martes, 10 de marzo de 2015

Relato corto I: Y ahora qué...


"Una naturaleza religiosa se define menos por sus convicciones, que por la necesidad de prolongar sus sufrimientos más allá de la muerte." (Emil Cioran)
Y ahora qué...

I

      No podía creer que por fin fuese a pasar. Hacía apenas seis meses que la radiografía mostró aquellos nódulos en el pulmón, y ahora la cuenta atrás parecía estar llegando a su fin. En estas últimas semanas había hecho repetidamente un repaso de lo que había sido su vida. Sin duda no había sido una vida fácil en absoluto, pero estaba orgulloso de haber conseguido siempre sobreponerse a todas las adversidades. Después de tanta lucha, le quedaba la satisfacción de haber logrado formar una feliz familia que pudo sacar adelante. Atrás quedaban ya, sin embargo, todas esas preocupaciones; ya no había lugar en su mente para toda esa vehemente ansiedad que simboliza la vida; su único objetivo, era ya alcanzar pronto lo que él siempre denominaba, para quitar dramatismo, como "el merecido descanso eterno".
    
II

      La mañana siguiente apenas pudo entreabrir un poco los ojos. No le quedaban fuerzas ni aliento; la vida literalmente se le escapaba de entre los dedos por segundos. A su lado oía a sus hijas cuchichear: el desenlace llegaría muy pronto. Si en esos momentos había algo que le pesaba, era el hecho de tener que abandonar el mundo sin poder dar un último abrazo a sus seres queridos...pero así lo había dispuesto el destino, y así habría de pasar. E inesperadamente paso. Un leve mareo y un último pensamiento inundaron su mente: ¡ay, Dios, está ocurriendo!

III

      Y si inesperada fue la muerte, más inesperada fue la vida. Apenas sin transición, el desvanecimiento dio paso a la luz: ¡estaba vivo! No entendía nada, ¿cómo era posible aquello? ¿dónde se encontraba? Veía sin ojos, y oía sin oídos, pero no había nada que ver ni oír. Todo era etéreo e inmaterial. Rápidamente le vino a la cabeza una pregunta que, dado su espíritu empírico, jamás había siquiera contemplado: ¿estaba en el cielo? ¿finalmente era cierto todo eso que durante tantos años había rechazado como una absurda especulación?
      Realmente se encontraba bien. No tenía cuerpo que alimentar, ni disponía ya de un sustento físico que le sirviera de fuente de dolor. Todo parecía estar bastante bien y; francamente, era un alivio el hecho de que ninguna necesidad biológica lo pudiera jamás volver a molestar. Sin sustento material, no había nada que sentir, era simplemente un alma navegando por la vacuidad. De hecho, le costaba trabajo apreciar en este estado el paso del tiempo. Porque, cómo diferenciar los instantes si no tenía modo de medir ningún tipo de cambio espacial.
      En esos primeros momentos como alma independiente, una agradable sensación lo recorrió: ya no habría más lucha, porque no había nada por lo que luchar, ni necesidad alguna que suplir. Todo parecía consistir en una plenitud perfectamente preparada...salvo por pequeño un detalle: seguía pensando.

IV

     "¿Y ahora qué?" Fue la pregunta que pronto se coló súbitamente en su mente atolondrada por todo ese extraño bienestar místico. Al principio no le prestó demasiada atención a este curioso pensamiento, pero no tardó en descubrir que escondía de fondo un verdadero problema: aunque ya no fuese más que un ente incorpóreo, su perseverancia existencial estaba ligada a la continuidad del pensamiento que lo caracterizaba. Sólo así era posible seguir siendo la persona que fue. Sin embargo, era evidente que su pensamiento le otorgaba además la cualidad de poder detectar el paso del tiempo: su mente no paraba de pensar, y cada pensamiento era como el tic-tac de un reloj.
   
V

     No había Valium transcendental suficiente para apaciguar el tormento que supuso el transcurrir de los que en principio fueron miles, y luego millones de tic-tacs. Aquel cielo no era como se suponía: ciertamente no había necesidad alguna en ese lugar, pero había un enorme fallo de diseño: ¡Conservaba la consciencia! ¡Me dejaban seguir pensando en un mundo en el que el pensamiento no era ya necesario!

VI

     Con el transcurrir del tiempo, todos sus pensamientos se volvieron hacia una constante súplica que no podía evitar repetir una y otra vez: "¡No quiero pensar más, por favor!". Y mientras rogaba de este modo, lloraba desesperadamente dentro de una entidad sin ojos, deseando que todo terminara finalmente.
     Transcurrieron de este modo millones de oraciones, pero nada sucedió. El torrente de pensamientos permaneció anclado a su alma atormentada durante lo que pareció una eternidad...hasta que finalmente algo por fin cambió: le llegó el delirio.


VII

    La locura llegó gradualmente. Periodos de lucidez se entremezclaron con periodos de paranoia y demencia. Y en realidad había paz en esa locura. Parecía que finalmente sus súplicas habían sido escuchadas: su yo se desvanecía en la enajenación, y esa inconsistencia lo liberó paulatinamente del sufrimiento eterno al que lo habían condenado. Poco antes de dar el paso definitivo hacia la demencia absoluta, su último pensamiento racional fue de comprensión: el verdadero sufrimiento existencial nunca se debió pretender salvar con la eternidad, sino con el cese de la existencia personal en sí misma.
     Finalmente la verdadera salvación lo alcanzó, la locura engulló por completo su yo, y detuvo su sufrimiento...por fin había conseguido su merecido descanso. El regalo de la inconsciencia lo inundó...
  


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