Hablando sobre el sentido de la vida:
¿Qué sentido puede tener algo surgido
espontáneamente, por una fuerza ciega e irracional, por algo que sólo es y
actúa por ímpetu? ¿Se te ocurriría afirmar qué un trozo cualquiera de materia
navegando por el espacio siguiendo la ley de inercia sigue o tiene alguna
finalidad? No, ¿verdad? Porque es obvio que la causa de dicho fenómeno es una
ley de la naturaleza, y es evidente que una ley es simplemente una regularidad
espontánea del Universo. Hay una regularidad en el Universo que
"obliga" a los cuerpos a actuar de cierta manera, y aceptamos desde
el inicio de la ciencia física que dichas regularidades no poseen conciencia ni
racionalidad, simplemente son así.
La cuestión aquí, es que hace relativamente poco que la
ciencia ha descubierto –gracias Darwin- algo sorprendente: ¡sorpresa!, finalmente
la vida no es más que el producto de una ley natural. Una ley natural ni más ni
menos ciega e irracional que el resto de leyes anteriormente conocidas. Esta
nueva ley descubierta, ciega creadora de lo que entendemos por vida, es la
famosa ley de la evolución. Ley que es consecuencia -y por lo tanto reducible-
a leyes físicas más elementales.
Podemos entonces decir –porque se reduce a ellas- que la ley
de la evolución, al igual que el resto de leyes, no sigue o persigue en esencia
ninguna finalidad concreta, no tiene un sentido o dirección esencial,
simplemente es como es: ni el meteoro moviéndose en el espacio vacío persigue
un fin esencial por ser consecuencia de la ley de inercia, ni lo obtiene cuando
la ley de la gravedad lo atrae hacia otro cuerpo más masivo, y; lo más
importante, [b]un montoncito de materia reunida por efecto de la gravedad e
inercia en un planeta, y organizadas espontáneamente por la ley de la
evolución, tampoco va a tener o perseguir ningún sentido o finalidad esencial,
más que el de ser consecuencia de dichas leyes. Simplemente ser.
[/b]
La cuestión es que, tras varios millones de años, dicha
organización ciega y espontánea, ha dado lugar a un complejo grupo de
moléculas, las cuales han tomado conciencia del mundo que les rodea. Pero, y
ahí está la clave, la conciencia no es más que el producto de la ejecución de
complejos algoritmos programados en una parte de su estructura –al que llamamos
cerebro-.
Por lo tanto, todos nuestros actos y nuestras motivaciones
-absolutamente todas; incluso las estéticas- están predeterminadas por la
estructura cerebral que la regularidad evolutiva ha "creado" durante
millones de años. Dichos actos, por tanto, jamás podrán tener en esencia una
finalidad o sentido, puesto que la ley de las que son causa tampoco lo tiene.
La ilusión de un sentido para la vida que todos tenemos –en mayor
o menor medida- viene determinado por cómo es nuestro cerebro. La evolución nos
“obliga” mediante el sistema neuroendocrino, a actuar siempre de una manera muy
determinada: nos da cierta libertad de acción –que históricamente
sobrevaloramos como un libre albedrío- ¡pero en el fondo –sin que seamos
normalmente conscientes- nos va conduciendo a que el fin de todos esos actos “libres”
sea favorables a la supervivencia y durabilidad en el tiempo de las complejas
estructuras moleculares que somos!
Mediante cambios en la concentración de diferentes
compuestos químicos en el cerebro, la evolución se garantiza de que; salvo que
ocurra alguna neuropatología, el organismo seguirá y perseguirá sus
"intereses". [b]¡Y eso es todo lo que podemos hacer en nuestras
vidas: utilizar nuestra relativa libertad de acción intentando maximizar en
todo momento la concentración de endorfinas en nuestro cerebro![/b] ¿Hay
posibilidad de elección? No, evidentemente. En otras palabras; podemos hacer lo
que queramos, pero no decidir lo que queremos. Es todo una pantomima. No hay
libertad de acción porque somos producto de una regularidad o ley natural. Y
como las leyes naturales simplemente son como son, ya que no persiguen nada
porque no son entes racionales y actúan por necesidad e ímpetu ciego, no hay
lugar al sentido o finalidad esencial en ellas y por ende, tampoco en sus consecuencias,
en este caso nosotros.
No hay diferencia
entre una piedra movida por inercia en el espacio, o un conjunto de moléculas
movidos en un planeta gracias a un algoritmo evolutivamente creado.
Al final fue cierto que el ser humano no se diferencia del
más vil gusano…pero además este gusano no se diferencia en nada a la más vil
bacteria, ni esta del más vil virus, ni este de los pocos miles de moléculas de
ADN que lo forman, ni estas se diferencian en nada esencial de otras
estructuras no "orgánicas" capaces de replicarse -como algunos
cristales-, ni estos de otras moléculas sin capacidad de replicarse, ni dichas
moléculas se diferencian en esencia de átomos "libres", y estos no
son más que conjuntos de quarks con electrones girando alrededor, y por último,
la mecánica cuántica nos dice que es posible que dichas partículas surjan y
desaparezcan espontáneamente de la nada.
Llegamos así a la conclusión de que ni somos nada en
esencia, ni nuestros actos persiguen un fin esencial, más allá de obedecer las
leyes naturales; de la misma manera que la piedra obedece la ley de inercia en
el espacio vacío.
Luego están las ilusiones irracionales religiosas, las
metafísicas, y demás engañabobos. La realidad racional nos muestra claramente
que lo arriba escrito es acertado: el nihilismo negativo es la respuesta que la
humanidad lleva tanto buscando, y que ahora que ha encontrado se resiste a
creer.
No encuentro a mucha gente con una postura determinista como la que planteas. Yo creo que tienes razón, y me gustaría conocer tu opinión sobre mi planteamiento en este enlace.
ResponderEliminarhttp://memoriasdesoledad.blogspot.com.es/2011/08/determinismo-libre-albedrio-y.html
Yo soy capaz de explicar el sentido de la vida en textos mucho mas simples y cortos, aunque pocas personas en el mundo puedan entender lo que escribo aunque lo tradujera a todos los idiomas existentes.
ResponderEliminarSi nadie entiende mis textos imagínate los tuyos, a los españoles les debe sonar a chino.