somos hijos de una misma voluntad natural: una voluntad que consiste en ser, simplemente, un ciego y espontáneo proceso mecánico emergente, fruto del acatamiento natural de los preceptos físicos subyacentes (las inmutables y eternas leyes naturales); es decir; eso que comúnmente denominamos como evolución natural. Un proceso evolutivo cuya selección espontánea conforma y guía instintivamente a todo lo vivo desde hace más de 3.500 millones de años. Y es precisamente esta esencia (espontánea) de la realidad la encargada de obligarnos a pelear los unos contra otros en esta especie de Coliseo romano que conforma la realidad fenoménica que se aparece ante nuestros ojos, participantes de una absurda escena tragicómica.

Y es que la vida en el fondo es una trampa; un escenario del que no es posible salir, y en el que todos debemos ejercer nuestro papel para luego desaparecer (cosa que en biología hace tiempo que se conoce como teoría del soma desechable). El escenario permanece, y lo que cambian somos los pobres cómicos que danzamos sobre él, forzados como marionetas incapaces de determinar sus propios actos. Hay hoy día alrededor de 7000 millones de personas "vivas" luchando todas sin saber muy bien para qué, y se estima que otros tantos miles de millones ya pasaron por donde nosotros ahora estamos...todos desaparecieron en el abismo de la nada; y nada se sabe de ellos, a parte de que compartieron nuestro fatal destino peleando y odiándose los "unos" a "los otros".

Por lo tanto intentemos domar en lo posible a la bestia instintiva, reflexionemos desde la razón basándonos en las sabias palabras de el genio de Danzig. Cuando trates con alguna persona, e incluso con cualquier animal, observa sus ojos: verás que en el fondo están llenos de penas y frustraciones, incomprensión y vehemencia...igual que los tuyos. Y comprenderás también que ese dolor que de reojo has atisbado, es también compartido por los tuyos, y que la esencia de esa aflicción es fruto de la misma voluntad natural evolutiva que os dio forma a ambos. Podrás de esta manera levantar el "velo de Maya", y entender que todos somos marionetas obligadas a luchar por un ciego sinsentido físico (termodinámico, aunque eso ya es otra historia).

Intentemos así en todo momento desde la razón evitar el odio y el desprecio, por mucho que el instinto nos obligue a pensar lo contrario; reforcemos la compasión por "el otro". Porque el otro sufre y lucha en favor del mismo absurdo que tú, y porque la fuente de su inquina y rencor posee la misma causa última que todo lo demás en este mundo (animado e inanimado): obedecer ciegamente y con la mayor vehemencia posible los mandamientos físicos naturales.

Por lo tanto, y a modo de corolario, sólo pedirte que la próxima vez que te veas acalorado dentro de una discusión o de cualquier tipo de trifulca (física u online), que pienses en todo lo dicho: que levantes el velo de la ilusoria pretensión instintiva, y que reflexiones sobre el hecho de que todos estamos sufriendo y sintiendo malestar esencialmente por y para nada. Y cuando, de este modo, finalmente seas capaz de ver la marioneta que eres, y de comprender los hilos que te mueven, al mismo tiempo también verás con claridad en "el otro" esos mismos ojillos de cristal; y sentirás compasión y lástima por él...del mismo modo que la sentirás por ti mismo.

Nota. 
Si deseas profundizar más sobre la relación propuesta entre vida y termodinámica recomiendo el siguiente enlace: "Termodinámica y mecánica social".

1 comentario:

  1. Cuando tenía 20 y pocos años pensaba (o sentía) que Schopenhauer era un pensador tóxico y peligroso. En mí algo chillaba: repúdialo, distancíate, no toques esa carcoma que reniega descaradamente de la vida.

    Ese huir del mundo corporal, de los instintos, de la sensualidad... del fluir de la existencia y su inherente conflicto o lucha permanente -su "polemos" para decirlo en griego, como Heráclito ¡Cuánto gozaba Schopenhauer de denigrar la vida en nombre de una ilusión antinatural -LA VOLUNTAD! De hecho, me parecía un cobarde y un pusilánime por querer esconder su cabeza, tal que un avestruz, dentro de ese invento idealista de la "idea pura" -LA VOLUNTAD. Sinceramente, me daba sensaciones parecidas al observar un drogadicto.

    Con todo, confieso, me daba miedo estudiarlo e intimar con él -Me puede infectar!?!?- Alertaba mi mente; pues aunque hablara de iluminación, de paz, de liberación, de vida eterna... yo no le escuchaba, puesto que veía como, en verdad, tejía un tenebroso manto sobre la vida; sobre la vida real y corporal. El negro manto de la compasión -menudo veneno contra la vida!

    Luego, gracias a Nietzsche, me di cuenta que lo mío no era un mero "pensaba". Me di cuenta que mis instintos eran certeros; que la compasión es renunciar a la vida, que renunciar a la vida es muerte, decrepitud, decadencia, falta de energía y vitalidad. Cuando entendí esto, le perdí el miedo, y curiosamente me dejé seducir afablemente por Schopenhauer y su pesimismo -A donde me llevará este camello?- Me pregunté burlón y con suficiencia. Y, sí, me adentré en sus pócimas filosóficas y a estudiar esa guerra abierta que había lanzado contra la vida, contra la felicidad terrenal y mundana. En efecto, allí, entre sus venenos intelectuales encontré muchas cosas interesantes... y además, me vacuné de tales tóxicos.

    A día de hoy el pensamiento de Schopenhauer es como un virus que está en mí, pero soy inmune; no me afecta. Lo considero una especie de varicela del pensamiento: hay que pasar por él, y superarlo. Cosa que depende de la "fuerza inmune" de cada uno.

    No es ninguna crítica, sólo te cuento mi experiencia con Schopenhauer.

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