martes, 26 de noviembre de 2019

Todo el mundo juzga, todo el tiempo

"Escucha, como carne sensible que somos, por muy ilusorias que sean nuestras identidades, elaboramos esas identidades haciendo juicios de valor. Todo el mundo juzga, todo el tiempo. Si tienes un problema con eso es que vives en un mundo equivocado." (Rust Cohle, Serie "True Detective")


Hace unos días terminé de ver la primera temporada de "True Detective", famosa serie de HBO. No sé cómo se me escapó, pero hasta ahora no descubrí semejante obra maestra. La temporada completa está repleta de demoledoras frases de uno de los protagonistas, Rust Cohle (interpretado magistralmente por Matthew McConaughey), pero me llamó especialmente la atención la cita con la que abro este artículo: es la puñetera argumentación que mejor define eso que entendemos como el "yo". Todo el mundo juzga, y lo hacemos todo el puto tiempo: desde el mismo momento en que abrimos los ojos a primera hora de la mañana. Una frase que me recordó además un artículo que escribí hace ya bastante tiempo y que me gustaría compartir con vosotros a continuación:

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Hoy he terminado de leer la novela "La caída", de Albert Camus. En mi opinión, y en pocas palabras, el libro es una maravilla. Es imposible que alguien lea este libro, y no sienta resquebrajar parte de las ideas preconcebidas que todos tenemos sobre el modo de nuestro estar en el mundo.

No voy a entrar en mucho detalle sobre todo lo que este magnífico libro nos puede enseñar sobre este mundo que todos creemos, erróneamente, conocer tan bien. Pero sí voy, sin embargo, a detallar un punto concreto -quizás el más importante- que me ha llamado mucho la atención. Un asunto que, aunque parece evidente cuando se menciona, pasa normalmente desapercibido en el transcurso de nuestras vidas diarias en sociedad:

En cierto punto del libro, Clamence (nombre del protagonista de la novela) describe el momento de su vida, en que se hace consciente del hecho de que todo gira en torno a un continuo juicio de valor sobre su persona: se da cuenta, de hecho, de que la vida no es más que un juicio perpetuo; comprueba que todos somos continuamente objetivo de innumerables valoraciones que sobre nosotros vierten otras personas. Clamence vivía ignorante de esta evidencia, era puro instinto. Pero algo tan trivial y simbólico como una carcajada burlona ("¡Pobre infeliz!"), dirigida hacia su persona, lo sacan de su ceguera. Ese desprecio sufrido delante de una muchedumbre lo corroe durante meses. Llega a tal punto que, de tanto rumiar este infortunio, se obsesiona; se vuelve consciente de cada atribución y de cada clasificación que hacen sobre él. Aunque lo peor, sin duda, es que a causa de esta súbita conciencia no puede evitar sufrir una crisis de personalidad: es decir; comienza también él, a juzgarse a sí mismo.

Y en nuestras vidas ocurre exactamente lo mismo. Eso nos quiere decir, Camus. Puede que no seamos conscientes, o que lo seamos muy de vez en cuando; pero la vida en sociedad es un juicio constante de todos contra todos: cada movimiento que realizamos a diario, cada pequeña decisión que tomamos, cada palabra que sale por nuestra garganta; TODO lo que hagamos o digamos, en definitiva, es automáticamente juzgado por toda aquella persona que lo perciba. 

Y la tensión es palpable. Aunque no lo sintamos en la conciencia, cada relación social que mantenemos es una lucha por mantener nuestra reputación. La cosa es así, lo llevamos en los genes. Una necesidad por conseguir estatus y respeto que es, sin lugar a dudas, causa de gran parte del sufrimiento humano.

Pero lo peor es el método elegido por la evolución para que podamos suplir con éxito esta necesidad de alcanzar un buen estatus social: ese método no es otro que la autoestima. Autoestima; que no es otra cosa que el juicio más implacable al que toda persona se enfrenta en su vida: su propio juicio. Un juicio que realizamos sobre nosotros mismos para estudiar, sin cesar, qué es lo que pensamos que los demás opinan de nosotros. Por cierto, y dicho sea de paso, no hay peor tortura que sufrir de una baja autoestima. Como nos enseña Camus, una simple risa burlona, en un mal momento personal, es todo lo que se necesita para hundir la vida de una persona. ¡Cuántos complejos no habrán nacido, fruto de un simple acto de desprecio recibido delante de otras personas!

Y claro, luego está el conocimiento simultáneo del absurdo del asunto. ¿Cuál es el fin de tanto juicio? ¿Para qué tanto empeño en juzgar y en ser bien juzgado? Pues para lo de siempre; para lo único: para nuestra supervivencia y reproducción. Tanto dolor, esencialmente para nada; tanta ansiedad y angustia, para trasmitir una cadena de moléculas de ADN a una nueva generación: ¡no  hay cosa más absurda!

Y además, es un sufrimiento inevitable; es inevitable preocuparse por nuestra reputación. Es tan inevitable, como no sentir aversión por la comida podrida, o no colocar las manos frente a la cara cuando vemos que nos vamos a golpear la cabeza. Esta necesidad de mantener el estatus es instintiva; y poco se puede hacer por controlar tan estúpido mandato biológico. Porque sin duda es estúpido que nos afecte la valoración que los demás puedan hacer de nuestros actos; pero no importa lo mucho que luchemos contra ello, finalmente todo nos afecta por mucho que lo neguemos; porque es que sencillamente no podemos parar de juzgar: nuestra "felicidad" depende de ello, porque nuestra "felicidad", por desgracia, depende de cuanto nos alaben y de cuantos nos adoren; depende de someter y de dominar el juicio ajeno...y cuanto más mejor.

2 comentarios:

Benatar dijo...

¿Has vuelto a abrir los comentarios? Me alegro mucho, particularmente porque anoche vi un documental en la2 que me recordó a algunas entradas de tu blog sobre la capacidad del ser humano para viajar entre las estrellas. A ver qué te parece, a mí me pareció la típica paja mental característica de los tiempos actuales, pero quiero conocer la opinión de alguien con bagaje científico como tú.

http://www.rtve.es/m/alacarta/videos/documenta2/documenta2-universo-vivo-exploradores/4805130/

Samu dijo...

Pues sin llegar a ver el documental, por la pinta que tiene yo apostaría a que son pajas mentales sinceramente. Si en algún momento llego a verlo te digo algo más ;). Gracias por comentar.

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