martes, 15 de julio de 2025

Me aburre la gente

Me aburre la gente. Y yo también les aburro a ellos.

Esa es la amarga conclusión a la que he llegado después de estos últimos años de mi vida.

Hace unos siete años sufrí una profunda depresión. De esas que dejan cicatrices. Mi médico, además de recetarme los habituales antidepresivos y ansiolíticos, decidió enviarme al psicólogo de la seguridad social. Tras varias sesiones y pruebas, la psicóloga me diagnosticó altas capacidades cognitivas, relacionando mi depresión con el aburrimiento existencial que sentía por haber alcanzado, con solo 38 años, casi todas las metas que la gente se suele plantear para una vida entera: chalet pagado, coche propio, hijas criadas, pareja estable, estudios finalizados, un buen trabajo, ahorros suficientes, ninguna deuda… Todo estaba en orden, pero precisamente eso era lo que me consumía: la falta absoluta de algo por lo que luchar.

Por ello me sugirió crear una lista de retos personales, cosas que aún no había experimentado y que podrían devolverme la ilusión. Y así comenzó mi etapa de aventuras y desafíos personales: volé en globo y avioneta, hice barranquismo, escalé senderos extremos y montañas, aprendí a tocar un instrumento (en mi caso, la batería), visité los mejores parques de atracciones para subirme a las atracciones más espectaculares, y una larga lista de etcéteras que ahora me cuesta recordar por completo.

También decidí darle una oportunidad a mi vida social. Aprovechando mi facilidad para adaptarme, aprender por ensayo y error, usar la lógica y algunos tutoriales de internet (bendito lenguaje no verbal qué fácil lo hace todo una vez se entiende bien xD), en estos siete años he conocido e incluso trabado amistad con no menos de cien personas (y no es una exageración). Empecé a ir a festivales de rock, a discotecas hasta las siete de la mañana, viajé por toda España visitando los monumentos más emblemáticos, e incluso probé algunas drogas que aún no había experimentado.

Aproveché, además, para desafiarme físicamente, llegando al extremo de entrenar dos horas y media cada día en el gimnasio. Con esfuerzo logré un cuerpo atlético y definido, que unido a mis 1,82 metros de altura y algunos cambios estéticos como una nueva forma de vestir y una barba bien cuidada, me convirtieron en alguien bastante atractivo para las mujeres, tanto de mi edad como más jóvenes. Esta circunstancia me llevó también a experimentar el vértigo de ser deseado por otras personas hasta el punto de poner en riesgo mi propio matrimonio.

Sin embargo, y aquí está el problema: me quedé sin desafíos. En siete años he hecho y probado prácticamente todo lo que me propuse. Incluso logré por ejemplo cosas tan rebuscadas como entender profundamente, a nivel matemático, toda la física moderna, incluyendo áreas reservadas a doctorandos como la teoría cuántica de campos o la relatividad general. Hoy puedo decir con orgullo que toco decentemente la batería (incluso leyendo partituras), conozco profundamente las principales obras de la historia de la filosofía, he visitado los parques de atracciones más importantes, recorrido los monumentos más famosos, asistido a los mejores festivales de rock y electrónica del país, ligado con hasta tres chicas en una misma noche, y tenido experiencias con mujeres jóvenes, casadas, amigas e incluso desconocidas sin mediar palabra. He subido los ocho picos más altos de Andalucía, recorrido todos los senderos de mi provincia y alrededores, descendido los mejores barrancos (incluyendo uno con un rápel de treinta metros), he probado drogas como la cocaína (que no me gustó nada), MDMA o hachís, he cerrado discotecas y sigo haciéndolo casi cada fin de semana. Hasta en mi trabajo me ascendieron a jefe del departamento.

Ahora, con 45 años, vuelvo a sentir el vacío. Esa lista, que en su momento me dio tanta vida, se ha terminado. Solo me quedan pequeñas variaciones o repeticiones sin emoción: viajar a otros países, asistir a festivales en el extranjero… experiencias ya demasiado familiares como para motivarme realmente.

Y lo peor es darme cuenta de que TODAS las personas que he conocido, salvo quizás al principio debido a la euforia inicial, me aburren profundamente. A su vez, yo también les aburro a ellos en cuanto intento salir del terreno banal. La gente me parece una misma marioneta repetida hasta el infinito: todas hablan igual, piensan poco, se interesan aún menos y no son conscientes de su propia insignificancia. Me resulta insoportable la superficialidad con que viven sus vidas, ignorando completamente su papel efímero en este universo indiferente.

La reciente muerte de mi padre tampoco ha ayudado. Él era la única persona que me entendía, aunque solo fuese parcialmente, y fue sin duda el único amigo verdadero que he tenido y que tendré jamás. Su muerte, cruel y repentina por culpa de un cáncer cerebral, y el modo en que fue olvidado por todos los que lo conocían en apenas unas semanas, me dejó destrozado. Fue entonces cuando experimenté en carne propia la tesis de Thomas Ligotti sobre la insignificancia de la vida humana, y me duele reconocer que tenía razón.

Aquí estoy ahora: vida resuelta, salud, cuerpo atlético, hijas criadas, matrimonio estable; pero profundamente hastiado. A mi esposa la aburro tanto como a los demás tan pronto como hablo de cualquier cosa que tenga la más mínima trascendencia. Continúo en fin adelante impulsado únicamente por la inercia del deporte y el sexo, puro hedonismo sin otra motivación real. Desde la muerte de mi padre, apenas tolero a la gente. Evito relacionarme demasiado con las mismas personas, porque cuanto más las conozco, más veo en ellas esa marioneta absurda e indiferente controlada por los hilos ciegos de la evolución. De hecho, he perdido a posta varias amistades íntimas por este mismo motivo. Sencillamente ya no sentía nada con su compañía.

True Detective (Rust Cohle)

Por ello, mi próximo reto consiste en volver a llenar la lista de experiencias que necesito vivir para resistir otros treinta o treinta y cinco años, lo que supuestamente me queda según la esperanza de vida actual. Aunque sé que conseguirlo será más difícil esta vez, no pierdo la esperanza: al fin y al cabo, el mundo sigue siendo inmenso y lleno de cosas por descubrir, siempre puedo lanzarme en paracaídas xDD o hacer cualquier otra cosa que logre hacerme sentir vivo una vez más.

De momento, ese es mi nuevo desafío: volver a encontrar motivos para seguir viviendo con ganas.