domingo, 28 de enero de 2018

El apocalipsis según san Cosmólogo

«Dios ha muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado. ¿Cómo podríamos reconfortarnos, los asesinos de todos los asesinos? El más santo y el más poderoso que el mundo ha poseído se ha desangrado bajo nuestros cuchillos: ¿quién limpiará esta sangre de nosotros? ¿Qué agua nos limpiará? ¿Qué rito expiatorio, qué juegos sagrados deberíamos inventar? ¿No es la grandeza de este hecho demasiado grande para nosotros? ¿Debemos aparecer dignos de ella?»
(Nietzsche, La gaya ciencia, sección 125)

«El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre — una cuerda sobre un abismo.»
«La grandeza del hombre está en ser un puente y no una meta: lo que en el hombre se puede amar es que es un tránsito y un ocaso.»
(Nietzsche, Así habló Zaratustra)

«La humanidad no representa una evolución hacia algo mejor, o más fuerte, o más alto, al modo como hoy se cree eso. El progreso es meramente una idea moderna, es decir, una idea falsa.»
(Nietzsche, La genealogía de la moral)

«La existencia del superhombre comienza y concluye en el amor a nuestro destino, aceptación de uno mismo, convertido este destino en libertad por aceptación del propio destino.»
(Nietzsche, Ecce homo)


Intelectualmente Dios lleva mucho tiempo ya "muerto". Lo matamos nosotros. Y lo hicimos por una buena causa: era un acto necesario para poder llegar a un mayor entendimiento del mundo. Su mera posibilidad era un lastre, y simplemente nos deshicimos de Él.

Pero con su "muerte" intelectual, Dios se llevó por delante cualquier atisbo de moralidad y significado absoluto para la vida humana. Sin una guía divina, la existencia humana como tal carece de sentido objetivo: no deja otra opción mas que la de abrazar al nihilismo. Como diría Carlos Castrodeza: "Biológicamente, es decir, desde la perspectiva de la historia natural, la razón de ser de todo ser vivo es permanecer, pero esa permanencia no tiene objeto. Se trata de permanecer por permanecer porque, valga la vacuidad epistémica, en su dimensión tanto gnoseológica como ética, permanece lo que permanece y punto". La razón de ser todo ser vivo, hombre incluido, parece pues que es la de permanecer por permanecer...y poco más.

Por otra parte, si Dios no existe, la moral resulta ilusoria y el juicio moral se convierte en mera interpretación subjetiva: esa que corresponde a nada más que el gusto personal. Como Richard Dawkins bien aventura, "si sólo hay un Creador que hizo al tigre y al cordero, al guepardo y a la gacela, ¿a qué está jugando? ¿Es un sádico que disfruta siendo espectador de deportes sangrientos?". Una reducción al absurdo que Nietzsche ilustra de manera similar al invitarnos a considerar las aves rapaces y las ovejas de las que se alimentan. Cuando las aves se alimentan de las ovejas, esto no es ni moralmente malo ni bueno. Las aves simplemente actúan según su naturaleza; la moral es irrelevante (relativa al sujeto).

Así que moralmente somos libres. Ningún juez celestial ni ningún orden etéreo parece esperar nuestra muerte para juzgar nuestros actos. Pero es interesante notar que, a pesar de nuestro asesinato divino, el orden social se mantiene en pie. La humanidad no involucinó hacia el caos, sino que se mantuvo dentro del orden moral que viene arrastrando desde que bajó de los árboles hace cientos de miles de años.

Sin embargo, el hombre se liberó del yugo moral cristiano, para descubrir su verdadera esencia como esclavo del instinto animal. Como Emil Cioran dijo: "Ser es estar acorralado". Posiblemente ningún Señor de barba blanca vaya a juzgarnos tras nuestro deceso, pero es indudable que en cada segundo de nuestras vidas somos no obstante juzgados por la propia Naturaleza, la cual nos enjuicia y llegado el caso, (hormonalmente) nos condena y castiga.

El apocalipsis según san Cosmólogo.

En su genealogía de la moral, Nietzsche nos adelanta que «el ateísmo y una especie de segunda inocencia van juntos». Y es así. A mi alrededor no reconozco ya a nadie que realmente crea en una guía trascendental o espiritual, e incluso el que cree la ignora por completo, clara señal de que no siente lo que dice creer. El ateísmo se ha extendido por toda la humanidad, al mismo tiempo que el nihilismo se ha diluido entre la ignorancia y la indiferencia.

De todas maneras la metafórica "muerte" de Dios fue sólo el comienzo. Y es que, para más inri, la moderna ciencia; arma con la que ya asestamos el golpe mortal a la idea divina, añade más leña al fuego. Resulta que, según (san) cosmólogo, el cosmos tiene un claro y fatal destino. No importa como se pretenda, la experimentalmente corroborada expansión acelerada del Universo llevará sin remedio a su propia "muerte" térmica. Y es que, un crecimiento espacial acelerado junto con una máxima velocidad física permitida para cualquier fenómeno (velocidad de la luz), así lo demuestran.

Conforme transcurran los años, las galaxias quedarán poco a poco aisladas empíricamente unas de otras; y ni siquiera la luz podrá viajar entre ellas. Un oscuro horizonte marcará y delimitará cada constelación impidiendo el intercambio de información de ningún tipo. Más tarde, todas esas islas galácticas irán consumiendo su combustible nuclear: es decir, las estrellas se "apagarán". Esos fríos e inertes islotes constituidos en gran medida por materia condensada e inmóvil irá cayendo luego en espiral hacia el agujero negro super-masivo que cada galaxia contiene en su interior. Finalmente incluso estos agujeros negros desaparecerán "evaporados" tras una continua radiación de energía ultra-degradada. Así pues, cada una de las millones de galaxias que quedaron primero aisladas, acabarán al final constituidas por una infinidad de partículas de radiación sin apenas energía. La masa y la materia habrán desaparecido por completo en forma de un caos de ondulada radiación, e incluso así, la aceleración del cosmos continuará hasta aislar y estirar individualmente cada uno de estos fotones de modo que, en el límite temporal, su longitud de onda será plana e indetectable. La energía por unidad de volumen será mínima e igual a la energía (residual) del vacío cuántico. Todo rastro de ser habrá pasado a la historia, y de la historia no quedará ni rastro.

Por lo tanto, vemos que según la moderna cosmología todo el fenómeno surgió de la nada (cuántica) y a la nada volverá. La existencia se podría interpretar así como una fortuita fluctuación nacida casi por error y condenada desde su mismo origen a desaparecer en el olvido junto con la historia y el recuerdo de todo lo acontecido en su ser. Un mandamiento de esencia natural que lleva el nihilismo a cotas inimaginables.

Como dice la famosa cita bíblica: "Del polvo vienes y en polvo te convertirás". Aunque más bien deberíamos decir: "De la nada todo viene y en nada todo se convertirá".


Matando el tiempo.

Emil Cioran, en relación a nuestra existencia personal como individuos, dijo: "Mi misión es matar al tiempo, la suya matarme a mí. Se está perfectamente a gusto entre asesinos". Y ciertamente cuando miro a mi alrededor, todo lo veo lleno de "asesinos".

Es más, la gente se puede clasificar fácilmente en diversos grupos de "magnicidas" según sea su forma de sobrellevar este sinsentido del mundo:
  1. Primero están los ignorantes de todo lo arriba descrito. Este conjunto lo conforma una gran masa de personas en la actualidad. Ni saben ni quieren saber. Se limitan a dejarse llevar por el instinto y el hedonismo. No saben por qué ni para qué viven, no saben nada del origen y el destino del mundo; apenas conocen su historia evolutiva, y no les interesa nada que no sea comer, consumir y "follar" (panem et circenses). Conocen la finitud y levedad de sus vidas, y padecen sufrimiento y necesidad, pero raramente reflexionan sobre el porqué o el para qué de todo este trance existencial. En pocas palabras: permanecen por permanecer, y punto. 
  2. Luego están las personas estoicas. Saben y conocen, pero afrontan con resignación el sinsentido. Para qué luchar o deprimirse con pensamientos sobre algo que no tienen solución. Estas personas se limitan a actuar finalmente de manera muy similar a las ignorantes, y acaban dejándose llevar por el hedonismo biológico más básico. ¿Qué otra cosa se puede hacer? Son algo similar a lo que Nietzsche denominó como "el último hombre": un hombre cansado de la vida, que no toma riesgos y que solo busca el comfort y la seguridad a la espera de que su tiempo pase.  
  3. Por otra parte están los utópicos. Personas más o menos formadas, conscientes del nihilismo y del fatalismo Universal, pero que se afanan por dotar de esperanza al destino de la humanidad. Ya inventará la tecnología el modo de evitar la "muerte" térmica de la realidad, aseguran. Ni ellos mismos se creen sus palabras. Pretenden otorgar al hombre un poder sobrenatural capaz de doblegar las mimas leyes naturales. Bien puede decirse que son dignos adeptos del ideal de superhombre de Nietzsche. Lástima que todo sea una mera ilusión, y que ese cerebro nuestro de mono venido a más jamás llegará a alcanzar semejante poder. En realidad no son más que ilusos optimistas que adoran la venida de un futuro "mesías" tecnológico capaz de salvar el legado del hombre. Antropocentrismo 2.0.
  4. Por supuesto también están los que reniegan de la "muerte" de Dios, y siguen afianzados a Él a pesar de todos los varapalos científicos que tal idea ha recibido en los últimos siglos.
  5. Finalmente tenemos a los deprimidos. Pesimistas incapaces de encontrar consuelo ante el nihilismo, y que reniegan al mismo tiempo de aceptar los mandamientos naturales hincando rodilla ante lo que el instinto les empuja a hacer. Este grupo de personas quizás tengan los ideales más "nobles", pero la selección natural se encarga pronto de remover sus ideas (y su actitud) del acervo génico (y del acervo de memes). Además son personas atormentadas que sufren quizás más de lo necesario sin que tal suplicio vaya a servir para gran cosa.

Proporción en el tipo de personas.

Atendiendo a la clasificación anterior, y según mi experiencia personal, la mayor parte de personas hoy día caen dentro del primer grupo descrito. Casi todos mis conocidos y familiares son gente que no saben ni quieren saber. Viven por vivir y no les preocupa nada más que persistir. En este sentido tienen la fortuna de poder sobrellevar la vida sin que les atormente demasiado la angustia existencial. Se puede decir, sin ánimo de ofender, que viven de manera muy (muy) similar al resto de animales. Bendita inconsciencia.

Por otra parte todavía una proporción importante, aunque mucho menor (y en continuo decrecimiento), cae dentro del grupo de religiosos y (verdaderos) creyentes practicantes que reniegan del ateísmo y se aferran al ideal de Dios.

Y eso es todo. Estos dos grupos probablemente aglutinan a más del 99% de la población (con sesgos según sea el país donde vivan). En realidad hoy en día la mayoría de personas son ateas sin tener casi ni idea de ciencia, tal como antiguamente eran creyentes sin tener casi ni idea de teología. Pero por el resto, todo sigue más o menos igual.

De hecho, no fue hasta bien poco que, gracias a internet, pude contactar con personas de los otros grupos arriba descritos. Antes me era imposible entablar una conversación existencial sin que me miraran con caras raras, y todavía hoy día sólo puedo encontrar (pocas) personas con las que hablar de estas cosas gracias por ejemplo a facebook o a diversos foros de debate online.

Pues bien: de las personas que conozco (telemáticamente) y que no son ignorantes o creyentes tradicionales, la mayoría optan por el tecno-optimismo. No aceptan realmente el inevitable destino del Universo y el ineludible olvido histórico de TODO lo que el mundo contiene.

Mi opinión personal sobre el asunto.

Por si a alguien le interesa ,comentar que mis ideas encuadran en estos momentos con las del grupo de estoicos. Se puede decir que soy un espécimen de "último hombre". Un (casi) cuarentón algo cansado ya de la vida, que no toma riesgos y que solo busca el comfort y la seguridad a la espera de que mi tiempo llegue. No he perdido aún esa sensación nihilista que me acompaña desde la adolescencia, pero hace tiempo que dejé atrás mi etapa pesimista. El mundo puede que no tenga ningún sentido humanamente relevante pero, ¿para qué o contra qué luchar? Si las cosas son así, que así sean. Que el sistema endocrino nos guíe en este breve y fugaz viaje por el ser.

Por cierto, y tú, ¿de qué grupo eres?

sábado, 20 de enero de 2018

El génesis según san Cosmólogo

"Y dijo Dios: Haya luz, y hubo luz." 
(Génesis, capítulo 1) 

Dios ha muerto. Dios sigue muerto. Y nosotros lo hemos matado. ¿Cómo podríamos reconfortarnos, los asesinos de todos los asesinos? El más santo y el más poderoso que el mundo ha poseído se ha desangrado bajo nuestros cuchillos: ¿quién limpiará esta sangre de nosotros? ¿Qué agua nos limpiará? ¿Qué rito expiatorio, qué juegos sagrados deberíamos inventar? ¿No es la grandeza de este hecho demasiado grande para nosotros? ¿Debemos aparecer dignos de ella?
(Nietzsche, La gaya ciencia, sección 125)


Si hay un hecho curioso hoy día, después de la tan anunciada "muerte" de Dios entre los "intelectuales", es la innegable semejanza que existe entre lo que se puede considerar el génesis propuesto por la moderna cosmología y la explicación del origen del mundo que tradicionalmente han propuesto diversas religiones a lo largo de la historia y prehistoria de la humanidad.

No cabe duda de que los cimientos físicos y matemáticos sobre los que descansa la propuesta científica ante el origen del Universo es enormemente más fuerte que la tradicional propuesta mística que se basa casi por completo en la imaginación y el instinto. Sin embargo, una vez bien entendida la propuesta cosmológica, todo se resumen realmente (una vez traducida las matemáticas a palabras) en un: "Y ¿? dijo: Haya luz, y hubo luz".

Según (san) Cosmólogo el inicio de la realidad fue un proceso mecánico natural espontáneo donde en el transcurso de 0.000000....0000001 segundos el mundo creció no menos de 60 órdenes de magnitud. Es decir, que un potencial de vacío (cuántico) creció espacialmente de manera exponencial de modo que, casi (casi) instantáneamente, la nada creció (se desplegó o extendió -unfold, como dirían los anglosajones) y abarcó un tamaño muy similar (aunque menor) al que vemos actualmente al mirar al cielo.

Más tarde, trascurridos estos 0.000000....0000001 segundos de astronómico crecimiento potencial en el espacio, el proceso inflacionario acabó con un igualmente súbito proceso de conversión de energía potencial en materia y radiación. Es decir, que lo que inicialmente fue una especie de "frío" y vacío "globo" inflado casi instantáneamente, repentinamente transformó toda su energía potencial almacenada en partículas y energía cinética (calor) llenando así todo ese "inerte" vacío de ser.

Ningún físico sabe no obstante por qué existía ni de donde procedía todo ese potencial energético almacenado en el campo escalar primigenio (que llaman inflatón). Simplemente afirman que existía tal campo cuántico, que poseía ya desde el principio una energía potencial inmensa y (casi) constante, y que dicho potencial favoreció la expansión (la inflación) espacial de dicho campo escalar para finalmente (debido a causas desconocidas) proceder a una conversión del potencial del inflatón en partículas y energía cinética "convencionales".

Probablemente sea una sorpresa para muchos conocer que, lo que tradicionalmente entendemos como Big Bang, no es realmente el inicio de todo, sino el concreto punto donde la energía potencial dentro del ya preexistente frío, gigantesco y vació "globo" (como decimos vacío de todo excepto de potencial, signifique eso lo que signifique), se convierte espontánea y ferozmente en partículas y movimiento caótico ("luz" y calor). Como veis, la "explosión" a la que normalmente se hace referencia con el Bang no es tanto un proceso de creación de la nada, digamos hacia "afuera"; sino más bien un proceso de creación ex nihilo interno a un preexistente y gigantesco mundo ("globo") vacío.

Uno no puede en este punto más que recordar aquello de que: "En [el] principio (origen) era la palabra (Verbo), y la palabra (Verbo) estaba con Dios y Dios era la palabra (Verbo)".

Es fácil entender metafóricamente una clara analogía en cuanto a los conceptos de palabra, verbo y lo potencial. Cuando existe potencial es cuando existe algo que aún no es, pero que tiene el "poder" de permitir un futuro ser. Así pues, la moderna cosmología resume la existencia al verbo (poder): a un inexplicable y preexistente potencial. Esto es, a un potencial primigenio de Ser que no se sabe por qué, ni quizás se sepa nunca, acabó en cierto momento convirtiéndose en un ser de facto. Metafóricamente, y haciendo referencia a otra frase bíblica, el verbo se hizo "carne": es decir; el potencial se hizo movimiento y realidad.

Y ahí queda el asunto. Enormes evidencias empíricas y matemáticas soportan esta génesis cosmológica, pero no hay explicación (científica ni de ningún otro tipo) capaz de ir más allá del propio proceso inflacionario. ¿Por qué existía ese potencial primigenio? ¿De dónde procedía toda dicha energía? ¿Qué es en sí el inflatón (ese hipotético campo escalar anterior al Big Bang)? ¿Por qué el inflatón poseía ya desde el principio una energía potencial tan descomunalmente alta que fue capaz de lograr en un instante que la nada tomara un tamaño astronómico?  ¿Y por qué y cómo el potencial finalmente decae y se transforma en toda esa infinidad de partículas y en el movimiento que llevó más tarde, tras una larga historia cósmica, hasta nuestro mundo actual?

Afinando en el asunto.

Cuando uno intenta estudiar formalmente un poco más todo lo tratado, enseguida notamos que matemáticamente las cosas son un poco más enrevesadas de lo ya comentado; pero quizás esta sencilla gráfica pueda ayudar a entender lo que se propone desde la física:


Según este boceto matemático en el principio era el potencial, todo era potencial y en el potencial se encontraba todo. Y dicho potencial era realmente enorme (lo que viene esquematizado con la altura que alcanza la curva de la gráfica de arriba). En cierto momento ese potencial (lo que podía ser), realmente comenzó a ser (cambió). Eso se identifica arriba con un desplazamiento gradual muyyyy lento hacia la derecha de la bolita dibujada. Durante este desplazamiento la nada crece (se infla como un globo), pero permanece aún "fría" y carente de cualquier otra sustancia. Transcurridos unas pocas millonésimas de segundo, el globo ha crecido exponencialmente (se ha extendido como dicen en la jerga científica) no menos de 60 órdenes de magnitud.

Luego vemos como la bolita llega al borde del precipicio en la gráfica...¡y cae! ¡Y precisamente esta caída (que fue también casi instantánea) supuso lo que todos conocemos como Big Bang!: todo lo que podía ser finalmente fue. En ese concreto momento el potencial se descompuso y desfiguró en una infinidad de partículas que inundaron de materia, radiación y calor (movimiento) todo el "interior" de ese enorme globo inflado en la etapa anterior. Finalmente el verbo (el potencial) se hizo luz.

Hay que recalcar antes de finalizar, que el mundo actual (el que puedes ver a tu alrededor), supone la evolución mecánica acontecida a partir de todo ese nuevo ser aparecido. Es decir, que todo lo que observas es fruto de la historia cósmica que ha sobrevenido al acto de creación arriba descrito.

Precisamente hace pocos días se publicó un interesante paper que incluía una ilustración muy detallada de esta sucesiva evolución del ser:




Los detalles de esta ilustración son demasiado complejos como para explicarlos en pocas palabras, pero valga mencionar que se puede entender grosso modo que, poniendo el punto de referencia en nuestro planeta (el centro de la imagen), mirar radialmente hacia el borde del círculo supone mirar atrás en el tiempo (en el pasado del Universo).

Así  pues se observa conforme nos alejamos la formación de los planetas, de las estrellas y las galaxias, los sorprendentes filamentos que conforman los supercúmulos de galaxias, y posteriormente cerca del borde observamos ese momento que en cosmología se denomina decoupling time (momento en que la temperatura cae lo suficiente como para permitir la formación espontánea de átomos). Finalmente llegamos justo al borde del dibujo donde vemos los primeros instantes del Universo tras el Big Bang (es decir, el punto justo donde la bolita de la gráfica de arriba toca el fondo y crea toda la radiación, materia y energía cinética).

Sin embargo, es indudable que este cuadro está incompleto. Algo hay que poner más allá del borde del círculo puesto que se sabe que previamente al Big Bang ya existía un campo escalar con una enorme energía potencial primigenia. Ese hecho no está arriba pintado y en realidad no se tiene ni idea de cómo hacer frente a ese misterioso potencial que hoy sabemos es anterior a todo lo conocido.

Terminando el cuadro.

Pocos científicos terminan el cuadro apelando a Dios, o siquiera confesando que ese enorme potencial preexistente posee características muy similares a aquellas que tradicionalmente le asignamos a ese supuesto ente trascendente. Tampoco saben cómo acabar la historia, así que se limitan por lo normal a negar la hipótesis deísta (y por supuesto teísta) sin aportar mucho más. Es lo que hay, nos dicen: ignorancia eterna.

Los creyentes de las diversas religiones (habidas y por haber) ven sin embargo la excusa ideal para recurrir a algún tipo de Dios (deísta o teísta). Si antes del mundo ya existía un potencial tan grande y con esa capacidad de creación tan "elevada": ¿por qué no resignarnos ante la idea de que tal potencia sencillamente es representación o reflejo del poder de una deidad?

Más aún, puesto que antes del ser sólo había potencial para ser, realmente no habría en ese momento una realidad material sino sólo algo inmaterial que aún no era (pero que podía ser). Una "sustancia" inmaterial que debería ser además atemporal  e incausada, ya que sin materia ni espacio no es lógicamente concebible el proceso de causa-efecto, ni tampoco el concepto de cambio ni tiempo (entendiendo al tiempo como la medida en la cantidad de movimiento: s = v·t => t = s/v, pero si el espacio es nulo entonces s siempre será igual acero y por lo tanto t también lo será).

Conclusión.

Quizás la principal conclusión de todo lo visto sea que ante la evidente imposibilidad de continuar el estudio empírico del cuadro existencial de manera científica, posiblemente haya llegado de nuevo el momento de afrontar la cosmología haciendo énfasis en la única opción espitemológica que parece quedarnos: la lógica y la razón pura.

Puede que la filosofía de la ciencia deba tomar el relevo que la física nos deja e intentar estudiar el mundo desde esta perspectiva. Filosofía y ciencia no tienen necesariamente que ser incompatibles en la búsqueda del conocimiento. Es más, creo que a partir de propuestas puramente humanistas (como la de los maravillosos presocráticos) y gracias al respaldado de la física podemos alcanzar hipótesis muy interesantes que muy posiblemente no serían posibles únicamente a partir de la razón lógica, ni tampoco únicamente desde la ciencia empírica.

La conjunción de estas dos ramas del saber es, en mi opinión, el futuro que nos espera una vez la ciencia empírica ya agotó casi todo su potencial. Sinceramente, creo que el día que la deseada teoría del todo llegue (si es que llega), será el momento en que habrá que apoyarse más que nunca en la filosofía para seguir avanzando en el conocimiento sobre el porqué de las cosas.

En este sentido igual os interese esta propuesta que hice hace tiempo en este mismo blog: "Parménides de Elea y la física moderna".

miércoles, 17 de enero de 2018

Extractos del libro Desgarradura, de Emil Cioran

Desgarradura, es una obra del escritor y filósofo rumano Émile Michel Cioran. Su título original es Ecartèlement y fue publicada en 1983. Es un libro de reflexiones filosóficas dividido en cuatro secciones escritas en aforismos. Sus temas principales son la edad, el tiempo, la divinidad, la religión y la muerte.


Si queréis saber más sobre Emil Cioran, podéis entrar aquí.

A continuación voy a compartir algunas de las reflexiones más interesantes, en mi opinión, de este libro. Si queréis leer el libro completo, lo podéis descargar en formato PDF desde: (http://cnqzu.com/library/Philosophy/neoreaction/_extra%20authors/Cioran,%20Emil/Cioran_E.M.%20-%20Desgarradura.pdf):



*

Para frenar la expansión de ese animal tarado que es el hombre, la urgencia de calamidades artificiales que sustituyan con ventaja a las naturales se advierte cada vez más y seduce a todos en mayor o menor grado. El Final va ganando terreno. No podemos salir a la calle, mirar a la gente, intercambiar cuatro palabras, oír un gruñido cualquiera, sin decirnos que la hora se acerca, tanto si debe sonar dentro de un siglo como de diez.


*

Conversación con un sub-hombre. Tres horas que hubieran podido convertirse en un suplicio si no me hubiera repetido sin cesar que no perdía el tiempo, que al menos tenía la oportunidad de contemplar un espécimen de lo que será la humanidad dentro de algunas generaciones...

*

No se escribe porque se tenga algo que decir, sino porque se tienen ganas de decir algo.

*

Pretender que el hombre no puede vivir sin dioses es un error. Primero, porque crea simulacros de ellos. Segundo, porque lo soporta todo y a todo se habitúa: no es lo bastante noble para perecer de decepción.


*

La muerte es un estado de perfección, el único al alcance del mortal.

*

Existir es un fenómeno colosal -que no tiene ningún sentido. Así definiría el aturdimiento en el que vivo día tras día.

*

Padecemos, luchamos, nos sacrificamos, aparentemente por nosotros mismos, pero en realidad por cualquiera, por un enemigo futuro, por un enemigo desconocido. Y eso es más cierto aún de los pueblos que de los individuos. Heráclito se equivocó: no es el rayo, sino la ironía lo que rige el universo. Ella es la ley del mundo.

*

Según una leyenda hindú, Shiva comenzará a danzar en un momento dado; lentamente al principio, cada vez más rápido después, y no se detendrá hasta haber impuesto al mundo una cadencia desenfrenada, completamente opuesta a la de la Creación.
Esta leyenda no necesita comentario alguno: la historia se ha encargado de ilustrar su pertinencia.

*

¡Qué deshonor, la muerte! Convertirse de repente en objeto...

*

Cuando veo a alguien luchar por una causa trato de saber lo que sucede en su cerebro y de dónde puede provenir tan evidente falta de madurez. Quizás rechazar la resignación sea un signo de "vida", pero nunca lo será de clarividencia, ni siquiera de reflexión. Un hombre sensato no se rebaja a protestar, apenas si consiente a indignarse. Tomar en serio las cosas humanas demuestra alguna secreta carencia.

*

Mi misión es matar al tiempo, la suya matarme a mí. Se está perfectamente a gusto entre asesinos.

*

Esa paz de ultratumba que experimentamos cuando nos abstraemos del mundo. De pronto, creí percibir una sonrisa envolviendo el espacio. ¿Quién sonreía?, ¿de quién emanaba esa gran dicha que inunda los rostros de las momias? Durante un instante estuve en el otro lado; al siguiente tuve que regresar, indigno de compartir más tiempo el secreto de los muertos.

*

La plenitud como cúspide de la felicidad sólo es posible en esos instantes en los que poseemos una conciencia profunda de la irrealidad de la vida y de la muerte. Instantes raros en tanto que experiencias, aunque frecuentes en el ámbito de la reflexión, en el cual sólo existe lo que se siente. Ahora bien, sentir la irrealidad y trascenderla en un mismo acto es una hazaña que rivaliza con el éxtasis y, a veces, lo eclipsa.

*

No, el aire no me falta, pero no sé qué hacer con él, no entiendo por qué debo respirar...

*

No es el instinto de conservación, sino nuestra incapacidad para ver el porvenir, lo que nos permite seguir viviendo. O para imaginarlo solamente. Si supiéramos lo que nos espera, nadie se rebajaría a persistir. Pero como todo desastre futuro es abstracto, resulta difícil asimilarlo. Ni siquiera lo logramos cuando se abate sobre nosotros y nos sustituye.

*

Quien se hace la menor ilusión acerca de los hombres, después de haberlos tratado, debería ser condenado a reencarnarse, para que aprendiera a observar, para que se pusiera al corriente de lo que sucede.


*

¿La aparición de la vida? Una locura pasajera, una fantasía de los elementos, un capricho de la materia. Los únicos que tienen alguna razón de protestar son los seres individuales, víctimas compasibles de un antojo.


*

El escéptico puede llegar a admitir que la verdad existe, pero deja para los inocentes la ilusión de creer que algún día podrá ser poseída. Por lo que a mí respecta, piensa él, me atengo a las apariencias, las constato y me adhiero a ellas en la medida en que, como ser vivo, no puedo hacer otra cosa. Actúo como los demás, ejecuto sus mismos actos, pero no me confundo ni con mis palabras ni con mis gestos. Me someto a las costumbres y a las leyes, hago como si compartiera las convicciones, es decir, las manías de mis conciudadanos, sabiendo que, en última instancia, soy tan poco real como ellos. ¿Qué es, entonces, el escéptico? Un fantasma... conformista.


*

No  es  en  absoluto  desoladora  la  idea  de  que nadie recordará el  accidente que  hemos sido, de  que  no  subsistirá  la  menor  huella  de  ese  yo  anhelante de suplicios que ningún torturador se hubiera  atrevido  a  soñar  jamás.


*

Todo  cuanto  ocurre  es  a  la  vez natural e  inconcebible. Conclusión  que  se  impone  tanto si  consideramos  los grandes acontecimientos  como los pequeños.


*

Si  las olas reflexionaran,  creerían que avanzan, que tienen un objetivo, que progresan, que  trabajan  para  el bien del Mar,  y  llegarían  a  elaborar  una filosofía  tan necia como  su obstinación.


*

Todo  lo  que  he  abordado, todo  aquello  sobre  lo que he escrito a lo largo de mi existencia,  es  indisociable de  lo  que he  vivido.  No he  inventado nada, he  sido  solamente el  secretario de  mis sensaciones.


*

Cómo diferenciar  las  cosas  que dependen  de  nosotros  de  las  que no dependen? Yo  no  lo sé. A  veces  me  siento  responsable  de  todo  lo  que  hago, aunque  advierta, pensándolo bien, que he  seguido un impulso del que no  era  dueño; en  otras  ocasiones, me creo condicionado y  esclavizado sin  haber hecho otra  cosa que  actuar de acuerdo con un razonamiento  surgido fuera de  toda  coerción,  incluso...  racional. Imposible  saber cuándo y cómo se es  libre, cuándo y  cómo  manipulado. Si  nos interrogáramos continuamente  para identificar la  naturaleza  precisa  de  cada  acto, desembocaríamos en  el  vértigo  antes  que  en  una  conclusión. De  lo  cual  se  deduce  que,  si existiera una solución  al  problema  del  libre  albedrío,  la filosofía no  tendría  ninguna  razón de existir.


*

Según Novalis, de nosotros depende que  el  mundo sea conforme a nuestra voluntad.  Eso  es  exactamente  lo  contrario de  lo que  se  puede pensar  y sentir  al  final de  una vida  y, con mayor  razón, al  final  de la  historia...


domingo, 14 de enero de 2018

Lo que el multiverso no explica

«El sufrimiento es la única causa de la conciencia» 
(Dostoievski)



La mera posibilidad de nuestra existencia como sujetos conscientes es algo que ha intrigado desde siempre a la humanidad. Es más, cientos de religiones y sentimientos místicos han nacido precisamente a partir de este "misterioso" hecho desde que el hombre levantara la cabeza hace decenas de miles de años hacia el cielo estrellado. También ha sido fuente de grandes obras de la literatura y el arte en general.

Giacomo Leopardi en el siglo XIX escribió:

"Spesso quand'io ti miro star così muta in sul deserto piano, che, in suo giro lontano, al ciel confina; ovver con la mia greggia seguirmi viaggiando a mano a mano; e quando miro in cielo arder le stelle;  dico fra me pensando: a che tante facelle? che fa l'aria infinita, e quel profondo infinito seren? che vuol dir questa solitudine immensa? ed io che sono?" ("A veces, al mirarte [se refiere a la Luna] tan silenciosa en el desierto llano que en su confín se une con el cielo, o bien con mi rebaño seguirme en mi camino; cuando miro fulgurar en el cielo las estrellas, pensativo me digo: ¿Para qué tantas luces?  ¿Qué hace el aire sin fin, esa profunda serenidad? ¿Qué significa esta inmensa soledad? ¿Qué soy yo mismo?").

También el poeta persa Omar Jayam se lamentaba hace más de mil años de esta manera:

7. Al mundo me trajeron sin mi consentimiento
y los ojos abrí con sorpresa infinita,
partiré después de reposarme un tiempo
sin saber la razón de mi entrada y salida.

32. Llegado a este Universo el porqué ignorando
y el de dónde, como agua que, quiera o no quiera, corre,
salgo de él como el viento que el desierto cruzando,
sin saber hacia donde, quiera o no sigue andando.

El filósofo alemán Leibniz se preguntó en el siglo XVII por lo que vendría a denominarse más tarde la cuestión fundamental de toda la filosofía: ¿por qué hay algo en lugar de nada? Es decir, ¿cuál es la causa de que el universo exista? ¿De dónde salen todas esas estrellas, planetas y nosotros mismos? ¿No sería más fácil y sencillo que no hubiera nada en absoluto? Al fin y al cabo, y como decía Woody Allen, "la nada eterna no está mal, si llevas la ropa adecuada".

Pero hay algo, y además es un algo que permite a priori la posibilidad de que aparezcan complejas estructuras con capacidades conscientes como la nuestra. ¿Por qué?

Como el gran Emil Cioran dijo una vez:

"No es bueno que el hombre recuerde a cada instante que es hombre. Pensar en uno mismo es ya malo; pensar en la especie, con el celo de un obseso, es todavía peor: es prestarle un fundamento objetivo y una justificación filosófica a las miserias arbitrarias de la introspección.
Mientras se tritura el propio yo, se tiene el recurso de creer que se está cediendo a un capricho; en el momento en que todos los yo se convierten en el centro de una interminable rumia, por una suerte de rodeo, los inconvenientes de la propia condición se encuentran generalizados,
el propio accidente se erige como norma, como caso universal. Primero percibimos la anomalía del hecho estricto de existir, y sólo después la de nuestra situación específica: la sorpresa de ser hombre. Sin embargo, el carácter insólito de nuestro estado debería constituir el dato primordial de nuestras perplejidades: es menos natural ser hombre que solamente ser."

Y también dijo aquello de que: "Hay en el hecho de nacer una ausencia tal de necesidad, que cuando se piensa en ello con un poco más de detenimiento, a falta de saber cómo reaccionar, uno se queda con la boca abierta". Y ciertamente es crucial para estudiar lo tratado conocer si somos fruto de la casualidad o de alguna necesidad (¿intención?). En eso se podría resumir incluso todo el fondo del asunto. La falta de necesidad aboca al nihilismo más desbocado mientras que la intención o la necesidad tienen connotaciones metafísicas no menos inquietantes. Fue precisamente Cioran maestro en hacernos abrir los ojos ante la filosofía del sinsentido que acecha tras la posible existencia casual y no intencionada de nuestra especie:
Después de la historia 
El final de la historia está inscrito en sus comienzos; la historia -el hombre pasto del tiempo- porta los estigmas que definen a la vez al tiempo y al hombre. Desequilibrio ininterrumpido, ser que no cesa de desmembrarse, el tiempo constituye undrama cuyo episodio más destacado es la historia. ¿Qué es ella en el fondo sino un desequilibrio también, una rápida e intensa dislocación del tiempo mismo, una carrera apremiante hacia una evolución en la que nada evoluciona? De la misma manera que los teólogos hablan con razón de nuestra época como de una época post-cristiana, algún día se hablará de la suerte y de la desgracia de vivir en plena post-historia. Pese a todo, desearíamos asistir a esa victoria crepuscular en la que escaparíamos a la sucesión de las generaciones y de los días, y en la que la existencia, sobre las ruinas del tiempo histórico e idéntica por fin a sí misma, volvería a ser lo que era antes de convertirse en historia. El tiempo histórico es un tiempo tan tenso que cuesta entender por qué no se rompe. Cada uno de sus instantes da la impresión de estar a punto de estallar. Puede que el accidente no suceda tan pronto como esperamos; pero es imposible que no se produzca. Y solamente cuando haya ocurrido, sus beneficiarios, aquellos que disfruten de la post-historia, sabrán de qué estaba hecha la historia. "¡Se acabaron los acontecimientos!", exclamarán. Un capítulo, el más curiosos de la evolución cósmica, habrá así concluido. Ni que decir tiene que esa exclamación sólo es imaginable tras un desastre imperfecto. Un éxito rotundo entrañaría una simplificación radical, en realidad la supresión del futuro. Pero pocas son las catástrofes perfectas, lo cual debería tranquilizar a los impacientes, a los inquietos, a los aficionados a las grandes ocasiones, aunque la resignación sea de rigor en este caso. No todo el mundo pudo observar de cerca el Diluvio. Imagínese la decepción de quienes, habiéndolo presentido, no vivieron lo suficiente para poder asistir a él. (Emil Cioran, "Desgarradura", pag. 11)

La física al...¿rescate?

La ciencia ha tratado de encontrar desde hace décadas un equilibrio ante ambas posibilidades. Es decir, lograr explicar la existencia humana sin apelar a la pura casualidad ni tampoco a un necesitado acto con propósito o intención. El resultado de toda esta búsqueda ha finalizado en lo que se conoce como la hipótesis del multiverso.

Se trata de una hipótesis actualmente sin soporte empírico directo (o indirecto), e incluso contiene en su base una sospecha de irrefutabilidad, por lo cual más que ciencia parece que los científicos hacen filosofía, pero no vamos a entrar en esta cuestión de momento.

El argumento que hace el científico es sencillo: es de sobra conocido que el mundo fenoménico contiene gran cantidad de factores que parecen ajustados para que la vida pueda aparecer en el mundo (el modelo estándar de partículas, por ejemplo; contiene hasta 90 constantes con una precisión numérica requerida tal, que el cambio en el valor de un sólo decimal de una sola de estas variables haría inviable la existencia de vida consciente en nuestro Universo). Todo este ajuste requiere una explicación, y lógicamente la casualidad no hace creíble que todo haya sido una vez del modo correcto por azar. Así pues el hombre de ciencia niega que todo haya sido una única vez, y postula que todo ha sido, es y/o será una infinidad de veces.

En pocas palabras, si es complicado que toque la lotería jugando sólo una vez, juguemos un millón de veces (o las veces necesarias). El multiverso sería así un aglutinado mecánico (natural) de Universos independientes (no intencionados ni diseñados), cada uno con sus leyes y constantes diferentes. Se postula así con una extensión de nuestra realidad. No hay, dicen un mundo, hay una infinidad de ellos. El ajuste observado se explicaría por el hecho de que sólo aquellos Universos (dentro de la infinidad) con las variables físicas en los rangos adecuados permitirían la existencia de estructuras conscientes, por lo que no es causa de asombro que tales entes vean su mundo ajustados a sus necesidades existenciales (a este argumento se le conoce como el principio antrópico).

Como dirían los anglosajones "so far so good". Pero hay algo que chirría. Al menos a mí me chirría.

Lo que el multiverso no explica.

El principio antrópico pretende dar cuenta sobre la causa de que en general cualquier ser consciente quede (ilusamente) asombrado ante su propia realidad; pero hay que remarcar que este principio no aporta nada sobre nuestra propia esencia particular. Es decir; que quizás el multiverso pueda explicar cómo jugando un billón de boletos (universales) tarde o temprano aparecerán seres conscientes, pero no es capaz de dar cuenta de nuestras peculiares propiedades fisiológicas y mentales. 

Imagina que el multiverso contiene varios cientos de millones de combinaciones físicas capaces de albergar vida consciente, ¿serán todas esas consciencias iguales (o similares)? ¿O cada cual tendrá sus particularidades? El hombre, por ejemplo; posee un gran sesgo cognitivo ocasionado por su gradual origen evolutivo. Una historia natural que condiciona nuestras emociones, sentimientos e incluso nuestra sensibilidad. ¿Es acaso condición necesaria para que surja una consciencia que el Universo donde ésta nazca mecánicamente procese una evolución cósmica como la observada en nuestra realidad (tal como explica Eric Chaisson en su magnífico libro: "Evolución Cósmica: El aumento de la complejidad en la naturaleza")? Y si no es el caso, ¿por qué nosotros nos encontramos entonces en un mundo evolutivo tan particular?

Para estas preguntas la propuesta científica más en boga no tiene respuestas. Ya que si es necesario que el Universo capaz de contener vida consciente sufra siempre de un proceso mecánico evolutivo previo habría que explicar por qué esto es así; y si no es el caso, ¿por qué entonces nuestro Universo pudiendo ser de tantas maneras alternativas es del modo concreto en que es? ¿Casualidad de nuevo?

Casualidad revisitada.

Pero no es sólo eso. Mira a tu alrededor. Qué de maravillosas casualidades nos rodean. El Homo Sapiens pudo haber aparecido como tal varios millones de años antes de cuando lo hizo, pero en tal caso no habríamos disfrutado de la fuente de combustible más rica y eficiente de la que disponemos: la fósil. Las reservas de combustibles fósiles han ido gradualmente depositándose en sedimentos conforme pasaron los millones de años geológicos, y mira por donde el hombre aparece justo cuando hay reservas enormes casi saliendo por los poros de la tierra. Una casualidad que permitió que nuestra civilización floreciera hasta alcanzar la revolución industrial y la ciencia moderna.

Sin el combustible fósil nos habríamos quedado atrapados tecnológicamente y jamás habríamos logrado dominar por ejemplo la energía de fusión atómica y mucho menos las energías renovables. Pero eso no ocurrió; y disponemos de gran cantidad de energía fósil. La suficiente de hecho para que podamos dar el salto (quizás con la ayuda de la inteligencia artificial) hacia un mundo totalmente electrificado. También es curioso que el empujoncito fósil esté tan bien ajustado para permitirnos luego continuar creciendo como sociedad sin este "caro" soporte natural (en el sentido de la enorme escala temporal geológica necesaria para su creación). Sin todas estas casualidades yo no podría estar escribiendo este artículo en internet ni usted podría estar leyéndome.

El físico Leonard Susskind dio en el 2013 una segunda serie de clases sobre cosmología en la Universidad de Stanford. La última clase es esta: https://www.youtube.com/watch?v=NZ_CvI9Ying. Una de las mejores lecciones que he visto en mi vida. En realidad las 10 clases son magistrales. Pues bien. El profesor explica entre otras el modelo inflacionario. Asombroso lo poco que sabemos y lo mucho que pretendemos saber. 

Tendría para escribir varios artículos sobre el asunto, pero valga decir que sencillamente se postula que previamente al Big Bang (sí, previamente) ya existía un campo escalar cuántico (el inflatón) con una distribución de energía potencial preexistente enorme. Es decir, que se parte de la idea de que antes del mundo (sí, antes) ya existía la energía (potencial) que posteriormente dio lugar (o decayó) en todos esos miles de trillones de partículas que observamos a nuestro alrededor. Pero, ¿de dónde procedió esa energía primordial? ¿Y por qué poseía ese valor tan concreto que permitió la justa evolución en la historia cósmica que procedió hasta llegar luego a nosotros? Un valor en el potencial del inflatón un poco mayor o menor habría provocado un mundo de dimensiones distintas pero también con posibilidad de albergar consciencia (un Universo por ejemplo la mitad o el doble de grande que el nuestro podría igualmente contenernos). ¿Por qué entonces ese valor tan concreto y no otro? Seguramente casualidad, ¿verdad?

También parece casualidad que el número de dimensiones espaciales sean 3 (al menos que sean 3 las dimensiones lo suficientemente "grandes" como para tener efectos visibles en la mecánica natural). Un mundo de 4 o más dimensiones es perfectamente posible (al menos matemáticamente) y nada parece indicar que una conciencia no pueda despertar en este tipo de realidad (incluso en un mundo 2D como se describe la famosa novela "Flatland"). Sin embargo la casualidad ha querido que vivamos en un mundo de tres dimensiones espaciales y una temporal.

Otra increíble casualidad es el hecho en la evolución en la constante de Hubble (que en realidad no es una constante sino una función dependiente del tiempo). El modo en que esa variable ha cambiado en el tiempo es precisamente tal como para que el modo en que se ha expandido el Universo nos permita observar (atrás en el tiempo) dentro de un horizonte empírico igual al de la propia edad del mismo. Es decir, que si la expansión hubiese sido ligeramente mayor, hoy día ya no podríamos observar con nuestros telescopios los primeros instantes de existencia (periodo denominado en cosmología como "decoupling time"). E incluso de haber sido esta expansión del espacio intergaláctico algo mayor, nuestros aparatos de medida serían incapaces de detectar el ya muy débil eco del Big Bang que se suele denominar como fondo cósmico de microondas. Qué grata casualidad que la inflación y la energía oscura restante haya funcionado de este modo tan preciso para dejar al hombre ante esta favorable situación experimental.

Mención especial tiene el hecho de aquellas constantes cósmicas que en apariencia tienen un rango de valores compatibles con la vida muy amplio pero que en nuestro mundo aparece con un valor muy concreto. La velocidad de la luz por ejemplo tiene un valor igual a 299.792.458 m/s, pero nada parece indicar que si su valor fuese la mitad nuestro origen no fuese ya posible. ¿Por qué c tiene este valor en lugar de cualquier otro valor compatible? ¿Es algo necesario o fruto de la casualidad? Y si es necesario, ¿para qué es necesario? Lo mismo se podría aplicar por ejemplo a la constante de Planck. No parece incompatible con la vida que en lugar de valer 6.63 x 10^-34 J·s poseyese un valor de 7.63 x 10^-34 J·s por poner un ejemplo. Así que nos preguntamos de nuevo: ¿por qué h tiene este valor en lugar de cualquier otro valor compatible? ¿Es algo necesario o fruto de la casualidad? Y si es necesario, ¿para qué es necesario?

¿Casualidad o necesidad?

Podemos resumir todo lo comentado de la siguiente manera. Demos por supuesta la hipótesis del multiverso. En tal caso podemos imaginar que hay millones o billones (o miles de millones, ve tú a saber), de Universos posibles con una configuración de leyes y constantes físicas compatibles con la vida consciente...pero resulta que sólo vivimos en 1 de tales mundos.

La duda inmediata que se nos aparece es la siguiente: ¿cuánto hay de necesario y cuánto de casualidad en este mundo tan particular nuestro inmerso en ese infinito potencial del multiverso?

Si la casualidad supera de largo la necesidad entonces el principio antrópico pierde su fuerza y estaremos casi como al principio. Y si la necesidad tiene un peso importante en el asunto entonces debemos preguntarnos: ¿por qué y para qué es necesario que el mundo capaz de contener consciencia contenga esas características tan particulares? La intencionalidad (o el diseño) planearía como explicación de fondo.

Así pues nos encontramos ante esta disyuntiva:

1) Todo es pura casualidad. Dentro del infinito multiverso M habría un también casi infinito subconjunto S de mundos con vida consciente pero de características muy diferentes a las de nuestro Universo. Nosotros nos encontraríamos aleatoriamente en uno de tales mundos de S. Punto. La suerte de obtener el premio gordo con un solo boleto aparece de nuevo.

2) Las características del subconjunto S son muy concretas y similares a las de nuestra realidad. Una consciencia debería entonces nacer en un mundo (dentro del multiverso) muy similar al nuestro. Precedido por una larga historia evolutiva cósmica, en una realidad de 3 grandes dimensiones espaciales con un tamaño aproximado de miles de millones de años luz, siendo la velocidad de la luz aproximadamente de 300.000.000 m/s, la constante de Planck alrededor de 6.63 x 10^-34 J·s, y el valor de la constante de gravitación universal G cercano a 6,67·10^–11. El proceso inflacionario y la posterior expansión de la constante de Hubble (debido primero a la densidad de radiación, luego a la densidad de materia, y finalmente a la densidad de energía del punto cero de vacío) deben estar muy finamente ajustadas para que el tamaño del mundo siga una proporción de crecimiento parecida a la nuestra. Y ni qué decir tiene que para que sus leyes permitan la vida una dominación o sesgo de materia sobre antimateria (o viceversa) debe existir de manera que la dinámica destruya una de ellas dejando sólo estructuras estables materiales del tipo contrario. Al mismo tiempo sería requisito necesario que ciertas partículas (o configuraciones de varias partículas) sean muy estables para que el caos no gobierne por completo (en nuestro mundo estas partículas son el protón, el neutrón y el electrón). También la fuerza nuclear fuerte y débil junto con el electromagnetismo deben poseer unas configuraciones tales que permitan lo que se conoce como química molecular, que junto con las leyes físicas termodinámicas empujarían y dirijan el fenómeno hacia un proceso de evolución cósmica que finalmente llevaría a que en ciertos planetas adecuados una molécula capaz de contener y transmitir información de paso a una carrera armamentística en favor de la comentada tendencia térmica de consumo de recursos (en nuestro caso hablamos del ADN y la evolución Darwiniana). Finalmente para calcar el asunto sería necesario que la consciencia nazca geológicamente "tarde" de manera que disponga del suficiente sedimento de combustible fósil con el que avanzar tecnológicamente hasta el punto de dominar la naturaleza tal como nosotros estamos haciendo.

Es decir, que o bien todo es pura casualidad (y para eso bien podríamos ahorrarnos la especulación "física" del infinito multiverso), o bien todo es pura necesidad, lo cual abre la duda de: ¿necesario por qué y para qué? La intención o el "diseño" aparecen de nuevo como posibles explicaciones y realmente parece que el intento científico de apelar al infinito multiverso cósmico se viene abajo no sólo por ser altamente especulativo (que lo es), sino por ser explicativamente insuficiente e incompleto.

Ante todo lo visto no puedo más que terminar esta entrada con otro de los maravillosos aforismos de Cioran:

"Si se me pidiese que resumiera lo más brevemente posible mi visión de las cosas, que la redujese a su mínima expresión, en lugar de palabras escribiría un signo de exclamación, un «!» definitivo."

sábado, 6 de enero de 2018

¿Por qué queremos ir al espacio?

"¿Qué cantidad de propelente (combustible + comburente) cree usted que sería necesaria para hacer llegar una sonda de 1 kg a Próxima b en 1.000 años? La respuesta le va a sorprender. La realidad es que la masa de propelente necesaria para hacer llegar una nave de 1 kg a Próxima b en 1.000 años usando un típico motor de propulsión química es muchos órdenes de magnitud superior a la masa que aglutina toda la materia contenida en el universo observable, la de todas sus galaxias con todas sus estrellas, planetas, agujeros negros y cualesquiera cuerpos y elementos contenidos en él." 
(Eduardo García Llama)


Hace ya tiempo que el maestro Schopenhauer escribió aquello de que: "El hombre puede, acaso, hacer lo que quiere; pero lo que no puede es querer lo que quiere". Hoy recordé esas sabias palabras. El diario El País ha publicado un artículo en primera plana donde habla de cómo la NASA se propone construir un proyecto ¡en el 2069! capaz de llegar al sistema planetario más cercano viajando al 10% de la velocidad de la luz en un viaje de 100 años ida y 100 años vuelta.

Evidentemente se trata de puro marketing por parte de la agencia espacial americana en su afán de seguir devorando fondos públicos, pero es curioso cómo el mundo se ha hecho eco de esta magufada de manual. La fecha propuesta (2069) es ridículamente larga (habrá que ver donde anda la NASA por esos tiempos), y además el proyecto apela a tecnologías que sencillamente no existen (aunque eso sí, ellos prevén alegremente que en ese momento sí lo estará). Hablan en concreto de una sonda compuesta de una poderosa inteligencia artificial capaz de sortear todo tipo de obstáculos aparecidos y de una especie de "impresora 3D" capaz de reparar lo que sea que se estropee en ese largo viaje. Sobran las palabras ante este tono especulativo (casi Hollywoodense) con el que hablan desde esta agencia espacial que en otro tiempo fue bastante seria. En realidad he visto películas de ciencia ficción más realistas que esta propuesta.

De todas formas es evidente que esa supuesta sonda, de llegar, no portará personas dentro. Se trataría de un viaje interestelar compuesto de una sofisticada sonda "vacía" de contenido biológico, y "llena" de contenido sintético artificial. El cerebro de este aparato no sería orgánico, sino un instrumento inteligente basado posiblemente en el silicio: un poderoso computador corriendo algoritmos de machine learning, vaya.

De hecho, si esta descarada propaganda sirve para algo más que para recaudar dinero público es para poner de evidencia que el hombre NO pisará, como ya he explicado en diferentes entradas de este mismo blog -aquí y aquí-, nada que no sea la Tierra y su satélite la Luna. Porque además es muy poco probable que lleguemos siquiera a Marte, por no hablar ya de otros planetas o satélites del sistema solar. Y por supuesto, si algún día algo sale de nuestro planeta capaz de cruzar los billones de kilómetros que nos separan de la estrella más cercana, parece que ya va poco a poco quedando claro a nivel público que no incluirá nada biológico a bordo.

Máquinas superinteligentes con capacidades auto-regenerativas es la apuesta actual de la NASA; y aunque esta deriva en sí parece ser la acertada (una vez descartada la opción orgánica) todavía creo que se peca de optimismo en cuanto a fechas. Un pecado de marketing por supuesto, ya que no es humanamente defendible (económicamente, me refiero) que se diga que la sonda tardará 4.000 años en lograr su objetivo (que es lo que la tecnología actual realmente permite). Así pues se inventan aquello de que en el 2069 seguro que ya será factible una tecnología capaz de mover una sonda de gran tonelaje a velocidades cercanas al 10% la de la luz. ¡Ridículo! No se tiene hoy por hoy ni la más remota idea -ni la más remota pista- de cómo lograr semejante hito tecnológico. La teoría de la relatividad parece de hecho impedir a priori mucho avance en este sentido por lo que finalmente nos tendremos que contentar (con suerte) en mandar esas sondas inteligentes autónomas pero en un viaje milenario cuya finalización no sabremos tan siquiera si alguna persona llegará a presenciar en vida.


¿Por qué queremos ir al espacio?

Pero de todo eso ya he hablado en otras ocasiones. Hoy me gustaría comentar sobre ese vehemente impulso que nos mueve en la dirección espacial. ¿Por qué queremos con tanto ahínco colonizar el espacio?

Esta pregunta parece baladí pero no lo es. Además es una pregunta extensible al resto de nuestros actos y deseos cotidianos. Yo, por ejemplo; tengo dos hijas. Y las amo con locura. Las quiero y las protejo con una fuerza e interés que no puedo ni expresar en palabras. Sus penas las sufro con más intensidad que las mías propias, y por ellas sería capaz de cualquier cosa (literalmente). Pero, ¿por qué siento esto que siento? Esta pregunta tiene respuesta en diversos niveles de abstracción (campos científicos). Desde la neurología nos hablarán de redes neuronales y conglomerados de neurotransmisores y hormonas (con especial importancia en este caso del sistema neuroendocrino). Desde la psicología evolucionista nos dirán que la causa última es evolutiva: nuestra conducta viene descrita por la historia evolutiva que ha dado y conformado ese cerebro del que nos hablan los neurólogos. Desde la biología nos comentarán que la evolución es un proceso autónomo natural por el que aquellas estructuras mejor adaptadas permanecen mientras que las demás desaparecen. Los genetistas nos explicarán que la evolución basa su proceso en moléculas de ADN, los químicos nos contarán el modo en que estas moléculas se constituyen y comportan, y finalmente los físicos nos ayudarán a entender al nivel más básico la mecánica atómica subyacente en la formación y dinámica de esas moléculas.

Recorriendo el nivel explicativo ahora de abajo a arriba vemos que yo amo con locura a mis hijas porque la termodinámica y la mecánica de partículas favorecieron la formación y perpetuación (dadas las condiciones adecuadas como las acontecidas aquí en la Tierra hace 4.000 millones de años) de largas estructuras moleculares de ARN (y ADN), las cuales son químicamente muy estables y poseen unas extraordinarias capacidades para transmitir información mediante una casi perfecta duplicación (o copia) de sus bases. Ese potencial o diferencial de información auto-contenida con el tiempo favoreció el surgimiento de una lucha por el ser entre estructuras en una carrera espontánea natural en pos de acaparar la máxima energía y recursos disponibles. Más pronto que tarde esas estructuras comenzaron a presentar habilidades fisiológicas que las ayudaban a "quitar" de en medio a la competencia y la "guerra" natural llegó a un nuevo nivel organizativo. Estas estructuras cada vez eran más y más complejas, y la simbiosis y la cooperación comenzaron a formar "alianzas" de estructuras hasta que los seres unicelulares primero y los multicelulares luego llegaron a aparecer.

Desde este momento, la ya más familiar selección natural Darwiniana se encargaría de moldear plantas y animales durante millones de años hasta que, finalmente; hace aproximadamente 200.000 años nuestro descendiente más directo abrió los ojos. Este Homo Sapiens ya sentía por sus hijos lo mismo que siento yo, y nuestras capacidades intelectuales eran casi idénticas (por ponerlo claro, un forense tendría complicado distinguir durante una autopsia un cerebro contemporáneo de uno de esa época). Por lo tanto podemos ver que yo amo a mis hijas NO porque yo quiera amarlas, sino porque tengo que amarlas. El amor que yo siento no es una elección ni una opción, sino un mandamiento que llevo inscrito en mi estructura cerebral. Yo no puedo no amarlas, y tampoco puedo dejar de sufrir por sus desdichas (ni siquiera puedo querer no querer, valga el juego de palabras). Schopenhauer no se equivocaba al trazar nuestros límites cognitivos.

Por lo tanto el amor, el deseo, la frustración, la repulsa, la atracción, el odio y cualquier otro concepto psicológico imaginable vienen embebidos en nuestro cerebro evolutivo. Yo amo porque debo amar, y deseo lo que debo desear; del mismo modo en que en general quiero lo que debo querer. Pero, ¿por qué debo entonces amar? Al nivel explicativo más básico y objetivo (el físico), mi obligado amor tiene raíces en el modo en que la dinámica del mundo funciona al nivel de partículas. Una dinámica que se une al hecho de la expansión del cosmos para dar lugar al acto termodinámico que mueve y dicta luego a nivel macroscópico cómo debe todo proceder y evolucionar.

En este sentido se puede decir que somos esclavos (o títeres) de los mandamientos termodinámicos. Nuestros sentimientos y nuestras emociones deben girar forzosamente en torno a lo que estas leyes naturales decretan, y cualquier intento de liberación es tan ilusorio como la pretension de construir una máquina de movimiento perpetuo: una ilusoria (e ilusa) idea que podemos crear (y creer) en nuestra mente, pero que luego no es posible llevar nunca a la práctica.

El mundo quiere que ame.

Pero a pesar de que el anterior reduccionismo nos llevó a concluir que TODA nuestra conducta viene determinada, tras miles de millones de años de historia evolutiva, bajo términos termodinámicos; todavía es intrigante el hecho de que esta misma termodinámica tenga ciertas implicaciones humanistas (una vez se examina la reducción en sentido inverso).

Yo amo a mis hijas porque el mundo físico así lo determina de manera natural, pero eso significa al mismo tiempo que el mundo en sí quiere que yo ame a mis hijas. Pero, ¿por qué se ajustaría la realidad física de tal modo que se permita la aparición de cierto tipo de estructuras que "sientan" amor hacia otras? El Universo bien podría haber sido de manera diferente, gobernado por leyes muy diversas: sin embargo todo está constituido para que sea posible que con el tiempo cierto conglomerados de partículas con capacidades intelectuales y sentimientos de "amor" aparezcan. Es algo como poco intrigante.

Y no se trata sólo del conocido principio antrópico, sino que parece que al asunto esconde algo más. El principio antrópico sólo requiere de seres conscientes capaces de preguntarse por la razón de ser de su mundo, pero no dice nada de que tales seres deban poseer sentimientos de amor, deseo, etc. Es posible de hecho imaginar mundos con una física tal que tenga seres inteligentes con subjetividad pero que no tengan ni sientan la necesidad de amar, de odiar, de desear, etc. Sería posible en principio alternar las leyes naturales (al menos idealmente) para que fuese posible el surgimiento de vida consciente sin la necesidad de un proceso evolutivo de lucha previo que condicionara las emociones y los sentimientos de tal consciencia. Por lo tanto nuestro mundo parece estar finamente ajustado para que sus leyes y constantes naturales permitan (e incluso para que favorezcan) la aparición de estructuras como nosotros: seres conscientes rebosantes de sensaciones, emociones y necesidades. Entidades que no puedan dejar de querer lo que quieren y que por el contrario sientan un irrefrenable impulso en obedecer todos esos mandamientos que les son transmitidos desde su mismo nacimiento.

Se me hace muy complicado a estas alturas de mi vida imaginar que nuestro mundo es fruto de la casualidad; que todo es resultado de una enorme lotería de ajustes entre leyes y constantes físicas naturales dentro de un pseudo-infinito multiverso de posibilidades. Cierto que un multiverso es capaz de explicar (sin requerir casualidad ni intención) cierta cantidad de todos los finos ajustes que observamos en la física moderna, pero yo creo que no es capaz de explicar el más importante: ¿por qué la vida consciente que se pregunte por la casualidad del ajuste de su mundo (principio antrópico) tiene necesariamente (como ocurre aquí y en cualquier planeta donde se repita el "milagro" de la subjetividad) que estar completamente sesgada psicológicamente por un proceso evolutivo previo tan concreto como el nuestro? ¿Es acaso la termodinámica (y la evolución cósmica que luego conlleva) una condición necesaria para la aparición de estructuras conscientes? Y si no es el caso y el multiverso está lleno de una infinidad de seres conscientes no "sesgados" por una historia evolutiva térmica, ¿por qué estamos nosotros en este mundo tan concreto, extraño y tendencioso en lugar de vivir en uno de esos otros Universos más "normales"?

Nos encontramos por tanto de nuevo (a pesar del multiverso) ante la disyuntiva entre intención (o necesidad) y casualidad. Todo pudo ser en principio de manera muy distinta, pero sin embargo todo es del modo adecuado para que usted y yo estemos aquí conviviendo en este instante. Y para que no podamos tampoco dejar de amar, odiar y luchar. Se podría decir que es el propio mundo en sí el que no quiere que dejemos de actuar de este modo. Es más, se podría incluso decir que en realidad todos nosotros somos partes indiferenciables dentro del mundo, y que es el mundo como un todo el que realmente quiere y desea sentir lo que nosotros sentimos (desde nuestra relativa e ilusoria subjetividad). La equivalencia sería la de nuestro cuerpo compuesto por trillones de células. Estas células tienen su lucha particular localizada en su ambiente circundante, pero es luego el cuerpo como un todo el que realmente experimenta por ejemplo el amor. En este sentido todas mis células aman junto a mí, y yo amo gracias a ellas.

La metafísica.

Los físicos de profesión odian la metafísica, e incluso algunos filósofos ya la repudian avergonzados. No debería ser así. El campo físico es muy limitado (basta seguir un curso de cosmología para darse uno cuenta de toda esta limitación y de la especulación disfrazada que se mete además de manera zorrona). En realidad la cosmología es la sub-disciplina de la física que mejor demuestra nuestra limitación presente y futura de conocimiento. Es la física que demuestra que hay evidencias empíricas que son literalmente por principio imposibles de estudiar y observar. Marca, en pocas palabras, la delimitación a priori de todo el potencial disponible en nuestro saber y conocer. Nos dice claramente: ¡hasta aquí vamos a poder leer ahora y siempre! No habrá más que rascar.

Pero donde acaba la física empieza la metafísica. Y puesto que es lo único que nos queda, habrá que hacer uso de dicha disciplina, aunque en el peor caso sólo sea un acto irrefutable casi poético. Una neurona tampoco sabe dadas sus limitaciones que forma parte de un todo intencionado y necesario, y sin embargo sabemos que es así.

Muchos filósofos del siglo XIX, un privilegiado momento pre-positivista donde a las personas de genio todavía se las financiaba para que divagaran sobre estos temas; sacaron conclusiones que venían a lidiar con ese reduccionismo que la física ya no podía continuar. Sus cosmovisiones anudaban en esa línea de ignorancia que la cosmología traza y continuaban la historia con interesantes propuestas realmente dignas de estudio.

Y es que, descartada la casualidad y la probabilidad, queda tan sólo la intención. No puedo más que recomendar a quien no lo haya hecho aún el estudio en este sentido de dos de las metafísicas más prodigiosas (en mi humilde opinión) que se han dado hasta la fecha: "El mundo como voluntad y representación" de Arthur Schopenhauer, y la "Filosofía de la redención" de su discípulo Philipp Mainländer.

Entonces, ¿por qué queremos ir al espacio?

Queremos colonizar el espacio del mismo modo en que colonizamos cada trozo de la Tierra. Es un impulso natural que llevamos grabado y cuyo origen se remonta al propio germen de la vida hace 4000 millones de años. Queremos emigrar y conquistar el espacio porque es lo que el mundo quiere que deseemos. Lo mismo que consumimos toda la energía que cae en nuestras manos a ritmo acelerado y que nos duplicamos y procreamos como siempre hemos hecho. No podemos determinar lo que queremos, sino simplemente obedecer estas necesidades.

Y ciertamente no podemos evitar el impulso de someter para acaparar recursos. E incluso cuando sea patente que no podremos nosotros personalmente (dadas nuestras limitaciones biológicas) continuar con esta senda consumista por entre el resto de planetas; todavía construiremos naves y sistemas inteligentes autosostenidos no orgánicos (como ha propuesto la NASA) para que sirvan como nuestros emisarios y continúen hasta el final lo que nosotros empezamos.

Esos sistemas inteligentes sabrán tan poco como nosotros sobre la causa última por la que tienen que obedecer los dictados termodinámicos, pero no cabe duda de que su existencia y supervivencia estarán circunscritas (como lo está la nuestra), a que su eficiencia para devorar energía se mantenga siempre en su mayor rendimiento posible.

El mundo quiere que amemos para que continuemos destruyendo con nuestro ser y persistir los potenciales energéticos disponibles, y del mismo modo nos empuja a que nos desperdiguemos por el resto del cosmos continuando esta misma tarea de aniquilación térmica. Y si el mundo quiere que sus partes constituyentes hagan algo tan determinado, es porque probablemente necesite que ese algo sea realizado: posiblemente la realidad requiere por algún motivo que la energía que contiene se degrade tan pronto como sea posible. Mainländer propuso en este sentido una explicación muy humanizada, aunque es posible imaginar otras alternativas menos antropocéntricas (en esta entrada, por ejemplo tienes una alternativa que yo mismo he imaginado en este sentido). Eso es lo curioso del asunto, que cada cual puede inventar y terminar la historia natural a su manera...y nadie podrá nunca reprobar formalmente ninguna de tales ideas ;). Así pues amigo, ¡sueña!

martes, 2 de enero de 2018

Sobre la futura inteligencia sin consciencia

"Es muy probable que en 100 años hayamos sido sustituidos por otra clase de entidades. Y en dos o tres siglos es muy muy difícil que sigamos dominando el planeta." (Yuval Noah Harari)


Uno de los conceptos que más me han gustado del último libro de Yuval Noah Harari, "Homo Deus: Breve historia del mañana" ha sido el interesante postulado que viene a defender que la consciencia y la inteligencia no deben necesariamente ir de la mano. El autor sostiene con mucho acierto y maestría justo lo contrario, y todo dentro de unas bases científicas bastante ortodoxas en la actualidad.

Lo que normalmente se entiende por inteligencia tiene matices sesgados y subjetivos respecto a la consciencia. Se entiende que la consciencia es el resultado inevitable que un ente obtiene tras alcanzar una alta inteligencia, y que el aumento posterior en el nivel de dicha inteligencia debe ir ligado ya pues a un estado de consciencia aumentada (sea eso lo que sea). En realidad no tiene que ser así, y de hecho, todo apunta a que no es el caso.

Yuval Noah nos explica de manera clara y concisa que la inteligencia es el acto de lograr trabajar y procesar una gran cantidad de información sensible al mismo tiempo que dicho tratamiento algorítmico produce como resultado una buena eficiencia reproductiva y comunicativa (esparcimiento) de esa propia capacidad intrínseca. La vida sería en general así un algoritmo que de manera evolutiva ha ido mejorando durante millones de años la eficiencia en la obtención, computación y distribución de datos e información fenoménica.

Es de perogrullo que cuanto más inteligente es un organismo, más capaz es su algoritmo subyacente para atender a estas tareas de procesamiento y transmisión de información en el tiempo. Existiría así una gradación en todo lo que entendemos como vida de manera que los seres vivos cada vez se agrupan y conforman en estructuras más y más capaces de realizar este mandamiento natural. En el caso particular de la vida en nuestro planeta, el proceso vehicular de toda esta transferencia de información ha sido por supuesto el código genético puesto bajo la presión de la selección natural.

Siguiendo esta línea argumental, sabemos que en cierto momento esta gradación en la capacidad intelectual dio lugar a seres que no sólo poseían una gran inteligencia en el sentido arriba propuesto, sino que además poseían un complemento cognitivo (la consciencia) que ayudó a la adaptación de éste espécimen del género Homo al complejo ambiente en que se movía. Según el autor (y según la mayoría de los trabajos actuales en el este campo científico) esta consciencia mayormente haría las veces de "narrador" y ayudaría simplemente a mantener la armonía de una compleja neurología con ciertas subredes neuronales (subconscientes) que entrarían entre sí en conflicto a la hora de la toma final de decisiones como individuo (concepto ilusorio una vez puesto en perspectiva) .

Pero el punto más interesante del libro es que nos hace ver claramente que ese apoyo cognitivo contingente y local del hombre (su consciencia) no tiene en absoluto una relación directa necesaria e inseparable de la inteligencia. La verdadera inteligencia del ser humano en realidad se encontraría en todos esos procesos subconscientes que luego la consciencia se limitaría torpemente a "narrar" y ordenar. Nuestra capacidad intelectual como especie sería por tanto fruto del enorme poder (instintivo) que tenemos para absorber, procesar y distribuir información de manera constante en el tiempo, y no consecuencia del acto consciente en la toma de decisiones (puesto que incluso se duda hoy día de que la consciencia tenga siquiera poder para tomar decisiones como tal). Y más importante aún, es posible que en algún momento aparezca en la Tierra (o que ya existan ya en otras partes del Universo) seres mucho más inteligentes que nosotros a pesar de que carezcan (porque no lo necesiten) del equivalente de ese apoyo cognitivo que en el hombre supone la subjetividad.

Es más, el escritor nos hace ver que en realidad el ser humano podría actualmente estar ya sirviendo como una especie de catalizador de lo que se podría entender como nuestro sucesor directo en la escalada natural en pos de una "búsqueda" o tendencia hacia una cada vez mayor inteligencia global. Los avances en la inteligencia artificial de la mano de las redes neuronales profundas han sido increíbles en los últimos 5 años. Se han logrado cosas que nadie habría esperado hace apenas una década, y todo apunta a que este avance exponencial no ha hecho más que comenzar.

Es posible por tanto que dentro de un par o tres de décadas la inteligencia artificial sea capaz de acaparar y tratar información en ciertos ámbitos en rangos totalmente inalcanzables para cualquier persona, e incluso para el hombre como especie en su conjunto. Y es que la captación, tratamiento y esparcimiento de información de los modernos algoritmos artificiales que estamos generando son simplemente superiores a las capacidades intelectuales humanas. El modelo neuronal AlphaZero de Google DeepMind por poner un ejemplo es capaz de aprender de manera autónoma mediante un entrenamiento no supervisado a jugar a diferentes juegos milenarios como el Go o el ajedrez a un nivel tal, que simplemente ningún ser humano es capaz intelectualmente de acaparar la suficiente información del estado del juego como para superarle. AlphaZero en este sentido es mucho inteligente que cualquier ser humano puesto que basa su poder de juego no en la fuerza bruta (como era el caso del famoso Deep Blue), sino en una capacidad superior (se podría decir intuitiva y creativa) para entender el estado del juego y actuar en consecuencia. En cierto modo este modelo neuronal de Google supera ya nuestras habilidades subconscientes e intuitivas para estos juegos, y eso a pesar de no poseer ni de lejos nada similar a una consciencia artificial...no obstante hay que notar de nuevo que es mucho más inteligente que nosotros, al menos en estos terrenos (o dominios) de juego.

En resumen: una alta inteligencia no necesita forzosamente de una consciencia de apoyo, ni tampoco una inteligencia con el apoyo de la consciencia o subjetividad necesariamente va a ser más inteligente que un ente o sistema intelectual que carezca de dicho "narrador". Ya existen (muchos) algoritmos con inteligencia sobrehumanas para atender problemas (dominios) concretos, y están proliferando en todos los ámbitos económicos e industriales. Por poner otro ejemplo, los sistemas de conducción autónoma siguen mejorando y es de esperar que en no más de 5 años sean capaces de conducir un vehículo con mayor seguridad y capacidad que cualquier persona (puesto que serán capaces de obtener y atender a mucha más información que nosotros, y de tratarla luego con mucha más eficiencia). Ya hay tests de Peugeot donde demuestran que su sistema de conducción alcanza unos tiempos de respuesta (reflejos) superiores a los de pilotos humanos profesionales a la hora de salvar obstáculos imprevistos. Con el tiempo estos modelos neuronales artificiales serán más inteligentes a la hora de conducir que cualquier humano e; insistamos de nuevo, todo eso a pesar de no poseer nada semejante a una capacidad cognitiva consciente. Estos algoritmos inteligentes cada vez irán arrebatando más y más terreno al hombre hasta que el dominio que sean capaces de abarcar lleguen a cualquier profesión o situación. De nuevo AlphaZero es un buen ejemplo de ello: un algoritmo planteado originalmente simplemente para jugar al Go, fue luego reutilizado casi sin modificar para jugar (y vencernos) a cualquier otro tipo de juego de mesa tradicional (el dominio de aplicación del modelo se amplió así de manera sorprendente). Un sistema similar es por cierto utilizado por otras compañías para derrotarnos en cada vez dominios más amplios, complejos y de información imperfecta (como por ejemplo el juego de ordenador Dota o StarCraft).

Evolutivamente (de manera natural) parece pues que la consciencia no es otra cosa más que un accidental apoyo cognitivo puntual que cierto espécimen de la sabana africana necesitó para lograr su adaptación al medio una vez que su cortex y su capacidad craneal empezó a aumentar desmesuradamente. Sin embargo este suceso fortuito no parece tener nada de excepcional. La tendencia natural (evolutiva) del mundo no parece ir dirigida en absoluto hacia estados de consciencia "superior", sino meramente hacia estados intelectuales cada vez más capaces de consumir y distribuir información (en el espacio y el tiempo). No es inimaginable que estructuras más inteligentes que el hombre nos desplacen a nivel mundial dentro de varias décadas (o siglos) a pesar de no poseer consciencia alguna. Lo único que necesitará tal sistema "sustituto" es la suficiente capacidad autónoma para no necesitar del hombre para subsistir, al mismo tiempo de poseer capacidades intelectuales superiores a la humana. La consciencia sobrará de la ecuación porque el Universo tiende de manera natural hacia estructuras cada vez más inteligentes y eficientes, y no hacia estructuras con estados cognitivos conscientes o subjetivos.

Llegará el día en que la Tierra esté quizás llena de objetos inteligentes pero no conscientes, los cuales no obstante serán nuestros descendientes directos. Estos entes serán extraordinariamente eficientes devoradores de información e impresionantes computadores con la habilidad para ejecutar algoritmos con una eficiencia inusitada. Serán ellos los que hereden posiblemente nuestro mundo, y probablemente desplacen con el tiempo a cualquier otro organismo biológico que les impida obtener la energía necesaria para su "costoso" funcionamiento (valga por ejemplo mencionar en este sentido que la moderna minería de criptomonedas -que no es otra cosa que la ejecución de complejos algoritmos matemáticos- consume ya más electricidad que 159 países juntos).

Y es que la cuestión de fondo en todo este asunto que Yuval Noah no ha sabido relacionar (o que ha dejado pendiente para un futuro libro), es la relación directa que existe entre inteligencia, complejidad, información, entropía, termodinámica y consumo de energía. Todos estos conceptos van a nivel físico de la mano como hemos explicado en varias ocasiones en este mismo blog; y todo apunta en una única dirección: el Universo "desea" y tiende naturalmente hacia aquellos estados de máximo consumo de energía libre. Por lo tanto si uno indaga y reduce lo que podemos observar en el fenómeno a bases exclusivamente físicas, podemos observar siempre sin excepción de fondo un objetivo natural y espontáneo hacia sistemas y estructuras con cada vez una mayor capacidad para abolir gradientes y potenciales energéticos.

La historia cósmica parece estar finamente engrasada y dispuesta para lograr por todos los medios su propia aniquilación "térmica" a un ritmo exponencial. Merece la pena mencionar en este sentido el trabajo del profesor Eric Chaisson, el cual explica muy claramente este destacado hecho de la evolución cósmica hacia la complejidad desde su mismo origen. Su obra fundamental en este sentido "Evolución cósmica: El aumento de la complejidad en la naturaleza" (Cosmic Evolution: The Rise of Complexity in Nature) y el trabajo de Yuval Noah vienen en realidad a complementarse y demuestran con viveza que el tratamiento de la información, el aumento en la complejidad estructural y la "búsqueda" natural en favor de aquellos estados que más rápido destruyen el potencial del Universo son diversas caras (interpretaciones) de una misma moneda (física).


Es, como resumen; bastante más que probable que en pocos siglos el hombre, junto con su conciencia, pasen a formar parte de la historia natural dando lugar (cediendo su puesto) a una entidad mucho más compleja e inteligente, capaz de aniquilar y despedazar cantidades de energía a un ritmo que no podemos ni siquiera imaginar hoy día. No obstante posiblemente no serán conscientes en el humanizado sentido del término, y quizás su subjetividad se asemeje mejor a lo que sea que puedan sentir los miembros de un enjambre de abejas (si es que a eso se le puede llamar sentir).

Yo personalmente me aventuro a predecir que serán posiblemente entes u objetos no biológicos (es decir, no basados en el carbono), y que probablemente contarán con miembros de tamaño y labores muy variadas (desde escalas kilométricas a nanométricas). Todo rastro de habilidad cognitiva que sea innecesaria o que pueda "lastrar" al verdadero objetivo termodinámico habrá desaparecido, y por tanto no quedará ningún vestigio de lo que entendemos como arte, cultura o todas esas emociones y sentimientos que perjudican la eficiencia del sistema en su conjunto. No habrá subjetividad (al estilo humano) a nivel individual ni tampoco a nivel colectivo (la individualidad de tales seres de hecho no será fácilmente identificable).

El mundo se habrá centrado por completo en ese momento, al menos aquí en la Tierra, en el verdadero objetivo natural térmico; y todo funcionará como un enorme mecanismo de eficiencia astronómica. En ese momento lo que muchos denominan como Gaia habrá madurado y posiblemente estará listo para diseminar por fin su potencial a otros sistemas de estrellas: la colonización (germinación) habrá empezado.