sábado, 21 de mayo de 2022

Lo peor que nos podría pasar

Hace casi año y medio por desgracia predije con éxito en ésta entrada del blog lo evidente: que el nuevo coronavirus había venido para quedarse. No pude tener más razón. Era algo lógico y que cualquiera podía deducir por sí mismo a la luz de los datos de por aquel entonces.

En esta entrada voy a intentar dar una vuelta de tuerca más, y voy a intentar deducir a partir de la última información de la que disponemos qué es lo mejor y lo peor que puede pasar a partir de ahora en lo referente a este virus:

a) Lo mejor que nos podría pasar es que la cosa no cambie demasiado. Es decir, que todo se quede tal y como está durante décadas o quizás siglos. Un nuevo y molesto virus con el que convivir en estado de continua pandemia, pero con una letalidad suficientemente baja como para no hacer colapsar el sistema social. Es decir, que el estado social se verá afectado, y jamás tendremos siquiera algo parecido a lo que teníamos antes del 2020; pero a rasgos generales las cosas irían todavía tirando más mal que bien.

b) Lo peor que nos podría pasar es sin embargo, bastante más preocupante. Hablamos por supuesto de momento de una hipótesis, pero la cuestión es que nada impide que el paso del tiempo lleve al escenario más pesimista que voy a describir. Pero primero un poco de historia reciente:

  1. En estado de pandemia persistente, cualquier virus se encuentra replicándose millones de veces en otros tantos millones de personas...¡cada día! Esto significa que a diario billones de virus son ensamblados a lo largo del planeta. Así pues los cuerpos de cada una de esas personas junto con los cuerpos de las personas con las que cada individuo convive, hacen las veces de "medio ambiente" en donde estos billones de virus sufren ocasionales mutaciones aleatorias al replicarse. El hecho de que el sistema inmune ataque al virus y a la necesidad natural de éste por permanecer hacen que se produzca un proceso evolutivo en el que los virus más adaptados sobreviven estadísticamente más en el organismo, en el entorno del individuo infectado, y en la sociedad.
  2. Esta presión evolutiva es la que llevó durante más de un año al virus a aumentar su capacidad de contagio (su R0) conforme aumentaban las medidas de control externas (mascarillas, distancia social, etc.) e internas (vacunas, sistema inmune reforzado por un contagio previo, etc.). Como decimos, estos hechos externos e internos forzaron a la selección natural de variantes cada vez más contagiosas y capaces de sortear la inmunidad natural y la otorgada por la vacuna, para así sobrevivir; con la llegada finalmente de la variante Omicron como punto de inflexión. 
  3. La variante Omicron, y todas sus derivadas más actuales, marcaron un hito: finalmente evadían todas las vacunas existentes, y también la inmunidad adquirida al haber sufrido un contagio previo. Además, su R0 había aumentado tanto, que superó en capacidad de contagio al Sarampión, el virus conocido más contagioso hasta el momento. Una máquina perfecta había nacido, y el "culpable" no fue otro más que la propia naturaleza reaccionando de manera espontánea mediante selección natural a nuestra acción externa e interna en contra del mismo.
Hasta aquí la historia, y ahora viene mi tesis sobre lo peor que podría suceder en el futuro reciente:
  1. Hemos visto que el nuevo coronavirus tiene una tasa de mutación bastante más alta de lo esperado. Y como decimos, se encuentra en estado continuo de pandemia, repartido a diario por entre millones de personas a lo largo de la Tierra. Billones de virus cada día son creados, y millones de mutaciones aleatorias ocurren en el genoma del SARS-CoV-2.
  2. En contra de lo que muchos piensan, la presión evolutiva nunca ha necesitado hasta ahora favorecer o alterar la letalidad en el virus. Es decir, que la mayor o menor letalidad de las variantes aparecidas hasta el momento ha sido un factor aleatorio. NO ha sido la presión evolutiva la que llevo a Delta a ser más letal que la variante original de Wuhan, ni tampoco ha sido la que ha llevado a Omicron a ser ligeramente menos letal que Delta. La letalidad, como decimos, no ha sido un factor dirigido hasta ahora por la selección natural, sino un cofactor aleatorio derivado del verdadero objeto de presión sufrido por el virus: "hacer frente a las medidas externas e internas de las que hablamos antes". Omicron pudo haber sido tranquilamente más letal que Delta, pero la suerte así no lo quiso.
  3. ¿Por qué muchos dicen entonces que la selección natural siempre hace tender a los virus con el tiempo a disminuir su letalidad? Pues a que no entienden bien de lo que hablan. La letalidad SÓLO pasa a ser foco de la presión evolutiva cuando pone en peligro la supervivencia del virus como tal. Es decir, cuando la letalidad es tan alta que estadísticamente empiezan a escasear los individuos susceptibles para mantener su propagación y permanencia. Entonces sí, la presión evolutiva hace que espontáneamente la letalidad comience a descender hasta lograr un equilibrio evolutivamente estable.
  4. La letalidad del COVID siempre fue menor al 1%, y la mortalidad cada vez es más baja conforme se aprende a tratar mejor a los casos graves. En este estado, como es evidente, la selección natural no se "preocupa" lo más mínimo por un aumento o disminución relativo de la letalidad. Hay margen de sobra para subir o bajar aleatoriamente la misma siempre que el objetivo principal (hasta ahora sortear las medidas externas e internas ya descritas) se consiga.
  5. Pero, y aquí viene el punto crucial, el objetivo principal ha tenido un éxito enorme. La enfermedad ya ha logrado una serie de variantes con un R0 (número reproductivo básico) descomunal y superior al de cualquier otro virus conocido. Ya puede sortear todas las medidas externas que inventamos y también es capaz de evadir la inmunidad natural y la que otorgó la vacunación masiva. Por último, se sabe que estas nuevas variantes son capaces de alterar y debilitar el sistema inmunitario del enfermo, a veces de por vida.
  6. En resumen: el virus ahora puede reinfectar a un individuo cualquiera varias veces de media al año, y además, en estos momentos en que hemos relajado las medidas externas (adiós mascarillas, etc.) e internas (cada vez se vacunan menos personas con refuerzos), la presión evolutiva se ha relajado en este sentido, lo cual da más margen de "maniobra" para que otros factores aleatorios hagan aparición sin afectar demasiado ya la capacidad de supervivencia del virus.
  7. En este punto cabe recordar que el SARS-CoV-2 tuvo un "hermano" filogenéticamente muy cercano no hace tantos años (2003), el SARS-CoV-1. Estos hermanos son muy parecidos en su genoma (entran a la célula usando los mismos receptores, tienen ambos la famosa espiga S, etc.), pertenecen a la misma familia y subfamilia vírica, y, de hecho; son muy similares en cuanto a comportamiento y síntomas...con la excepción de que el difunto SARS-CoV-1 tenía una letalidad superior al 10%. 
  8. ¡Y no se conoce exactamente qué diferencia genómica entre estos dos hermanos es la que produce esa enorme diferencia en la letalidad! (es decir, no se sabe bien qué gen o genes lo hacían tan letal). Esto significa que, sin duda, existe el potencial para que el cambio aleatorio en parte del genoma del SARS-CoV-2 produzca un aumento radical en su letalidad. Esa posibilidad está ahí, es real, y el SARS-CoV-1 lo corrobora.
  9. En el peor escenario posible, ahora que billones de viriones se replican sin cesar por el mundo, con una presión evolutiva más relajada (lo cual permite y favorece que el virus pueda permitirse el "lujo" de disminuir un poco su R0), no se puede descartar que una variante extremadamente letal haga aparición en los próximos meses, años o décadas.
  10. Además, incluso una letalidad pongamos del 5%, sería totalmente estable en el sentido evolutivo. Incluso una del 10%. De hecho, históricamente hemos tenidos enfermedades con mortalidad mucho mayor que han permanecido durante siglos con nosotros. La viruela, por ejemplo; ha tenido siempre una letalidad que ronda el 30% y evolutivamente nunca se vio forzada a disminuir la misma. Estuvo con nosotros hasta que la vacunación masiva la erradicó (lástima que los coronavirus tengan una tasa de mutación tan alta que hagan muy difícil hacer lo mismo con ellos).

Conclusión.

Virgencita, virgencita, que me quede como estoy...Es lo mejor que nos podría pasar. El escenario más deseable es aquel en el que el virus no aumenta su letalidad por encima del 1%, aunque continúe mermando psicológica y económicamente a la sociedad globalizada en la que vivimos. Serán años y décadas duras, pero el sistema no colapsará del todo, al menos no por culpa de este virus. El bienestar social disminuirá, la asistencia sanitaria se verá mermada y fatigada en general, la economía sufrirá como lo ha hecho desde el 2020, y toda esta inestabilidad se unirá a otros factores como la escasez energética o las guerras para retroalimentarse. Un escenario poco apetecible pero que aún así es lo mejor que nos podría pasar.

El peor escenario incluye una próxima variante (o cepa) similar en cuanto a letalidad al SARS-CoV-1. Esta nueva variante nos pillaría con el pie cambiado, en medio de una relajación total de las medidas externas y con un intento mundial por volver a recuperar el estado masivo de globalización y comunicación. Si esto sucediese, rápidamente la asistencia sanitaria quedaría desbordada por completo (ya casi lo está en el escenario actual), y la mortalidad por tanto sería aún mayor. Entonces, sería posible que 10 de cada 100 personas que contrajesen esta variante pereciera de COVID, si no más. Y si el R0 se mantiene similar al actual (o incluso aunque cayese a la mitad) la variante letal se podría esparcir por el mundo ya que en estos momentos la presión evolutiva es mínima y el factor R0 no es ya tan crucial. 

Es más, debido a que una mayor letalidad supone una enfermedad más larga de media (acabe en muerte o en sanación), eso implica un mayor tiempo de media en que un infectado se mantiene contagiando la enfermedad, lo cual llevará a que de hecho, la mayor letalidad en un escenario donde la presión evolutiva en favor de aumentar la tasa de contagio es casi nula, ¡se pudiera ver incluso favorecida!

Entonces se podría dar el caso hipotético de que una futura variante irrumpa de manera aleatoria con una letalidad similar a la del SARS-CoV-1, con una tasa de contagio similar (o algo menor a la de las variantes actuales) pero que aún así se vuelva dominante debido a la relajación de la presión evolutiva en favor de altas R0, y a que una mayor letalidad se podría beneficiar del mayor tiempo medio contagiando que se pasa un enfermo (antes de morir o de sanar) y a que la atención sanitaria colapsaría rápidamente. Si en algún momento este escenario se hiciese realidad, 1000 millones de personas podrían morir al cabo de un año aproximadamente, y la sociedad podría colapsar por completo incluso antes. Es sin duda, lo peor que podría pasar. 

Y ciertamente la probabilidad será mayor o menor, pero la posibilidad a la vista de los hechos (por ejemplo, el comportamiento de su hermano SARS-CoV-1) parece innegable. Es más, la probabilidad aumenta con el factor tiempo, y tiempo es lo que va a tener de sobra el SARS-CoV-2 para "investigar" y recorrer casi todas las combinaciones génicas posibles durante las décadas o siglos en los que conviviremos con el nuevo coronavirus.

Y aunque se desea y se busca una milagrosa vacuna o potentes antivirales; la historia de otras enfermedades deben ponernos los pies en el suelo: nunca se ha logrado tal cosa para la gripe (una enfermedad causada por otro virus también de ARN monocatenario) o para el virus que causa el SIDA (donde el problema es la enorme tasa de mutación del mismo). Hay muchas enfermedades que la humanidad no ha conseguido erradicar pese a décadas de esfuerzos, y muy probablemente el SARS-CoV-2 será un nuevo elemento a añadir en la lista.

Así pues recemos todos; Virgencita, virgencita, que me quede como estoy...



lunes, 25 de octubre de 2021

What happens when we die (Midnight Mass)

 Life is a dream [...]  (Midnight Mass Ending Conversation)


Ayer terminé de ver una inesperadamente profunda y filosófica serie publicada en Netflix: Misa de medianoche. Una serie superficial en apariencia, pero que esconde grandes monólogos existencialistas que me hicieron reflexionar en más de una ocasión. Uno de los mejores de tales monólogos, ocurre cuando una de las protagonistas, Erin; trata de explicar qué ocurre según ella cuando morimos. De hecho, sus palabras me recordaron mis últimas entradas de blog: la vida es sueño, el mundo es sueño...ilusión cognitiva. Os dejo a continuación la transcripción completa en inglés (para que no se pierda nada en la traducción) y un vídeo de YouTube con las imágenes de la escena en vivo. Disfruten y reflexionen: podrán encontrar en sus palabras algo de la cosmovisión de Schopenhauer, algo de panteísmo; incluso algo de Mainländer. Y algo más allá de todo eso, la idea respaldada por la ciencia moderna de que todo es Nada; de que nuestra percepción es una alucinación colectiva que esconde detrás la Realidad de la ausencia esencial. No existe el tiempo y todo se disuelve finalmente en pura ilusión y ficción de ser: un eterno soñar del mundo que se disuelve y olvida, como nosotros olvidamos lo que soñamos cada noche. No hay Realmente yo, ni tiempo, ni ser, ni mundo...sólo una eterna e incausada unidad insustancial: la inamovible Nada.

"Myself. My self. That's the problem. That's the whole problem with the whole thing. That word: self. That's not the word. That's not right, that isn't ... That isn't. How did I forget that? When did I forget that?

The body stops a cell at a time but the brain keeps firing those neurons, little lightning bolts like fireworks inside and I thought I'd despair, or feel afraid, but I don't feel any of that, none of it because I'm too busy. I'm too busy in this moment, remembering. 

Of course. I remember that every atom in my body was forged in a star. This matter, this body is mostly just empty space after all and solid matter? It's just energy vibrating very slowly and there is no Me. There never was. The electrons of my body mingle and dance with the electrons of the ground below me and the air I'm no longer breathing, and I remember there is no point where any of that ends and I begin. I remember I am energy, not memory, not self. My name, my personality, my choices all came after me. I was before them and I will be after and everything else is pictures picked up along the way. Fleeting little dreamlets printed on the tissue of my dying brain, and I am the lightning that jumps between. I am the energy firing the neurons and I am returning. Just by remembering, I'm returning home. It's like a drop of water falling back into the ocean of which it has always been a part. All things a part. All of us a part. You, me, my mother and my father, everyone who has ever been, every plant, every animal, every atom, every star, every galaxy. All of it. More galaxies in the universe than grains of sand on the beach and that's what we're talking about when we say God. The One. The Cosmos and its infinite dreams. We are the cosmos dreaming of itself. It's simply a dream that I think is my life, every time. But I'll forget this. I always do. I always forget my dreams. 

But now, in this split second, in the moment I remember, the instant I remember I comprehend everything at once: there is no time, there is no death, life is a dream. It's a wish made again and again and again and again and again and again and on into eternity. And I am all of it. I am everything, I am all.

 I am that I am."

sábado, 12 de junio de 2021

El Universo es Nada

La propuesta cosmológica más aceptada actualmente sobre el origen del Universo nos habla de que el inicio de todo lo que hoy percibimos fue fruto de un proceso cuántico. Una fluctuación de vació en cierto campo cuántico primigenio que dio el pistoletazo de salida al proceso inflacionario que más tarde acabó bifurcándose deviniendo en el zoo de partículas de las que habla el modelo estándar. A esa fluctuación espontánea se la conoce como Big Bang, donde el Bang más o menos serían esos segundos inflacionarios durante los cuales el espacio-tiempo aumentaba en tamaño de manera exponencial finalizando por último completamente relleno de esas partículas más mundanas que hoy en día detectamos experimentalmente de manera más o menos directa.

Pues bien, si el inicio de todo fue un proceso cuántico; es decir, una espontánea fluctuación en un campo cuántico. Entonces tal evento primigenio, junto con todo lo que derivó de tal proceso (el Universo percibido), debe estar sujeto a la ley cuántica. En otras palabras: tanto el inicio como el devenir pasado, presente y futuro del mundo deben acatar los mandamientos cuánticos y deben ajustarse a su Naturaleza esencial. ¿Y cuál es la representación más importante del reino cuántico? Pues que todo fenómeno se reduce a la mera probabilidad. No hay un estado de ser definitivo, sino un estado matemático de probabilidad de ser. Nada en el mundo cuántico es y está en un estado definitivo y determinado; sino que todo vagabundea a lo largo de una onda de probabilidad que dictamina en qué porcentaje un ente tiene una determinada cualidad y en que porcentaje tiene tal otra. Todo es difuso e ilusorio y ninguna existencia física parece posible: el principio de incertidumbre se encarga de ello.

No es esta incertidumbre matemática el único rasgo sorprendente de la cuántica, pero sí el más relevante; y más aún cuando se aplica a las variables no complementarias de tiempo y energía (en lugar de a las de posición y cantidad de movimiento). Recordemos que grosso modo (Einstein mediante) energía y masa son cualidades equivalentes, por lo que cuando aplicamos este principio sobre el concepto de energía descubrimos que es posible que algo (lo que entendemos como partícula, masiva o no) aparezca literalmente como una pequeña fluctuación o perturbación sobre el vacío de un campo cuántico determinado; con la única condición de que la relación entre el tiempo que dicha perturbación permanezca como fenómeno en el mundo y la cantidad de energía (~masa) que tal ente posea obedezcan la inecuación que constituye el principio de indeterminación. Esto supone que cuanta más masa posea este ente (perturbación o fluctuación) aparecido desde el vacío cuántico, antes debe tal ente desaparecer de nuevo en la nada.

Pero remarquemos de nuevo que lo que entendemos por partícula no es más que una perturbación o fluctuación matemática dentro de un campo cuántico; en concreto, lo que anteriormente denominamos como masa (~energía) se traduce en cuál es la frecuencia y la amplitud de la onda de probabilidad ocurrida en dicho campo cuántico. Esta onda de probabilidad o perturbación en el campo cuántico (i.e., la partícula) posteriormente se mueve y cambia según el otro andamiaje fundamental del mundo cuántico: la ecuación de Schrödinger. Esta ecuación simplemente va a determinar el cambio en la amplitud, frecuencia, y el modo de vibración en general que va a sufrir esa onda de probabilidad en el tiempo.

Y ocurre una cosa sorprendente al unir los dos conceptos cuánticos arriba descritos: la apariencia de partículas virtuales. Estas partículas, base del andamiaje principal del modelo estándar, vienen a ser partículas normales y corrientes (es decir, perturbaciones u ondulaciones matemáticas) pero que tienen una peculiaridad especial: aparecen sin causa previa pero se desintegran y desaparecen de nuevo en la nada muy rápidamente. Realmente sorprendente: tenemos un ente matemático (un espontáneo proceso de fluctuación ondulatoria) que sucede sin causa previa (sin que nada anterior ni exterior actúe o impulse para que tal fenómeno ocurra) y que debe desaparecer (siguiendo el principio de indeterminación) tan rápido que tal fluctuación en esencia es como si no hubiese ocurrido (para que lo entendáis, no hay a priori modo de que jamás una partícula virtual pueda ser directamente detectada de modo alguno). De hecho a eso se reduce en realidad el asunto y de ahí viene el apodo de "virtual": esas partículas espontáneas e incausadas deben aparecer y desaparecer de modo que su existencia no sea en modo alguno detectables, es decir; como si no hubieran existido en realidad.

Y por fin llegamos al quid de lo que se pretendía explicar en este artículo: al principio del texto describimos el inicio de nuestro Universo como un proceso espontáneo de fluctuación cuántica. Ahora detectamos una equivalencia con lo que hemos denominado partícula virtual más que evidente. El Universo emerge, según el modelo cosmológico más aceptado, como una perturbación (matemática) incausada sobre un campo cuántico primigenio que posteriormente derivó en subsecuentes procesos de creación y desintegración de otras partículas (proceso que también sucede en el modelo estándar, donde una partícula virtual puede desintegrarse en otras partículas virtuales siempre que se respete la ley de conservación de la masa y el principio de indeterminación).

Por lo tanto nuestro Universo percibido podría entenderse en esencia como un proceso virtual en paridad a lo que ocurre en el modelo estándar con las partículas virtuales. Una energética perturbación (un ente matemático de probabilidad sin estado físico definido) emergió del vació de un campo cuántico primigenio de manera incausada (i.e., que nada exterior o externo a tal perturbación actuó sobre este evento espontáneo). Y por lo tanto, según el principio de indeterminación, dicha perturbación primigenia (la energía necesaria tomada de la Nada en dicho evento) debe devolverse (es decir, desaparecer) de manera que tal perturbación (y el resto de ondulaciones derivadas que han ido ocurriendo durante millones de años) deben terminar (y terminarán) de acuerdo a la inecuación del principio de indeterminación del que ya hemos hablado: tan "rápido" que, a efectos prácticos, sea como si en realidad (en esencia) nada hubiese ocurrido.

Podemos concluir así que eso que todos entendemos como Universo no es en realidad (en esencia) Nada tangible o definido, que no hay, pese a que nuestra percepción cognitiva ilusoria nos pretenda "engañar", más que un caduco proceso matemático "fantasma" o virtual con apariencia de ser.

domingo, 28 de marzo de 2021

2 AM

 


I get in from work at 2 AM
And sit down with a beer
Turn on the late night TV
And then I wonder why I'm here
It's meaningless and trivial
And it washes over me
And once again I wonder
Is this all there is for me

Here I am again
Look at me again
Here I am again
On my own
Trying hard to see
What there is for me
Here I am again
On my own

Life seems so pathetic
I wish I could leave it all behind
This canvas chair, this bed
These walls that fall in on my mind
Hold on for something better
That just drags you through the dirt
Do you just let go or carry on
And try to take the hurt

Here I am again
Look at me again
Here I am again
On my own
Trying hard to see
What there is for me
Here I am again
On my own
Oh

Here I am again
Look at me again
Here I am again
On my own
Trying hard to see
What there is for me

Here I am again
On my own
Here I am again
Look at me again
Here I am again
On my own
Trying hard to see
What there is for me

Here I am again
On my own
Alone again
Alone again
I'm here on my own

domingo, 31 de enero de 2021

Cambio de paradigma mundial

En mayo del año pasado, apenas pasada la primera ola del nuevo coronavirus, escribí un artículo donde detallaba los, por entonces, desconocidos cuatro factores que irían a determinar literalmente el futuro "sano" de nuestra civilización tal y como la conocíamos. Ahora ya conocemos lo suficiente del virus y de la enfermedad que causa como para responder a las preguntas que dejé en su momento en el aire. Vamos a verlo:

1) Conocer cuánto dura la inmunidad (memoria) hacia el SARS-CoV-2 y cuánta seroprevalencia existe actualmente (lo que determinará la relación infectados/muertos: letalidad, y lo lejos o cerca que estamos de la inmunidad de grupo). También conocer si esta inmunidad adquirida es eficiente y suficiente para no volver a infectarse del virus aunque sea de manera más leve.

Todavía no está clara la duración exacta de la inmunidad, pero hay algo claro: su cota superior es de un año o dos como máximo. Y además, ya se sabe que existen variantes (o cepas) del virus capaces de infectar a personas que pasaron otra variante diferente del mismo. Esto ocurre por ejemplo con la actual variante sudafricana.

2) Cómo afecta los cambios de temperatura y humedad al virus.

Parece ser que le afecta relativamente poco en comparación a otros virus que causan enfermedad respiratoria como es el caso de la gripe. Esto favorece mucho que su latencia sea casi anual, lo cual favorece su capacidad para generar nuevas variantes o cepas de manera casi continua en el actual escenario de pandemia.

3) Conocer si es posible realizar una vacuna eficiente, barata y fácil de producir en masa; y de ser posible, para cuándo estaría al alcance de 7.000 millones de personas.

Como era obvio, la capacidad para producir una vacuna en masa para toda la población del planeta se está viendo que es de momento pura utopía. Se va a requerir de muchos meses (años para los países no desarrollados) en vacunar a toda la población, lo cual va a permitir que siempre exista un reservorio constante donde el virus mutará con más eficiencia para sortear dichas vacunas al verse bajo presión evolutiva. En el momento en que toda la población de un país este vacunada, se verá que hay que revisar la vacuna para proteger de nuevas variantes aparecidas...y vuelta a empezar.

4) Determinar si la tasa de mutación de este virus de ARN monocatenario positivo, una vez se vea bajo presión evolutiva (ya sea debido a que se logre vacuna o inmunidad de grupo "natural"), le permitirá zafarse con facilidad o no de esta barrera inmune creando nuevas cepas o cambios significativos (como es capaz de hacer la gripe, por ejemplo, o incluso otros coronavirus hermanos, de cuyos resfriados no se libra casi nadie año tras año por mucho que se inmunice la gente de ellos).

El virus ha demostrado que tiene una capacidad para cambiar y modificarse formidable. Ya se han detectado varias cepas o variantes con más de 17 mutaciones acumuladas en la proteína que da forma a la espiga S...¡y todavía no ha sentido la presión evolutiva de las vacunación en curso! Es mucho más que probable que, en el actual escenario mundial de pandemia, siempre vaya a surgir en algún lugar una cepa resistente a cualquier vacuna que posteriormente se extenderá por el planeta reemplazando a la variante anterior. La gripe actúa de manera parecida desde hace muchas décadas y hemos sido incapaces de frenarla hasta el momento.

Conclusión.

Los científicos aún no lo afirman por miedo a ser tachados de alarmistas o pesimistas, pero la morfología del nuevo coronavirus tiene todas las propiedades necesarias para convertirse en una enfermedad endémica a nivel mundial. Algo similar a lo que ocurre con la gripe (otro virus de ARN)...pero peor. Y será peor porque se contagia mucho más fácilmente, con una tasa R0 bastante superior a la de la gripe, porque se ve afectado menos que la gripe por los cambios de temperatura y humedad, y porque su letalidad es ligeramente superior en menores de 60 años...pero mucho mayor que la de la gripe en edades superiores. La tormenta perfecta ha alcanzado a nuestra sociedad. Tendremos que aprender a convivir con esta "supergripe" que, de momento y quizás durante muchos años, va a producir un profundo cambio de paradigma a nivel mundial. Estamos a las puertas de una desglobalización que llevará al mundo a su estado anterior a la década de los 90.


martes, 5 de enero de 2021

Breve historia del Universo

Empezando por el principio, es justo dejar claro que en realidad nunca hubo algo que contar, o mejor dicho; en realidad lo único que siempre hubo, hay, y habrá es una eterna unidad inmutable a la que podemos denominar la Nada. Y como nuestro viejo amigo Parménides ya avisó: de la nada, nada surge. ¿Pero cómo, se preguntará el lector, es posible entonces que nos encontremos nosotros por estos lares filosofando sobre la historia de un mundo que por principio no puede existir? Muy fácil: en realidad (léase el énfasis en la palabra realidad) y pese a que nos parezca lo contrario, no hay NADA, o mejor dicho; en realidad lo único que hay es la Nada. También respondemos de camino a Gottfried Leibniz y a su famosa pregunta: ¿por qué hay ente, y no más bien nada? La respuesta queda ya clara: en realidad no hay ente, sólo la Nada. Finiquitando de camino con ello cualquier propuesta ontológica. Se trata de una propuesta filosófica totalmente completa que no deja hueco o pregunta sin responder.

Pero claro, si en realidad sólo tenemos una inmutable y eterna ausencia infinita, una absoluta Nada existencial carente de ser y de movimiento; sin causa ni destino, una esencia trascendental de la que nada puede realmente surgir: ¿cómo es que nosotros percibimos entonces entes y objetos en continuo movimiento? Respuesta corta: todo lo que nuestra mente percibe es pura ilusión cognitiva de multiplicidad y de ser.  

La respuesta larga requiere de conocimientos de física moderna y de un par de preceptos de partida que voy a enlazar en modo de vídeo para ahorrar tiempo ;). Se trata de dos aportaciones (maravillosas) de divulgación de dos maestros con canales imprescindibles de seguir en YouTube (el del doctor Javier Santaolalla y el doctor Matthew O’Dowd):

Pues bien, si habéis tenido la paciencia y el interés para ver estos dos vídeos continuemos a partir de ellos con nuestra breve historia del Universo:

I

En el principio...y en el final, fue la Nada. Y nada nunca surgió realmente de ésta eterna, inmutable, incausada, absoluta e insustancial Nada. Para dejarlo claro: de lo único realmente existente; la intemporal Nada, nunca emergerá ente alguno real y que sea distinto en esencia a esta ilimitada e inextensa Nada. Los límites quedan claros.

Sin embargo, había dentro de estos límites lógicos lugar para la ilusión. Nada real con alguna diferencia esencial podía emerger en dicha Nada, pero sí era lógicamente congruente la representación de casi cualquier cosa con tal de que, en esencia, dicha proyección no pudiese tomarse como un ser o existencia netamente real. Si la ficción de un determinado ser era de modo tal que en esencia nada realmente era creado o modificado, no había impedimento para que dicha alucinación no tuviera lugar.

Y así fue como un gran número de tales irreales representaciones tuvieron lugar dentro de este conjunto de proyecciones posibles: esto es; aquellas que, pese a ser proyectadas, realmente dejaban en esencia el estado natural de la Nada inalterado

Como decimos, a pesar de la eterna unidad esencial de la Nada, innumerables ilusiones de ser sucedían sin cesar. Una infinidad de ellas, de hecho. Simplemente debían cumplir la mencionada norma: dejar inalterada la esencia real del absoluto vacío existencial.

II

Y es así como la ilusión de nuestro Universo se gestó y nutrió: sus leyes y propiedades fueron tales que, en esencia, no se puede considerar al fenómeno inmanente a él como real. Puntualizando:

Imagina que, a la eterna unidad de la Nada, al real y esencial vacío existencial, al verdadero Ser; le añades una regla arbitraria básica que dice que es posible la emergencia de "algo" nuevo y distinto a la Nada, pero que no modificará en esencia su estado de unidad inmutable puesto que ese "algo" va a desaparecer de nuevo antes de que sea capaz de llevar a cabo de manera efectiva cambio alguno: es decir, que este "algo" va a aparecer y destruirse de manera tal que la naturaleza del absoluto vacío existencial no se podrá decir que se ha visto realmente afectada. 

Este "algo" es por tanto un ente "virtual" e ilusorio. Carente de sustancia, simplemente podrá constituir una ilusoria y falsa sensación de ser "algo" distinto a la Nada.

Esta regla, o mejor dicho, este conjunto de reglas arbitrarias, pueden ser, además, muy variadas; y simplemente deben conseguir que cualquier cosa que generen sea una representación ficticia sin efecto neto real sobre la invariante e inextensa Nada.

III

Una de estas reglas permitidas puede decir así: "es posible la apariencia de 'algo' diferente a la Nada, siempre y cuando ese 'algo' tenga propiedades tales que netamente nada realmente sea necesario para su creación, y que además su ser sea tan efímero que no se pueda decir que algo realmente existió".

Este tipo de regla la podemos ver, de hecho, en acción en nuestro Universo en las llamadas partículas "virtuales" de las que habla el modelo estándar de partículas, las cuales aparecen y desaparecen con la condición de que realmente no se pueda decir que 'algo' fue creado: de ahí su apodo como "virtuales". Esta regla toma forma matemática bajo el principio de incertidumbre y viene a decir que cuanta más energía posea ese 'algo' "virtual" que emerge menos tiempo puede durar antes de desaparecer de modo que netamente nada real de ellas pueda (por principio) ser medido o notado. El vacío cuántico permite así la emergencia de estas partículas de la nada cuántica con tal de que sean devueltas a la nada en proporción directa a su condición de ilusión o virtualidad.

Pues lo que se propone en estas líneas es dar un paso más y establecer que una regla similar podría aplicar a nuestro propio Universo como un todo. Podría aparecer y desaparecer de la Nada absoluta de modo y cuenta que posea una condición de "virtualidad" similar a la de las partículas virtuales del modelo estándar.

IV

De este modo la regla anterior permite la aparición de, literalmente, una infinidad de estados "virtuales" y ficticios que no llegan a ser, puesto que no modifican en esencia a la invariante Nada.

A cada uno de estos distintos estados "virtuales" los podemos denominar si queremos universos; y al conjunto completo de todos estos ilusorios universos posibles podríamos denominarlo multiverso.

Hay que dejar claro que estos Universos "virtuales" no poseen ni ocupan espacio, ni tienen propiedades reales de extensión, posición, duración, etc. Por poner una analogía, son similares a nuestros sueños: parecen reales y parecen poseer atributos reales, pero al despertar todo lo soñado desaparece como meras alucionaciones que eran. Podemos decir que es como si la eterna, inmutable y absoluta Nada "soñara" con estos estados "virtuales" diferentes a su propio Ser.

V

Finalmente uno de tales Universos "virtuales" tomó la forma de una especie de gran cubo (cuatridimensional). Tres lados espaciales y uno temporal. Y se expandió y rellenó él mismo con ondas regulares de probabilidad a cuyas excitaciones llamó partículas. Todo en éste mundo se conservaba y sumaba cero una vez tenida en cuenta todo el ficticio contenido de su ilusoria extensión cuatridimensional (todo se disponía de modo tal que se cancelaban los opuestos). Por último, sucedió además que en cierta región del espacio-tiempo grandes agrupaciones locales de partículas alcanzaron la capacidad para auto-observarse y percibirse a sí misma. Eso somos nosotros: los que se perciben a sí mismos dentro de un sueño. Pura ilusión cognitiva. Lo "virtual" se sintió en parte real, y buscó explicaciones para su existencia. No había tal explicación, puesto que en realidad no hay nada que explicar.

Y como se pretende ser breve, dejamos aquí esta breve historia del Universo, contada por un fantasma describiendo el hecho de que probablemente viva, junto con todos vosotros, en una mera ensoñación. Si queréis más detalles técnicos podéis visitar esta otra entrada de mi blog (y sus comentarios).

domingo, 20 de diciembre de 2020

Elige: ¿optimista imbécil o pesimista enfermo?

La idea de la muerte (y del olvido personal) se basa en un hecho firme: ya estuvimos muertos antes de nacer y sin duda volveremos a estarlo. Y este hecho (la muerte del individuo) lo produce mecánicamente el despedazamiento de la estructura física del órgano biológico que llamamos cerebro. Por otra parte; el amor, la pasión, y demás ideas románticas y optimistas, son únicamente fruto de la actividad eléctrica de ese mismo cerebro (propuesto a ser destrozado más pronto que tarde); ¡pero hay que remarcar que este romanticismo no descansa sobre hechos físicos!

Repitámoslo: estas ideas optimistas son GENERADAS INTERNAMENTE (de manera inconsciente en muchas ocasiones) por nuestro cerebro para hacernos actuar (obligarnos a actuar) bajo fines evolutivos: es decir, que son propuestas grabadas ad hoc y que tienen como fin que el soma desechable que equipa el susodicho cerebro en cuestión desarrolle eficientemente su tarea vital de aumento entrópico (a pesar de que esta tarea sea subjetivamente inútil y del reconocimiento consciente de que vamos a desaparecer en cuestión de décadas una vez hayamos consumido toda la energía posible; que por cierto es lo único que le "interesa" al Universo y sus leyes).

Por otra parte el pesimismo como tal ciertamente es otro ideal, pero se basa en un hecho físico que no admite discusión: nuestro concepto del Yo (ser consciente) se esfumará de la realidad en cuanto nuestra estructura cerebral se destruya (lo mismo que no existía antes del nacimiento); una destrucción que ocurrirá en muy poco tiempo: cosmológicamente hablando la vida y las acciones de un individuo no suponen nada, menos que un breve pestañeo. Para más inri, poco después de nuestra muerte todo rastro de nuestro paso por la existencia también será borrado (termodinámica mediante) conforme nuestros seres queridos y nuestras obras vayan también cayendo bajo el yugo de la segunda ley (el paso del tiempo).

En resumen:

Que la pasión, el amor a la vida y demás propuestas optimistas son ideas internas provocadas y promovidas dentro de nuestro cerebro de mono venido a más, el cual tuvo que recibir evolutivamente un apoyo cerebral ad hoc en forma de sesgo (racional) hacia una visión optimista y mágico-religiosa de la realidad. Y estos sesgos, en forma de ideales no correspondidos por la realidad externa, sirven por tanto SIEMPRE en pos del proceso evolutivo: ¡hay que ser feliz aunque estemos de mierda hasta el cuello! ¡Continúa con el (subjetivamente inútil) ciclo vital con fuerza vehemencia y pasión! ¡Actúa como si tus actos importasen para algo! Es decir, piensa lo que quieras siempre y cuando el mandamiento evolutivo de consumo energético y aumento entrópico se mantenga constantemente en el máximo posible dadas las circunstancias. Al mundo se la suda si los humanos son más o menos felices mientras giren en la rueda; resulta que simplemente es evolutivamente más estable un asno ilusamente feliz que un asno realista y amargado.

Porque el pensamiento pesimista se basa en hechos reales y tangibles pero NO es evolutivamente estable (no es afín al principio básico de la Naturaleza: devorar gradientes al mayor ritmo posible). Y esto implica que el pesimista sea un bicho muy raro y marginal dentro de la población. El optimista y el romántico, por contra, aún basando sus ideas en premisas no correspondidas con la realidad (a veces ideas ridículas como las de la trinidad, el hombre hecho a semejanza de Dios, el Bien común, etc.), poseen el don de remar a favor del objetivo termodinámico y por tanto el mundo sesga espontáneamente cerebros con tendencia a pensar de este modo (normalmente ridículo). Son las personas optimistas, románticas, religiosas y crédulas en general las más estables evolutivamente hablando, y su (apabullante mayor) descendencia heredaron (y heredan) esta tendencia durante millones de años hasta nuestros días.

El pesimista es un realista ("enfermo" carente del sesgo optimista) que nada agobiado en la mierda justo hasta caer rendido en el olvido (y el suicidio no es una alternativa aunque lo parezca); mientras que el optimista es un iluso que nada en la mierda pensando como un imbécil que flota en un océano cristalino, hasta que la realidad lo saca de su ensoñación en los últimos segundos de vida, breve instante en el que por fin ven aterrorizados la mierda a su alrededor.

De cualquier modo, y sean cuales sean los ideales de cada uno, el hecho físico insoslayable es que somos meros somas (máquinas de combustión biológicas) OBLIGADAS cuales marionetas a cumplir un fin termodinámico inútil en relación al sujeto pensante (el cual es absolutamente desechable e intrascendente).

martes, 8 de diciembre de 2020

Morir con humildad

 "Se necesita una inmensa humildad para morir. Lo raro es que todo el mundo la posea."

("Ese maldito yo", Emil Cioran)


Uno de los aforismos más inquietantes de Emil Cioran es este que dice que se necesita de una inmensa humildad para morir. Y es cierto. Cada latido de nuestro corazón es un paso más hacia ese desagradable destino que todos sabemos de manera consciente que está ahí al acecho. ¡Y es realmente increíble la humildad y la sumisión con la que hacemos frente a ese conocimiento fatal! Hasta el enfermo terminal al que le dan pocos meses de vida se las apaña para no dejarse llevar neurotizado por la histeria. Al contrario: pasa por las cinco fases del duelo, normalmente alcanzando todo el mundo el punto de la aceptación.

¿Cómo es eso posible? ¿Cómo consigue la humanidad soportar psicológicamente esa lenta pero segura caída por el precipicio? Los ancianos esperan en el geriátrico su salida en bolsa, pero lo hacen como si tal cosa. Como si sus vidas no pendieran ya del hilo de unos días o meses, con suerte de algunos pocos años. 

Nos apagamos todos como efímeras velas; con modestia, con sumisión y obediencia, con suma humillación. Hicimos lo que evolutimamente se suponía que debíamos hacer, y nos disponemos con desgana pero con docilidad a soportar el hecho de que nuestro cuerpo y nuestro Yo no han sido más que el vehículo (soma) por el que la Naturaleza consiguió el espontáneo acto de aumentar la entropía del Universo. Duplicamos las instrucciones con las que crear nuevas máquinas de degradar gradientes, y tras eso nos dejamos llevar por el trauma de la vejez y la enfermedad. Eso sí, con un servilismo supino: trabajando durante ocho horas diarias para así disipar calor con nuestra producción y con nuestro consumo. Nos aferramos con gusto al eterno ciclo de la necesidad, la frustración, la lucha y la satisfacción. Día tras día, minuto a minuto, mientras nuestro desechable cuerpo aguante.

Y además no le vayas a nadie con este depresivo cuento. La gente no quiere dramas; no quieren oír o entender esta realidad, simplemente quieren continuar en la rueda ¡como burros qué más da!, girar y girar con fuerza y con ganas hasta que la parca los arrastre de mala manera hacia el hoyo. Y es que las personas no sólo mueren con una inquietante dignidad, es ¡que también viven con decoro y nobleza! Pocas, estadísticamente hablando, son las personas que se rebelan, se sublevan o se alzan ante el sinsentido existencial. 

¿Cómo puede uno encerrarse en una habitación a trabajar (disipar calor de manera más o menos directa) durante horas y horas a sabiendas de que en pocas décadas su paso por la existencia se habrá borrado por completo de la faz de la Tierra? ¿Cómo es posible que un histerismo generalizado no se lleve por delante a toda la civilización? Porque es que estamos inmersos en un eterno e inmenso Universo donde vamos a morir pronto todos, y donde nadie nos va a recordar pasadas unas pocas décadas...y aún así giramos humildemente en la rueda. El mundo quiere que la entropía aumente al mayor ritmo posible, y como resultado de este ansia acabó emergiendo el proceso evolutivo biológico. Finalmente esa misma evolución cometió el pecaminoso acto de traer vida consiente a la existencia...y asombrosamente la consciencia de la inutilidad subjetiva del ser no provocó el derrumbe mental de este nuevo complejo y eficiente bicho devorador de gradientes energéticos. ¡Al contrario! Empujamos con más fuerza que ningún otro fenómeno visto hasta el momento (al menos en nuestro planeta).

Uno tras otro los necios asnos van apareciendo, empujando la rueda durante un tiempo, creando una (o varias) copias con las instrucciones para construir nuevos borricos, y finalmente son arrojados a la sepultura: polvo al polvo. ¿Para qué empujar? A nadie le importa. ¿Por qué no llamar a la insurrección? A nadie le interesa la rebelión....es más práctico y evolutivamente estable continuar con la inercia. ¿Y por qué aceptar a la vida y la muerte con resignación? Porque nadie cree realmente que vaya a morir. Paradójicamente la histeria se evita con la neurosis: cada cual con la suya, por supuesto. Algunos creen en el más allá o en la reencarnación. Otros creen en el Bien común o en maravillas tecnológicas que pronto nos harán inmortales. Se piensa que llegado el momento nos salvará la medicina o nos salvará el Ángel; pero nadie de verdad cree de corazón que dejará de ser y que todas sus vivencias y actos pasarán al olvido. Y sin embargo así será...

jueves, 17 de septiembre de 2020

La ilusión de la realidad

Vida
"Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.

Grito ¡Todo!, y el eco dice ¡Nada!
Grito ¡Nada!, y el eco dice ¡Todo!
Ahora sé que la nada lo era todo.
y todo era ceniza de la nada.

No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)

Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada."
(José Hierro)

Introducción.


Sin entrar en grandes debates explico mi postura inicial con un ejemplo: cuando varios objetos interactúan entre sí, la cantidad de movimiento se debe conservar: es decir, el cambio total o absoluto acontecido por unidad de tiempo debe ser nulo (cero). No es posible que al final de un estado físico se acabe con más cantidad de movimiento (energía, carga eléctrica o de color, etc.) que al inicio. De este modo el asunto se reduce pues al hecho innegable de que en el devenir natural fenomenológico todo SIEMPRE se anula al tenerse en cuenta el conjunto de las partes implicadas. En este sentido global y relativo nada se mueve realmente, todo es apariencia de multiplicidad y de cambio. Y las leyes de conservación se encargan de que el estado físico inicial y el final posean siempre las mismas propiedades esenciales: y eso, pese a las apariencias en contra, es representación de unidad, de continuidad y de inmutabilidad. En realidad por tanto, a nivel fundamental, nada cambia; simplemente se trata de apariencias ilusorias del sujeto (que piensa), es decir; ilusiones mentales llevadas a su máxima expresión.

La relatividad especial y la mecánica cuántica, por ejemplo; hablan de que dos observadores distintos pueden observar distancias, tiempos y números de partículas distintos para un mismo evento; sólo con tal de que toda propiedad esencial del mundo permanezca constante (el hamiltoniano -cantidad de energía-, el concepto de acción, los invariantes relativistas, la carga, el momento, etc.). He ahí otra muestra de que toda dinámica es ilusoria y relativa al sujeto que interpreta. Y lo mismo se puede aplicar al Universo completo una vez se tiene en cuenta la conservación e invarianza que sabemos DEBEN ocurrir en toda su fenomenología. Y es esta necesidad por conservar a toda costa los estados fundamentales del conjunto de todos los procesos fenoménicos, como digo, una clara representación (una pista) de la imposibilidad de un cambio o movimiento efectivo: lo que nuestra mente entiende por multiplicidad y movimiento no sería en este sentido más que una "alucinación colectiva" fruto de malinterpretar una parte aislada de todo el conjunto del ser.

Nuestro cerebro, órgano que produce el pensamiento en general, lo conforman moléculas y electrones que, en sí mismos, son una pequeña parcela aislada del conjunto de la realidad. Así pues la mente "ve" lo que el cerebro dicta, pero este órgano está limitado y condenado a interpretar los fenómenos sensibles más "cercanos" capaces de interactuar con su red neuronal. En este sentido nuestro cerebro  no sería más que un proyector  de ilusiones locales. Justo el tipo de proyector necesario para "cortar" (filtrar o acotar) ficticiamente la globalidad del mundo para "generar" así una ilusión de multiplicidad local donde en realidad no hay más que unidad, infinidad y continuidad.

Pero, ¿qué sería esa continua e infinita unidad inmutable?

Una infinita unidad inmutable es equivalente a decir que en esencia no hay nada. Si no disponemos de la existencia de un algo diferente contra lo que comparar, perdemos la perspectiva esencial de ser. Si todo lo que hay es inmutable e indiferenciable, si es eterno e infinito; podemos decir que ese ente trascendente lo es todo y que no es nada al mismo tiempo. De este modo salvamos sin proponernoslo una de las cuestiones más fundamentales e intricadas de la filosofía: ¿por qué hay algo en lugar de más bien nada?  La respuesta es que verdaderamente no hay nada a parte de ilusiones fenomenológicas que emergen de una infinita y eterna inexistencia esencial.

La ilusión de nuestro mundo.

En su libro "La estructura matemática",  Max Tegmark trata con mucho detalle el hecho de que toda nuestra realidad aparece como una estructura matemática en esencia. Eso implica que el mundo sería como un fenómeno emergente de esa matemática eterna, algo que ya ha sido y que simplemente es proyectado localmente por mentes como la nuestra de modo similar a cómo un DVD es proyectado en la televisión por un reproductor. Pero en sí, todo ya ha sido grabado por completo en cuanto a su dinámica. En ese sentido, todo el fenómeno al que tenemos acceso ya fue escrito en su conjunto; y el transcurrir del tiempo, del movimiento y la multiplicidad de objetos son meras ilusiones cognitivas.

Conclusión.

En esencia no hay Nada. La trascendencia es inexistente en cuanto a objeto diferenciado. Porque toda la esencia es una, inmóvil e indiferenciable. Una unidad matemática que no es...salvo cuando localmente un fenómeno congruente con este no ser; en el sentido de que el conjunto fenoménico se conserva como si no hubiese nada -la diferencia entre antes y depués resta siempre cero; esto es, se obedece la conservación e invarianza junto con el principio de indeterminación-, generan una ilusoria multiplicidad móvil. Lo múltiple y el movimiento serían alucinaciones fenoménicas permitidas por la unidad matemática simplemente por la posibilidad de la invarianza: porque todo este fenómeno como condición necesaria se reduce siempre y en todo momento a nada (es decir, imita la esencia que representa). Lo uno toma así apariencia de múltiple, la eternidad apariencia de tiempo y movimiento, y lo indeterminado torna en un falso ser objetivo. 

El sustento matemático esencial del mundo, eterno y Universal: sin principio ni fin, sin causa ni efecto, sin movimiento ni apariencia, sin Ser realmente nada distinguible...a pesar de constituir un algo totalmente inefable, contiene no obstante por entre su infinita esencia el poder de generar ilusiones de multiplicidad: de ser y de cambio. Y es fruto de esa capacidad, que la infinita nada existencial pueda producir mundos de ilusorios cambios y objetos. De transformaciones vanas que siempre restan cero (nihil). Y nosotros somos parte de esa farsa. Nos movemos por entre la nada, y siempre todo a nuestro alrededor tiende a conservarse en nada. En realidad nada hubo nunca y nada habrá jamás.