Quien ha superado la avidez, este dificultoso sendero, el océano de vida, la ignorancia, el que ha cruzado y llegado más allá, que es meditativo, libre de aferramiento y dudas, que a nada se encadena y ha alcanzado el Nibbana, a ése llamo yo noble.
DHAMMAPADA (Buda)
SEVENTY THOUSAND YEARS AGO, HOMO sapiens was still an insignificant animal minding its own business in a corner of Africa. In the following millennia it transformed itself into the master of the entire planet and the terror of the ecosystem. Today it stands on the verge of becoming a god, poised to acquire not only eternal youth, but also the divine abilities of creation and destruction.
Unfortunately, the Sapiens regime on earth has so far produced little that we can be proud of. We have mastered our surroundings, increased food production, built cities, established empires and created far-flung trade networks. But did we decrease the amount of suffering in the world? Time and again, massive increases in human power did not necessarily improve the well-being of individual Sapiens, and usually caused immense misery to other animals.
In the last few decades we have at last made some real progress as far as the human condition is concerned, with the reduction of famine, plague and war. Yet the situation of other animals is deteriorating more rapidly than ever before, and the improvement in the lot of humanity is too recent and fragile to be certain of.
Moreover, despite the astonishing things that humans are capable of doing, we remain unsure of our goals and we seem to be as discontented as ever. We have advanced from canoes to galleys to steamships to space shuttles – but nobody knows where we’re going. We are more powerful than ever before, but have very little idea what to do with all that power. Worse still, humans seem to be more irresponsible than ever. Self-made gods with only the laws of physics to keep us company, we are accountable to no one. We are consequently wreaking havoc on our fellow animals and on the surrounding ecosystem, seeking little more than our own comfort and amusement, yet never finding satisfaction.
Is there anything more dangerous than dissatisfied and irresponsible gods who don’t know what they want?
Gods who don’t know what they want.
No hay mejor forma de definir la existencia humana en general. Somos una especie animal con un enorme potencial para alterar el mundo pero que no sabemos realmente por qué o para qué hacemos lo que hacemos. Nuestra razón nos permite gobernar la dinámica del fenómeno hasta cotas inimaginables, pero esta misma razón es totalmente inútil a la hora de entender o determinar un fin esencial concreto para su propia existencia.
Y es que el raciocinio impulsa desde nuestro origen como especie exponencialmente nuestro poder y capacidad productiva gracias a la acumulación cultural del saber, pero no tenemos ni la más remota idea después de todos estos milenios de existencia humana sobre qué meta o fin objetivo nos movemos. Nuestra especie se afana con vehemencia en reproducir el ciclo de la vida, y lo hace con más eficiencia que cualquier otra especie animal, pero tenemos tan poco claro para qué hacemos lo que hacemos (nacer, crecer, reproducirnos y morir) como un chimpancé, un ratón, un caracol o una simple bacteria.
La raza humana es en este sentido el actual campeón mundial en la ciega carrera evolutiva que nos lleva sin darnos explicaciones por la senda del constante aumento potencial guiados por una también constante e insaciable insatisfacción vital. Y así, poderosos e ignorantes, vivimos todos en la senda del consumo y el apego, frutos de una necesidad psicológica heredada y fuente en última instancia de nuestro poder contemporáneo.
Porque, ¿de dónde viene todo este poderío moderno? Del propio esfuerzo vivido por cientos de generaciones anteriores por mejorar y aumentar la cantidad de bienes y servicios disponibles para cada individuo y para los suyos. Cada ciclo generacional sufre del mismo instintivo conjunto de deseos insaciables por naturaleza. Y cada ciclo mejora y aumenta de media los modos en que satisfacer más y más de estos deseos, y en mayor cantidad y calidad...pero nunca es suficiente. Cada generación tiene tanto o más que la anterior, pero todas quieren mantener y aumentar este estatus puesto que nunca terminamos saciados. Y nunca nos saciamos porque la fuente de nuestros deseos y necesidades instintivas no tiene un fin o meta que cruzar, es decir; que se trata de que bebemos todos de una fuente inagotable de necesidad sin fin. De hecho, ese ideal estado de completa satisfacción (¿felicidad?) no es otra cosa más que la zanahoria que la naturaleza pone ante nuestras narices para que empujemos cada día de nuestra vida con todas nuestras fuerzas.
Pasarán los milenios y seguiremos luchando sin saber para qué con la misma intensidad que nuestros primeros ancestros. Y quizás incluso colonicemos otros planetas e igualmente seguiremos siendo "dioses" completamente ignorantes (e indiferentes) de nuestro irracional (ciego) destino. Un destino basado simplemente en el continuo consumo de energía libre por y para mantener nuestra compleja estructura individual y social: un mandamiento físico espontáneo que en nada puede servir a fines relevantes (humanamente hablando). Nuestro origen se basa pues en este gradual aumento de capacidad de consumo aparecido en el Universo para mantener estructuras materiales complejas a costa de consumir una cantidad de energía libre muy superior al orden requerido por tal complejidad.
Y es que la evolución biológica es meramente un reflejo de esta evolución física mucho más general que viene ocurriendo desde que el mundo es mundo, y que sirve a fundamentos puramente físicos (termodinámicos). Toda evolución natural comparte un denominador común, siendo siempre parte de un proceso físico que requiere acabar de la manera más acelerada posible con toda la energía libre disponible; y el hecho de que esta física "gratifique" y "ayude" de este modo con la permanencia de aquellos fenómenos que con mayor eficiencia cumplan esta tarea, es lo que ha permitido a nuestra especie alcanzar su estado de dominación actual en el planeta: en el fondo se trata sólo de que nuestras especiales capacidades intelectuales nos hacen capaces de transmitir de una generación a la siguiente la información necesaria sobre cómo conseguir mantener y aumentar este consumo energético (algo que viene ocurriendo como poco desde el dominio del fuego por parte de alguna especie homínida).
Por lo tanto sí, somos "dioses" con un poder enorme (que en las próximas décadas irá incluso a mayor), pero no sabemos qué se supone que debemos hacer con tal poder a parte de continuar obedeciendo nuestros instintos evolutivos de siempre: producir y consumir todos los recursos y bienes posibles para nosotros y los nuestros, a la par que continuar con el ciclo vital a toda máquina. Acaso no sea siquiera físicamente posible hacer otra cosa.
Y si "Alguien" o "Algo" más allá de lo que alcanza nuestra vista (fenoménica) se beneficia o no de algún modo de nuestra eficiente especie térmica, es algo que posiblemente nunca llegaremos a saber; lo cual es algo que, al menos a mí personalmente me resulta como poco triste y desagradable.
Sólo mencionar por último que viene al cuento de lo tratado el texto del siempre magnífico Emil Cioran donde dice en su "Breviario de podredumbre" que:
"La teología, la moral, la historia y la experiencia de cada día nos enseñan que para alcanzar el equilibrio no hay una infinidad de secretos; no hay más que uno: someterse. «Aceptad un yugo, nos repiten, y seréis felices; sed algo y os libraréis de vuestras penas.» En efecto, en este mundo todo es oficio: profesionales del tiempo, funcionarios de la respiración, dignatarios de la esperanza, un puesto nos espera desde antes de nacer: nuestras carreras se fraguan en las entrañas de nuestras madres. Miembros de un universo oficial, debemos ocupar una plaza en él por el mecanismo de un destino rígido, que no se relaja más que a favor de los locos; éstos, al menos, no se ven constreñidos a tener una creencia, a afiliarse a una institución, a sostener una idea, a pretender una empresa. Desde que la sociedad se constituyó, los que pretendieron sustraerse a ella fueron perseguidos o escarnecidos. Se os perdona todo, con tal de que tengáis un oficio, un subtítulo bajo vuestro nombre, un sello sobre vuestra nada. Nadie tiene la audacia de gritar: «¡No quiero hacer nada!»; se es más indulgente con un asesino que con un espíritu liberado de los actos. Multiplicando las posibilidades de someterse, abdicando de su libertad, matando en sí mismo el vagabundo, así es como el hombre ha refinado su esclavitud y se ha enfeudado a los fantasmas. Incluso sus desprecios y rebeliones, no los ha cultivado más que para ser dominado por ellos, siervo que es de sus actitudes, de sus gestos y de sus humores. Salido de las cavernas, guarda de ellas la superstición; era su prisionero, se ha convertido en su arquitecto. Perpetúa su condición primitiva con mayor invención y sutileza; pero en el fondo, aumentando o disminuyendo su caricatura, se plagia desvergonzadamente. Charlatán movido por hilos, sus contorsiones, sus muecas, aún engañan..."