viernes, 22 de abril de 2016

El absurdo (III)

"Biológicamente, es decir, desde la perspectiva de la historia natural, la razón de ser de todo ser vivo es permanecer, pero esa permanencia no tiene objeto. Se trata de permanecer por permanecer porque, valga la vacuidad epistémica, en su dimensión tanto gnoseológica como ética, permanece lo que permanece y punto."
(Carlos Castrodeza)

Leyendo una magnífica entrada sobre el filósofo Carlos Castrodeza en el Blog de Carlos Javier González Serrano (El vuelo de la lechuza): https://elvuelodelalechuza.com/2013/03/02/la-razon-de-ser-meditaciones-darwinianas-carlos-castrodeza/, me ha surgido la siguiente reflexión:

En el artículo se menciona que "Darwin se preguntaba una y otra vez que cómo una teoría que es tan sencilla de entender no calaba entre sus coetáneos (la banalidad de lo que importa es a menudo dura de digerir)."

Y yo creo que es evidente que esto sigue ocurriendo. Cualquiera puede preguntarse todavía como la gente no comprende (o no acepta) que: "[..]biológicamente, es decir, desde la perspectiva de la historia natural, la razón de ser de todo ser vivo es permanecer, pero esa permanencia no tiene objeto. [Que] Se trata de permanecer por permanecer porque, valga la vacuidad epistémica, en su dimensión tanto gnoseológica como ética, permanece lo que permanece y punto. "

Nadie es capaz de pararse y reflexionar sobre el hecho comprobado de que la razón de ser de todo ser vivo no tiene objeto (es decir; que no tiene un sentido racional objetivo). Todos luchamos con asombrosa vehemencia por continuar el sonsonete de la vida, y ni siquiera la conciencia del absurdo existencial puede detenernos (me incluyo, por supuesto, porque vivo con tanta o más vehemencia que nadie). En este sentido, se puede concluir sin lugar a dudas que no somos otra cosa más que marionetas en manos de un estúpido "fin" natural por el mero ser (en realidad, porque permanezca aquello que sea un mayor eficiente consumidor de energía para cada momento y situación, puesto que a esto se reduce realmente la evolución según la física moderna).

La vida es en sí un medio, y los seres vivos meros títeres en manos de una extraña "necesidad" natural por consumir eficientemente toda la energía libre disponible en el menor tiempo posible (i.e. maximizar la entropía global del modo más óptimo en cada circunstancia). Cabría preguntarse por supuesto, si esta "necesidad" natural sigue o no algún Fin trascendente, y en tal caso cuál es.

Aquí, por ejemplo: Mainländer insistiría en que esa Necesidad trascendente fue la de satisfacer una única Necesidad por parte de una única (e incognoscible) Unidad premundana: el Deseo de alcanzar el No-Ser mediante la realización de un único Acto; y de hacerlo además del único Modo posible en que este paso al No-Ser podía ocurrir: este Modo constituiría la aparición de nuestro cosmos (de la multiplicidad acontecida tras el Big Bang) del modo tan preciso en que es y observamos (con lo que se explica de camino el fino ajuste que las constantes físicas cosmológicas presentan), y por tanto la "necesidad" natural inmanente de consumir toda la energía libre tan pronto como sea posible (disminuir la suma de fuerzas como diría Mainländer), se correlacionaría con la representación fenoménica de esa Necesidad trascendente por No-Ser lo más rápido posible (que por alguna razón no pudo ser instantáneamente). Esta unidad trascendente originaria por cierto fue, pero ya no es: desapareció precisamente al dar a luz a la multiplicidad del mundo.

Schopenhauer por otra parte, propondría por ejemplo; que ese "fin" natural inmanente es mera representación de la Voluntad trascendente ciega e irracional que lo sustenta todo (en el mundo o tras el mundo, es decir; que contra la postura de Mainländer, la Voluntad todavía sería) , buscando dicha Voluntad de continuo (oculta tras el velo del fenómeno)  el mero ser y el persistir, y el ser además de todos los modos posibles; lo cual correlaciona bien con la realidad biológica y natural del mundo, pero no tan bien con la realidad evolutiva (y la "buscada" maximización del consumo energético subyacente), puesto que la Voluntad podría explicar la voluntad hacia la lucha y la vehemencia por el ser, pero no podría explicar por qué el mundo inmanente busca no sólo ser y ser de muchos modos, sino también ser siempre de modo que la energía libre disponible (y por tanto la capacidad para un nuevo ser) se consuma tan pronto como sea posible. Parece que la Voluntad de Schopenhauer se queda explicativamente corta, y que ciertamente Mainländer completa esta perspectiva con una cosmovisión más acorde con lo observado (por la ciencia) en lo inmanente.

Los científicos más radicales, por último, filosofan con la idea de los múltiples universos extrapolando la cuántica a lo trascendente, con lo cual no habría según ellos tal Fin trascendente, o mejor dicho, dicho Fin será tan espontáneo e insustancial como el "fin" natural inmanente de consumir la energía libre tan pronto como se pueda: en realidad serían equivalentes, y se trataría como digo, de extrapolar lo inmanente casi tal cual a lo trascendente.

Pero es que en realidad da igual cual sea la Verdad o la Realidad tras nuestra existencia personal, sea la que sea, cualquiera, todo apunta a que nada humanamente relevante se esconde tras nuestra vehemente lucha: muy probablemente ninguna razón sustente nuestro ser, o si la hay, muy posiblemente dicha razón sea indiferente a nuestro destino como meros sujetos (medios) para su Fin. En realidad, en el caso de Mainländer podríamos presumir al menos de ser eficientes medios para un Fin concreto, y de que "ayudamos" a cumplir con nuestro esfuerzo una razonable Necesidad trascendente (premundana) la cual de hecho nos dio origen. Y creo que podemos presumir de ello incluso a pesar de que dicha "ayuda" sea en favor de la pronta aniquilación de la existencia Universal...el que no se consuela es porque no quiere xDD.

En fin, que podemos concluir, junto a Schopenhauer, y sin mucho miedo a equivocarnos, que humanamente (o para la humanidad) "bien puede decirse que la vida es un episodio que viene a perturbar inútilmente la sagrada paz de la nada"; y que si finalmente dicha vida es útil para Algo, seguro que ese Algo no tiene nada que ver con nosotros como sujetos.

Un saludo.

martes, 19 de abril de 2016

La carencia de datos limita las aspiraciones de la ciencia


Acaban de publicarme un artículo en la revista Tendencias21La carencia de datos limita las aspiraciones de la ciencia

La introducción del artículo viene a decir así:
"La teoría de cuerdas o la de multiversos son claros ejemplos de que nuestro conocimiento del mundo está cayendo en la especulación racional pura.
Es un secreto a voces que hace ya décadas que la física se topó con el límite de lo observable (o al menos, con el límite de lo representable para nuestro cerebro). Ante esta carencia experimental, la racionalidad intenta tomar el mando. Así, tras un largo periodo gobernado por la más pura ciencia empírica, estamos entrando en un tiempo en el que nuestro conocimiento del mundo está cayendo en la especulación racional pura. La teoría de cuerdas o la teoría de multiversos son dos claros ejemplos de esta deriva."
Es la segunda vez que consigo publicar algo en esta revista, y la verdad es que me alegra bastante ;). Espero que os guste el trabajo (es una adaptación de algo que ya escribí por aquí), y si es así: pulsar en me gusta y compartir la entrada (me haréis un favor) :-) .


jueves, 14 de abril de 2016

El vacío cuántico y el origen del Universo

"Cualquiera que no esté impactado con la teoría cuántica no la ha entendido."
(Niels Bohr)

El vacío cuántico.

Heisenberg
Uno de los aspectos más contra-intuitivos del que nos habla la física cuántica, es el hecho de que es posible que de la "nada" (el vacío cuántico) puedan surgir cosas (partículas). Es un hecho físico bastante aceptado, y supone grosso modo que una existencia (algo) puede aparecer por las buenas a partir de la no existencia (de la nada). Es decir; que algo que no era, de repente puede ser, así sin más. Y si bien es cierto que el vació cuántico no es estrictamente una nada absoluta, realmente se le parece bastante.

Esta inmediata generación existencial cuesta sin duda trabajo de digerir, pero una vez aceptado el hecho como tal, cabe preguntarse lo siguiente: ¿hay alguna condición que se deba cumplir a priori para que la nada permita tal sorprendente suceso de creación espontánea? Pues sí que la hay, una muy simple y determinada: el paso al ser se condiciona a que la relación entre la masa creada (la cantidad de energía equivalente, en realidad) y el tiempo efectivo de existencia deben seguir una relación matemática muy concreta, la que nos enseña el principio de incertidumbre de Heisenberg:

 (1)

Esto viene a decir que el mundo cuántico (la realidad) posee una incertidumbre intrínseca a su ser, mediante la cual la precisión con la que se conoce la energía de una partícula multiplicada por la precisión con la que se conoce su tiempo de existencia, no puede ser menor (más preciso) de una cierta cantidad (un valor ħ constante muy pequeño relacionado con la constante de Plank).

Es posible, por lo tanto, que una partícula (un ser) aparezca en la realidad desde la nada (violando temporalmente la ley de conservación de la energía), con la única condición de que lo haga por un espacio de tiempo lo suficientemente pequeño como para que la incertidumbre en la energía supere la masa en reposo de dicha partícula. Es decir; que la precisión en el rango de tiempo en que esta partícula existe sea tan alta, que si pasamos a la derecha dividiendo en la inecuación (1) este valor, sea lo suficientemente pequeño como para que la incertidumbre en la energía aumente hasta alcanzar la masa de la partícula que entrará en el ser durante Δt segundos. Conforme la precisión en el tiempo se hace mayor  (i.e. conforme Δt tiende a cero), la ΔE (la incertidumbre en la energía) permite que partículas cada vez de mayor masa m = E / c2 aparezcan desde la nada, aunque sólo lo puedan hacer durante Δt segundos antes de volver al no-ser.

Otra forma de entender ésto, es como que es posible la creación espontánea de ser (masa), siempre y cuando la incertidumbre entre la masa (energía) y el tiempo sea lo suficientemente alta (mayor o igual a ħ/2) para que el mundo no se llegue a enterar de la violación ocurrida en las leyes de conservación: lo que no se puede detectar no es ilegal, y por tanto puede ser tal cual y sin problemas ;-).

En resumen:

1) Cuanto menos tiempo dure una existencia, más masa puede poseer eso que sale espontáneamente del vació.

2) Y también, cuanto más tiempo desee algo salido de la nada existir, menos masa (y por tanto energía) puede poseer.

El origen del Universo.

¿Y qué tiene que ver esto con el posible origen de nuestro Universo? Pues que muchos científicos afirman que un proceso similar al descrito para la aparición de partículas virtuales tuvo precisamente lugar en el Big Bang.

Nuestro Universo es cosmológicamente plano (o casi plano), y eso hace que la energía neta total contenida en el mismo sea cero (o casi cero). Y aunque ciertamente hay movimiento real, esto se debe simplemente a que existen zonas (posiciones) más densas energéticamente que otras, y eso produce gradientes que la termodinámica procede a abolir del modo más rápido posible; pero este movimiento no implica que la energía global sea muy grande. De hecho, cuando se procede a sumar y a restar la energía (cinética y potencial) de todo lo que el mundo contiene: ¡terminamos con una cantidad energética neta nula (o casi nula)!

Y volviendo a la inecuación (1), vemos que cuando la energía ΔE es muy pequeña (y se conoce, por tanto, con mucha precisión), el intervalo de tiempo permitido para que tal cantidad de energía exista salida de la nada es mayor o igual a:

Δt >= ħ / ΔE

Como  ħ es un valor muy pequeño pero constante, en el momento en que la E neta tiende a cero, el tiempo admisible de existencia tiende a infinito. En el caso límite, si resulta que la energía neta de nuestro Universo es exactamente cero, el mismo podría existir de modo estacionario eternamente sin violar las leyes de conservación. En cualquier caso, aún sin ser estrictamente cero, se estima que el valor energético global del mundo es tan cercano a cero que físicamente es viable su existencia una cantidad enorme de tiempo a pesar de haber salido literalmente del vacío (de la "nada"). Es decir, que:
El origen de nuestro mundo sería (podría ser) el resultado de una fluctuación cuántica que no colapsó y pudo continuar extendiéndose gracias al principio de incertidumbre dada la baja (o nula) energía total que éste contiene.
Implicaciones filosóficas.

1ª) Esta idea propuesta avala de algún modo la hipótesis del multiverso según la cual si este hecho de creación a partir de una fluctuación cuántica es físicamente posible, no es descartable que haya ocurrido (o vaya a ocurrir) en otras ocasiones; o que incluso ocurra de modo continuo en realidades (mundos) paralelos al nuestro. Lo que se hace con esta hipótesis de algún modo es "meta-inducir" el hecho físico contrastado de la aparición de partículas en el Universo a partir del vacío cuántico (siempre que se respete el principio de incertidumbre), haciéndolo extensivo al origen del propio Universo: en este sentido, el propio cosmos (y todo lo que contiene), se habría originado a partir de una de estas fluctuaciones a un nivel trascendente (es decir; en una especie de espuma cuántica global la cual comparte muchas propiedades con nuestra física: entre ellas el principio de incertidumbre).

2ª) Si todo lo postulado por la hipótesis del multiverso es cierto, la existencia sería eterna e infinita. Ya sea que los Universos convivan en paralelo (con múltiples fluctuaciones concurrentes); o que uno siga a otro fluctuación tras fluctuación ("esperándose" que un Universo acabe antes de dar a luz a otro), el hecho es que esta explicación supone que siempre ha habido Universos, y que siempre los habrá: y además, que el número de tales existencias es infinito.

3ª) De esta manera, y esto es importante: todo lo que puede ser, ya habrá sido y lo será de nuevo una infinidad de veces. El eterno retorno se confirmaría de este modo, puesto que cualquier cosa compatible con un Universo dinámico (i.e. que posea movimiento efectivo debido a una densidad energética dispersa) sencillamente va a ocurrir tarde o temprano, y además lo hará exactamente igual una infinidad de veces, y otra infinidad de veces lo hará con ligeras variaciones. Es decir; que de ser todo esto cierto, yo ya habría vivido (y viviré) este mismo momento en que me encuentro ahora mismo escribiendo una infinidad de veces. Del mismo modo, habré vivido y viviré situaciones muy similares a la actual, pero donde pequeñas fluctuaciones cuánticas habrán llevado a un curso de acontecimientos ligeramente distintos: en algunas de estas realidades escribiré alguna palabra distinta, por ejemplo; y en otras realidades varias fluctuaciones pueden conllevar a un cambio mayor: por ejemplo, produciéndome un trombo conforme escribo llevándome a la tumba (xDD).

Y quizás pueda alguien dudar si el "yo" de todas esas infinitas vivencias es el mismo "yo" de mi ser presente; pero si tenemos en cuenta que lo que se llama "yo" surge meramente de la computación neuronal eléctrica del cerebro, y puesto que dicha computación será idéntica en cada una de esas realidades repetidas, no cabe duda de que sí, seré yo el que repita mi ser por toda una eternidad. Este hecho es realmente inquietante, la verdad.

Conclusión.

Cuando se pone uno a especular con todo esto, no podemos más que echarnos las manos a la cabeza y preguntarnos si realmente todo puede ser y ocurrir de este modo tan extraño y paradójico (a pesar de todas las evidencias que los científicos nos dicen que existen a favor). Pero es que realmente da igual cuanto vaya todo contra nuestro sentido común evolutivo (macroscópico); los hechos son los hechos, y como diría Richard Feynman:
"Pienso que se puede afirmar tranquilamente que nadie entiende la mecánica cuántica... No te pongas a repetir, si puedes evitarlo '¿pero cómo puede ser así?' porque te irás por una coladera hacia un callejón sin salida del que nadie ha escapado. Nadie sabe cómo puede ser así."
Nadie sabe ni sabrá cómo puede ser así, pero así es sin duda; al menos en el caso cuántico de nuestro Universo. Y aunque la hipótesis del multiverso, aún con el respaldo cuántico, todavía tiene que ser confirmada o refutada (si es que es posible tal cosa), sus consecuencias son realmente asombrosas (aterradoras incluso, según como se mire).

Y es remarcable, por cierto, cómo las implicaciones filosóficas del multiverso cuadran bastante bien con la postura que el filósofo Friedrich Nietzsche defendió antes incluso del surgimiento de la propia teoría cuántica. En su obra "La gaya ciencia", escribe Nietzsche:
"¿Qué sucedería si un demonio... te dijese: Esta vida, tal como tú la vives actualmente, tal como la has vivido, tendrás que revivirla... una serie infinita de veces; nada nuevo habrá en ella; al contrario, es preciso que cada dolor y cada alegría, cada pensamiento y cada suspiro... vuelvas a pasarlo con la misma secuencia y orden... y también este instante y yo mismo... Si este pensamiento tomase fuerza en ti... te transformaría quizá, pero quizá te anonadaría también...¡Cuánto tendrías entonces que amar la vida y amarte a ti mismo para no desear otra cosa sino ésta suprema y eterna confirmación!"
En este sentido, la vida (nuestra vida) debería ser tan intensa y tan perfecta (dice el filósofo) que no deseásemos ningún cambio en sus infinitas sucesiones, puesto que todo cambio fuese ya necesariamente a peor.

Del mismo modo, la idea del multiverso también da apoyo a la propuesta budista en cuanto a su postulada eterna repetición vital. Según Buda, cada persona sufre tras la muerte infinitas reencarnaciones (algo como vemos asombrosamente de acuerdo con la hipótesis cuántica que hemos descrito), un eterno proceso vital del cual sólo se puede escapar mediante una constante meditación que te lleve a alcanzar el Nirvana; siendo este Nirvana simplemente el cese existencial de la persona: un estado de gracia equivalente a lograr detener por fin el sonsonete vital, alcanzar la deseable nada absoluta, esto es: el verdadero descanso que la simple muerte personal no nos permitiría conseguir.

Y puede que Buda tuviese razón respecto a nuestro eterno ciclo vital, pero mucho me temo que ninguna meditación o iluminación vaya a poder poner freno a la realidad cuántica. Realmente podríamos estar ¿condenados? a repetir una y otra vez nuestro ser por toda la eternidad. Sin embargo, aunque esta idea pueda parecer bastante angustiosa y desagradable, yo personalmente creo que no es para tanto, siempre y cuando no tengamos recuerdo alguno de esa infinidad existencial ya pasada...por cierto, ¿no habéis notado en ocasiones un fuerte sentimiento de Déjà vu? ¿quién sabe si...? (:-P)

El uróboros simboliza el esfuerzo eterno, 
la lucha eterna, o el esfuerzo inútil, la naturaleza cíclica 
de las cosas, el eterno retorno  y otros conceptos que vuelven a comenzar 
a pesar de las acciones para impedirlo.

Un saludo, eterno compañero de viaje. Quizás nos quede por delante encontrarnos en este camino una infinidad de ocasiones, aunque sólo sea a través de estas páginas...

miércoles, 13 de abril de 2016

Señor juez (Javier Krahe)

"Radiante de salud, en la flor de la edad me va muy bien en todo con la salvedad de un hastío tan persistente. Que vivir para mí es de una insipidez, que me estomaga y me conduce, señor Juez, a salirme por la tangente." (Javier Krahe)
Me gustaría en esta entrada homenajear, en la medida de lo posible, al recientemente fallecido cantautor Javier Krahe. Maestro de la sátira y socialmente comprometido, supo hacernos ver durante toda su carrera el absurdo de la vida de una manera artística a la par que sarcástica: ciertamente la vida no se merece mucho más que ser tomada como una trágica broma (quizás de muy mal gusto), y Javier supo transmitir con su música la ridícula realidad.

Son muchas las obras que merecen ser nombradas pero voy a dejaros con la que es, en mi opinión, uno de sus trabajos más claros en este sentido del que os hablo: "Señor juez", la carta de suicidio más original e ingeniosa que quizás se haya escrito. Una carta en la que un suicida le cuenta al juez las razones de su trágico acto final. Una person a la que le va muy bien en todo pero que ve insípida la vida y sus quehaceres. Finalmente se observa cómo el juez, insensible a lo que la carta le cuenta (quizás inmerso en el aburrimiento de su propia vida) despacha al ujier la misma de manera indiferente y con mal humor cuando detecta en ella una falta de ortografía. El juez (el que juzga, que en la vida diaria somos todos) no ha entendido nada del profundo mensaje del suicida.


Cada vez que escucho esta canción no puedo evitar recordar las palabras que Schopenhauer nos dejó respecto del hastío:
"Lo que ocupa a todos los vivos y los tiene sin aliento, es la necesidad de asegurar la existencia. Una vez hecho esto, ya no se sabe que hacer. Por eso, el segundo esfuerzo de los hombres es aligerar la carga de la vida, hacerla insensible, matar el tiempo; es decir, huir del hastío. Una vez libertados de toda miseria material y moral, una vez que han soltado de la espalda cualquiera otra carga, los vemos convertirse ellos mismos en su propia carga y considerar como una ganancia toda hora que consiguen pasar, aun cuando en el fondo esa hora se reste de una existencia que con tanto celo se esfuerzan en prolongar.[...] La vida del hombre oscila como un péndulo entre el dolor y el hastío. Tales son, en realidad, sus dos últimos elementos."


Señor Juez nada más le quería decir,
que en el día de hoy cansado de vivir
me decido a causar mi baja,
la eterna, la fetén, me excluyo del padrón
y aquí a renglón seguido le expongo la razón,
por la cual rompo la baraja:
No piense en una tragicomedia de amor,
que sufro un cáncer y, no soporto el dolor,
que rechazo ir a un asilo;
que perdí, la razón, la potencia sexual,
que estoy a fin de mes, que si tal que si cual
ni otras cosas por el estilo.

Radiante de salud, en la flor de la edad
me va muy bien en todo con la salvedad
de un hastío tan persistente.
Que vivir para mí es de una insipidez,
que me estomaga y me conduce, señor Juez,
a salirme por la tangente.
Lo que me finiquita el quid de la cuestión,
no es ni más ni menos que la célebre opresión,
entendida en sentido lato.
Ya me comprende usted, qué le voy a explicar,
si aquí en este redil juzgar es sojuzgar
y de eso sabrá usted un rato.

Si yo fuera mujer, minoría racial,
cristiano de base, zurdo, homosexual,
Tercer Mundo, obrero, artista,
me podría sumar a su revolución1,
pero al no ser así, ofrecer mi adhesión
me parece paternalista.
No puedo trastocar mi sexo, ni mi piel,
mi ateísmo, mis manos, mis lunas de miel,
desclasarme o pulsar la lira.
Y aunque pudiera, qué, no sería ya igual,
no sería quien soy, motivo primordial,
por el que un servidor suspira.

Y si no soy quien soy, es una ingenuidad
creer que si me ahorco tengo libertad,
más que para escoger la soga.
¡Mi asesino es usted!, ¿ por qué no lo iba a ser ?,
representa la ley, simboliza el poder,
el poder y quién se lo arroga...".
Aquí ya me indigné y di la carta al ujier,
-Archive esto por ahí- no lo podréis creer,
escribía arroga con h, escribía arroga con h.
Y las faltas así, desde hace ya algún tiempo,
es que no las aguanto me ponen a cien,
estaré atravesando un bache.


Y para todos aquellos a los que la anterior canción les haya llamado la atención, os dejo a continuación otro memorable ejemplo del gran trabajo de Javier Krahe: "El cromosoma". 




Hace tiempo que me importa un comino, 
que el último jalón de mi camino 
caiga lejos de Roma. 
Hace tiempo que no juego al acertijo, 
tan esdrújulo de un padre y un hijo, 
y una blanca paloma. 

Y lo cierto es que no me desespero, 
desde el día en que al célebre madero 
lo comió la carcoma. 
Pero si me preguntan y lo digo 
aparte de algún que otro íntimo amigo 
todos creen que es broma. 

Y como con eso no se bromea, 
esperan que Dios me dé con la tea 
de churruscar Sodoma, 
o que al menos diga yo, reconfortante, 
que me he hecho mahometano o protestante, 
hablamos otro idioma. 

Pues nada más que eso me faltaba 
que tuviera que asirme a la chilaba 
del profeta Mahoma, 
ni a tripa de Lutero ni aún de Buda. 
Prefiero caminar con una duda 
que con un mal axioma. 

Porque dudo que la final de este asunto, 
la cosa no se acabe con un punto 
sino con punto y coma, 
y no espero un cielo o un infierno. 
Lo más confío en que seré algo eterno 
gracias al cromosoma. 

Tranquilo puedo vivirme mi historia 
sabiendo que a las puertas de la gloria, 
mi nariz no se asoma. 
La muerte no me llena de tristeza, 
las flores que saldrán por mi cabeza 
algo darán de aroma.

jueves, 7 de abril de 2016

¿Por qué hacemos lo que hacemos?

"El hombre puede, acaso, hacer lo que quiere; pero [lo que] no puede [es] querer lo que quiere" (Arthur Schopenhauer)

Introducción.

Todos tienen sin duda más o menos claro qué es lo que quieren hacer en cada momento concreto de sus vidas, pero muy pocos son los que se plantean el hecho de que normalmente no saben por qué deciden precisamente hacer tal o cual cosa en lugar de hacer cualquier otra. Piénsalo detenidamente: Observa por ejemplo todo lo que has hecho tú al cabo del día de hoy: ¿por qué has decido hacer precisamente esas cosas en lugar de hacer otras cosas? Es decir; que no cabe duda de que hoy has ido haciendo en cada momento aquello que te ha parecido necesario en ocasiones y agradable en otras pero: ¿por qué han sido precisamente esas cosas concretas las necesarias y agradables para ti?

Este planteamiento puede parecer algo superfluo o intrascendente, pero es más profundo de lo que uno se puede imaginar en un primer momento. Para ponerlo en claro voy a utilizar primero unos pocos ejemplos bastantes extremos para que se evidencie bien lo que quiero decir:

En un determinado momento, estando sentado en una silla, siento hambre: me levanto, voy a la cocina, abro la nevera, cojo un yogur y me lo como. ¿Por qué? Y ciertamente puede parecer una pregunta capciosa, pero no lo es:  desde el primer momento he tenido un abanico casi infinito de actos posibles: podría haber salido a la calle, cogido mi coche, haber ido al supermercado a comprar algo de comer, y luego volver a casa; podría haber ido a la cocina pero en lugar de un yogur podría haberme comido un papel de cocina (sí, estoy exagerando para que quede claro el asunto), podría haberme quedado en el cuarto dando vueltas en círculos (de nuevo exagero), podría haber llamado por teléfono a mi mujer para que viniese del trabajo y me trajera algo de comer, podría no haber hecho nada hasta morir de hambre al cabo de una semana, podría haber saltado por la ventana, podría haber ido a la cocina a la pata coja o con los ojos cerrados, es decir; podría haber hecho una infinidad de cosas, y sin embargo hice una y sólo una (la que me apeteció) pero: ¿por qué hice precisamente lo que hice? ¿por qué de la infinidad de opciones que tenía me apeteció hacer exactamente esa?

Igualmente es un hecho que esta pregunta se puede intentar responder desde diferentes niveles de abstracción científica: desde la psicología nos hablarán de nuestra personalidad y nuestros gustos, desde la biología nos hablarán de comportamientos evolutivamente estables (aquellos que mejor favorecen los fines evolutivos de supervivencia y reproducción), desde la neurología nos lo explicarán hablando de la computación eléctrica por entre las redes neuronales de nuestro cerebro a la hora de tomar decisiones, etc. Hay por tanto muchas maneras de afrontar el asunto pero, sin embargo; el ámbito que realmente puede dar cuenta del modo más objetivo posible al porqué del modo en que actuamos (nos movemos) es sin duda la física.

Y esto es así porque es precisamente la física la que nos explica el modo en que se mueve todo en el mundo; y porque no cabe duda de que en todos nuestros actos, conductas y pensamientos interviene siempre el movimiento:  ya sea en el movimiento material de nuestros cuerpos y de los cuerpos externos que nos afectan y sobre los que actuamos; o en el movimiento interno de nuestras células, los iones y los neurotransmisores de nuestro cerebro; todo en nuestra conducta se reduce y se puede reducir siempre a múltiples y complejos movimientos organizados. Tiene por lo tanto mucho sentido preguntarle a la física (ciencia básica de la materia y su dinámica) sobre por qué hacemos lo que hacemos (por qué nos movemos como lo hacemos).

Sin embargo, no ha sido hasta hace pocos años cuando la física moderna ha comenzado a ser capaz de responder a esta cuestión con formalidad y rigurosidad: y en pocas palabras; la respuesta viene a decir que todo movimiento en el Universo (incluido el movimiento de lo orgánico) sucede de modo tal que todo sistema alcance un estado estacionario con su entorno tan rápido como sea posible. Esta frase que puede sonar un poco complicada, es equivalente a esta otra: el mundo natural necesita (y busca) que se consuma toda la energía libre de Gibbs disponible (G) en cierto lugar del modo más drástico (rápido) y eficiente posible (o, de modo equivalente: que la entropía aumente globalmente siempre al máximo ritmo posible dadas las circunstancias).


Las leyes ontológicas del mundo.

En el mundo hay dos importantes reglas o leyes que tienen un carácter ontológico, y que determinan lo que puede y lo que no puede ocurrir de un modo espontáneo en el Universo. Se trata de la segunda ley de la termodinámica (la entropía o desorden global siempre debe ir en aumento en el tiempo ΔS > 0), y el hecho de que la energía disponible (energía libre, entalpía libre, o  energía de Gibbs) siempre tiende a disminuir globalmente (ΔG < 0). Estas dos reglas dictan, como decimos, qué es posible y qué no lo es en el comportamiento físico del mundo y en las reacciones químicas entre elementos.

Relación entre complejidad y energía libre.

Son muchos los investigadores de actualidad y renombre que basan toda la evolución ocurrida en el Universo (a todos los niveles) sobre estas dos reglas: por nombrar a unos pocos, tenemos a Nick LaneAddy Pross, Arto Annila, y por supuesto a Jeremy England. Esta lista es bastante más extensa, y todo parece indicar que en las próximas décadas comenzará a emerger consenso en la comunidad científica a favor de la propuesta de que el origen y evolución de la vida es parte de un proceso físico global más amplio que implica una sencilla regla de base:

Esta sencilla regla sobre la que se cimentaría toda posible evolución, nos dice que el Universo (guiado por sus leyes ontológicas), debe obedecer siempre el siguiente mandamiento: "La energía disipada o utilizada en la formación de estructuras físicas, debe ser siempre tal que haga disminuir la energía útil global del Universo".

Es decir, que para que sea posible la ocurrencia de cualquier fenómeno (incluidos aquellos estructuralmente complejos, como por ejemplo la vida biológica), es necesario que la energía consumida supere siempre cierto umbral que va estrictamente relacionado con la cantidad de orden implicado. Matemáticamente la cosa es así:


El primer miembro de la derecha es la entalpía, que representa la cantidad de energía consumida o cedida al medio, y el segundo término representa la complejidad presente en un sistema. Como el Universo tiende siempre a ΔG < 0; para que se pueda producir un gran descenso en la entropía, con el consiguiente aumento de orden estructural (ΔS << 0), la entalpía H (cantidad de energía intercambiada con el entorno) debe contrarrestar ese aumento de orden S, y no sólo eso, sino que dicha entalpía (dicho consumo energético), debe mantenerse en el tiempo así de alta si se quiere mantener el orden logrado. Esto significa que, si una vez logrado cierto nivel de complejidad, el consumo de energía se detiene, la estructura se viene abajo y pierde su complejidad (ΔS > 0) en valor suficiente hasta que ΔG sea menor que 0 de nuevo.

De hecho, cabe señalar aquí que la muerte de un ser vivo no es ni más ni menos que el descenso en la capacidad de dicho organismo (debido a cambios en su estructura física) para obtener y consumir le energía necesaria para mantener su alta entropía (S), lo que lleva a que la compleja estructura se pierda, y el ser vivo se desintegre. Podemos decir por tanto que eso constituye la muerte: el proceso espontáneo que ocurre cuando el orden de un cuerpo es mayor que su capacidad para mantener la energía útil global del Universo en descenso (ΔG < 0).

¿Qué es la vida?

Todo ser vivo (y cualquier otro fenómeno complejo, como puede ser un tornado) requiere consumir una cantidad enorme de energía libre (G) para mantener su compleja estructura; y cuanto más tiempo permanezca dicha complejidad (cuanto más tiempo dure el tornado o cuanto más tiempo se esté vivo, por ejemplo) más energía se consume a este eficiente ritmo. Es decir; que es la propia naturaleza física la que, dadas las condiciones adecuadas, se encarga espontáneamente de organizar la materia de modo que el consumo neto de energía siempre aumente al mayor ritmo posible. En este sentido, un tornado aparece en el mundo cuando las condiciones del medio son tales que su acontecimiento aumenta más el consumo neto de energía libre que si no surgiera, y lo mismo pasa con la vida: la vida es simplemente un medio natural más que aparece en el mundo (dadas ciertas condiciones materiales) en el momento en que su acontecer acelera el consumo energético por encima de lo que otros fenómenos espontáneos alternativos pueden conseguir.

Es decir; que la vida debe aparecer en cualquier lugar del cosmos cuando las condiciones particulares de ese sitio (ese sistema y su entorno) hacen que dicha complejidad estructural impulse un mayor consumo de energía libre (un mayor aumento de entropía) que el que ocurriría si no surgiera. En este sentido, la vida aquí en la Tierra es consecuencia de que el mundo natural "quiera" y "necesite" que el consumo de energía sea siempre el máximo de entre los posibles, y se puede entender por tanto a la vida como un mero medio por el que la naturaleza logra precisamente esta meta termodinámica en ciertos lugares y bajo ciertas condiciones muy particulares.

Pero habrá quien aun así no lo vea claro, y que acepte como mucho que todo lo dicho sea válido para fenómenos complejos como tornados, huracanes, o incluso para formas de vida básicas tales como bacterias, células o incluso plantas; pero que no se crean que esto pueda aplicar al caso de los animales (menos aún cuanto más complejos y grandes sean). Y es cierto que el vuelo de una simple mosca (su movimiento), por ejemplo; parece algo mucho más aleatorio que esta búsqueda determinista en pos de la máxima eficiencia posible de consumo en energía libre; y no digamos ya la conducta de los mamíferos y del ser humano...pero es que a pesar de las apariencias es así.

El movimiento animal es realmente complejo (y matemáticamente intratable puesto que no hay modo de calcular invariantes), y a veces incluso parece arbitrario o caótico, pero nada más lejos de la realidad. Los animales son casos especiales de la misma regla termodinámica que ya hemos visto; y su particular movimiento obedece simplemente a un elaborado sistema de estimación y previsión computacional sobre el consumo enérgico futuro neto que un acto puede acarrear (este sistema es más elaborado en unos seres que en otros, y por ejemplo, también aparece de modo básico en bacterias y células eucariotas, aunque no obstante es en los animales superiores donde más claramente se observa esta eficiente estimación de consumo futuro a partir de la información sensible del presente procesada por el sistema nervioso central [SNC]).

Todo lo dicho hasta ahora nos permite concluir lo siguiente:
Lo que entendemos por evolución natural es consecuencia de este principio físico que busca y selecciona espontáneamente aquellas estructuras que aportan y suman con más eficiencia sobre el máximo consumo de energía libre alcanzable en un determinado sistema y entorno (el medio ambiente).
Y como consecuencia de esto, todo ser vivo (toda especiación), sobrevive como tal mientras pertenezca al grupo de fenómenos materiales que más y mejor consumen energía (lo que equivale al concepto biológico de supervivencia del más apto). En este sentido, cuando cierta especie por cualquier motivo ve mermada su eficiencia relativa de consumo energético neto, se ve abocada a la desaparición.

La evolución del sistema nervioso central (SNC).

El sistema nervioso central (SNC) es parte fundamental de la conducta de los animales superiores, y sabemos que su origen es completamente evolutivo, por lo tanto, su función debe estar igualmente enlazada de algún modo con la búsqueda física por el aumento entrópico al máximo ritmo posible en cada lugar y situación. De hecho, la aparición del SNC supone un gran avance significativo en la eficiencia neta de consumo energético, puesto que este sistema central de procesado de información permite prever (estimar) el acto o conducta (el movimiento) que será (probablemente) el que permita el mayor aumento posible de entropía en el futuro (es decir; que no se trata ya de pretender de modo inmediato o espontáneo en el corto plazo este máximo, sino de lograr predecir un movimiento tal que se consiga maximizar este consumo en el medio y largo plazo, i.e en el futuro).

Este sistema nervioso (evolutivo) que guía nuestra conducta se encarga por tanto de organizar la vida (el movimiento) del ser vivo que lo posee de un modo muy concreto: se trata de recoger cuanta información sea posible del entorno, y actuar en consecuencia de modo que nuestra conducta siempre tienda a intentar maximizar el consumo de energía en el futuro. Esta estimación neuronal por supuesto está expuesta a errores locales de estimación; y muchas veces nos conducen a tomar decisiones que finalmente no maximizan nuestro consumo energético sino todo lo contrario, pero eso no es determinante: lo importante es que la estructura de nuestro cerebro se ha ido moldeando gradual y evolutivamente de modo que estadísticamente los aciertos sean los máximos posibles minimizando en lo posible los errores. Esta paulatina minimización del error es similar, por cierto; al modo en que desde las ciencias de la computación realizan el ajuste de los pesos en las redes neuronales artificiales para que la red neuronal sea capaz de clasificar y predecir con alta probabilidad de éxito resultados a partir de unas entradas de información. En el caso de nuestra red neuronal biológica, las entradas serían la información del mundo que los sentidos entregan al sistema nervioso central, y el resultado o salida sería la conducta a la que estima un mayor aumento entrópico futuro. La evolución se habría encargado de ajustar gradualmente nuestras sinapsis y la estructura neuronal para minimizar igualmente el error entre el aumento entrópico futuro previsto para una conducta, y el verdadero valor que tal acto supone para el individuo y su futuro real.

Como decimos, el proceso evolutivo se ha ido encargando gradualmente de ajustar este sistema de estimación y previsión de generación entrópica futura, y el resultado histórico se puede observar en el árbol filogenético de la vida. Y es que, a pesar de lo que la ortodoxia evolucionista dice, se puede observar un progreso en el proceso evolutivo: la vida tiende en el tiempo a evolucionar (progresar hacia) estructuras cada vez más eficientes en el consumo global neto de energía; siendo en este sentido el progresivo origen del SNC un gran paso evolutivo al conseguirse prever cada vez con mayor probabilidad de acierto la conducta (el movimiento) que más y mejor va a favorecer el máximo consumo de entropía en el futuro: primero la cosa llegaba a minutos vista, luego a horas vista, posteriormente a días vista, y con la aparición del hombre esta acertada predicción se alarga a semanas, meses e incluso años vista.

El hombre, por tanto, es realmente un ser muy especial en la actualidad dentro del reino animal: es el animal que más y mejor puede hoy por hoy prever el modo en que sus actos pueden afectar el consumo global de energía libre en el futuro. Esta capacidad es tan asombrosa, que incluso puede comprender que el mejor modo de aumentar la entropía al largo plazo, puede pasar por disminuir este aumento al corto plazo: ningún otro animal es capaz de conseguir esto de modo parecido. Esta conducta es la que siguen, e.g las personas que defienden mantener a salvo el medio ambiente (el ecosistema) incluso a pesar de que sea necesario para ello consumir menos recursos (lo que perjudica la producción de entropía al corto plazo): en este sentido, el ecologista que defiende no consumir carbón (por ejemplo) para evitar el calentamiento global, propone realmente generar menos entropía ahora ya que eso va a perjudicar seriamente la producción entrópica al largo plazo (dentro de 50 ó incluso 100 años). Es decir; que si consumes ahora mucho carbón, en el futuro el medio ambiente podría ser tan desfavorable para la vida que la entropía en ese caso no aumentaría globalmente al máximo nivel posible dado el estado actual del mundo. Es decir; que se propone que quizás sea mucho mejor consumir con moderación los recursos contaminantes, de modo que en el tiempo (largo plazo) podamos consumir durante mucho más tiempo de manera óptima al máximo ritmo posible.

Continuando con el ejemplo: si consumismos todo el cabrón disponible, pongamos en tan sólo 10 años vista, el día de mañana probablemente tendremos grandes hambrunas y enfermedades (y por supuesto inestabilidad social y guerras) debido al cambio climático, y eso hará que la masa total de personas disminuya enormemente (la población del planeta caería casi exponencialmente), y por lo tanto también caería el consumo futuro y la cantidad de entropía generable en ese estado final de acontecimientos. Por lo tanto, mirando al largo plazo, se puede observar que quizás la conducta social de cuidar el planeta sea más beneficiosa a la hora de maximizar el consumo entrópico en el tiempo: puede que sea mejor que cientos de generaciones futuras vivan en gran número y consuman los recursos con moderación, a que en una generación o dos se consuma todo a un ritmo tan alto que se haga extenuar al planeta llevando a que la población futura caiga exponencialmente. Sea como fuere, se puede observar que la tendencia final de toda conducta individual y social es en el fondo la misma: buscar maneras de maximizar en el tiempo de la manera más óptima el consumo de energía libre.

Algo parecido ocurre en el caso de nuestro cuerpo multicelular. Un animal superior no es otra cosa que billones de células cooperando por el bien común de aumentar la entropía del mundo al máximo ritmo posible. Las células cooperan porque de este modo la entropía aumenta globalmente más en el tiempo de lo que lo haría si cada célula fuera por su cuenta. De hecho, la enfermedad del cáncer no es más que una rebelión interna a un organismo, donde ciertas células deciden no cooperar más e intentan maximizar el consumo entrópico por su cuenta: acaparando todos los recursos del cuerpo que alcanza, y dividiéndose lo más rápido posible. Evidentemente esta actuación no es evolutivamente estable, ya que el organismo completo muere (se desintegra), lo que al largo plazo es muy perjudicial para el consumo energético global del planeta. Este perjuicio global es precisamente la causa de que el proceso cancerígeno sea contrarrestado evolutivamente de muchas maneras (sistema inmune, muerte celular programada, etc.), de modo que su ocurrencia sea la mínima posible como para que no perjudique sustancialmente la verdadera tarea que la evolución se propone: maximizar siempre en el tiempo el consumo neto de energía libre.

Sociedad y entropía.

En la sociedad humana también hay una lucha interna entre distintos ideales: existen diferentes modos de hacer política, de entender la economía, existen muchas facciones y lobbys que compiten por los recursos, etc. Todos y cada uno de estos ideales en el fondo sólo son diferentes maneras de pretender guiar del mejor modo posible el consumo óptimo de entropía al largo plazo. Sin embargo, lo que finalmente se observa históricamente suceder no es que ningún ideal concreto guíe y determine por completo nuestra sociedad, sino que a partir de este enfrentamiento entre facciones (intereses) aparece una especie de auto-regulación global, la cual es la que va realmente conduciendo las conductas sociales a gran escala hacia la deseada meta entrópica. De hecho, esta auto-regulación parece que objetivamente no funciona nada mal dada la velocidad exponencial a la que se ha logrando aumentar la población y el consumo energético medio por persona en unos pocos siglos.

Si finalmente esta auto-regulación se da de bruces por culpa de alguna catástrofe ecológica, ambiental, o por un conflicto militar a gran escala que de al traste con todo, es algo que está por ver; pero de hecho no es para nada descartable que algo así ocurra, y ese hecho podría incluso ser visto metafóricamente como si una facción o lobby se hiciera lo suficientemente numerosa o poderosa como para sesgar la auto-regulación hacia una táctica errónea (sería el equivalente a cuando en un organismo multicelular finalmente un cáncer consigue vencer los medios regulativos del cuerpo y lo lleva hacia una rápida muerte).

Como vemos, y a pesar de la  imperfección intrínseca al proceso evolutivo, la progresión natural es la de consumir al mayor ritmo posible toda la energía libre disponible; y si un "cancer" finalmente termina con nuestra civilización actual (o incluso con el ser humano como tal), otro ser vivo (u otra civilización) ocupará nuestro lugar. No pasa nada, millones de especies ya han desaparecido y el mundo entrópico sigue adelante: el final de la vida (o del proceso evolutivo entendido de modo general) no aparece con el hombre, ni tampoco desaparecerá con nosotros. En realidad, todo el proceso comenzó en el mismo Big Bang, y no terminará de modo efectivo hasta que toda la energía libre del Universo se haya consumido en lo que se conoce en física como la muerte térmica. En este sentido, la vida aquí en la Tierra no es más que un medio más que el mundo natural ha construido para llevar a cabo esta tarea de consumo energético al máximo ritmo posible (dada la oportunidad) de modo que se alcance la muerte térmica natural tan pronto como sea posible.

Esta es la clave, y es realmente importante por sus implicaciones: toda la dinámica en el mundo sucede de modo tal que la energía libre tienda constantemente a disminuir al mayor ritmo posible en cada circunstancia. Siguiendo esta única tendencia han aparecido todos los fenómenos que vemos en el mundo (galaxias, estrellas, planetas, etc.), y de igual modo este mismo impulso natural hizo surgir cuando fue posible la vida en nuestro planeta, y posteriormente guió la misma hasta la aparición primero de la célula eucariota, de los seres multicelulares luego, y por último del SNC en los animales; lo cual ha culminado en el surgimiento del ser que más y mejor ha logrado (por ahora) esta tarea aquí en la Tierra: el hombre.
Vemos por lo tanto una clara y evidente tendencia (sentido o finalidad) natural: mover todo en el mundo de manera que se consiga disminuir siempre tan rápido como sea posible la energía libre disponible, y de modo tal que cualquier movimiento efectivo deje de ser posible en el Universo (muerte térmica) tan pronto como sea posible.
El mundo parece buscar desde su mismo nacimiento su pronta muerte (térmica), y esto tiene muchas implicaciones filosóficas que creo que aun no han sido debidamente tratadas; siendo en mi opinión muy recalcable el hecho de que la vida es claramente en este sentido únicamente un medio más (muy eficiente, por cierto) cuyo fin no es otro que el de ayudar en lo posible a que esta "deseada" muerte térmica llegue lo más pronto posible.

Pero, ¿por qué tanta prisa?

Esta necesidad observada hacia la pronta aniquilación del movimiento en el cosmos bien podría tener que ver con los hechos de los que nos habla la física cuántica donde, por ejemplo; es posible que partículas virtuales aparezcan de la nada (el vacío cuántico) tomando prestada una cierta cantidad de energía, pero siempre y cuando (necesariamente) esta partícula devuelva esta cantidad de energía tomada en una cantidad de tiempo muy breve (tiempo de Plank). La partícula sólo puede aparecer si consigue devolver lo suficientemente rápido la energía que tiene que tomar prestada, e igualmente este podría ser el caso de nuestro Universo: al inicio (en el Big Bang) se creó energía libre a partir de la nada, y es muy posible que se deba devolver este préstamo tan pronto como sea posible como condición a priori para la posibilidad del propio mundo.

En este sentido, sólo aquellos Universos virtuales (dentro de un multiverso cuántico) cuyas particularidades lo hagan capaces de devolver la energía tomada dentro del intervalo de tiempo requerido, podrán alcanzar la realidad. Y es además tentador asumir que sólo un Universo capaz de albergar un proceso evolutivo que conduzca a lo que entendemos por vida consciente (con seres complejos colonizando y consumiendo a toda velocidad planetas y galaxias) podría ser posible. Es interesante comprobar como con esta hipótesis se daría solución al problema del fino ajuste presentado por el mundo para que la vida consciente sea posible, además de explicarse al mismo tiempo el origen del propio Universo: la cosa sería tal que si el mundo no pudiese albergar una consciencia dadas sus propiedades iniciales, no podría devolver la energía libre requerida para su formación y por lo tanto no podría existir. Además esta condición debería ser satisfecha y asegurada a priori, por lo que el tiempo podría ser una simple ilusión relativista: todo habría realmente ya ocurrido y la tarea se habría finalizado en el tiempo requerido.


viernes, 1 de abril de 2016

Sobre la filosofía "científica" que está por venir (y su relación con la metafísica)

"Para toda tesis existe una antítesis igualmente válida" (Immanuel Kant)

Es un secreto a voces que la física hace ya décadas que se ha topado con el límite de lo observable (o al menos, con el límite de lo representable por nuestro cerebro evolutivo). Es esta una situación poco agradable para el científico, y más aún para el que deposita toda su creencia en las evidencias empíricas y sus relaciones teóricas.

No es por lo tanto sorprenderte que ante esta obligada falta experimental, la racionalidad intente tomar el mando como única guía posible en el avance de nuestro conocimiento del mundo. Es decir; que tras un largo periodo gobernado por la más pura ciencia empírica (donde, como Kant se encargó de mostrar, se mezcla en parte la doctrina fundamental del empirismo con la actuación de un proceso racional innato embebido a priori en nuestro cerebro evolutivo).

René Descartes, filósofo, matemático y físico
 francés, considerado el padre de la filosofía
 moderna, así como uno de los nombres más
 destacados de la revolución científica. 
Actuando de este modo, la ciencia ha conseguido aumentar nuestro conocimiento del mundo de un modo exponencial en apenas unos siglos; logrando al mismo tiempo unos avances técnicos aún más asombrosos. Pero este avance exponencial evidentemente no podía ser para siempre, y la causa principal la constituyen los límites empíricos: la ciencia avanzó mucho conforme nuevos fenómenos a escalas cada vez más pequeñas (y cada vez más grandes) eran incorporados al proceso racional de teorización general, pero hace ya casi tres décadas que este proceso está sufriendo una desaceleración: cada vez es más complicado reducir (o aumentar) la escala de observación, y cada vez mayores esfuerzos (en cuanto a recursos y tiempo) son necesarios para incrementar la experimentación a nuevos niveles.

Antes, grandes avances en física teórica se veían respaldados por una base experimental que realizaba con éxito a veces incluso una sola persona en un laboratorio semi-profesional; hoy día, el más mínimo aporte de apoyo experimental requiere de enormes laboratorios de inversiones multimillonarias, constituidas por enormes equipos de trabajo realizando un gran esfuerzo de trabajo durante décadas antes de poder poner en marcha el experimento y comprobar si hay algo nuevo que observar.

Este proceso, como digo, además se agrava con el tiempo: cada gran nuevo experimento que pretende aumentar la base experimental ya disponible, requiere un aumento casi exponencial de inversión para conseguir un discreto aumento lineal de precisión. 

Más pronto que tarde llegará el momento que cualquier mejora en la precisión (a nivel microscópico, pero también a nivel macroscópico) requerirá una inversión tan grande que será impracticable (en cuanto a recursos necesarios pero también en cuanto al tiempo requerido en su construcción). Ese día no creo que esté tan lejos, y de hecho podría haberse ya alcanzado en el nivel de física de partículas con el LHC. Porque si ya el LHC supuso una inversión multinacional enorme, una mejora significativa del mismo (es decir, un aumento significativo -aritmético- de la energía de colisión) supondría un aumento geométrico en su coste. No creo personalmente que se construya nunca un acelerador de partículas capaz de superar al LHC (al menos, no creo que se logre construir en los próximos 50 años, por lo que no tengo esperanzas de ver en vida algo mejor). Es decir, que debemos comenzar a aceptar (cuanto antes mejor) la limitación práctica que el conocimiento físico puede tener. Es un hecho insoslayable, y la limitación principal es empírica.

Large Hadron Collider, LHC.
Sin embargo, el hombre ya se ha acostumbrado a la ciencia como única herramienta capaz de dar cuenta del saber; y aceptar su limitación es algo que psicológicamente cuesta mucho digerir, más aún por los propios hombres de ciencia, los cuales han dedicado su vida y carrera a esta disciplina. El hecho de abandonar la ciencia, o incluso simplemente compatibilizarla con otro método de conocimiento (distinto del hipotético-deductivo) es una actitud duramente castigada por aquellos que se atreven. Sin embargo, nos guste o no, no hay otro camino:

Como decimos, hace al menos tres décadas que ninguna nueva teoría física revolucionaria es capaz de recibir apoyo experimental de ningún tipo. El modelo estándar de partículas fue la última gran teoría física capaz de obtener evidencias empíricas en su favor (siendo la última precisamente alcanzada hace unos pocos años en el LHC con el descubrimiento del bosón de Higgs), y de hecho, no hay en el horizonte ninguna propuesta mejor con probabilidades reales de constatación. La teoría de cuerdas, por ejemplo; es casi impracticable a la hora de recibir este apoyo observacional, y otras teorías alternativas son igualmente inabordables por este modo experimental. Incluso relativamente "pequeños" pasitos adelante como sería el descubrimiento de la supersimetría o la evidencia de nuevas dimensiones en el espacio-tiempo, parecen esquivos; y el LHC no está teniendo éxito en ello de momento (funcionando ya, por cierto, casi a su máxima potencia).

Pero no es sólo la física de partículas la que se encuentra en problemas: casi todas y cada una de las ciencias más básicas (dejando de lado las ciencias de la biología y otras que limitan su estudio al nivel mesoscópico de la realidad), parecen haber logrado (o están cerca de ello con sus próximos -y millonarios- experimentos) el límite empírico abordable de un modo práctico razonable, es decir; el límite donde el aumento de coste se ve respaldado por un aumento razonable en la precisión.


Y lo principal es que, a pesar de estarse sin duda a punto de alcanzarse este nivel razonable de observación en todos los ámbitos, aún no tenemos ni idea de cómo funciona realmente el mundo. Hemos avanzado sin duda mucho desde el origen de la ciencia, pero aún quedan casi las mismas respuestas por responder que al principio: el avance descriptivo ha sido lo que ha predominado (lo que ha permitido el gran avance tecnológico que todos disfrutamos), pero el avance explicativo como tal ha sido muy escaso. Conocemos miles de leyes, teorías y principios; y podemos describir y prever de un modo maravillosamente preciso gran parte de los fenómenos del mundo gracias al uso del lenguaje matemático. Sin embargo, y esto es muy importante, no hay hoy día una mejor explicación para comprender por qué el mundo se comporta de este modo tan bien previsto que la que hubiera hace casi tres mil años. Ya en aquel entonces un filósofo llamado Demócrito propuso la hipótesis del átomo (es decir; reducir grosso modo todo fenómeno observable a la interacción de pequeños constituyentes indivisibles moviéndose por entre un espacio vacío), y es, de hecho, una propuesta casi equivalente a la moderna teoría de cuerdas (y al modelo estándar de partículas de la que ésta deriva). Casi tres mil años han trascurrido, y no se ha avanzado lo más mínimo en el conocimiento real del porqué del mundo, terminando explicativamente todo casi en el mismo punto donde empezó.

Se puede comprender que la razón de este estancamiento explicativo milenario se debe, igual que en el caso del límite práctico descriptivo, en la necesidad empírica del proceso. Una necesidad que la ciencia básica entendida como método hipotético-deductivo arrastra desde hace siglos, y que la limita siempre por este requerimiento de contrastación (obligarse siempre a intentar refutar y evidenciar de un modo experimental las consecuencias de las hipótesis).


Sin embargo, esta contrastación, como hemos visto, es cada vez más complicada de alcanzar de modo práctico para defender la descripción del fenómeno, y es imposible de alcanzar en teoría para avanzar científicamente en el terreno explicativo.

Tenemos resumiendo, lo siguiente:

1) La ciencia básica está limitada de modo práctico en cuanto a la descripción del mundo por el coste experimental y el hecho de que cada vez un mayor coste resulta en un menor aumento de precisión: esto hace que (relativamente) poco más se vaya a avanzar los próximos años en cuanto a la identificación (enumeración) de leyes, teorías y principios nuevos y revolucionarios.

2) La ciencia básica está limitada teóricamente en cuanto a la explicación (el porqué) del modo en que esas leyes y principios detectados (de modo descriptivo) funcionan del modo en que lo hacen (y no de otra manera, o de ninguna manera en absoluto). Uno puede, por ejemplo; conocer y comprender la formulación matemática (descriptiva) del principio de acción mínima, y no obstante, no tener ni idea de por qué el Universo funciona de este modo observado y no de otra manera diferente. Y lo mismo aplica al resto de leyes, principios, teorías, etc.

En pocas palabras: el ser humano, mediante el método científico tradicional, está limitado en la práctica a alcanzar un conocimiento descriptivo del mundo solamente hasta una cierta precisión máxima insalvable por culpa de los limitados recursos disponibles en el planeta (matemáticamente hablando: este límite puede rondar nueve o diez decimales, o alguno más en el futuro); y por otra parte, está limitado a un conocimiento explicativo nulo en cuanto al porqué (el qué y el para qué) de las leyes y principios detectados en este comportamiento regular (ley) identificado en el fenómeno: sabemos con mucha precisión que la energía se conserva (descripción de un hecho regular), pero no sabemos por qué lo hace en lugar de no hacerlo, ni qué supone esta conservación ni tampoco para qué sirve que tal conservación suceda (si es que sirve para algo). Es decir; que no conocemos la Causa (con mayúsculas) de este comportamiento regular del fenómeno tan precisamente descrito y constatado.

Y es este es el verdadero problema en el conocimiento explicativo del mundo: que no conocemos (ni podemos conocer) empíricamente la Causa (que trasciende) la regularidad fenoménica observada. Porque es un hecho que las cosas suceden, y que suceden de un modo muy concreto; es decir; se percibe que el fenómeno es, y que se comporta de un modo regular y previsible, y por lo tanto dicho ser y dicha regularidad requieren de una explicación: algo que de cuenta de por qué el mundo es, se mueve y se comporta de este modo observado y no de otro manera cualquiera, o incluso que no sea o que sea de un modo absolutamente caótico no regular (sin leyes ni principios).

No vale, por lo tanto, con cruzarse de brazos ante la mera (y precisa) identificación de la regularidad, sino que hay que pretender más: un conocimiento sobre qué puede producir esta regularidad tan concreta en lugar de otra cualquiera, amén de tener que darse cuenta del porqué hay algo (fenómenos) que se comportan regularmente en lugar de no haber nada o no haber regularidad (ambas dos, situaciones lógicamente congruentes).

Pero claro, para conocer qué crea el fenómeno y cómo se motiva su regularidad dinámica, además de comprender por qué se produce todo de este modo tan concreto, y también para qué sucede todo esto del modo en que lo hace (o demostrar que no hay un para qué); hay que salir (trascender) el propio fenómeno del que formamos parte. Es decir; que para explicar el mundo de un modo equivalente al "científico" tradicional, habría que poder "salir" del Universo y observar qué hay ahí para poder contrastar empíricamente las hipótesis que nos podamos haber hecho. En otras palabras: para lograr tal conocimiento explicativo necesitaríamos poder obtener datos empíricos de esa realidad supra-fenoménica.

Sin embargo, creo que es evidente que esta posibilidad escapa absolutamente de nuestro poder como meros sujetos evolutivos creados dentro (y desde) el propio fenómeno, y limitados por tanto empíricamente a este mismo conjunto fenoménico del cual participamos y que da forma al Universo.

Esto hace que buscar cualquier explicación (un qué es, por qué es, o para qué es) sobre el cómo observado en cualquier proceso fenoménico es algo que la ciencia hipotético-deductiva no pueda afrontar (al ser imposible el paso experimental de contrastación de hipótesis). Esta indagación en el Conocimiento queda limitada, por lo tanto, a la pura racionalidad (en una rama filosófica denominada tradicionalmente como Metafísica); la cual deja fuera de la ecuación cualquier intento de pretender refutar o contrastar estas hipótesis propuestas.

Precisamente esta (para algunos) desagradable limitación en la posibilidad de verificación experimental en la metafísica, es el estigma que la llevó al olvido durante casi todo el siglo XX, eclipsada por completo por el firme y preciso triunfo descriptivo sobre cómo se produce y regula el fenómeno en el mundo además de por el enorme avance tecnológico a la que esta precisa identificación predictiva condujo. El pragmatismo se impuso, y nada que no fuese ciencia parecía merecer la pena de tener en cuenta.

Parte de la formulación matemática de la teoría de cuerdas.
Pero como venimos diciendo, los límites empíricos prácticos comenzaron a alcanzarse hace ya casi tres décadas, y desde entonces, con estos límites  a la vista, la "ciencia" no tuvo más remedio que empezar a hacer literalmente (aunque de un modo velado) filosofía. El ejemplo más famoso de esta filosofía "científica" nace precisamente con la teoría de cuerdas en un intento por rebasar el  modelo estándar de partículas; una teoría la de cuerdas eminentemente matemática (racional) la cual no tiene apenas posibilidad de ser evidenciada experimentalmente nunca en la práctica (e incluso muchos defienden que ni siquiera en teoría), pero que sin embargo es congruente con el cómo observado en el fenómeno. Es decir; que se postula realmente una especulación racional teórica, pero fundada en la matemática y más importante aún, respaldada por la capacidad de dicha hipótesis matemática para describir y prever cualquier fenómeno observable y su regularidad dinámica.

Y es que es un hecho: parece que antes o después, no habrá más escapatoria que la vuelta a la filosofía, o mejor dicho, a una reformulación del método científico tradicional, de modo tal que se permita a aquella ingresar y participar en las propuestas teóricas. Esta reformulación del método científico, que como digo llegará más pronto que tarde debido a la necesidad impuesta por los límites empíricos prácticos, puede consistir en algo parecido a lo siguiente:
1- Observación: Aplicar atentamente los sentidos a un objeto o a un fenómeno, para estudiarlos tal como se presentan en realidad, puede ser ocasional o causalmente.
2- Inducción: La acción y efecto de extraer, a partir de determinadas observaciones o experiencias particulares, el principio particular de cada una de ellas.
3- Hipótesis: Consiste en elaborar una explicación provisional de los hechos observados y de sus posibles causas.
4- Probar y evidenciar si la hipótesis es consistente con la descripción del fenómeno hecha por la ciencia empírica tradicional: es decir, comprobar si las consecuencias de la hipótesis cuadra con las leyes, teorías y principios que ya conocemos (en lugar de como se hace ahora, pretender evidenciar y refutar experimentalmente las consecuencias de la hipótesis).
5- Alcanzamos una Tesis o teoría.
Teoría de cuerdas.
El punto 4 sustituirá los pasos del método hipotético-deductivo que antes pedía probar empíricamente la hipótesis por experimentación para evidenciar o refutar la misma. Deberá bastar con comprobar si la hipótesis es consistente con las teorías,  leyes y principios que ya conocemos.Y es que no quedará otro remedio si se quiere pretender seguir avanzando en el conocimiento del mundo una vez que ninguna nueva experiencia empírica sea posible. Esto es, de hecho, lo que los físicos han estado haciendo desde hace casi tres de décadas al trabajar en la teoría de cuerdas: la teoría de cuerdas no es más que una amalgama de ecuaciones matemáticas y suposiciones empíricamente irrefutables (once o doce dimensiones espaciales, cuerdas vibrando en la prácticamente inobservable escala de Plank, etc.), la cual se tiene en cuenta simplemente porque sus consecuencias racionales (matemáticas) concuerdan bien con la teoría de la relatividad y los postulados de la mecánica cuántica, pero de hecho, ¡jamás vamos a ver una cuerda! (ni siquiera podemos ver un quark libre, como para ver una cuerda del tamaño de la escala de Plank).

A esta nueva "ciencia" que está por venir (que ya está aquí, de hecho, pero que aún hay que descubrirla como tal), se la podría llamar filosofía inmanente: porque de hecho será sin duda filosofía ya que dejará volar a la imaginación racional sin ningún respaldo empírico con la intención de poder avanzar un poco más; pero igualmente será inmanente, en el sentido de que se exigirá siempre que el fruto de ese paseo experimentalmente incontrolado sea luego lógicamente congruente con todos los resultados históricamente establecidos por la ciencia tradicional descriptiva del único mundo al que tenemos empíricamente acceso (nuestro Universo y sus fenómenos).

Señalar, por último, que no sólo ha sido la teoría de cuerdas la que ha entrado de lleno en esta nueva era de la ciencia básica reformulada, sino que ya la cosmología hace tiempo que no hace otra cosa que utilizar veladamente en su trabajo esta filosofía. Lo hace en gran parte de sus modernas propuestas, pero merece la pena recalcar que donde con más descaro la utiliza es cuando propone la (mal) denominada teoría del multiverso.

La propuesta del multiverso es hoy día una especulación física muy particular. Y es particular primero porque hace, igual que la teoría de cuerdas, uso de este método científico "debilitado" del que hemos hablado. No existe posibilidad práctica (y parece que ni teórica) de contrastar o refutar empíricamente en modo alguno la hipótesis de base (la existencia de un multiverso); pero son muchos los científicos que se contentan con que este hipotético multiverso se base y a la vez sea capaz de dar cuenta de la descripción empírica que la ciencia empírica tradicional ha logrado (particularmente en lo referente a la física cuántica y la inflación cósmica). Pero además, este postulado multiverso es muy particular debido a la descarada intencionalidad metafísica que de él hacen los científicos. Concretamente, la "teoría" del multiverso es el as (filosófico) en la manga del que hacen uso los científicos para negar cualquier implicación trascendental explicativa en la regularidad observada en el mundo. Es decir; que es la antítesis explicativa que usa el científico para contrarrestar la tesis que hace el creyente cuando propone una explicación trascendental Intencionada del mundo.

El científico es consciente de que todo parece estar muy bien ajustado de modo que sea posible la existencia de vida consciente en el Universo, y además comprende que no se puede achacar todo a la pura casualidad; por último, el científico detesta (normalmente) achacar algo a causas intencionales, por lo que sólo tiene una escapatoria racional: proponer que no hay sólo un Universo, sino una infinidad de ellos: en algunos habrá consciencia y en otros no. Y es una buena respuesta dadas sus necesidades subjetivas (no usar hipótesis intencionales), pero que nadie se engañe: aun así, es una respuesta filosófica.

Ilustración del multiverso.
Porque es que además, entre el hecho de tener que creer un argumento llenos de atemporales e infinitos universos anidados e inaccesibles, e  incluso en omnipotentes "realidades" ideales matemáticas (cuando te informas un poco descubres que hay muchas y diferentes "teorías" del mutliverso; quizás una por cada persona que trata el asunto), y el hecho de creer directamente en un ente trascendente que haya creado todo del modo en que lo vemos, no parece haber tanta diferencia después de todo.

Sea como sea, y a día de hoy, cada uno puede creer lo que más le convenga psicológicamente como sujeto porque no hay nada que apoye o evidencie mejor una tesis sobre la otra: es más, puede haber incluso quién utilice el tan afamado principio de economía (navaja de Occam) para defender como más plausible la idea de una unidad trascendente infinita, atemporal y omnipotente, frente a la idea "científica" del multiverso donde infinitos mundos (múltiples Universos) conviven en realidades paralelas concurrentes sustentadas por una especie de omnipotente y atemporal esencia ideal generadora de mundos. No es precisamente una actitud muy económica la de sacrificar la tesis de que existe una única intencionalidad trascendental generadora de un mundo (el nuestro), y proponer a cambio la hipótesis de una infinidad de realidades paralelas sustentadas finalmente por otra entidad trascendental muy similar a la anterior sólo que no intencionada (esta esencia trascendente varía según el autor, pero se la suele entender como una especie de espuma "cuántica" eterna y omnipotente en cuanto a su capacidad generadora de Universos).
¿Qué es más afín al principio de economía, un incognoscible único ente trascendente intencionado (eterno y omnipotente) que genere un mundo (el nuestro), o un incognoscible ente trascendente no-intencionado (igualmente eterno y omnipotente) que genere infinitos Universos (algunos conteniendo consciencias y otros no)?
El hecho de decantarse por la segunda opción parece decididamente más un acto subjetivo de rechazo personal frente a una supuesta intencionalidad, que una meditación basada en la lógica.


De hecho, y ya puestos a creer, hay incluso otras alternativas más económicas aún que las dos arriba señaladas: en este sentido, merece la pena mencionar la propuesta que hizo el filósofo Philipp Mainländer [1], el cual defendió con mucha destreza argumental el hecho de que fue precisamente la muerte de Dios (una incognoscible unidad trascendente premundana) lo que constituyó el nacimiento del mundo plural y dinámico que observamos (i.e. el nacimiento de nuestro mundo inmanente empírico). En este sentido, esta unidad trascendente fue, pero dejó de ser al convertirse en la pluralidad individual observada a nuestro alrededor. Hoy día, por tanto, ya no habría trascendencia alguna que explicar tras el mundo (o en el mundo), sino que dicha unidad premundana literalmente desapareció al realizar la misma un único acto (su único acto): originar el mundo. Este hecho explicaría además el dato observable de que todo fenómeno en el Universo se nos aparece siempre íntimamente ligado en movimientos regulares relacionados entre sí: así pues, puesto que la pluralidad fenoménica comparte un mismo origen esencial (una idea bastante coherente por cierto con la teoría física del Big Bang), todo movimiento en el mundo debe afectar al movimiento de todo lo demás (una tesis también muy coherente con la termodinámica moderna).

Por lo tanto, en este sentido de economicidad argumental que estamos tratando (y si se es honesto), quizás deberíamos tomar muy en serio esta propuesta metafísica de Mainländer (o una similar) como la más "probable" de constituir de algún modo la Verdad del mundo, puesto que de hecho niega (y con ello se ahorra tener que explicar y defender la creencia en) cualquier existencia trascendental concurrente en la actualidad con el fenómeno (i.e. ni el mundo, ni más allá del mundo), pero al mismo tiempo salva el problema explicativo del origen del Universo al que se enfrenta el ateo, puesto que se especula con que esa trascendencia sí fue (realmente hubo una unidad existencial incognoscible para nosotros), pero que ya no es: es decir; que el origen del mundo (lo que se conoce como Big Bang) supuso su aniquilación como unidad atemporal e inmóvil, en favor de la pluralidad y el movimiento observado en el mundo.

Philipp Mainländer
Es pues una cosmovisión la de Mainländer completa (da cuenta de la causa y origen de nuestro mundo en una unidad premundana), y que además no necesita explicar -como le ocurre al deísta tradicional- el problemático asunto de qué puede motivar a un Ser todopoderoso, atemporal e inmóvil a actuar del modo en que lo hace (cuestiones lógicamente incongruentes), o por qué tampoco vemos rastro alguno de este Ser (para nuestro filósofo estas preguntas no aplican, puesto que precisamente defiende que esta trascendencia fue, pero que ya no es, y que además su único acto y necesidad fueron, respectivamente, el acto de la creación y la necesidad de dejar de ser). Tampoco necesita  por otra parte Mainländer especular como hace el "científico" con esas infinitas meta-realidades con su incognoscible esencia omnipotente capaz de generar innumerables mundos paralelos (multiversos) en un intento de explicar el propio Big Bang (momento de la creación) y el fino ajuste para albergar vida que presenta el mundo. Para nuestro filósofo, el acto de creación y el fino ajuste, son ambos consecuencia del único acto que llevó a cabo una unidad trascendente premundana para suplir una única necesidad: dejar de ser.

Ninguna trascendencia actual que explicar, una trascendencia que fue pero que dejó de ser en el momento de la creación al consumar un único acto para satisfacer una única necesidad. Es complicado idear una propuesta más económica y a la vez más completa que esta cosmovisión. Es realmente tentador, y como poco merece ser tenida en cuenta en igualdad de condiciones al lado de las propuestas religiosas tradicionales y de la moderna filosofía "científica" de los infinitos mundos.

Referencia de interés.

[1] http://www.casadellibro.com/libro-filosofia-de-la-redencion/9788494150555/2277755 "Filosofía de la redención" (Philipp Mainländer), enlace a la magnífica traducción que ha realizado MANUEL PEREZ CORNEJO.