domingo, 27 de abril de 2025

Borracho

Arrastro mis pasos hasta el umbral de casa, el alma embriagada y los sentidos nublados. Otra noche disuelta en la espiral del vacío, persiguiendo espejismos de libertad que se desvanecen entre mis dedos como vapor de alcohol. He cazado sombras en bares donde la música ahoga conversaciones que nunca trascienden, donde rostros femeninos desconocidos me atraen con la precisión de un instinto que la evolución grabó en mis huesos. Un mecanismo tan antiguo como inútil, un código primitivo que ya no sirve a ningún propósito elevado en este cuerpo de cuarenta y cinco años que se desmorona lentamente.

Me derrumbo sobre las sábanas frías. La habitación gira como un carrusel desquiciado. El alcohol ha suspendido mi capacidad de pensar con claridad, pero paradójicamente, ha desnudado verdades que la sobriedad mantiene veladas. Mi consciencia flota sin amarras, un barco a la deriva en un océano sin orillas ni estrellas que orienten su rumbo.

El reloj invisible de mi existencia consume sus últimos granos de arena. Pronto, más pronto de lo que quisiera admitir, regresaré al abismo primordial, a ese estado de no-ser del que fui arrancado sin mi consentimiento. ¿Qué quedará de mí? Lo mismo que queda ya de mi padre: ecos que se atenúan en la memoria de quienes aún no han cruzado el umbral, fragmentos dispersos de una identidad que se desintegra con cada nueva primavera que florece sin él. La aniquilación absoluta acecha, paciente e inevitable, como un depredador que conoce la vulnerabilidad de su presa.

Todos estos tormentos que me desvelan, estas angustias que me corroen el alma, estas preocupaciones que pesan como losas sobre mis hombros —tan monumentales en mi percepción pero tan insignificantes en la vastedad del cosmos— se disolverán como la niebla ante el sol. La naturaleza restituirá el estado fundamental: el no-ser. Condición primigenia que jamás solicité abandonar. Nadie firma el contrato de su nacimiento.

Pero hay un pensamiento que perfora cualquier posible consuelo, una hipótesis que la física contemporánea susurra con creciente convicción: el eterno retorno. La posibilidad vertiginosa de que este ciclo vital —esta exacta existencia con cada tropiezo, cada lágrima derramada, cada palabra no dicha— se repita ad infinitum en el telar cósmico del tiempo. No concibo tormento mayor que revivir cada instante de este guion defectuoso: la relación truncada con mi padre, los amores marchitos, las oportunidades desperdiciadas. Y sin embargo, las ecuaciones del universo parecen sugerir, con la fría indiferencia de la verdad matemática, que tal vez esté sucediendo ya en otros pliegues del multiverso, en ciclos temporales que se repiten como un disco rayado reproduciéndose eternamente.

El fardo de la consciencia pesa sobre nuestros hombros como una cruz cósmica, una sentencia universal que no discrimina entre santos y pecadores. La maldición de saber que sabemos, de anticipar nuestro fin, de comprender nuestra insignificancia.

Deseo con fervor casi religioso que la ciencia se equivoque en sus cálculos, que exista un ocaso definitivo para la llama temblorosa de mi ser. A estas alturas de mi vida, anhelo la promesa de un olvido total, una cancelación completa de la consciencia. Llegará el día en que volveré a fundirme con la nada, aunque sea con la inquietante sospecha de que solo sea un interludio, un brevísimo descanso antes de que las implacables leyes del cosmos me obliguen a interpretar nuevamente este papel en un teatro que nunca elegí.

Dormid esta noche, si os es posible, hermanos y hermanas en esta condición compartida. Aferrémonos juntos a la esperanza, por frágil que sea, de que el final sea definitivamente eso: el fin. Que la nada, cuando llegue, sea eterna. Y que, mientras tanto, el vino nos conceda el fugaz privilegio del olvido.

viernes, 25 de abril de 2025

Sintiendo las primeras chispas del AGI con los últimos modelos de IA de OpenAI

Es increible todo lo que ha avanzado la IA en los últimos 4 años. Este vídeo lo ha generado un script de python que tengo en mi empresa el cual es un bot de Slack capaz de generar imágenes y audio usando los últimos modelos de IA de OpenAI. Le pase en el chat de un canal como input la imagen siguiente con la famosa frase de Ligotti:


La personalidad que le hemos puesto a esta demo interna en nuestra empresa es la de cura gallego y le pedimos junto a la imagen que generase una ilustración y un audio con una reflexión sobre la frase adjunta. El resultado es asombroso como poco. Nadie jamás habría pensado hace cuatro años que la IA llegaría tan pronto a este punto Pre-AGI (el siguiente vídeo en formato mp4 mezclando el audio y la ilustración también lo generó la propia IA):
 

martes, 8 de abril de 2025

Epitafio

Hoy, después de un año de sufrimiento sobrellevando un cáncer cerebral, por fin mi padre descansa en paz. Dedico este epitafio a su memoria ya que refleja en gran parte su forma de pensar y lo que su vida, como la mía, supuso en general:

El auténtico pecado original no es aquel que relatan las escrituras, heredado de un fruto mordido en el Edén; es otro, más hondo, más inquietante y verdadero: el acto despiadadamente egoísta, MALIGNAMENTE inútil, de traer nueva vida a este escenario absurdo y hostil que llamamos mundo, impulsados por una pulsión ciega que nos condena a perpetuar una tragedia que nadie pidió representar. Es un pecado arraigado en nuestro instinto, quizá la metáfora más precisa del universo mismo: una maquinaria irracional que gira eternamente sobre su propia crueldad.


(Descansa tranquilo padre, te lo has ganado 🩶)