sábado, 30 de septiembre de 2017

"Madre!" (Darren Aronofsky)



Anoche fui a ver la película "Madre!", del director Darren Aronofsky. La película es sin duda muy controvertida, llena de fuertes escenas explícitas bastante desagradables; pero es también el tipo de film que no deja indiferente a nadie y que te permite debatir luego con los amigos durante horas sobre la  verdadera interpretación de sus metáforas. Y eso a pesar de que ya hay explicación "oficial" en palabras del propio director, el cual nos dice que: "Madre!" es una historia sobre la Madre Naturaleza — Jennifer Lawrence— contada a través de sus ojos, y donde se emplea la Biblia únicamente como estructura para narrar la historia, y no como elemento clave a nivel argumental.

Y ciertamente no cabe duda de que el autor pretende realizar una reflexión sobre los estragos que la estupidez humana (ese narcisista y obsesionado Homo Sapiens Sapiens, metafóricamente interpretado por Javier Bardem) inflige sobre la Madre Tierra; siendo que al final la cinta termina con un giro argumental cíclico en el que se observa como todo el proceso acaba tal como empieza enseñándonos las mismas escenas iniciales de la película.

Pero sea como fuere, y a pesar de esta explicación oficiosa, ciertamente cada cual es libre de dar una interpretación más libre (o profunda) al sentido de esta obra. Es algo que muchos (críticos y aficionados) están haciendo (los hay que incluso apelan a que Darren Aronofsky se limita a hacer  un personal análisis del tradicional génesis Bíblico). Y como yo no quiero ser menos (xD), os dejo a continuación mi interpretación particular:

Yo creo que el personaje de Javier Bardem representa a la esencia de nuestro mundo -algo con lo que muchos críticos concuerdan en la red-, se trataría no pues de una representación metafórica del hombre en sí, sino de la interpretación del Creador mismo: un Ente ofuscado y fascinado en el propio acto de concebir y engendrar realidades en las que luego se ve inmerso y que se encarga de experimentar. Se trataría de un Dios necesitado de amor y compañía, un solitario (y quizás atormentado) Ser encargado de crear primero un lugar donde depositar su "obra" histórica (esa Madre Naturaleza que literalmente se la ve aparecer de la nada al inicio de la película -y al final de la misma), y a la cual utiliza luego para saciar su Carencia desplegando y liberando en ella toda su desbocada creatividad.

Sin embargo esta eterna e insaciable Deidad siempre termina plasmando irremediablemente parte de su esencia egoísta y destructiva en todo aquello que genera; condenando así invariablemente a priori toda su perpetua iteración creativa. La escena final del film, de hecho, esa que une las primeras escenas de la película con las últimas, se puede interpretar sin duda como el proceso que la moderna cosmología denomina Big Bang: una gran bola de fuego creadora del Universo. De este modo, cada intento que el Creador realiza por colmar su desesperación existencial e intemporal supone una historia evolutiva cósmica distinta, iniciada a partir de un violento acto originario sentenciado constantemente a terminar de igual manera.

Pero la Divinidad sufre aterrada ante sus límites; ante la imposibilidad de lograr idear la manera de engendrar una existencia que no muestre lo negativo de su dicotomía esencial. Y no importa cuánto lo intenta, finalmente el contenedor en que debe basarse para plasmar su sustancia (la Naturaleza) acaba inexorablemente auto-destruyéndose; lo cual hace que  cualquier realidad diferenciada no sea más que un acto condenado desde el principio al desastre; un ciclo más dentro de una infinita lucha esencial por conseguir un fin que ya sabe que no es posible llevar a cabo.

Por lo tanto nosotros, hijos de Dios, no seríamos más que otro ingenio dentro de este interminable proceso; otro mero intento que lleva (como no puede ser de otra forma) en sus entrañas el carácter dual del Hacedor: como Él adoramos y necesitamos experimentar la existencia, pero al mismo tiempo no podemos evitar destruirla por el simple hecho de ser. Finalmente nuestros descendientes más lejanos acabarán consumiendo la poca energía libre que le quede al mundo...concluyendo así con su muerte térmica el ciclo en que nos encontramos.

jueves, 21 de septiembre de 2017

Evolución Cósmica: El aumento de la complejidad en la naturaleza (libro de Eric Chaisson)

"Heraclitus of old Greece (a philosopher of twenty-five centuries ago) had it correct: Everything flows; nothing is
permanent except change. It’s perhaps the best observation anyone ever
made." 
(Eric Chaisson)

"Such is the nature of change. The emergence of order and the growth of complexity, everywhere and in all scales, do exact a toll-and that toll means a Universe sinking further into an ever-disordered realm of chaos."
"Cosmic Evolution: The Rise of Complexity in Nature" (Eric Chaisson)

«"Heráclito tenía razón", afirma Popper, "no somos [el individuo] cosas, sino llamas. O, más prosaicamente, somos, como todas las células, procesos metabólicos, redes de vías químicas.[...] Los árboles despliegan activamente sus raíces y hojas para absorber el agua y la energía, dos ingredientes necesarios para incrementar la disipación. [...] Cada nueva hoja, cada nueva predisposición fototrófica, es una nueva oportunidad para la degradación de energía. En resumen, el dicho cartesiano "pienso, luego existo" se convierte en "existo porque disipo".»
 "La Termodinámica de la vida: física, cosmología, ecología y evolución" (Dorion Sagan y Eric D. Schneider)

"You start with a random clump of atoms, and if you shine light on it for long enough, it should not be so surprising that you get a plant." 
(Jeremy England, interview commentary with Natalie Wolchover)



Me gustaría presentaros en esta entrada otro gran hallazgo de divulgación científica. Esta vez gracias a la recomendación de un buen amigo (eso sí, un amigo virtual :P). Se trata del trabajo "Evolución cósmica: El aumento de la complejidad en la naturaleza" (Cosmic Evolution: The Rise of Complexity in Nature), un libro escrito por el astrofísico Eric Chaisson profesor en la Universidad de Harvard. También escribió este mismo autor una continuación a esta obra que me encuentro actualmente devorando: "Epic of Evolution: Seven Ages of the Cosmos". Su primer libro sobre el asunto tiene un contenido un poco más técnico (con algo de matemáticas incluso, algo raro de ver en un trabajo de divulgación), mientras que el segundo intenta acercar el contenido a un público más general (desapareciendo evidentemente cualquier referencia matemática explícita).

Sea como fuere, el trabajo de Eric Chaisson es realmente impresionante y revelador, y viene muy en la línea del modo en que aborda el tema Dorion Sagan (hijo del famoso Carl Sagan) en su libro: "La Termodinámica de la vida: física, cosmología, ecología y evolución". Ya comenté hace unos días con cierta profundidad en esta otra entrada el trabajo de Sagan, y salta a la vista como el trabajo de ambos autores se complementan a la perfección para dar un resultado tan asombroso como inesperado para la mayoría de la gente: el Universo que parece tener después de todo un claro "propósito" en su continua deriva temporal: esto es, aumentar en cada momento la complejidad estructural de sus partes constituyentes para lograr siempre el mayor consumo (óptimo) de energía libre dadas las circunstancias.

Es decir, que después de todo no todo es una dinámica espontánea y estocástica sin rumbo marcado en nuestro mundo, sino que por el contrario, todo el movimiento y el cambio observado desde su propio origen tras el Big Bang posee un incesante "esfuerzo" natural intrínseco en pos de un claro "fin" tendente a mantener y favorecer la existencia de aquellas estructuras cósmicas que más y mejor destruyen energía libre mediante la interacción física de sus partes constituyentes. En otras palabras: nuestro cosmos evoluciona en su conjunto -y desde su primer yoctosegundo- mediante una mecánica que organiza al fenómeno sin excepción del mejor modo posible para garantizar el máximo flujo energético posible.

Es ésta una afirmación sorprendente: ¡nuestro cosmos muestra una clara tendencia evolutiva -física- a nivel global! Y merece por cierto la pena recalcar que el origen de la vida y la evolución biológica aquí en la Tierra no son otra cosa más que una manifestación más de este mismo principio Universal. Y aunque ciertamente es ortodoxia entre los biólogos presuponer que la evolución biológica no persigue ningún fin, esto es sólo cierto parcialmente (de manera miope). Esa afirmación, de hecho, sólo tiene sentido tomada dentro de un marco exclusivamente biológico aislado, ignorando por tanto la base física que sustenta todo devenir animado e inanimado en su conjunto. Una presunción que muchos alegremente extrapolan luego hasta abarcar falazmente el nihilismo más absoluto. Pero resulta que una vez tomado el asunto desde la más amplia y básica perspectiva física y cosmológica, el asunto de la vida ahora sabemos que vuelve a tomar un cierto sentido objetivo liberada ya de las cadenas del sinsentido contingente de la biología terrenal.

Porque ciertamente la evolución biológica entendida de manera tradicional (es decir; corta de miras) no presenta objetivamente más que sinrazón. Y eso es algo que el maravilloso filósofo español Carlos Castrodeza se encargó de imprimir con gran calidad literaria en su intento de Darwinizar el mundo. Siendo memorable en este sentido esta cita suya: "La idea central es que biológicamente, es decir, desde la perspectiva de la historia natural, la razón de ser de todo ser vivo es permanecer, pero esa permanencia no tiene objeto. Se trata de permanecer por permanecer porque, valga la vacuidad epistémica, en su dimensión tanto gnoseológica como ética, permanece lo que permanece y punto". Y desde esa perspectiva eminentemente biológica todo lo dicho es cierto. Pero hoy día, y gracias a recientes trabajos de físicos como por ejemplo Jeremy England, parece que por fin comienza a evidenciarse de manera clara y formal (es decir, mediante teorías matemáticas y la experimentación) aquellos trabajos pioneros en el campo de la biogénesis (valga mencionar en este sentido por cierto la obra del genial Erwin Schrödinger).

Y es que la nueva física termodinámica orientada sobre sistemas no aislados fuera del equilibrio térmico vienen a apoyar cada vez con más fuerza los trabajos de divulgación que van en la línea de la perspectiva que Eric Chaisson y Dorion Sagan defienden en sus trabajos: es decir; que si uno quiere, puede concluir que a un nivel meramente biológico (y antropocéntrico) el nihilismo de Castrodeza tiene cierta razón, pero desde una perspectiva más amplia (más física y menos antropocéntrica) tales propuestas ya no se sostienen. Castrodeza no tenía realmente razón porque la existencia y la persistencia de todo fenómeno en el mundo (incluida la vida) sí que tiene objeto: todo lo que permanece, permanece por y para aumentar la entropía en el Universo (i.e.; para apoyar en la tarea de degradar al máximo la calidad de la energía libre existente).

Todo lo existente en el cosmos es pues un medio utilizado por el Universo para satisfacer su único "fin" natural (termodinámico): devorar tan pronto con sea posible toda la energía libre (capaz de generar trabajo) que la aparición de cualquier tipo de gradiente supone (diferencias entre ciertas propiedades fenoménicas). Es decir; que la física del mundo posee desde su mismo instante inicial un gran potencial para posibilitar el cambio fenoménico, pero al mismo tiempo también posee desde el principio una fuerte tendencia intrínseca esencial dirigida a abolir -mediante su auto-organización- tan pronto como sea posible cualquier diferencia fenoménica acontecida. Y es esta auto-organización tendente a devorar de manera óptima la energía libre la fuente de toda la complejidad observada en el cosmos: desde la formación de los propios átomos y moléculas, pasando por las galaxias, las estrellas, los planteas, y por supuesto la vida. Toda complejidad no es así más que una reacción natural espontánea tendente a mejorar el modo en que degradar y disipar eficientemente toda esta energía. Podemos entender por tanto cualquier complicación observada, y su propia dinámica, como un método natural mediante el cual el Universo responde y se organiza a sí mismo para mantener su teleológico (que no teológico) "deseo" de devorar energía libre al mayor ritmo posible. Así pues, de este modo y volviendo al caso del hombre, vemos que éste sí que posee después de todo una clara función objetiva compartida por el resto de fenómenos complejos: leones, gacelas, plantas, algas, bacterias, virus, moléculas, átomos, huracanes, ríos, cristales, estrellas, galaxias, etc.

También, por otra parte, sabemos que la realidad hace uso en su vehemencia degradativa de un enorme arsenal estructural para lograr su codiciada "finalidad" termodinámica; siendo una de las tácticas más eficientes aquella de anidar e interconectar (mediante algún tipo de "simbiosis") dichas estructuras en cuando es posible. Como ejemplos de este tipo de "simbiosis" podemos destacar la formación de estrellas a partir del polvo estelar, la formación de la célula eucariota a partir de la simbiosis de varias células procariotas, la formación de organismos multicelulares a partir de la cooperación de varios tipos de células eucariotas, y por supuesto la aparición de sociedades (agrupaciones y alianzas) de organismos del mismo tipo. En este sentido es muy importante hacer notar que cuando este tipo de asociaciones tienen lugar, el resultado del conjunto en cuanto a eficiencia en el consumo por unidad de masa suele ser mucho mayor que el consumo de las partes por separado. Se produce así naturalmente un fenómeno "holístico" muy remarcable y empírico.

En palabras del propio Chaisson (Cosmic Evolution, páginas 138, 139):

"Living systems require substantially larger values of energy density flow to main-
tain their order, including growth and reproduction. Photosynthesis is
the most widespread biological process occurring on the face of the
Earth, dating back at least 3.3 billion years when rocks of that age first
trapped the chlorophyl porphyrins that drive this process in green
plants, bacteria, and algae. These lower life forms need 17 kJ for each
gram of photosynthesizing biomass, and they get it directly from
the Sun. Since the annual conversion of C02 to biomass is 1.7 X 10^17 g
(or ~10 billion tons of carbohydrates), the entire biosphere must use
energy at the rate of nearly 10^21 erg s-1 g-1(or about 0.1 percent of the total
radiant energy reaching Earth's surface). And given that the total mass
of the terrestrial biosphere (living component only) is approximately
10^18 g, then energy density for the physico-chemical process of photosynthesis is
roughly 900 erg s-1 g-1.
Humans, by contrast, consume typically 2800 kcal per day (or 130
watts in the form of food) to drive our metabolism; this energy, gained
indirectly from that stored in other (plant and animal) organisms and
only indirectly from the Sun, is sufficient to maintain our body tem-
perature and other physiological functions as well as to fuel move-
ment during our daily tasks. Metabolism, by the way, is a genuinely
dissipative mechanism, thus making a connection with previous ther-
modynamic arguments that some might have (wrongly) considered per-
tinent only to inanimate systems. Having an average male body mass
of 70 kg, we therefore maintain a energy density flow of some 2 X 10^4 erg s-1 g-1 while in good health. This is how humankind contributes to the rise of en-
tropy in the Universe: We consume organized energy in the form of
structured foodstuffs, and we radiate away as body heat an equivalent
energy in the form of highly disorganized infrared photons. We, too,
are dissipative structures-highly evolved dissipators.
In turn on up the complexity continuum, the adult human brain-
the most exquisite clump of matter in the known Universe- has a cra-
nial capacity of typically 1300 g and requires about 400 kcal per day
(or 20 watts) to function properly. Our brains therefore have a flow of energy density
value of roughly 1.5 X 10^5 erg s-1 g-1. This large energy density flowing
through our heads, mostly to maintain the electrical actions of count-
less neurons, testifies to the disproportionate amount of worth Nature
has invested in brains; occupying 2 percent of our body's mass yet using
nearly 20 percent of its energy intake, our cranium is striking evidence
of the superiority, in evolutionary terms, of brain over brawn. Thus, to
keep thinking, our heads glow (in the far-infrared) with as much energy
as a small lightbulb; when the "light" goes out, we die.
Finally, we consider civilization en masse, the open system of all hu-
manity comprising modern society going about its daily, energy-driven
business. Today's ~6 billion inhabitants utilize ~18 trillion watts to
keep out technological culture fueled and operating, admittedly un-
evenly distributed in localized pockets across the globe.
The cultural ensemble equalling the whole of humankind then has a energy density flow value of some 5 X 10^5 erg s-1 g-1. Not surprisingly, a group of brainy organisms
working collectively is even more complex than the totality of its indi-
vidual components, at least as regards our criterion for order of free
energy rate density-a good example of "the whole being greater than
the sum of its parts", without resorting to anything other than the flow
of free energy through an organized, and in this case social, open sys-
tem."


Entendemos ahora como ha sido esta especialmente dirigida dinámica natural la que ha facilitado sin cesar la aparición de estructuras cada vez más y más eficientes realizando trabajo, alcanzándose gracias a esta evolución cósmica un aumento exponencial en la densidad de consumo energético por unidad de masa. Y es importante recalcar la palabra exponencial, porque ese ritmo de crecimiento tiene siempre grandes implicaciones físicas (y filosóficas).

Pero dejadme que antes de continuar os ponga al respecto un par de gráficas sacadas también del comentado libro "Cosmic Evolution". Estas gráficas vienen a resumir lo dicho anteriormente y demuestran claramente la existencia de una dirección (y sentido) natural privilegiado en el tiempo:






Todas estas gráficas, fruto del trabajo de investigación del profesor Eric Chaisson, son de una relevancia asombrosa, y es difícil entender como la comunidad internacional no se ha hecho aún suficiente eco del asunto: simple y llanamente estas gráficas demuestran que el Universo sigue y persigue un "fin" objetivo bien diferenciado. Como decimos, ya no podemos hablar de irrelevancia direccional en el mundo de las leyes físicas. Ya no podemos entender que todo cambio en el fenómeno sigue un curso intrascendente o contingente por lo general, sino que ahora debemos aceptar que todo sigue un devenir bien "intencionado". Hay objetivo en las leyes físicas que gobiernan el mundo, hay dirección y sentido, hay finalidad: ¡y todos (entes animados e inanimados) conformamos un gradual continuo de medios y "soluciones" mediante los cuales el Universo consigue su "propósito"!

Pero no nos confundamos con los términos: a la Naturaleza no le "interesa" en concreto la existencia y permanencia del ser humano (del Homo Sapiens Sapiens) o de cualquier otra estructura o ser, más que de un modo temporal; mientras sea una estructura lo suficientemente eficaz a la hora de acaparar localmente energía libre. Y por supuesto no se está defendiendo que la Naturaleza busque algún tipo de progreso estético, ni mucho menos ético, ni tampoco ningún progreso que podamos relacionar ni remotamente con algún concepto relativo al hombre o a nuestra humanidad.  El mundo sólo "quiere" realmente abolir gradientes, y para ello hace uso siempre de los mejores medios a su alcance en cada momento y en cada circunstancia. Y es esta y no otra la verdadera causa ultima de toda la dinámica (y la conducta) observada en el mundo de la complejidad dentro de sistemas fuera del equilibrio térmico (como por ejemplo es el caso de la Tierra). El hombre pues sólo constituye una pequeña parte (temporal y prescindible) dentro de una gran engranaje Universal (véanse los gráficos anteriores).

Pero todas maneras, y a riesgo de ser repetitivo, recalquemos e insistamos de nuevo más en lo mismo: el hombre NO es en absoluto un actor relevante ni trascendente en cuanto a la realidad cósmica. Y no lo es ni como sujeto (como ente individual) ni como especie (como agrupación social y cultural). La humanidad es sin duda actualmente por estos lares un (grandioso) medio para producir trabajo, consumo y disipación; pero no obstante es un medio como decimos transitorio, un peldaño temporal más dibujado en el gráfico arriba mostrado; una estructura destinada como tantas otras a desaparecer en el tiempo, siendo si acaso y con suerte un catalizador de apoyo al escalón que nos continuará en el crecimiento exponencial que la evolución cósmica "persigue". Posiblemente, de hecho, existan ahora mismo en el Universo otros muchos seres sintientes destinados también ellos a ir apareciendo y desapareciendo en sus propios planetas. Y aunque cada uno de estos seres, máquinas térmicas en general, de alcanzar nuestro nivel intelectual podrán reflexionar acaso de manera nihilista en cuanto a su propio origen y destino, cometerían no obstante el mismo error argumental que cualquier persona que así piense hoy día: el nihilismo (objetivo) ya no es admisible, puesto que ahora sabemos que formamos parte de un engranaje Universal; somos piezas que, queramos o no, ya únicamente con nuestra mera existencia favorecemos y apoyamos un Bien común degradativo. El mero hecho de ser y persistir ya implica de hecho el ser una fiel estructura disipativa: una máquina dedicada por completo a acaparar y conducir continuamente un flujo continuo de energía.

Y me gustaría enfatizar todo lo dicho un poco más si cabe. Os enlazo para ello a continuación un documental que Hilary Harris filmó en 1975, llamado: "Organism". El documental se basa en mostrar la "equivalencia visual" que presenta nuestra sociedad (agrupación de personas) con la agrupación de células que conforman nuestro organismo individual. En mi opinión, lo fundamental del trabajo es el hecho de que esta clara analogía se hace mucho más patente cuando se filma nuestro mundo social a gran velocidad (y desde una amplia perspectiva panorámica):


En el documental salen personas que probablemente murieron hace ya bastante tiempo; muchas de las cuales incluso posiblemente ya ni siquiera nadie recuerda. Su existencia como sujetos fue efímera, leve e insignificante. Pero no obstante su trabajo y su esfuerzo vital sí que permanece: muchas de sus aportaciones personales es posible que todavía perduren; como por ejemplo algunos de los edificios que ayudaron a construir, algunas ideas culturales que ayudaran a promover, o alguna innovación tecnológica a la que pudiesen aportaran algo. Y aunque no fuera así, todavía es posible que dejaran descendencia que aún esté viva, consumiendo en estos momentos eficientemente energía; o como poco, seguro que es notable el aumento de entropía (residuos) que todas esas vidas de consumo, alimentación y respiración produjeron: el cambio climático, por ejemplo; es una suerte de gran acumulación de la degradación y polución que todos los seres humanos hemos ido produciendo hasta este instante en pos de este comentado natural (y común) afán de producción y consumo (se estima por poner un solo ejemplo, que gran parte del efecto invernadero es causado por las flatulencias de los miles de millones de animales de granjas que sirven para nuestro consumo alimentario). De todas formas no se nos puede culpar por ello, simplemente actuamos de acuerdo a como estamos predestinados dada nuestra esencia como máquinas térmicas encargadas de procesar y disipar la energía de alta calidad del Sol.

De todas formas, y aunque ya hemos visto que como sujetos somos tan insignificantes y prescindibles como una célula individual dentro de un organismo, al mismo tiempo, y tal como le ocurre a esta célula, todo (cualquier estructura o fenómeno, animado o no) forma siempre parte y contribuye (lo sepa o no) en favor de un único "fin" termodinámico reductible común. Una verdadera causa última que da sentido a cualquier existencia, ya sea ésta más o menos organizada, y por muy leve y temporal que dicha presencia fenoménica sea. Todo lo que existe en nuestro mundo, existe para ayudar con su esfuerzo y trabajo en continuar la senda exponencial de consumo ascendente que el Universo "desea" mantener.

En este sentido, hace pocos días científicos de renombre (destacando quizás el físico Stephen Hawkins), alertaban del peligro de que las máquinas inteligentes nos desplacen o reemplacen (o destruyan si se quiere ser más hollywoodiense). Y no están equivocados. Es más, se trata de una simple deducción a la vista de lo ya comentado. Máquinas con inteligencia sobrehumana, de reproducción autónoma, y con la ventaja añadida de no poseer la levedad y la debilidad que presentan las estructuras biológicas basadas en el carbono. No cabe duda de que estos artilugios son firmes candidatos a continuar el camino exponencial en el consumo de energía libre por unidad de masa. En cierto modo es incluso de perogrullo el hecho anunciado de que tan pronto como estas máquinas sean catalizadas por nuestra cultura tecnológica, y dada la enorme eficiencia termodinámica que tendrán, irremediablemente irán gradualmente (y no abruptamente como ocurre en las películas de Hollywood) desplazando a nuestra especie como ente dominante en el planeta (podéis profundizar más sobre este tema en esta otra entrada del blog).

Además, y aventurando un poco el futuro, parece que si uno se fija en las gráficas de Eric Chaisson el siguiente paso lógico para mantener el ritmo de crecimiento exponencial debería ser el de la colonización espacial. Es decir; que aquellas eficientes estructuras evolucionadas localmente en cada planeta (con capacidad para albergar vida) y con la capacidad añadida (tecnológica) para escapar de la gravitación del propio planeta, comiencen la conquista (o invasión) de otros planetas esparciendo así su "semilla".

Pero los organismos biológicos como los aparecido aquí en la Tierra no son aptos para tal hazaña (dado lo limitados que están por su origen evolutivo y por la sobre-adaptación histórica al hábitat local al planeta de origen). En este sentido es de sobra conocido que las condiciones espaciales son muy agresivas para estos organismos; y los larguísimos periodos de tiempo necesarios para alcanzar otros sistemas planetarios diferentes de aquellos donde estos entes se originan lo empeora todo. Volviendo por ejemplo al caso concreto del hombre, es claramente inviable que miles de generaciones sobrevivan en una nave de gran tonelaje viajando durante ciento de miles de años hasta alcanzar otro planeta al que luego habrá que moldear (hacer habitable) a las condiciones de nuestro mundo original. Pues este mismo problema lo tendrá cualquier otro tipo de vida aparecido en cualquier planeta del Universo mediante un proceso evolutivo similar al acontecido en la Tierra.

Así que no, no serán humanos los que pueblen otras partes del cosmos. Si la colonización espacial llega a ocurrir, será como consecuencia de un producto catalizado culturalmente (tecnológicamente) de manera Lamarckiana. Es decir, que ya sea el hombre u otra especie orgánica la encargada de dar el siguiente paso en la evolución cósmica, el caso es que muy probablemente el ente que logre finalmente expandirse por el espacio y alcanzar otros sistemas planetarios (viajando sin problemas durante miles o cientos de miles de años y sin la necesidad de adaptar cada hábitat planetario) estará basado de alguna manera en algún tipo de base metálica o en algún compuesto sintético artificial dispuesto (diseñado) para tal fin. Este producto catalizado será posiblemente un ente inteligente, preparado para soportar grandes viajes estelares y para auto-reparar cualquier accidente que sufra a partir meramente de la energía y la materia circundante. Será además una entidad capaz de replicarse de manera autónoma, a gran velocidad y con gran eficiencia, y llevará por tanto el concepto de consumo de energía libre por unidad de masa a cotas varios órdenes de magnitud superior a lo que el hombre (o cualquier otro ente biológico) podría siquiera imaginar.

Por lo tanto, y a pesar de nuestra insignificancia para el mundo como sujetos, serán después de todo estos sintéticos "hijos" nuestros, fruto del avance tecnológico al que todos y cada uno de los seres humanos vividos y por vivir habremos podido contribuir de una manera u otra, los que con suerte ayuden en el "pretendido" avance natural en pos de la continua superación en el ritmo general de degradación energética. Toda nuestra lucha como individuos y como especie se vería así reconfortado por el reconocimiento de que después de todo, todo nuestro esfuerzo SÍ podría objetivamente servir para algo: aunque ese algo no sea relevante desde un punto de vista puramente subjetivo o antropocéntrico.

Cada vez que nos alimentamos, cada vez que respiramos, cada día de trabajo, cada vez que amamos, que nos reproducimos, que criamos, que nos peleamos; cada agresión y cada cooperación, todo va enfocado siempre a la misma finalidad natural: acelerar en lo posible la transformación de la energía libre (en potencia) disponible en energía totalmente degradada e incapaz de generar nuevo trabajo (movimiento coordinado) efectivo. Porque el hecho de tener que mantenerse e incrementarse en lo posible siempre el flujo ininterrumpido de energía libre es lo que une al mundo animado y al animado. Es este mandamiento termodinámico lo que en todo momento guía y dirige de manera global cualquier cambio a gran escala: desde el movimiento inanimado más básico hasta la conducta social más intrincada.

Y respecto al origen o causa de esta propia tendencia dinámica, comentar que el profesor Eric Chaisson nos explica que fue la propia expansión del espacio originado tras el Big Bang lo que permitió, dadas las leyes naturales en su conjunto, la aparición de lo que se denomina como energía en potencia (energía potencial); pero que la aparición de este tipo de energía fue aparejada inmediatamente por una aversión a las diferencias en las propiedades físicas locales (gradientes) que ésta potencialidad no homogénea propiciaba. El Universo parece querer de alguna manera "retractarse" de su propia existencia, insistiendo en abolir su propio potencial para generar movimiento (cambio efectivo) cuanto antes mejor (idealmente a un ritmo exponencial). Esto parece indicar que el mundo de alguna manera "necesita" liquidar esa especie de saldo entrópico en el menor tiempo posible. Merece por cierto la pena mencionar que esto es algo sospechosamente "similar" a lo que ocurre en el mundo microscópico (cuántico), donde a una partícula se le "permite" aparecer (existir) salida de la nada (vacío cuántico) violando el principio de conservación de la energía; pero únicamente siempre y cuando restaure este saldo de energía "robado" lo suficientemente rápido como para que la realidad no lo "note" (haciéndose uso del principio de incertidumbre de Heisenberg).

Y es que, ante la indiscutible tendencia termodinámica presente por todo el cosmos y a cualquier escala o nivel de abstracción en que se mire, uno no puede evitar la fundamental pregunta sobre cuál puede ser la razón de ser (la esencia) de esta clara inclinación natural hacia la destrucción acelerada de toda su energía libre. La ciencia física hasta ahora nos explica bastante bien el modo en que todo deriva (su mecánica); es decir, que nos ayuda a reconstruir el pasado y a prever el futuro, pero todavía tenemos que encontrarle una explicación en sí a la propia dinámica marcadamente direccional que hemos venido explicando hasta ahora. La mayoría de físicos que trabajan en la actualidad en estos temas (estudiando la termodinámica en sistemas no aislados y fuera del equilibrio térmico) reconocen la anterior pregunta como legítima (aceptando como ineludible el hecho de que el Universo presenta una suerte de tendencia teleológica en tales sistemas), pero la gran mayoría dejan luego completamente abierta la respuesta a la misma: puesto que sencillamente no saben de momento cómo responderla.

Y es que además hay muchas posibles respuestas, siendo todas ellas de momento meras hipótesis especulativas. Algunas de tales propuestas hacen uso de postulados teológicos metafísicos (como la cosmovisión de Philipp Mainländer de la que hablé hace tiempo en el blog); pero no es en absoluto necesario que esto sea así, habiendo efectivamente otras propuestas que intentan explicar el asunto sin la necesidad de apelar a ninguna metafísica teológica intencional (como podría ser el caso de la propuesta del vacío cuántico y su relación con el origen del Universo que arriba he bosquejado un poco, y que expliqué con más detalle en esta otra entrada).

Sea como fuere, y a modo de resumen, sólo remarcar que parece indiscutible que la vida ahora sí que se puede decir que posee en general un sentido objetivo Universal. Y ciertamente dicho objetivo podrá subjetivamente valorarse luego (por aquellos entes con capacidad para hacerlo como es nuestro caso) de muy diversas maneras: algunos pensarán que este objetivo natural sencillamente no merece la pena, otros lo verán como una especie de trágica broma cósmica, algunos serán capaces de aceptar este destino nuestro de manera estoica, otros negarán lo evidente apelando a algún Dios (humanizado) y a Su designio inescrutable, e incluso los habrán que vean algún tipo de redención o penitencia en el fondo del asunto. En realidad como sujeto cada cual entenderá esta comentada "finalidad" termodinámica a su manera; y la valorará y la juzgará igualmente como desee...pero de todas formas nuestra valoración subjetiva es tal inútil (objetivamente) como nuestra existencia personal: el hecho evidente e incuestionable es que todos viviremos (nos guste más o menos), y que todos aportaremos (queramos o no) en la destrucción acelerada de cualquier fuente de energía libre. Al Universo le importa bien poco nuestra opinión o nuestras preocupaciones; él "sabe" lo que "quiere" y hará uso de todos los medios que estén a su alcance para conseguirlo. No está de más en este punto insistir por enésima vez en la constatación de que el mundo se "deshará" del ser humano (no activamente, sino mediante la misma evolución cósmica natural que nos dio origen) tan pronto como deje de serle útil (i.e.; en cuando las circunstancias cambien lo suficiente y dejemos se constituir termodinámicamente un óptimo local adecuado).

¿Se trata nuestro destino en fin, visto lo visto y como diría Leopardi, de un "abisso orrido, immenso, ov'ei precipitando il tutto obblia" (una fatalidad horrible, y un inmenso abismo donde al precipitarse todo se olvida)? Yo personalmente no lo veo así. Yo creo (aunque asumo que es sólo eso, una mera creencia), que el Universo se comporta de este modo porque de algún modo metafísico así lo necesita. Y como de momento no soy capaz (y posiblemente nunca lo sea) de acertar a ver qué tipo de metafísica y qué necesidad concreta puede ser esta, me limito a dejarme llevar por el hedonismo y en la manera de lo posible por el estoicismo. Trabajo y lucho como este mundo desea que haga, crío a mis hijas con el amor que el propio Universo quiere que sienta y disfrute; y moriré si puedo lograrlo con un sentimiento de redención; un auto-reconocimiento personal que me demostrará (a mí mismo) que hice todo lo que pude por acatar los designios que evolutivamente me fueron impuestos desde el mismo momento de mi nacimiento. Y aunque al cabo de pocas décadas poco rastro directo quedará de mi paso por la existencia, espero al menos de corazón que algunos de mis actos (o la mayoría de ellos) sirvan al menos de manera indirecta para avanzar todo lo posible en ese vehemente fin termodinámico que todo ser (vivo y no vivo, consciente o no) comparte por el simple hecho de pertenecer a esta Realidad.